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FALANGE Y ANTIFALANGE

UNA POLÉMICA INTERNACIONAL SOBRE LA HISTORIA Y LA VIGENCIA DEL FASCISMO ESPAÑOL


SEGUNDA PARTE


FALANGE ESPAÑOLA EN LA GUERRA CIVIL: LOS SUCESOS DE SALAMANCA


En la primera parte de este estudio -Boletín de Orientación Bibliográfica número 81- eran analizados los libros de García Venero y Southworth hasta el momento en que uno v otro se centran en la guerra civil propiamente dicha; es decir, a través de esos dos libros se estudiaba la trayectoria de la Falange en la época de los antecedentes de la guerra civil. Se prestaba, no obstante, mayor atención al libro de Southworth, porque, antes de explayarse en las notas-comentario a García Venero, el investigador americano lanzaba su Introducción de altos vuelos, sobre la esencia y la finalidad de la Falange en todas sus épocas. En esta segunda parte se va a conceder mayor espacio al análisis de la obra de García Venero por varias razones. Ante todo, por el número de páginas y el cúmulo de informaciones que se contienen en este libro, uno y otro muy superiores a su equivalencia en el libro de Southworth. En segundo lugar, porque el material analizado ya en la primera parte es muy inferior cuantitativamente en el caso del libro de García Venero, que no entra en materia realmente hasta las páginas con las que se abre este nuevo análisis. Y, en tercer lugar, porque lo verdaderamente importante para Southworth es su introducción sistemática, ya estudiada en su integridad. Esto, no quiere decir que no se preste aquí la debida atención a los múltiples aspectos analizables del difícil libro de Southworth; pero el desequilibrio de páginas se inclina, en esta ocasión, hacia la obra de García Venero.

Cuando se habla de «García Venero» se hace referencia indiscriminadamente al verdadero autor o al equipo de autores del libro; en esta segunda parte de nuestro análisis, comentaremos unas páginas que parecen deberse a una influencia más intensa de Manuel Hedilla, en la inspiración, no en la redacción de la obra. No se olvide que en todas las páginas pares de la obra aparece la entradilla «TESTIMONIO: MANUEL HEDILLA». García Venero sigue intercalando en el testimonio-base de Hedilla numerosas inserciones sobre su propia actuación y personalidad.

En su nota 193, Southworth comenta:

«¿García Venero, demostró por entonces, mayor lealtad hacia Manuel Hedilla que los demás?» El 28 de agosto de 1957 se publicaba en Valladolid un libro, firmado por el capitán Reparaz y por Tresgallo de Souza. Desde el cuartel general de Miaja al Santuario de Santa María de la Cabeza, libro que narra acontecimientos que terminaron el día 30 de abril de 1937 (en realidad terminaron el primero de mayo, aunque Southworth no lo diga). Al final del libro se lee: «Dios ampare a los nuestros. Mártires de España, la Patria no les olvida, y los que cayeron y los que quizá vivan son guías de nuestras armas victoriosas. Todos ellos han servido al Imperio que renace, y a la causa ecuménica que España defiende bajo el mando de su Caudillo, de su Capitán, de su César: FRANCISCO FRANCO. ¡Arriba España! «Tresgallo de Souza (García Venero) no escribe una sola palabra en defensa de su jefe Hedilla, encarcelado entonces» (Antifalange, pág. 239).

En adelante, como en la primera parte, nos referiremos a Southworth por sus iniciales HRS y al autor del libro de Hedilla-Venero, sin polemizar más sobre la discutible paternidad de la obra, como MGV.


SEGUNDA PARTE DEL ANÁLISIS DEL LIBRO DE GARCÍA VENERO


CONTENIDO

Para mayor claridad del lector recogemos el hilo de la primera parte de este análisis al principio del capítulo 8 (pág. 103), que M.G.V. titula La dramática realidad: marzo de 1936. Se abre el capítulo con un enfoque general sobre la guerra civil española: «Que la URSS y su instrumento universalista, la Tercera Internacional, desearan e incitaran con sus recursos y equipos profesionales la dictadura del proletariado en España, es un hecho incontrovertible, mas no alerta objetivamente que la colisión ocurriera entre españoles. Desde el otro lado de la barricada se probó que la reacción antimarxista española tenía inspiraciones y contribuciones fascistas y nacionalsocialistas, procedentes de Italia y del Tercer Reich» (pág. 103).

Resumen histórico sobre la Unión Militar Española (UME). En 1935, su fundador, Bartolomé Barba, estableció contactos con varios generales. Hasta abril de 1936, la UME fue francamente minoritaria.

El Requeté se socializó durante la República. El Frente Popular mantuvo equipos especiales represivos antes del 18 de julio. Falange v la UME articularon unos equipos contrarrepresivos. Las misiones conspiratorias de Manuel Hedilla consistieron en articular las masas para la acción subversiva contra el Frente Popular. Acudió a 17 provincias, de las que 15 se incorporaron al alzamiento. Toda esta actividad se desplegó entre los meses de abril y de julio de 1936. La primera misión fue en Zamora, ciudad que visitó solo. En otras ocasiones le acompañaban José María Alonso Goya y Manuel Mateo.

Falange preparó un levantamiento con motivo de las proyectadas elecciones municipales del Frente Popular; el proyecto se retrasó por la elección de Presidente de la República y no llegó a realizarse. El 4 de mavo, José Antonio Primo de Rivera escribe su famosa «Carta a los militares de España»; Hedilla se encarga de imprimirla y difundirla. Prosigue su misión subversiva a las órdenes de Mola de acuerdo con Primo de Rivera. Mientras tanto, M.G.V. trata de reconciliar a los dos bandos falangistas que se enfrentaban en Barcelona, en misión encomendada por el propio José Antonio. Aprovecha la ocasión para crear «células de oposición nacionalsindicalista» dentro de la CNT barcelonesa.

Durante la primavera de 1936 desapareció de la vida política el jefe provincial de Jaén, Francisco Rodríguez Acosta, y renunció el de Cáceres, José Luna Meléndez que reapareció con «ínfulas territoriales» al triunfar el Alzamiento en su provincia. Sancho Dávila, jefe territorial de Andalucía, se presenta en Madrid tras las elecciones de febrero, debido a una carta de su madre a José Antonio (eran parientes). Dávila entrega el mando a Joaquín Miranda, que establece contactos conspiratorios con el capitán Eduardo Alvarez Rementería -enlace de Mola- y con la Junta divisionaria de la UME, presidida por el comandante carlista Luis Redonde, luego general. El jefe provincial de Salamanca, Francisco Bravo, se negaba en absoluto a ejercer represalias por los atentados de 1as milicias del Frente Popular contra los falangistas. La Falange de Salamanca participó en el alzamiento con arrojo, pero completamente al margen de su jefe.

Los días sin tregua: (capítulo 9). Escarceo histórico de M G V sobre 1868 y otras fechas (!). En 1936, «la energía revolucionaria partió de las celdas de la cárcel Modelo de Madrid y del Cuartel General del Requeté, en San Juan de Luz». José Antonio fue, en la cárcel, más jefe que nunca. Envió a Hedilla a Cáceres y a Valladolid. Onésimo Redondo lucha por dominar su pasión de reciente esposo y participa en la conspiración. Hedilla visita Cuenca con Miguel Primo de Rivera para tratar de asegurar la elección al Parlamento del jefe encarcelado y salvarle así de la cárcel.

Se produce una escisión en la Falange de Bilbao; parte de los afiliados cooperan por su cuenta con Renovación Española para las elecciones de febrero. A fines de abril Mola envía un mensaje a Goded. Era jefe de Falange en Navarra el médico tudelano, Aniceto Ruiz Castillejo, nombrado por correspondencia el 23 de febrero de 1933 por el jefe de provincias E. R. Tarduchy, todavía en tiempos del MES antecesor inmediato de Falange Española. Este une a las JONS de Estella con la Falange de Tudela antes de la fusión pactada por los dos organismos centrales. El primer Jete provincial, por renuncia del doctor Castillejo, fue Jesús Machiñena que incorpora a Fermín Sanz Orrio y al sacerdote Fermín Yzurdiaga Lorca El ingeniero Lamberto de los Santos Jalón, destinado en Las Bárdenas, organiza un núcleo falangista entre obreros y campesinos. Según el testimonio del Delegado Nacional de Requeté Zamanillo, existió un plan carlista de pronunciamiento muy semejante al elaborado al principio por los falangistas. En abril v mayo Hedilla hizo muchos viajes conspiratorios a Pamplona y desde ella. La Falange de San Sebastian era muy progresiva y social; intervino en negociaciones para la compra de armas. Visita Hedilla Vitoria, Logroño, Burgos... dedicado siembre a la coordinacion de los conspiradores. A fin de mayo, establece el enlace Burgos-Pamplona.

Asperezas y lances de la conspiración: (capítulo 10). Prosiguen los viajes de Hedilla como enlace superior de Mola: Soria, Avila, Zaragoza... José Antonio es trasladado de Madrid a Alicante el 6 de junio de 1936; Hedilla ya no le verá más. Por encargo de Mola, Hedilla sigue los pasos conspiratorios del general Gonzalo Queipo de Llano para confirmar a las guarniciones sorprendidas por la ejecutoria del general, que éste cuenta con la plena confianza de Mola. Salazar Alonso, ex ministro lerrouxista, pretende formar un partido republicano-fascista pero José Antonio se niega a recibirle. Precisiones históricas sobre la Primera Línea de Falange; José Antonio la disuelve en Madríd después de la defección de Ansaldo y otros militares. A fines de febrero de 1936 la rehace y nombra jefe nacional de Milicias a Agustín Aznar. Hedilla viaja a Madrid para retrasar la orden de alzamiento. Establece coordinación con el jefe de los requetés, Zamanillo, en varias ocasiones. A primeros de julio recibe de José Antonio la orden de organizar el apoyo popular al alzamiento en Galicia. El 12 de julio, Raimundo Fernández Cuesta, secretario general de la Falange, ingresa en la cárcel, en Madrid (después del asesinato del teniente Castillo). Parece que Fernández Cuesta se mostraba pasivo en la cooperación con el alzamiento, lo mismo que un importante sector de Falange Española, temerosos de que el puro ideal revolucionario falangista se mixtificase al contacto con otras fuerzas reaccionarias que participaban en 1a gran conspiración.

La incierta y esencial Galicia: (capítulo 11). Tempranos orígenes del fascismo gallego (Fascio y JONS), en los años 1932 y 1933. El principal jonsista era el profesor Santiago Montero Díaz, que se dio de baja con motivo de la unificación de FE y las JONS. Los falangistas gallegos reaccionaban contra el autonomismo que se había puesto de moda con la República. José Antonio nombra jefe territorial a Jesús Suevos, quien «no ha mostrado en su vida política los rasgos del hombre de acción que son indispensables para el mando de una fuerza revolucionaria. Tiene gran afición a la oratoria lírica» (pág. 144).

Suevos se fue apartando y ya no era jefe territorial el 18 de julio. Hedilla unifica a los divididos falangistas de Lugo; por esta ciudad entró en Galicia. Va a La Coruña, cuando Jesús Suevos se encuentra en el monasterio de Samos pensando en su vocación religiosa. Difícil éxito del Alzamiento en Vigo, al que Hedilla coopera con suma eficacia, bien coordinado con el comandante militar.

La obra malograda: (capítulo 12). A partir de las elecciones de febrero, había aumentado considerablemente la recluta falangista. El jefe provincial de Santander, Martín Ruiz Arenado, observa una actitud pasiva y sospechosa; está totalmente desconectado del mando militar. Actúa con suma decisión a favor del Frente Popular, José García Bayas, teniente coronel jefe del batallón de Santoña (muerto en Albi hacia 1962). El gobernador Ciges Aparicio no es capaz de reprimir la violencia desencadenada por frentepopulistas y falangistas. Cae en las luchas callejeras el director del periódico pro-gubernamental La Región. En Santander había mil falangistas y cuatrocientos en la provincia. El coronel Argüelles, comandante militar, no se decidió a secundar el Alzamiento. El jefe de Falange, Martín Ruiz Arenado, paseaba tranquilamente por el Sardinero en pleno dominio rojo. En el mes de diciembre del 36, Arenado sale de la zona por Bilbao y Francia; aparece en Salamanca con una mujer que no era su esposa. Hedilla le repone en la jefatura provincial de Sevilla. Varios miembros de la Quinta Columna de Santander hacen actos de heroísmo, al revés que su jefe. Ruíz Arenado se atribuye en Salamanca la gloria de estos actos.

España dividida, España fragmentada: (capítulo 13). El cantonalismo se dio en las dos zonas en guerra civil. El alzamiento de 1874 se identifica con el de 1936 (!). Los monárquicos aconsejaron a Mola que crease una Junta exclusivamente militar (esos monárquicos eran el conde de Vallellano, Yanguas Messía y Goicoechea). De esta forma se eliminaba la posible influencia preponderante de falangistas y carlistas. Así, en efecto, se constituye la Junta de Defensa Nacional en Burgos. Había 25 jefes provinciales de Falange en zona nacional; de ellos, fallan lamentablemente como un tercio, y el porcentaje de fracasos es mayor en las escalas de mando locales e inferiores. Fabuloso y rápido crecimiento de FE. Hedilla reorganiza muy bien la Falange de Galicia. Reúne un convoy de camiones con el que llega a Burgos, y tras un viaje de inspección por todo el norte de la zona nacional, se instala en Burgos durante la primera quincena de agosto.

La obstrucción a la Falange: (capítulo 14). Mola insiste en que el voluntariado debería reclutarse bajo el signo del militarismo apolítico. La coordinación de milicias era imposible; Falange era tan numerosa que desequilibraba a todas las demás. Falange participa en la aventura de los hermanos Miralles, en Somosierra. Falange actuaba entonces «con sentido federal». Las derechas clásicas desencadenaron contra ella una ofensiva de descrédito; este proceso estaba en curso, cuando Hedilla se presentaba en Burgos. Falange había instalado su cuartel general en el Convento de la Merced, antiguo de los jesuitas. Hedilla es considerado como jefe tácito por decisión de José Andino -jefe provincial de Burgos- y pasando por encima de otros jefes falangistas como José Sáinz, único miembro de la Junta Política que estaba en la zona nacional, y el jefe de milicias Agustín Aznar; éste, había sido liberado de la cárcel de Vitoria y viaja por toda la zona nacional en visitas de inspección. Onésimo Redondo había sido designado por José Antonio jefe territorial de Valladolid; el 25 de junio, junto con 18 falangistas más entre los que se contaba Luis González Vicén, Onésimo fue encarcelado en Avila por el Frente Popular, y liberado el 19 de julio. La Primera Línea ordenó una concentración estratégica en Valladolid en la noche del 17 de julio. José Antonio Girón de Velasco, empleado de la Diputación, desempeñó varios mandos de centuria en el Frente, pero no ostentaba cargo provincial alguno. En Sevilla el jefe era J. Miranda, banderillero profesional, que organizaba la Falange según sus capacidades. Era despreciado por los señoritos de Sevilla. Para contrarrestar sus complejos se rodeó de asesores militares y monárquicos que no eran originalmente falangistas. Bajo su protección, entra en Falange el joven Pedro Gamero del Castillo, presidente -no falangista- de los Estudiantes Católicos Joaquín Miranda se entrega al general Queipo en cuerpo y alma. Los refugiados levantinos invaden Sevilla.

José Luna reaparece, pero se encierra en Cáceres; lo mismo hace el jefe provincial de Badajoz, Arcadio Carrasco, que, como Luna se aisla del contacto con los demás jefes falangistas y entrega el control de la Falange de su provincia a los militares.

El jefe provincial de Zaragoza, Jesús Muro Sevilla, hace propaganda entre los ex confederales -a los que confía su escolta- sin mucho éxito. Muro actúa de forma discordante con Miguel Merino, nombrado por José Antonio jefe provincial del Bajo Aragón (Alcañiz).

Hacia la unidad de mando: (capítulo 15). Había sido nombrado jefe provincial de Melilla, por el propio José Antonio, Ramón Cazañas Palanca, cuarentón y valenciano. Los tenientes coroneles, Yagüe y Gazapo, afiliados a Falange antes de la guerra, le saludaban como jefe, brazo en alto. Después del 17 de julio se erigió en jefe territorial. La primera reunión de jefes de Falange tiene lugar en Valladolid, el 1 de agosto de 1936. Asisten Aznar, Sáinz, Andrés Redondo (hermano y sucesor de Onésimo). Expresan el anhelo de continuidad. Cita MGV varios documentos, aunque advierte que la mayoría de los anteriores a la unificación se han perdido. El 29 de agosto llegan a Sevilla, Aznar y A. Redondo, por invitación de J. Miranda. Es la segunda reunión falangista de la guerra civil, que se celebra en el salón de Carlos V del Ayuntamiento. La estrella de la reunión es Agustín Aznar. Se acuerda la constitución de un mando único; J. Miranda propone la constitución de un triunvirato con Aznar y Redondo, pero fracasa la idea. Acuerdan celebrar una reunión más amplia en Valladolid para el 1 de septiembre de 1936. En efecto, ese día llegan los jefes de Falange a Valladolid, que el día 2 amanece empavesado. Se celebra la reunión en el salón de claustros de la universidad. Aznar consigue que sea rechazada la tesis del triunvirato y se imponga la idea de mando único, para el que propone a Hedilla, en calidad de jefe de la Junta de Mando Provisional, lo que estaba dentro de las directrices de José Antonio. Hedilla no había hecho la mínima gestión en favor de su elección.

Se reúnen 14 jefes, y se establece la Junta de Mando, que bajo la jefatura de Hedilla queda constituida por: Sáinz, Aznar, Muro, Redondo y el jefe provincial de Navarra, José Moreno. Como secretario se designa a Francisco Bravo, jefe provincial de Salamanca. La Junta se instala en Burgos. Aznar se concentra en los trabajos para la liberación de José Antonio. Hedilla dispone de un humilde despacho y vive en una pensión modesta, en la que paga de 12 a 15 pesetas diarias. Termina el capítulo con una disquisición histórica sobre las excelencias de los 27 puntos de la Falange, en comparación con la Constitución canovista. Y termina así la primera parte de la obra.

Comienza la segunda parte del testimonio de Manuel Hedilla, como repetidas veces se autodesigna este libro; la numeración de los capítulos vuelve a empezar.

Llegada de un neofalangista a Burgos: (capítulo I). El 8 de septiembre de 1936 Llega a Burgos Rafael Garcerán, ex pasante de José Antonio, con quien colaboró Desde el año 1927. Garcerán se había dado de baja en la Agrupación Socialista de Madrid, después del mitin fundacional de la Comedia en 1933. A primeros de junio de 1936 había llevado a Mola una carta de su jefe. Preso en el cuartel de la Montaña, logra evadirse. No tenía carnet ni era afiliado a la Falange. El 8 de septiembre el jefe falangista barcelonés Ribas Seva y el recién llegado Garcerán son recibidos por Hedilla. También Ernesto Giménez Caballero fue acogido por Hedilla y readmitido por él en Falange, el 3 de noviembre de 1936. El ministro republicano Giral, encargado de los canjes, plantea el del hijo de Largo Caballero por José Antonio; pero el padre no accede. Eugenio Montes habló en París con Ortega, Felipe Sánchez Román y Santiago Alba; éste era amigo personal de León Blum. Alba brindó un millón de pesetas para liberar a José Antonio. Según Montes, Prieto exigía 30 rehenes y 6 millones. Franco accedió y, tras la ceremonia del 1 de octubre en que recibió el mando supremo, encargó a Hedilla que comprobase la opinión de Mola y Queipo, que se encontraban en Burgos; los dos dijeron que estaban de acuerdo. Pero Prieto se desdijo, según Montes. A primeros de septiembre Agustín Aznar idea un vasto plan de rescate, con ayuda de Franco y los demás generales, y la cooperación de la marina alemana. Aznar con otros 11 falangistas (entre ellos Carlos Rodríguez de Valcárcel) se dispone a rescatar al jefe, preso en Alicante. Visita a Franco y Queipo; éste, de acuerdo con Franco, le entrega un millón de pesetas (sacados del Banco de España en Sevilla, que en esos momentos solamente contaba con 6 millones en caja) según balance del 13 de septiembre de 1936.

La expedición embarca en Chipiona en el torpedero alemán Iltis, que el 15 de septiembre fondea en Alicante con once falangistas a bordo. Desembarca Agustín Aznar con pasaporte falso; encuentra la colaboración de tres mujeres de la Sección Femenina de Falange. Von Knobloch, nombrado cónsul honorario de Alemanía en Alicante, viene en la expedición como coordinador. Aznar, tras varias aventuras en tierra, tiene que huir; se intentó el soborno sin resultados. Aznar llegó a hablar con el jefe del sindicato portuario de la C.N.T. Von Knobloch fue expulsado por las autoridades republicanas, y a su vuelta a Sevilla urde el plan de sobornar al gobernador civil de Alicante, Vázquez Limón. Un torpedero alemán le conduce de nuevo a Alicante. Van con él Pedro Gamero del Castillo v Gabriel Ravello, portadores de millones de pesetas para el rescate. El Deutschland, acorazado alemán, está fondeado en el puerto; el almirante trata de liberar a José Antonio. Pero el encargado de negocios de Alemania en Madrid, Voelckers, torpedea el plan de soborno del gobernador. Knobloch es luego instructor de la academia de milicias de Falange. Aznar forja un nuevo plan para liberar a José Antonio en una acción de comandos. Franco da nuevamente su apoyo. Se entrenan activamente cincuenta falangistas a las órdenes de Paulino Uzcudun, boxeador. Tras mes y medio de preparación en Sevilla, el proyecto trasciende y se abandona. Fal Conde trata de reunir dinero para la liberación de José Antonio cuando ya éste había sido fusilado. R. Cazañas, jefe de la Falange de Marruecos, pensó también en el canje del jefe nacional por familiares del general Miaja, que se encontraban en África. M.G.V. trata de montar una campaña de propaganda exterior en pro de la vida de José Antonio. No se acepta el proyecto.


El funcionamiento de la Junta de Mando. Capítulo II.

La Junta se reunía muy poco. Hedilla nombra a José Antonio Girón de Velasco para un cargo en las milicias de Valladolid. En septiembre propone a la Junta de Defensa Nacional un proyecto de decreto para apoyar a los agricultores, así como la formación de un grupo asesor técnico de ingenieros agrónomos v peritos; obtiene ambas cosas. Hedilla coordina las organizaciones más o menos espontáneas de la Falange exterior (nombra a Eduardo Aunós para la de Bélgica), que se consagran a la ayuda a la España nacional. Convence a Mola de que le permita la formación de sindicatos falangistas. Nombra jefe territorial de León a Garcerán el 6 de octubre de 1936. Hedilla seguía viviendo en Burgos, y allí tiene roces con varios jefes militares (De Benito, Tella). Gumersindo García y José María Alonso Goya llegan a Burgos desde la zona enemiga a mediados de septiembre. Días después llega a esa zona Sancho Dávila, que, como todos los recién trasladados de zona, se pasma ante el enorme crecimiento de la Falange. El 6 de octubre la Junta de Mando repone a Sancho Dávila como jefe territorial de Andalucía y se reorganizan las jefaturas (p. 214). Se instauran dos academias para la formación de oficiales de las milicias de Falange en Sevilla y en Pedro Llen.

Hedilla emprende diversas actividades políticas: estructuración de las Centrales Obreras Nacionalsindicalistas (C.O.N.S.); a la llegada de Pilar Primo de Rivera reestructura la Sección Femenina; poco después se resucita al S.E.U. y se «empezó a disciplinar a la Prensa y a la propaganda». Se declaran en plena vigencia los estatutos de Falange Española promulgados por José Antonio en 1934.

El 16 de octubre Hedilla dicta una circular sobre preferencia de la Vieja Guardia y de los Camisas Viejas sobre el aluvión de los Camisas Nuevas; el 11 de septiembre había criticado duramente los particularismos egoístas. Mientras tanto, Hedilla seguía ejerciendo el mando con la misma austeridad de siempre. «Hedilla le costaba a la Falange 25 pesetas diarias.» En la circular del 16 de septiembre Hedilla dispone el encuadramiento de las milicias con jefes y oficiales adictos a Falange Española. Pronuncia en las Navidades de 1936 un sonado discurso sobre el envío de equipos de segunda a primera línea, además de insistir en los ideales revolucionarios y sociales de la Falange. Piensa en la paz futura, interviene en la fijación del frente Norte de las provincias castellanas. Allí se forman las centurias catalanas y la Columna Sagardía a base de falangistas. Hedilla salta a las coplas de guerra: el falangista catalán José María Fontana Tarrats traza de él un vigoroso retrato moral.


El jefe de la Junta de Mando exige humanidad y caridad cristiana. Capítulo III.

Los sublevados consideraban a la Prensa con una actitud sumamente recelosa. La Prensa no informó sobre la oposición enemiga que alentaba en la zona nacional ni sobre la represión. Y hubo mucha represión sin garantías jurídicas.

Seguía la enorme afluencia -espontánea- de adhesiones a Falange. Galicia contaba Antes del 18 de julio con tres mil militantes; aparte de los que marcharon a los frentes, los afiliados llegaron pronto a los setenta mil. En muchos casos la jefatura local la designó la Guardia Civil, asesorada por los derechistas locales. Se registra la aparición competitiva de las Milicias de Acción Ciudadana. Diversos testimonios sobre la conducta de Falange en la represión (p. 231); estos testimonios coinciden en que Falange no participó oficialmente en las actividades represivas. En Burgos funcionaba una Junta represiva formada por tres oficiales y el secretario del Gobierno Civil, que decretó ejecuciones sin formación de causa. Los albiñanistas intervinieron en las ejecuciones. Hedilla se opuso a los fusilamientos sin sumario. Salvó del fusilamiento al coronel de la Guardia Civil Villena, y evitó los «traslados» de presos, que acababan a veces en fusilamientos. Dura represión en Aranda, Salas, Villarcayo, dirigida por la Guardia Civil. Pero Esta actuación dio lugar a «instrucciones, sumarios y procesos». Testimonios de Hugh Thomas, el doctor Junod y Antonio Bahamonde. En algunos casos -Badajoz, Navarra- la represión fue llevada por falangistas, incluso por jefes provinciales. Pero Hedilla destituyó a uno de ellos, el de Navarra, Moreno.

En su mensaje de Navidad de 1936,. Hedilla se opone a las represiones personales, Pero reivindica la misión de depuración encomendada a la Falange.

En este mensaje, además de referirse a la represión, Hedilla insiste en difundir consignas populares de justicia social. En su actuación demostró muchas veces ternura hacia los niños. El 20 de febrero de 1937 dirige una carta al Secretario de la Sociedad de Naciones en protesta por la salida de niños españoles hacia la URSS. En sus circulares alude repetidas veces al tema de la represión. Se entrevista con Mola sobre la represión en San Sebastián. Salva la vida de Manuel Aznar, periodista conocido, detenido en Zaragoza con camisa azul el 29 de octubre de 1936. Ruiz Vilaplana, secretario judicial de Burgos, testimonia a favor de la Falange. Hedilla interviene personalmente para impedir fusilamientos en el Llano de Estepar. Narración de las aventuras del ex ministro Filiberto Villalobos, a quien trató de ayudar Hedilla. Estudio de la represión en Galicia: el jefe territorial, Mario González Zaera, encarcelado y a punto de fusilamiento. El embajador italiano Cantalupo se entrevista con Hedilla en marzo de 1937 v tratan de la represión. El 20 de diciembre de 1936 Hedilla centraliza los servicios de información de F.E. encargados de la depuración interna.


Salamanca, cuartel general. Capítulo IV.

A fines de octubre de 1936 parece cercano el final de la guerra civil; Falange y la Comunión Tradicionalista establecen un pacto para la ocupación política de la capital. Hedilla está en buenas relaciones con los militares. La Junta de Mando se traslada a Salamanca, en un piso modesto de la calle de Toro. El 20 de noviembre de 1936 el Cuartel General y Falange conocen, unas horas después del suceso, el fusilamiento de José Antonio. Su asesinato coincide con la inauguración del Consejo Nacional de FET y de las JONS, que se abre el día 21 en el cuartel de milicias. No se publica la muerte de José Antonio. Primero se reúne la Junta de Mando para decidir: a) La instalación de la Junta y del Consejo en Salamanca, con carácter permanente; b) La celebración de un Consejo extraordinario en el Madrid liberado. A continuación se reúne el III Consejo Nacional de la Falange, con 16 consejeros además de los miembros de la Junta. Acuerda el Consejo la adhesión -«sagrado deber»- a Franco; la adhesión a Italia, Alemania y Portugal, por el reconocimiento de estos países al régimen del Alzamiento; se acentúa la adhesión a Portugal; se insiste en la aplicación de las ideas nacional-sindicalistas; se organizan los «flechas»; se reorganiza la hacienda de la Falange; se nombra al jefe de Navarra, Moreno, administrador general (y se le destituye de su jefatura provincial). El Consejo acaba con el grito de ¡Presente! aplicado a José Antonio.

Hedilla consigue -por influencias puramente personales- sacar a su familia de Santander, donde estaba perseguida.


El máximo desarrollo de la Prensa y de la propaganda falangista. Capítulo V.

Durante la jefatura de Hedilla la Prensa y la propaganda de la Falange alcanzan un máximo desarrollo, no superado después por ninguna de las etapas del régimen. Principio básico: no estorbar el desarrollo de la guerra. Disciplina y gratitud de estos servicios. Hasta el 16 de febrero de 1936 sólo existía un periódico: FE, remplazado en 1935 por Arriba. Luego salió la hoja clandestina No importa y Solidaridad nacional, aparecido en Barcelona semanas antes del 18 de julio. José Antonio nombró jefe nacional de Prensa y Propaganda al arquitecto guipuzcoano J. María Aizpurua y Azqueta. Gran altura cultural y artística debida a su dirección: fue asesinado en agosto del 36. Prehistoria del periodismo falangista: Italia y Alemania ofrecen maquinaria gratis, José Antonio las rehúsa. El primer periódico falangista de la guerra es el Arriba España, de Pamplona, que aparece el primero de agosto compuesto en la imprenta de un diario nacionalista vasco. Hedilla utiliza las instalaciones del periódico de Pórtela El Pueblo Gallego (Vigo) y lanza Arco en Orense. Reaparece el semanario Libertad, de Valladolid, y el quincenal Lucha en Teruel. A mediados de agosto, Amanecer en Zaragoza, Nueva España en Huesca; en septiembre Unidad, de San Sebastián. Hubo diarios en Málaga {Arriba, luego llamado Sur), en las dos provincias canarias, en todas las provincias andaluzas, excepto Cádiz En otras partes de hecho el órgano de mayor circulación se convirtió en diario falangista, como en Salamanca, Valladolid y Burgos. Vicente Cadenas había sido nombrado por José Antonio jefe nacional de Prensa y Propaganda; Hedilla le confirma en el cargo. Cadenas nombra a Vicente Gaceo secretario del servicio. Manía general por los uniformes brillantes. Cadenas y Gaceo montan su oficina en San Sebastián. Los alemanes critican duramente la angustiosa escasez de buenos periodistas en que se debatía la Falange. En vista de ello, Hedilla crea, en noviembre de 1936, una oficina de Prensa en la Junta de Mando. Se encarga de la redacción Martín Almagro Bosch, con Felipe Ximénez de Sandoval y Nicolás M. Alonso. La oficina se llama «Agencia de información, control y colaboraciones». Entre su nutrida lista de colaboradores figuraban Juan J. López Ibor, Bartolomé Mostaza, Alvaro Cunqueiro, Pedro Laín Entralgo, José A. Jiménez Arnáu, Fermín Yzurdiaga, Rafael García Serrano, Antonio Tovar, Manuel Halcón, Agustín de Foxá, Ángel María Pascual, Pacrício González de Canales, Narciso García Sánchez, Julián Pemartín, José Escalera del Real, Luis Moure Marino, Ignacio Agustí, José María Fontana Tarrats, Ignacio Alonso Villalobos, Dionisio Ridruejo, Javier Martínez de Bedoya, José Villanueva de la Rosa, Pedro Salvador, Manuel Fernández Cuesta, Jesús Ercilla, Juan Francisco Yela, Manuel Gómez «Romley», Vívente Cadenas, Juan Beneyto, Luis Rosales, Eduardo Aunós, Adriano del Valle, Felipe Vivanco, Manuel Sánchez del Arco, Xavier de Salas, Manuel Diez Crespo, Dámaso Santos...» (página 273).

Omite deliberadamente MGV la cita nominal de la riada -efímera- de profesores universitarios que refluyó sobre Falange. En la Universidad de Salamanca, en febrero de 1937, se celebró un primer y único Congreso Falangista de Prensa y Propaganda; se presentó una ponencia para crear una gran agencia «España» y otra para crear el Instituto de Estudios Políticos.

Entre julio del 36 y julio del 37 se registraron muchos cambios en la Jefatura de Prensa del Gabinete de Burgos (págs. 273-274). Ciertos órganos territoriales de la Prensa falangista, sobre todo el de Sevilla, cultivaban intensivamente el culto a la personalidad.

Desde el principio de 1937 el Servicio de Prensa y Propaganda publicaba las revistas Fotos, Vértice, Flechas, FE. Se subdivide el Servicio Nacional en dos Jefaturas: Prensa (J. A. Giménez Arnáu) y Propaganda (Tito Menéndez). Mientras tanto, en Salamanca se monta un servicio de propaganda (cinematografía) a cargo de Antonio Calvache y luego de A. de Obregón. Se ponen los fundamentos de una gran editora nacional. Disquisición sobre los intelectuales y la Falange; la llegada de Ernesto Giménez Caballero complicó el panorama. Influyó mucho en el «grupo de Pamplona», de inspiración esteticista, barroquizante, d'orsiana.


La economía de la Falange. Capítulo VI.

Manuel Hedilla sostuvo el principio de gratitud de la función, incluso en la milicia. Un jefe de bandera o de centuria no disfrutaba de mayor soldada que la de un simple voluntario (pág. 279). Falange creó una fuerte estructura paralela a la del Estado y tan robusta como la del Estado.

Hedilla trató de evitar la burocratización parásita, como la que atenazaba a la zona enemiga. El 18 de Julio Falange y el Requeté carecían de hacienda. La Junta de Defensa Nacional, por Decreto de 4 y 27 de agosto de 1936, establece un sueldo de tres pesetas para cada miembro de la milicia. Era una buena paga (en la zona nacional reinaba la estabilidad de precios hasta fines de 1937). Incluso hubo cierta contracción. Buen control económico desde el principio. Con 1,75 pesetas se comía admirablemente dos veces al día. Un litro de vino valía cincuenta céntimos. El tabaco y el vino eran donados a los combatientes; la diferencia entre el sueldo diario y los costes de alimentación más las «sobras» iba a Falange; en el periodo de mayor recaudación esto suponía un millón de pese-tas cada mes. El pago de haberes no era uniforme; en Galicia se establecieron exacciones directas a los ricos. Afluían donativos desde la retaguardia y desde América del Sur. Se arbitraban ingresos por varios métodos, como festivales, etc. Falange gozaba de ventajas de gratuidad en edificios, cuarteles, automóviles... Hasta septiembre de 1936 la organización de la economía falangista era cantonal. Hedilla establece una buena Administración central, con José Moreno y Honorato Martín Cobos. Se llevaban con rigor la contabilidad y los inventarios; tras la unificación se revisó todo y no pudo formularse cargo alguno. Mercedes Sanz Bachiller crea el Auxilio de Invierno -cuyo emblema se tomó prestado de la Fichte-Bund. Se instalaron varios comedores en Salamanca, uno de ellos en el «suburbio rojo». Medios de arbitrar recursos: una postulación quincenal, la Ficha Azul, los sellos. El 19 de abril de 1937 funcionaban mil comedores en toda España.

Desde julio de 1936 la Sección Femenina organizaba la asistencia a los frentes. La Sección Femenina contaba antes del 18 de Julio con 3.000 miembros, que al llegar la unificación eran 50.000. Los servicios técnicos de Falange se encomiendan a J. L. Escario, ingeniero y abogado, que organiza las centurias de trabajo y los auxiliares especialistas del Ejército; desde mayo de 1937 se consideraban como de primera línea. La primera de estas unidades se formó en Navarra. Llegan a disponer de doscientos camiones y ellas tendieron los puentes de la ría de Bilbao destruidos en la retirada enemiga; la iniciativa era de Hedilla.

La Organización Juvenil integró a los antiguos «balillas». En circular de 11 de septiembre de 1936 Hedilla cambia el nombre por el de «flechas». Absurdo juicio del diplomático alemán Voelckers y dura crítica a la desunión en zona republicana. No hubo un solo incidente importante entre falangistas y requetés, a pesar de que muchos historiadores han copiado servilmente esa cita.


Coyuntura dramática: la sucesión. Capítulo VII.

Cultivo del sebastianismo, de mal estilo retórico, tras la desaparición de José Antonio. Sancho Dávila inaugura un período stalinista en Andalucía, así como José Luna, en Extremadura, A. Moreno, en Navarra, y A. Redondo, en Valladolid; este período corre de julio a septiembre de 1936 y no se corrige después del todo. Varios falangistas inician maniobras para el desprestigio de Hedilla; entre ellos Alfonso García Valdecasas y Pedro Gamero del Castillo. Tratan de inducir a Hedilla a la demagogia, para torpedearle. Dos consejeros de Hedilla, Víctor de la Serna y Serrallach, le perjudican notablemente.

Valdecasas se endosó la camisa azul el 18 de Julio después de su espantada tras el acto de la Comedia. Los reyes de taífas de Falange van a suicidarse corporativa-mente. Al morir José Antonio habían caído ya decenas de millares de falangistas. Se montó una conspiración de silencio contra Ramiro Ledesma Ramos, muerto en Madrid. Pilar Primo de Rivera, asediada y convertida en arbitro. Los falangistas de Madrid hacen rancho aparte y se creen superiores a todos los demás. A primeros de diciembre de 1936 Andrés Redondo es destituido. Disensiones con J. A. Girón, Jefe Provincial de milicias de Valladolid por nombramiento de Hedilla. Girón acude a Salamanca para acusar ante Hedilla a Redondo de quererle matar. Hedilla le da asilo, y cuando Redondo irrumpe en el despacho de Hedilla éste le quita la pistola, le arranca lo cordones y le devuelve a Valladolid como simple militante. Nunca más se supo de él. Girón es nombrado inspector territorial de Valladolid, pero no se designa jefe territorial. Dionisio Ridruejo es el nuevo Jefe Provincial de Valladolid, y Luis González Vicén, el Inspector Nacional de Milicias. En la primera quincena de diciembre de 1936 estalla el «affaire» Fal Conde. Mola estaba de acuerdo en establecer una Academia carlista de guerra, a imitación de las falangistas. Pero el general Dávila llama a Fal a Salamanca v le obliga a expatriarse. El destierro de Fal inició una serie de medidas sobre militarización de las milicias. En el Boletín Oficial de 22 de diciembre de 1936 se decreta la unificación militar y el sometimiento a las autoridades militares de todas las milicias. El 24 de enero de 1937 el coronel Monasterio fue designado Inspector General de Milicias.

En diciembre de 1936 Millán Astray pide a Hedilla 15.000 falangistas para las unidades mixtas hispanoitalianas de «Flechas Azules». Fuerte recluta en Galicia y Zamora; la leva tiene éxito y se superan los 15.000 hombres. Falange suple así las quintas, aún no llamadas en la zona. Franco proclamará siempre la honestidad de Hedilla; una vez le dijo: «Hay una gran diferencia entre usted y los que le rodean, a favor de usted». Hedilla enlaza e intima con el general italiano Gambara. A. Aznar, muy impulsivo, favorecido por la Falange de Madrid. La Falange de Burgos quiere sustituir a Aznar por Yagüe. Aznar se enemista así con Hedilla. Extensas citas del mensaje de Navidad de Hedilla en 1936. La Falange interviene en las honras fúnebres de Unamuno, con motivo de cuya muerte. MGV escribe un artículo importante. Hedilla lo aprueba, y la censura militar, también. Unamuno desciende a la tumba entre brazos en alto. Desde principios de enero del 57 se da a Hedilla el título de Jefe Nacional del Movimiento. A principios de enero se aprueban los Estatutos de la Organización Juvenil y de la Sección Femenina.


Hacia la concentración de poderes. Capítulo VIII.

La concentración de poder en manos de Franco empieza en el mismo otoño de 1936 bajo el lema «Una Patria, un Estado, un Caudillo». En las primeras semanas del mando de Franco surge la idea de un «partido franquista», invención de su hermano Nicolás, remedo de la Unión Patriótica primorriverista. Se pensó luego en ofrecer a Franco la Jefatura Nacional de la Falange. Carlavilla, el policía ideólogo y Felipe Ximénez de Saldoval, trazan un proyecto de Falange franquista antecedente de la unificación. Acercamiento entre requetés y falangistas: Sancho Dávila fomenta la unificación bajo Franco desde enero. Farinacci, enviado del Duce, hace una gestión con Hedilla para la restauración en España de la dinastía saboyana. Falange era antimonárquica; Mola se opone a la formación de un Gobierno presidido por él.

Rafael Garcerán, gran enemigo de Hedilla, descarta a HediUa por no ser orador ni escritor. Decide reformar la Falange y lanza la idea del triunvirato. Era un hombre de lamentables cualidades, conspirador, y vivía bien. Saboteaba a Hedilla en el Cuartel General, ayudado por Antonio Luna. Se decía que pensaba proclamarse Jefe Nacional de Madrid; acabará convirtiéndose en empresario de cabarets madrileños.

Detallada revisión de «la provocación del 2 de febrero de 1937». Hedilla ordena reproducir y difundir el discurso de José Antonio en el cine Europa, con motivo del primer aniversario de ese acto. El discurso era muy revolucionario y se pronunció en la campaña electoral de febrero. El Delegado de Prensa y Propaganda para el Estado, Vicente Gav, prohíbe la inserción. Es toda una provocación contra Falange: José Andino, Jefe Provincial de Burgos, manda imprimir 25.000 ejemplares del discurso, y cuando son recogidos por la autoridad militar difunde su contenido por Radio Castilla. Andino queda arrestado en el Cuartel de Caballería. Los falangistas gallegos quieren liberarle. Hedilla consigue la liberación con motivo de la toma de Málaga. La derecha, derrotada en las elecciones de febrero, estaba, pues, ansiosa de provocar a la Falange.


Las relaciones con extranjeros. Capítulo IX.

Hitler dedicó a Hedilla una edición especial de Mein Kampf. Hedilla, sin embargo, estaba libre de toda influencia exterior. Los italianos le enviaron muchos Emisarios. Hedilla despide violentamente a Kroeger, representante de Goebbels, intercambio de opiniones entre falangistas y tradicionalistas: cambio de «notas verbales» y acuerdo táctico. Los contactos fueron más profundos de lo que cree Payne. Fax, exiliado en Lisboa, participa en los contactos; los neofalangistas Escario y Gamero del Castillo negocian con él. La iniciativa del viaje a Lisboa, para el que Hedilla concedió permiso el 14 de febrero de 1937, fue de ellos dos. La unión de Falange y los requetés desembocaría en la instauración monárquica. Gamero había hablado con José María Oriol y con Santiago Arauz de Robles. Les acompañó Sancho Dávila; las conversaciones de Lisboa se celebraron en el Hotel Avenida, donde vivía Fal a partir del 16 de febrero. Los tradicionalistas acababan de celebrar una reunión en el palacio de Alburquerque, en Insúa (Portugal), presidida por don Jaier; la asamblea carlista acordó la instauración provisional de la Regencia. Los falangistas que habían tratado ya con Arauz y Rodezno, tratan luego con J. María VaLlente, suplente de Fal en España, y con el secretario de la Comunión Tradicionalista, Lamamié de Clairac.

El esquema de las negociaciones giraba en torno de la aceptación por los tradicionalistas del ideario de la Falange, y la aceptación por la Falange de la monarquía tradicionalista. Los dos grupos intercambian bases de negociación. Chocan porque los enviados falangistas sostenían la legitimidad de la rama alfonsina. No se firma la unión, pero se llega a un acuerdo privado de tipo negativo y se consagra el mantenimiento del diálogo entre los dos movimientos. Este documento está fechado en Lisboa el 17 de febrero de 1937. Había una conjura carlista para derribar a Fal y sustituirle por Rodezno. Nuevas conversaciones en Salamanca, con intervención de Pemán y Julián Pemartín, falangista jerezano. El principal tradicionalista con quien tratan en Salamanca es Rodezno. Gamero idea toda una teoría de la unión; en ella figura la tesis del triunvirato, que había surgido ya en las conversaciones de Lisboa, Las conversaciones de Salamanca terminan el 23 de enero de 1937; el camino sigue abierto.

El 20 de enero de 1937 Ramón Serrano Súñer entra en zona nacional. Tiene treinta y cinco años, y una biografía de amistad con José Antonio. Parentesco con Franco (sus mujeres eran hermanas) y política cedista: fue diputado de la CEDA por Zaragoza en 1933 y 1936. Fue salvado por una gestión del doctor Marañón. Se aloja en el palacio episcopal de Salamanca. Malas relaciones iniciales con Hedilla. Hedilla trata de canjear a Fernández-Cuesta por los hermanos del ministro nacionalista vasco Irujo, para entregarle el mando de la Falange. Prieto trata de influir a Fernández-Cuesta; éste llega a la zona nacional a fines del verano de 1937. La Falange, antes de la unificación, era decididamente pro-Franco. Discurso muy reveladcr de Hedilla el 16 de marzo de 1937, contra los malos políticos. Hedilla abre las dos Academias de Mandos de Falange en Sevilla y en Salamanca, de acuerdo con Faupel, embajador alemán; esto se ve mal en el Cuartel General.

Entre febrero y abril de 1937 se monta una verdadera conspiración contra Hedilla, dentro de la Falange. Sancho Dávila y Agustín Aznar la atizan; Garcerán se se mueve por el odio; algunos, por la envidia. Hedilla hace esperar unos minutos a Serrano Súñer y esto aumenta su enemistad; Serrano se marcha antes de que Hedilla salga a recibirle. Hedilla, mal aconsejado por muchos falangistas; por malos consejos de Víctor de la Serna permite la inserción de un artículo escrito por éste que se titulaba «Hedilla, 120 por hora». La Junta de Mandos sanciona a La Serna por el artículo, ejemplo de culto a la personalidad.

Semanas antes de la unificación aparece en Salamanca Lisardo Doval y su equipo represivo, encargado ahora de la seguridad del Estado franquista. Era Doval «jefe de servicios especiales». Se dedican a fichar políticamente a todo el mundo; el presbítero catalán Tusquets busca ansiosamente masones.


En torno a la decisión unificadora. Capítulo X.

La verdadera base del poder en la España nacional antes de la unificación -prosigue el autor- no era el Ejército, como cree Ramón Serrano Súñer, sino los requetés y los falangistas. Los militares se limitaban a dirigir las operaciones bélicas. En conversaciones con Serrano Súñer, Franco parece aceptar la doctrina de Falange Española. Azaña había ya señalado el procedimiento de absorber una doctrina para dominar un grupo político. Según Payne, los falangistas podían dividirse en tres grupos: los hedillistas, los legitimistas -joseantonianos- y el aluvión neofalangista que esperaba convertir la Falange en un partido conservador. Los intelectuales y jefes provinciales del Norte eran hedillistas. Testimonio del político bilbaíno Areilza. Los legitimistas eran Aznar, Pilar Primo de Rivera y luego Sancho Dávila. Su núcleo eran los falangistas de Madrid refugiados en la zona nacional. «Calentaron» a Aznar para el complot contra Hedilla. José Moreno participó en este complot.

Llegan a Salamanca, semanas antes de la unificación, los «capitanes de Mallorca» Ladislao López Bassa y Vicente S. Orbaneja, que se introducen inmediatamente en el cuartel general. Hablan con todo el mundo. Bassa tiene ideas extrañísimas sobre nacionalsindicalismo (procedía de Renovación Española). Son agentes de Juan March, deseoso de «cancelar la influencia falangista».

Hedilla se entrevista en Villarreal de Álava con Zamanillo y Arauz, dirigentes carlistas. Llegan al acuerdo de que si se realiza la unificación por decreto no aceptarán en ella cargo alguno; esta entrevista se celebra en los primeros días de abril.

Los conjurados contra Hedilla -Aznar, Garcerán, Dávila, Moreno- incrementan sus gestiones. Consiguen la adhesión de Girón y González Vicén. Dionisio Ridruejo, indeciso. En el Norte consiguen la adhesión del jefe de León, doctor Fernando González Vélez. Los jefes de Extremadura, indecisos; los del Sur, Dávila, Miranda y Arenado, están en la conjura. Giménez Caballero colabora con los conjurados, pero no claramente. Vicente Gaceo es tentado con el nombramiento de titular de la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda. Hedilla es informado por diversos conductos, pero no reacciona por el momento.

El 11 de abril, Hedilla decide visitar el frente norte. En San Sebastián se reúne con elementos monárquicos (Areilza), quienes a su vez estaban por entonces reuniéndose con don Javier; éste no creía en la unificación en el mismo momento en que se proclamaba.

El 12 de abril Franco convoca a Rodezno y otros carlistas adictos para anunciarles la unificación. Los convocados se dirigen a Navarra, donde el 14 de abril se reúne la asamblea regional carlista; Rodezno está de acuerdo con Franco. Borrascosa entrevista de Hedilla con Cadenas en San Sebastián. Hedilla decide entonces convocar el Consejo Nacional de Falange. Cadenas llega a Salamanca el 15 de abril. El mismo día llega Hedilla, con la convocatoria del Consejo Nacional ya redactada; el Consejo se convoca, en efecto, para el 25 de abril en Burgos. Se trata de elegir el jefe nacional de la Falange hasta la vuelta de José Antonio.

Naturalmente, la convocatoria del Consejo Nacional trasciende. El mismo día 15 de abril los conjurados de Salamanca avisan a los de fuera, y persisten en la idea del triunvirato; salen los conjurados para Salamanca. Descripción de los sucesos de la mañana del 16 de abril.

Girón y Vicén, dirigentes de Valladolid, en la conjura. Confluyen en Salamanca, armados y escoltados, los conspiradores de Sevilla y Valladolid. La Falange de Madrid está con ellos. Los falangistas de la Montaña están dispuestos a morir por Hedilla. El Cuartel General está al tanto de todos estos movimientos, por continuos informes de la policía. A las once de la mañana del 16 de abril se reúnen en el edificio de la Administración de Falange -contiguo a la Junta de Mando- los principales conjurados movidos por Garcerán, cerebro y motor de la conjura. Designan un triunvirato: Aznar-Garcerán-Moreno. Garcerán se autonombra secretario general. Los conjurados van al despacho de Hedilla, que estaba con José Sáinz. Le entregan un pliego de cargos con la destitución. Hedilla escucha y se niega. Jesús Muro se niega a secundar al triunvirato y marcha inmediatamente a Zaragoza. Hedilla se levanta y sale para informar al teniente coronel Barroso, quien a su vez informa a Franco. Estos son, en esquema, los sucesos de la mañana del 16 de.abril de 1937.


Antes de las horas nocturnas. Capítulo XI.

Garcerán y Moreno, dueños de las oficinas centrales de Falange, se dedican a amenazar a todo el mundo. Redactan una nota y la entregan a Cadenas para que la difunda por la Prensa. Los facciosos deciden cursar un telegrama a los periódicos del Movimiento. MGV interviene y hace gestiones en Telégrafos, Radio Nacional, El Adelanto y La Gaceta Regional, de Juan Aparicio. Se bloquean así las noticias emanadas del triunvirato. A las 16.30, el triunvirato es recibido por Franco; le había pedido audiencia a mediodía.

A media tarde Hedilla requirió al jefe provincial de Salamanca, Laporta, y le ordenó que con el millar de falangistas de la ciudad ocupase el edificio de la Junta de Mando. Martín Almagro pide a los falangistas catalanes que acudan a la academia de Pedro Llen, para solicitar refuerzos de choque. Un grupo catalán de Pedro Llen monta la guardia en casa de Hedilla. José Sáinz trae a varios toledanos. A primera hora de la noche llegan de Burgos José María Alonso Goya y otros hedillistas. Sancho Dávila poseía una lista con 47 nombres para eliminar. A las diez de la noche el jefe de Estado Mayor del Gobierno Militar llama a Laporta y le dice que uno y otro bando falangista preparan un golpe de fuerza. Hedilla está en contacto permanente con el Cuartel General; entre diez y once de la noche, Barroso le invita a pasar la noche bajo la protección de la mansión de Franco. Hedilla no accede. En casa de Hedilla, Goya defiende la conciliación. Goya va a Pedro Llen a pedir refuerzos. Goya y los cadetes de Pedro Llen, ya de noche, van a casa de Sancho Dávila -los conjurados se habían retirado armados a dormir- con orden expresa de no actuar violentamente. Llevaban bombas de mano. La casa de Sancho Dávila estaba en una de las esquinas de la Plaza Mayor. Entran Goya y López Puertas en la habitación donde dormía Dávila. Un escolta de Dávila tiró una bomba en el pasillo, fuera de la habitación. Goya salió a ver qué pasaba, y Manuel Peral le mata por la espalda. Dávila pedía clemencia cuando llegó la policía.

El comando prosigue su misión y acude bajo los balcones de Garcerán, que les recibe con ráfagas de metralleta. Llega la Guardia Civil que había detenido a Dávila, y detiene a Garcerán. Van todos al cuartel de la Guardia Civil -agresores y agredidos-, donde se les encierra por separado en dos grupos. Seis falangistas catalanes de Pedro Llen encerrados. Los moros de la escolta del Cuartel General bloquean el Gran Hotel donde estaba Laporta; éste informó a los capitanes de Mallorca sobre los propósitos de Hedilla, y ellos marcharon al Cuartel General antes de los sucesos. Cree MGV que es muy probable que Dávila fuera avisado de la llegada de Goya. Serrano Súner da a Franco inmediata noticia de todo.

Agustín Aznar no se entera de los sucesos hasta las ocho de la mañana del día siguiente, 17 de abril. Francisco Bravo aparece de pronto esa madrugada en casa de Hedilla; era uno de los conjurados. MGV, tras negarse a que se realice la autopsia de Goya con la frase «La ley somos nosotros», consigue que el féretro de Goya se lleve a la Junta de Mando. El Cuartel General ordena que el entierro se haga el 18 muy de mañana. Aznar trata de asaltar la Junta de Mando con sus falangistas de Madrid, pero al fin propone una tregua hasta la celebración del Consejo Nacional. Barroso, en nombre del Cuartel General, asiste a! entierro de Goya.


El último Consejo Nacional de Falange Española. Capítulo XII.

Los rumores sobre una sublevación falangista abortada en abril son falsos. Fuset y Doval montan una represión tremenda, que desborda al Cuartel General. Doval monta un servicio de vigilancia para controlar la entrada en Salamanca de consejeros desde el 16 de abril. El Consejo Nacional empieza en la mañana del 18. No asiste Dávila, que está en la cárcel. Acuerdos del Consejo: admitir a los tres delegados de servicios; «Garcerán no es compatible con el Consejo». Cadenas ha perdido las actas, tomadas taquigráficamente por Felipe Ximénez de Sandoval. Discurso de Hedilla, que comenta el pliego de cargos. Los conjurados se justifican con el rumor de que iba a formarse un Gobierno Mola-Hedilla (Mola lo negó ante testigos.) Confiesa Hedilla que le hacían los discursos. Según él, «Falange empezaba a ser el único fundamento del nuevo Estado». Dos de los conjurados «obedecían órdenes de organizaciones secretas internacionales». Hedilla se quiso retirar entonces de la sala, pero no le dejaron. Vuelve a hablar y revela que el Generalísimo se proponía asumir el mando de la Falange. Se celebra la votación para elegir al jefe nacional: Hedilla, diez votos, ocho abstenciones y cuatro votos en contra. Hedilla va a comunicar a Franco lo acordado con Reyes y Ruiz Arenado. Franco les impulsa para salir al balcón (es la primera hora de la noche del 18). El nombramiento se difundió por prensa y radio. El 19 de abril por la mañana, Hedilla destituye a Aznar del mando de la Primera Línea, del que encarga a Sáinz. Mientras tanto, un oficial del Cuartel General envía al frente a los 34 hombres de la centuria de Madrid, so pena de fusilar a Aznar y Gumersindo García. En la noche del 18 de abril, Hedilla nombra consejeros nacionales a Pilar Primo de Rivera y a Yagüe. En la segunda sesión del Consejo, celebrada el día 19, se elijen los miembros de la Junta Política: Ruiz, Sáinz, Merino, Reyes. El 18 de abril habían llegado, en avión, Queipo Miranda para defender a Dávila.


La unificación. Capítulo XIII.

A las ocho de la noche del 19 de abril, Hedilla recibe un sobre del Cuartel General con un discurso y decreto que iba a promulgar Franco esa noche. Ramón Serrano Súñer redactó el decreto de unificación. Queipo y Mola dieron su conformidad. El 20, Hedilla pide audiencia, que le es concedida inmediatamente.

Todo el mundo interpreta el decrero como la sumisión de la Falange a los militares y al Generalísimo. Los falangistas de Andalucía, Aragón y Valladolid estaban por la unificación. Las jefaturas territoriales y provinciales subsistieron hasta el 30 de abril. El 1 de mayo se suprimen. José Sáinz, jefe territorial de Castilla la Nueva, previno a los mandos (sin intervención de Hedilla) por un telegrama no cifrado que no se consideró subversivo hasta que Hedilla se negó a aceptar un cargo en la FET. Hedilla no envió emisarios, aunque Arrese salió por iniciativa propia para sondear la opinión de los falangistas andaluces. Yagüe se presentó en Salamanca y Franco le ordenó volver al frente. Yagüe fue siempre pro-Franco.


El nombramiento de Secretariado o Junta Política. Capítulo XIV.

El 22 de abril de 1937 nombra Franco la Junta Política de FET, con Hedilla al Frente. Don Javier se opone a la unificación. El 21 ó 22 de abril, A. Aznar es detenido por la Guardia Civil. Hedilla se entera de la designación por la prensa. «Todos los hedillistas nos movimos para conocer el estado de opinión de los camaradas...» Pilar pidió a Hedilla que no aceptase. Lo mismo el grupo de Pilar que luego aceptó. Pilar aceptó la jefatura de la Sección Femenina de FET cuando Hedilla estaba ya detenido; Hedilla visita a Aznar, detenido, quien le incita a que se oponga a Franco, pero Aznar aceptaría inmediatamente el cargo de Asesor de Milicias. Hedilla se entrevista con Cantalupo y Faupel, que le brindan ir a Roma y Berlín. Hedilla se niega a aceptar. Se le amenaza con la cárcel y se sigue negando.

El 23 de abril de 1937 Hedilla es detenido con R. Reyes. Auto de procesamiento basado en la legalidad del triunvirato. El siguiente juez instructor, comandante Jiménez, le pregunta si ha conspirado para asesinar a Franco. Hedilla cesa el 10 de mayo en el cargo de FET. En Irún y San Sebastián se registran manifestaciones pro-Hedilla. Fal se niega a la unificación, mientras Zamanillo decide irse al frente. Fal prolonga su destierro hasta el 11 de agosto de 1937. Franco le ofrece formar Gobierno.


Los eslabones de una cadena procesal. Capítulo XV.

El 29 de mayo de 1937 se acusa a Hedilla de querer derrocar a Franco, del famoso telegrama subversivo, del envío de emisarios. Lista de detenidos y buscados; Víctor de la Serna huyó a San Sebastián y desde allí se adhirió a Franco. Se pide la pena de muerte para Hedilla en los sumarísimos. Garcerán pasó meses en la cárcel. Dávila, liberado bien pronto; el asesinato de Goya se imputó a Hedilla. Muchos falangistas fueron arrestados y liberados. El 26 de abril de 1937 se celebra la primera reunión de la Junta Política de FET, presidida por Franco. El 16 de mayo se incorporan oficialmente los monárquicos a la FET. Alemanes e italia-nos apoyan la medida de Franco.

El 5 de junio se celebra el primer consejo de guerra -de oficiales generales- contra Hedilla, esposado, en Salamanca. Hedilla y otros tres falangistas son condenados a muerte; dos a reclusión perpetua, tres a varias penas graves y Arrese a dos años. El 7 de junio se celebra el segundo consejo por el asesinato de Goya; también acude esposado, J. Sáinz, espectador, es detenido y luego liberado. Hedilla no recibió notificación, pero se le dijo que tenía sobre sí dos penas de muerte. Faupel, de acuerdo con su Gobierno, intercede por Hedilla. Faupel cesa pronto por «indeseable». Condenado a muerte durante cuarenta días; el 19 de julio se les indulta, pero no se les comunica el indulto. La inclinación del Cuartel General y de los políticos monárquicos era favorable a las ejecuciones. Los reaccionarios «querían restablecer su dominación política, social y económica secular» (pág. 424). Serrano Súñer, contrario a las ejecuciones. Pilar Primo de Rivera intercedió con debilidad excepto en favor de Arrese, su próximo pariente. (Visita a la esposa de Franco, quien le comunica que Serrano Súñer es el mejor defensor de los acusados). El 25 de septiembre, consejo de guerra contra Gaceo y Arauz, por la manifestación de San Sebastián. Gaceo, indultado de su condena a muerte tres meses después, moriría en Rusia en la aventura de la División Azul. Termina así la segunda parte del libro.

Comienza la breve tercera parte del libro con un capítulo dedicado a los dominios del silencio. Fugaz intento de asamblea privada de falangistas en Salamanca, para pedir la libertad de los detenidos. El 25 de julio, Hedilla es trasladado al penal de Puerto de Santa María, y luego a Cádiz y a la cárcel de castigo de Las Palmas, donde pasa cuatro años. Durísima situación de Hedilla en Las Palmas. El 19 de abril de 1938, valiente discurso de Yagüe en Burgos: pide perdón por los condenados y reafirma el ideario falangista. Hedilla resume su vida en la cárcel: «Soledad, hambre, vejaciones. Y en un orden superior meditación y oración» (pág. 438). Los masones vivían bien en la cárcel.

González Vélez y Agustín Aznar fueron condenados en 1937 -unos meses tras la unificación- por traición a Franco. Franco dijo a la madre de Hedilla que éste era una víctima inocente. El 18 de julio de 1941 es indultado. Recala en Barcelona, donde ve a su madre. Correa, Gobernador de Barcelona, ofrece a Hedilla el cargo de Delegado Nacional de Sindicatos, vacante por destitución de Gerardo Salvador Merino. Hedilla se niega y es confinado en Palma de Mallorca.

Hedilla en Mallorca: vida y trabajos de un confinado. Se reúne con su familia, pero su mujer enloquece. Hedilla trabaja. Percibe un breve subsidio del Gobierno y luego de FET. Está muy vigilado. Hubo que trasladar a su esposa a un sanatorio de Madrid. Girón le propone intervenir en política, pero Hedilla se niega. En julio de 1944 Ridruejo propone a Hedilla colaborar con un equipo político formado por Yagüe, Serrano Súñer y Muñoz Grandes; se niega. En 1945 fallece su esposa. Hedilla escribe a Franco, quien le levanta el confinamiento en abril de 1946. Sigue pidiendo reparación. Vive en Madrid. Cicognani le ayuda; Pla y Deniel, no. Se forma en España un movimiento en pro de su rehabilitación. Hay un «elevadísímo» número de fichas con su nombre en la biblioteca del Congreso de Wáshington.

Hedilla es un superviviente inoportuno. Contrae nupcias con una noble dama valenciana y sigue trabajando. Rehace su vida. En el libro de Gironella hay varias columnias contra él. Pero no siente odio; solamente exige REPARACIÓN.


JUICIO

Quien haya recorrido las densas notas de lectura con las que se integra el anterior resúmen puede comprender perfectamente la importancia de la aportación histórica de la parte de la obra reseñada en este segundo análisis. Los testimonios personales de acumulan y -aunque muchas veces resultan sumamente discutibles, apologéticas, tergiversadores- su actuación convergente alcanza una profundidad y una luminosidad histórica que es ya imprescindible a la hora de reconstruir un periodo de tal importancia para la actualidad de entonces, para la historia de la guerra civil y, en general para la trayectoria española del siglo XX. Es, pues, este grande y confuso libro una de las obras indiscutiblemente básicas para entender la España contemporánea.

Entre la maraña, que no siempre es convergencia real, de testimonios y de interpretaciones, surge con mayor fuerza que en la parte de la obra analizada en el trabajo anterior una vigorosa justificación y reivindicación de Manuel Hedilla, sumergido en la vorágine de intereses políticos encontrados y derribado como árbol solitario en medio de tantas corrientes conflictivas. Hedilla se presenta como un permanente colaborador del Movimiento Nacional; como un partidario de Franco que jamás le ataca, ni siquiera cuando es procesado, condenado y encarcelado; como el heredero legítimo de José Antonio; como la víctima de los portavoces del reaccionarismo español que colaboran en el Alzamiento de julio. Todos estos aspectos son aceptables y quedan demostrados en este libro. Pero la tesis es incompleta. Hedilla fue también víctima del esfuerzo de guerra; el General Franco tuvo que cortar por lo sano ante la lucha intestina e insensata de los clanes falangistas y la Falange cayó víctima, de la visión alicorta de algunas de sus propias jerarquías. ¿Qué otra cosa podía hacer el jefe supremo de un país en guerra, sino cortar de raíz cualquier posible brote subversivo en el corazón de las milicias populares? El libro es una justificación personal de Hedilla, pero es también indirectamente una estupenda justificación política de Franco; el jefe de un pueblo y un Ejército en plena guerra -y en vísperas de lanzarse a la acción decisiva de esa guerra, la conquista del desequilibrio estratégico y económico mediante la conquista de la subzona republicana del Norte- no tiene por qué atender a las posibles perspectivas históricas desde valores que entonces no podían ni siquiera predibujarse. Franco tenía que ganar la guerra, y para ello tenía que urgir la unificación del esfuerzo de guerra. El enemigo no lo hizo, y en las terribles confesiones del general Vicente Rojo en Alerta los pueblos puede palparse el resultado,, así como en las amargas meditaciones de Manuel Azaña en la Velada en Benicarló, acerca de la insolidaridad taifeña de la República.

El libro sigue siendo desordenado desde el punto de vista metodológico; muchas de sus digresiones son inútiles y reiterativas; se vuelve una y otra vez a periodos ya históricamente sustanciados, y se incide en citas pedantes, en galicismos inicuos (en vez de mentira se dice mensonge en la página 107; y en la página 407 se cita a Jean Jaurés sin que venga a cuento en absoluto). A un número de bajas puede llamársele «elevado», pero nunca «sendo», como en la página 345. El equipo redactor -presidido o formado por el señor García Venero- ha logrado, a pesar de estos lunares, un estilo claro y conciso, dotado de innegable elegancia, que hace agradable la lectura de la obra, apasionante a medida que avanzan las páginas. Después de ciertas alusiones del propio señor Hedilla parece evidente que él se ha limitado a entregar su testimonio, pero no ha intervenido casi nada en la redacción concreta de la obra.

En casi todas las páginas del libro hay alguna aportación interesante desde el punto de vista histórico. Vamos a destacar algunas. Los datos para la historia del alzamiento en Santander; los intentos de liberación de José Antonio Primo de Rivera; las precisiones y detalles sobre la economía de la zona nacional en el capítulo 6, y en general muchos datos sobre la desconocida zona nacional; el ambiente favorable que predeterminó el éxito político y militar de la unificación; la acertada selección de fuentes sobre la intervención extranjera en la zona nacional en sus aspectos políticos; numerosas sugerencias -no coordinadas de forma científica- sobre el difícil problema de la represión en zona nacional (concretamente la cifra sugerida para la represión en Salas es falsa, en esa localidad se fusiló a una persona sólo); la creación y actuación de las milicias de la Falange; datos sueltos de gran interés, como los biográficos de Luis Lucia, Fal Conde, etcétera; el primer estudio -brillante síntesis- sobre el esfuerzo propagandístico de la Falange en la zona nacional, y de sus interferencias con la propaganda del Estado; los numerosos datos sobre la trayectoria de los intelectuales falangistas y no falangistas de la zona. Y, sobre todo, la gran aportación, sumamente discutible en numerosos detalles, pero esencial como trama básica para el momento cumbre de la obra: los días de abril de 1937 que precedieron, obligaron y siguieron al drama de la unificación política de la zona nacional.

Si numerosas y grandes son las aportaciones positivas de las partes del libro que ahora analizamos, igualmente numerosos y grandes nos parecen sus defectos y fallos revelados por el análisis histórico. La relación entre los generales conspiradores y la UME expuesta en la página 104 es errónea; y totalmente exagerada la importancia de la UME, que jamás dejó de ser marginal y minoritaria. La «socialización» del carlismo en 1936 es un fenómeno sugestivo, pero aún muy poco claro. La importancia de la actuación personal de Manuel Hedilla en el Alzamiento es innegable, pero está sumamente exagerada y exclusivizada en este libro, en el que llega a sugerirse que el Alzamiento triunfó en casi todas las provincias «preparadas» por Hedilla. Se debe rescatar su figura para un puesto clave en la preparación de la sublevación, pero no caer en el defecto opuesto de exagerar la importancia de sus gestiones. También se exagera y se distorsiona la eficacia energética de Falange y la pasividad militar en el Alzamiento; la figura del Alzamiento fue Mola y la columna vertebral del Alzamiento fueron los militares que siguieron a Mola. Es falsa la presentación de Queipo de Llano como reaccionario integral; el bizarro general de Andalucía ejerció su poder semiautónomo con notable sentido progresivo en varios aspectos, como el del mantenimiento de la legislación agraria republicana en cuanto a arrendamientos. Tampoco es verdad que el ayudante de Mola, Fernández Cordón, fuese antes ayudante de Solchaga; vino de Barcelona a encontrarse con su general y amigo. Las consideraciones comparativas entre los años de la guerra y los años de la Restauración -así como las que se establecen entre varias fechas históricas distintas- son pedantes y distorsionadas, sin excepción. Cualquier parecido entre 1874 y 1936 es mera coincidencia. No es verdad que Burgos fuese la primera ciudad peninsular que declaró el estado de guerra; Valladolid se adelantó en unas horas. El relato de la aventura de Somosierra es incompleto, defectuoso y parcial. «Al estallar en el Llano Amarillo el 17 de julio el Alzamiento acaudillado por Yagüe», se dice en la página 185, confundiéndolo todo. En el Llano Amarillo no estalló nada; era un abandonado campo de maniobras el día 17 de julio. El Alzamiento estalló en Melilla, donde no estaba Yagüe. (Por cierto que en pleno capítulo 15 de esta parte no se acaba todavía de salir del Alzamiento). La comparación «constitucional» entre los puntos de la Falange y la obra de Cánovas es inadmisible; no se pueden restar cantidades no homogéneas, ni en aritmética ni en política. La militarización de las milicias estaba consumada en la práctica y en la legislación de la zona nacional -e incluso en las directrices falangistas- mucho antes del decreto de diciembre del 36, que no es una innovación, sino una reiteración obvia. Es falso que en la zona nacional no hubiese llamamientos a quintas antes de las levas para las «Flechas Azules»; hubo varios, por ejemplo en Mallorca, ordenados por Franco aún antes de su exaltación a la Jefatura del Estado. El padre Reigada no era jesuita como se dice en la página 307; la lista de cedistas que se da en la misma página es incompleta y errónea. «El nuevo Estado copió literalmente a las academias de Falange en las de alféreces provisionales» (pág. 336). Sucedió exactamente lo contrario, como puede comprobarse en la cronología de la organiza-ción de reclutamiento y formación de oficiales creada por la propia Junta de Defensa y reformada luego por el general Orgaz. (Documentación Nacional, Archivo Histórico Militar), «Es sabido que Juan March fue uno de los puntales económicos del Movimiento Nacional, por la riqueza de sus relaciones en Inglaterra y los Estados Unidos» (pág. 341). Afirmación interesante, que dice mucho más de lo que está probado histórica y documentalmente; convendría matizar mucho más la verdadera aportación de don Juan March a la financiación de la zona nacional, ya que ha sido muy exagerada y tergiversada. La tesis de MGV sobre «el verdadero poder» en la zona nacional antes del 19 de abril de 1937 es infundada; cree que ese poder no radicaba en el Ejército, sino en las milicias. «No se puede inscribir en la agenda de esos días (los de la unificación) ninguna perturbación debida a intervenciones de falangistas en los frentes y en las retaguardias». Sí se puede inscribir; hubo varias perturbaciones que no degeneraron en peligrosas por la decisión con que fueron cortadas y el patriotismo de los falangistas, incluido, naturalmente, el propio Hedilla.

La crítica más dura a la interpretación que hace MGV de los sucesos de abril se encuentra en el libro de HRS al que vamos a referirnos inmediatamente; nos remitimos en numerosos aspectos a esa crítica. Pero insistimos en que, a pesar del Antifalange, el libro de MGV conserva una parte considerable de su valor histórico a pesar también de las observaciones que hemos acumulado -y que podríamos incrementar fácilmente-. En una de sus tesis fundamentales, el libro prueba ante el observador imparcial exactamente lo contrario de lo que pretende; es decir la unificación fue acelerada por la insensata discordia de los clanes falangistas en lucha por su poder; que el Cuartel General estuvo plenamente justificado en su duro corte de la gangrena política que por un momento se cernió sobre una zona tendida hacia la etapa decisiva de la guerra; de lo contrario, los breves «sucesos de abril», de Salamanca, de los que casi nadie se enteró en la zona nacional (ni en la propia Salamanca), hubieran degenerado en unos «sucesos de mayo» desencadenados pocos días después en Barcelona y en toda la zona enemiga, cuya moral de combate y cuya estructura política quedaron definitivamente desarticuladas para el resto de la guerra. La historia, que en muchos aspectos puede estar de acuerdo con la demanda de rehabilitación personal y patriótica de don Manuel Hedilla no puede tal vez concederle una razón política que parece claramente haber estado alojada, por aquellos días, en el Cuartel General de Salamanca.


ANTIFALANGE: SEGUNDA PARTE DEL ANÁLISIS


CONTENIDO

Iniciamos esta segunda parte de nuestro análisis del libro de H.R. Southworth a partir de la nota 46 al de M.G.V. Como el libro de H.R.S. a partir de este momento -y desde la nota primera, tras la introducción general- no es más que una acumulación inconexa de notas independientes, resumimos solamente las que nos parecen más interesantes desde el punto de vista histórico:

46. En Galicia, «los republicanos no tenían nada con qué resistir, ni dirección ni armas» (pág. 109). El Alzamiento «no comenzó en ningún otro lugar de Galicia hasta que el estado de guerra fue declarado en La Coruña».

49. La Legión y los moros eran «una fuerza extranjera, un ejército invasor». H.R.S. aprovecha la ocasión para relatar de nuevo la famosa historia de la Oreja del moro, omitida en una edición posterior del Diario de una bandera, del comandante Franco.

51. Falange en las elecciones de febrero. Rivalidad entre Calvo Sotelo y José Antonio Primo de Rivera: «no es un secreto, aunque raras veces se menciona en la España de Franco». Educación francesa reaccionaria de Calvo Sotelo; resumen de sus contactos con Mussolini. Calvo se vengó de José Antonio que no quiso admitirle en la Falange y le cerró los caminos electorales; a Calvo se debe que José Antonio no consiguiese acta en las elecciones de febrero.

59. Falange -con muchos elementos de aluvión- dirige la represión en Galicia

65-68. Precisiones sobre el Alzamiento en Santander.

69. «La guerra de España fue una guerra de clases». «Las divisiones del lado republicano no eran ideológicas. Al conglomerado político de la zona republicana le faltó la base unificadora de que dispusieron los rebeldes: la homogeneidad de intereses económicos, de intereses de clase, superando todo interés de ideología».

70. Las Embajadas de Madrid.

71. Formulación del mito Ejército-pueblo; la zona nacional era «un puñado de soldados, rodeado de una población desarmada pero hostil».


72. El manifiesto de Franco en Tenerife no menciona a la República; cree H.R.S. que en los manifiestos de los jefes nacionales no se mencionaba a la República para nada.

74. La misión de Hedilla en Galicia. Reconoce H.R.S que Hedilla logra organizar con eficacia a la Falange gallega, así como las primeras columnas.

76. Actividades de José Sáinz, máxima jerarquía en la zona nacional entre los supervivientes de la Falange.

77-78. Queipo y Miranda, el 18 de julio. Falange en Andalucía. La zona nacional estaba formada por feudos.

79. Testimonio de Antonio Bahamonde sobre la represión en Andalucía.

84. Vida y crueldad de José Saínz.

85. Falange, totalitaria y fascista pura.

88-93. Artículo de Jay Allen sobre José Antonio. H.R.S. lo publica por primera vez en español, en versión fidedigna. Fija definitivamente la fecha de la entrevista de José Antonio con el periodista americano en Alicante, los días 2 ó 3 de octubre de 1936. Precisiones sobre los intentos para liberar a José Antonio, con insinuaciones que jamás de atrevieron a hacer Hedilla-Venero porque sabían que son falsos de raíz.

94. Falange exterior: precisiones

95. Franco y la monarquía: testimonio del embajador Du Moulin.

96. Estadística sobre el desarrollo de FE el día 26 de septiembre de 1936.

100. «Toda la estructura política del Estado se había desplomado... (en la zona republicana), no porque el Estado se hubiera hundido; sino por una traición de gran envergadura, que envolvía a la mayor parte (subrayado nuestro) de las fuerzas armadas y policíacas del Estado». «Las matanzas en la retaguardia de Franco... no han sido admitidas ni reconocidas nunca».

104. Manuel Aznar se incauta de la Compañía de Tranvías de Madrid en agosto de 1936.

106. El general Yagüe, falangista y ministro.

107. José Antonio Primo de Rivera «murió valientemente».

109. Precisiones sobre los periódicos de Falange en 1937; eran unos 40.

110. El sacerdote-propagandista Yzurdiaga y sus excesos.

111. A propósito de Ernesto Giménez Caballero; judíos e intelectuales.

113. El nacimiento del Auxilio Social v la represión en Valladolid.

115. La Falange en la muerte de Unamuno. Maximiano García Venero, teórico de la prensa falangista, estimado en la Alemania nazi.

118. La verdadera conversación entre Cantalupo y Hedilla.

122. Vicente Gay, propagandista de Franco, y sus loas.

124. Las importaciones de la HISMA.

128. La liberación de Serrano Súñer no se debe a Marañón, sino al ministro vasco Irujo.

133. El culto a la personalidad de Manuel Hedilla.

134. Doval en Asturias, 1934, cuando la «invasión de España por moros y legionarios».

137. Los capitanes de Mallorca relacionados con Ramón Serrano Súñer.

141. El folleto de «Luis Pagés Guix», clave para los sucesos de Salamanca.

142. Las confusiones de Payne y Thomas sobre la cronología de Salamanca; la reunión del 16 de abril en la Junta de Mando; según Pagés Guix era legal y se desarrolló armónicamente. Hedilla dijo entonces que se quería enrolar en un bou hasta la terminación de la guerra.

143. La reunión de la Junta de Mando el 16 de abril; eran 4 de los 6 miembros de la Junta, es decir tenían la mayoría.

144. Modificaciones de M.G.V. al documento acusatorio de los «conjurados» contra Hedilla.

145. Las clases altas españolas sienten desprecio y odio a las inferiores. Testimonio de Concha Espina y Leopoldo Huidobro.

150. Franco recibe a Hedilla, destituido por la Junta de Mando, según Pagés Guix (Hedilla lo niega), y luego al triunvirato. Franco les felicita y les recomienda: «Y ahora, nada de violencias».

151. Von Haartman -oficial finlandés instructor de milicias de Falange en Pedro Llen- ve a Hedilla en las primeras horas del 17.

152. Goya, guardaespaldas de Hedilla

155. M.G.V. dice que Hedilla va a casa de Dávila tras regresar de Pedro Llen con sus hombres a una misión conciliadora. Nada de eso se deduce del testimonio de Haartman. Hedilla ordena venir a Haartman con sus cadetes; en efecto vienen, ocupan la Junta de Mando, toman todos los centros de Falange y a las dos de la madrugada informan a Hedilla de que su orden se ha cumplido.

156. Haartman y sus relaciones de esos momentos con Goya.

158. Haartman detenido por su participación en los sucesos.

169. La publicidad sobre Hedilla -culto a la personalidad- en prensa nacionalista y extranjera; Hedilla fue muy imprudente.

175. La salida al balcón de Hedilla con Franco; Franco hablaba el 18 sobre la unificación en términos generales; el Decreto no se publica hasta el 19. El discurso de Franco es el 18, pero el Decreto se publica el 19 de abril.

176. Precisiones sobre el texto del telegrama falangista que luego se dio como subversivo.

177. Arrese inventa que su libro de 1940 estaba escrito en 1936 a las órdenes de José Antonio, quien pensaba escribir un prólogo.

182. Desenlace de los sucesos en lo que se refiere a Haartman. El silencio de Reyes. La interpretación de Ridruejo sobre la unificación: «Un movimiento sin caudillo y un caudillo sin movimiento».

182. En la academia de Pedro Llen se preparaban 42 alumnos, no «tres docenas»

183. Consejo de Guerra por los sucesos de abril niega que Haartman consiguiera ocupar los cuarteles de Falange. Foltz piensa lo mismo; era un corresponsal americano en Salamanca.

185. Los avatares de Falange Española Auténtica (FEA) y la Falange Autónoma, proyectos favorecidos desde la zona enemiga.

188. «Todo el libro de M.G.V. prueba la debilidad política de la España nacionalista en 1937».


Las notas esenciales del libro están entre la 189 y la 192, sobre todo las que figuran bajo estos dos números. Comprenden la discusión general sobre los sucesos de abril, a la luz de los testimonios disponibles. Estos testimonios son contradictorios a veces. Hedilla era un hombre bravucón y violento. Esperaba un ataque de sus enemigos. Gova -según testimonio de Hedilla en carta a Serrano Súñer- convenció a Hedilla para traerle a Dávila. Haartman atribuye a Hedilla la orden de detener a los tres conjurados. (El testimonio de Haartman, publicado en un folleto de 1939, es absolutamente esencial y en parte definitivo). Ha de aceptarse en línes generales la versión de Haartman, complementada con la tesis de Pagés Guix.

La leyenda de Hedilla; durante la guerra se hizo creer que Hedilla se había opuesto a Franco. Narración de Cardozo, plagada de errores. Lista de comentarios sobre la leyenda de Salamanca. Serrano Súñer amplía y difunde la idea de que Hedilla era un agente (consciente o inconsciente) de los alemanes en España. Merkes, historiador monográfico alemán, pone en duda el que Faupel manejase a Hedilla, ya que el embajador alemán alabó la decisión unificadora de Franco y además recelaba de Hedilla. Hugh Thomas hace una amalgama con todos los datos, incluyendo los errores. Dahms, historiador alemán, no se entera de los hechos. «La investigación más ambiciosa» se debe a Payne; pero los falangistas han lavado en Madrid el cerebro de Payne.

Termina el libro con la reproducción del folleto de Pagés Guix y de una carta de Hedilla al general Franco.


JUICIO

Como en la segunda parte de este análisis, solamente hay que comentar una serie de notas de H.R.S. al libro de M.G.V., la valoración de conjunto en lo que se refiere a los textos aquí comentados ha de ser bastante más positiva; por lo general H.R.S. no incide en las lamentables teorizaciones de su ya analizada Introducción general y despliega una y otra vez su maestría bibliográfica y su agilidad polémica. Cuando desliza alguna interpretación «audaz», de tesis, suele caer invariablemente en la inconsecuencia. Por ejemplo, este número 188; no se comprende cómo una España nacional tan políticamente débil pudo ganar la guerra. O esta tesis de la número 69 sobre la guerra española como guerra de clases, concepto pobre, superado ya en 1936 por portavoces inteligentes de la izquierda como Ángel Pestaña. H.R.S. no conoce suficientemente la dialéctica marxista; si la conociese no se atrevería a aplicarla de forma tan elemental e infundada, en un proceso tan complicado como la guerra civil española. Con razón acusaba Engels a muchos apresurados marxistas de aplicar la dialéctica para evitarse el estudio de la Historia. Claro que sin superar sus congénitas limitaciones; su apoyo fontal es exclusivamente libresco, y en cuanto sale del comentario bibliográfico o histórico-bibliográfico directo pierde pie con suma frecuencia y pone de manifiesto los graves fallos de su parcialísima postura y de su escasa formación como historiador de la España contemporánea. Repasemos brevemente alguna de las notas que, por parecernos más interesantes, hemos citado expresamente en las líneas anteriores de este trabajo.

Dice H.R.S. (núm. 46), que en Galicia «los republicanos no tenían nada con que resistir». ¿Nada? Tenían a los cuatro gobernadores civiles; a la inmensa mayoría de. los alcaldes; al primer y segundo jefe de la División Orgánica; a la mayoría de los jefes y oficiales (mayoría muy acusada) de las guarniciones; al jefe del Arsenal del Ferrol, y prácticamente a todos los barcos de la Flota, incluido el acorazado «Jaime I», que en esos días recalaba por aguas gallegas. Es decir, tenían casi todo; lo que les faltó fue la decisión de que hicieron gala sus contrarios. Estos contrarios no eran, por lo general, los que cita H.R.S.; su conocimiento del Alzamiento en Galicia se basa en la Historia de la Cruzada (obra superada hoy, y tan panegírica como los libros pro-Frente Popular que le sirven de guía complementaria). Están en curso estudios más serios sobre el Alzamiento en Galicia, que depararán a H.R.S. sorpresas indecibles.

La concepción de la Legión (que, como está establecido documentalmente, contaba con más del 90 por 100 de efectivos españoles) y de los Regulares, que eran eso, unidades regulares del Ejército español, como un «ejército invasor» es digna de los propagandistas de tiempos de la guerra civil (uno de los cuales era, por supuesto, H.R.S.). ¿Qué calificativo reservaría H.R.S. para los soldados de las Brigadas Internacionales? H.R.S. cede otra vez a su obsesión sobre la historia de «la oreja del moro», a la que quiere convertir en pieza de acusación histórica.

Los comentarios de H.R.S. sobre las elecciones de febrero (núm. 51), demuestran una vez más que el notable bibliógrafo americano desconoce la historia de la República española.

En cambio es interesante su resumen bibliográfico sobre la educación francesa -maurrasiana- de Calvo Sotelo desterrado.

También es interesante alguna de su precisiones sobre la represión en Galicia y sobre el Alzamiento en Santander, aunque uno y otro tema están tratados bibliográficamente, no históricamente; todo lo que H.R.S. dice acerca de la represión en zona nacional es en ocasiones aprovechable, aunque se encuentra desfigurado por una pasión tremenda a la que, un propagandista pronacional fervoroso podría denominar «odio satánico» y un tanto judaizante; un equipo de historiadores de los años sesenta prefiere designarlo cúmulo de informaciones bibliográfico-propagan-dísticas deformadas por una actitud permanentemente negativa y permanentemente parcial.

El mito Ejército-pueblo (nota 71), ya está desmontado en las publicaciones de V. Palacio Atard (discurso inaugural de la Universidad de Madrid, en octubre de 1969), y de Jesús y Ramón Salas Larrazábal (obras en prensa en Ediciones Ariel, etc.). Si la zona nacional era un puñado de soldados rodeados por una población hostil, la victoria en la guerra civil sería un milagro, en los que según parece, H.R.S. no cree. Es mucho más seria la formulación de Raymond Carr, que describe a la guerra civil como «choque de dos entusiasmos»; es decir, de dos Ejércitos, de dos masas de apoyo popular. H.R.S. se muestra sumamente atrasado en sus concepciones históricas.

En los manifiestos de los Generales del Alzamiento se contienen expresas alusiones a la República. Por ejemplo (nota 72), en el firmado por el general Franco y publicado el 17 y el 18 de julio en Melilla se habla de «mantener el orden dentro de la República» (cfr. El telegrama del Rif, número de 18 de julio) y en las instrucciones de Mola se dan vivas a la Dictadura Republicana (cfr. La colección publicada en el libro de R. de la Cierva, Historia de la guerra civil española, tomo I).

La concepción de H.R.S. sobre el feudalismo (notas 77-78) es, explicablemente, deficiente. Generalmente cuando un autor, no experto en historia española, habla de «feudalismo», suele querer decir «cantonalismo». Si H. R. S piensa revalidar sus grados en alguna universidad española, haría bien en tener muy en cuenta esta distinción elemental.

El testimonio de Antonio Bahamonde sobre la represión en Andalucía (nota 79) está naturalmente extraído del deleznable librito Un año con Queipo en que, entre otros documentos trascendentales se exhibe la cédula personal del autor. (los demás no son excesivamente superiores en eficacia).

Muy interesante e importante es la precisión histórica de H.R.S. sobre la visita de Jay Allen a José Antonio y sobre el artículo, cuya versión castellana definitiva establece; es uno de los momentos más brillantes del libro.

En la nota 100 se incide nuevamente en los mitos Ejército-pueblo; las estadísticas a que nos referimos anteriormente sacarán de su error a H. R. S en cuanto se decida a comprobarlas.

Es interesante casi todo lo que afirma H.R.S. sobre la prensa y la propaganda falangista en la guerra civil; suele apoyarse en estudios monográficos y en datos extraídos de fuentes primarias, lo que por desgracia es una actitud que no es prodiga en otros sectores. Pero H.R.S., además de un gran bibliógrafo, es un experto en análisis de propaganda y aquí se encuentra en su terreno.

La equiparación entre el nacimiento de Auxilio Social y las consecuencias de la represión en Valladolid es falsa, infundada y de un gusto pésimo.

Por supuesto que la mayor aportación del libro es la discusión, en muchos aspectos magistral, de los sucesos de Salamanca. Hace bien H.R.S. en destacar la importancia del testimonio de von Haartman, que en líneas generales parece bastante fidedigno, aunque corregible; con él destruye algunas líneas importantes de la apología de Hedilla. En cambio H.R.S. no ha comprendido más que parcialmente la personalidad de Hedilla, hombre recto, profundamente religioso y profundamente respetable; H.R.S. no lo cree así y se equivoca, porque, entre otras razones, no conoce personalmente al sucesor de José Antonio (al que tampoco conoce ni de lejos). En cambio pensamos que atribuye H.R.S. demasiada importancia al testimonio de Pagés Guix, que, según todas las apariencias, es un hábil amaño de la propaganda republicana en apoyo de la maquiavélica (vía estrecha) idea pietista sobre la Falange Española Auténtica, bien conocida por sus siglas de FEA.

H.R.S. monta una discusión quijotesca -aunque sin patio donde arrojarlos- entre libros rojos y libros azules; no quiere historia, sino polémica. Se le deslizan algunos errores con los que podríamos montar nosotros una segunda parte a los hirientes comentarios que le hemos dedicado en el trabajo anterior, pero no deseamos seguir las huellas del mordedor crítico que escribió aquel divertido capítulo Spanica zwischen todnu gabriet. No faltaría tema para continuar a propósito, de las páginas aquí comentadas, nuestras insinuaciones un tanto festivas sobre los diversos Cossíos de los pies de las fotos de H.R.S. El nombre del comandante militar de Santander está mal transcrito (pág. 126). H.R.S. debe revisar la provincia española en la que se encuentra, San Vicente de Alcántara, (página 137), debe también revisar su fichero de altos cargos republicanos para corregir el título «jefe de seguridad» (cargo desconocido en España) atribuido a un personaje igualmente desconocido; don «Alfonso Mallol» (se trata de dos apellidos, el primero transcrito incorrectamente; es Alonso Mallol, y el nombre era José, aunque que hasta los cuidadosos índices de las obras de Azaña, editadas por Marichal lo ignoran). Don Fermín Yzurdiaga ha conseguido engañar al propio H.R.S. dándose categoría de ministro; no lo fue jamás como no sea del altar (pág. 168). Y lo más extraño, casi alucinante, tratándose de un bibliógrafo tan puntilloso, es la cita equivocada y repetida -más grave por tratarse de un apellido anglosajón- del señor David Wingeate Pike, transcrito por H. R. S una y otra vez, hasta en el índice, como David Wingeste Peake (!!!). ¿Qué hubiera hecho H.R.S. con un infeliz autor español que se hubiese atrevido a tamaño desafuero? (pág 148).

En fin, modestos discípulos de este maestro de polemistas, no insistimos en dirigir contra él un instrumento que él ha puesto en nuestras manos. Más grave nos parece que H.R.S. caiga en una contradicción poco defendible estéticamente; tras criticar a las clases elevadas españolas porque suelen despreciar a las inferiores (nota 145) H.R.S. llega a insultar a Hedilla precisamente de la misma forma; al comentar que sabía conducir automóviles, afirma (pág. 183), que «sabía conducir, no como señorito, sino como chófer». En cambio, tiene razón en destacar las actitudes contradictorias de Maximiano García Venero con respecto a Hedilla y a Giménez Caballero (pág. 186) y su traductor, el señor Martínez, que en esta parte de nuestro análisis se había mantenido aceptablemente sin caer más que en un disculpable galicismo, provoca nuestro asombro cuando en la página 232 nos habla de Un otro testimonio, sin atenuantes.

He aquí el análisis de estos dos libros encontrados, nacidos de las mismas prensas de «oposicion total» como hermanos enemigos, plagados de errores y de desenfoques, cargados de valiosas informaciones y de espléndidas pistas hacia la historia contemporánea española... La Falange, su historia, su misterio y su nostalgia se han conmovido en la realidad hereditaria y en los campos de la historia con la aparición de estas dos obras contradictorias, sugestivas, hirientes, oscuras y luminosas a la vez. El historiador, llegado al término de su dura disección, agradece a los autores sus aportaciones valiosas, no empañadas por tantas de sus actitudes, que son recientemente maniqueas y propagandísticas. Probablemente pensará el lector que haya tenido la paciencia de seguir nuestro trabajo lo mismo que pensamos nosotros al llegar al punto final: que ni siquiera estos dos libros densos y, en tantas páginas, profundas, han desvelado aún el hondo misterio de la Falange, que duerme tal vez junto a su fundador en las entrañas de una roca de Castilla, en el corazón de la vida y de la historia contemporánea española.


In Boletín de Orientación Bibliográfica número 83-84, noviembre-diciembre 1969, pp. 43-67