Éditions Ruedo ibérico
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José Martínez

Dos libros contradictorios

Maximiano García Venero, Falange en la guerra de España: La Unificación y Hedilla
Herbert R. Southworth, Antifalange : estudio critico de Falange en la guerra de España de Maximiano García Venero


Muchos lectores han debido sentirse sorprendidos por los dos libros que, en el curso de las últimas semanas, ha publicado Ruedo ibérico. Más de una razón puede legitimar ese sentimiento. Falange en la guerra de España : la Unificación y Hedilla, escrito por Maximiano García Venero, y Antifalange : estudio crítico de Falange en la guerra de España de Maximiano Garcia Venero, obra de Herbert R. Southworth, son dos libros insólitos, por razones distintas ; insólitos y contradictorios. El libro de García Venero discrepa políticamente de todos y de cada uno de los libros publicados por Ruedo ibérico. El libro de H.R. Southworth es declaradamente contradictorio del primero desde su mismo título.

La personalidad -de sobra conocida- de García Venero, la ideología que da su estilo peculiar, incluso en su más aparente aspecto -el literario-, la intención de su libro -a la vez biografía, exaltación apasionada y proceso de rehabilitación de Manuel Hedilla Larrey, jerarquía provincial, consejero nacional, presidente de la Junta de Mando y, por espacio de cortas horas, jefe estatutariamente designado de Falange Española de las JONS- excluían, de manera natural, el libro de las series de Ruedo ibérico. Nada más elocuente que la declaración liminar que el autor y el editor se han creído obligados a formular en la página IV del libro y que merece ser reproducida aquí : Ruedo ibérico publica esta obra historiográfica, formulando toda clase de salvedades y reservas en cuanto al pensamiento político y social que pueda haberla determinado e inspirado. La edita por sus valores infomativos y documentales, claramente únicos hasta la fecha. El autor, por su parte, también hace idénticas salvedades y reservas con relación a las tesis políticas y sociales contenidas en los libros que Ruedo ibérico ha publicado durante su existir editorial.

Un punto tiene en común el libro de García Venero con la mayor parte de los libros de Ruedo ibérico; tampoco éste hubiera podido ser publicado en España ni ayer, ni hoy, ni quizá en un mañana próximo.

Al publicar paralelamente en este número de Cuadernos de Ruedo ibérico un fragmento de cada uno de ambos libros, realizamos -a escala muy reducida, verdad es- la intención primera del editor.

La historia editorial de ambas obras disiparía cualquier mal entendido que pudiera surgir en sus lectores, y justificaría, además, la estructura interna, tan fuera de lo corriente en un libro, del trabajo de H.R. Southworth. Aunque sea evidente, conviene afirmar aquí que el trabajo de H.R. Southworth fue concebido como introducción y como conjunto de notas críticas al texto de García Venero, y este aparato crítico tenía que ser publicado junto con el texto criticado en un mismo volumen.

Así fue estipulado contractualmente por las tres partes : autor, crítico y editor, para bien o para mal de unos y otros. Las cosas no han sucedido así.

La crítica exhaustiva e implacable de H.R. Southworth no sólo del libro de García Venero sino de las fuentes históricas, de los hombres que con Hedilla participaron en la historia del periodo, e incluso de los historiadores que sobre él se inclinaron hasta nuestros días, quizá atemorizó a posteriori a García Venero. Pero ello es poco verosímil. Las simpatías ideológicas de H.R. Southworth, la severidad de su crítica, eran hartamente conocidas por García Venero, al menos después de la publicación de El mito de la cruzada de Franco. (1)

Más de un pseudohistoriador del periodo que abarca el libro de García Venero había sido magistralmente ejecutado por H.R. Southworth en su primer libro. De él se ha podido afirmar en la propia España, bajo el título " El primer mito ": " H.R. Southworth es, sin disputa, el gran experto en la bibliografía de nuestra guerra valorada desde el lado republicano... En el pequeño pero apasionante mundo de los historiadores y bibliógrafos de nuestra guerra H.R.S. es un mito. Un mito en el buen sentido de la palabra. Sus enemigos le temen con pavor; sus amigos han depositado en él una fe ciega " (2)

García Venero rechazó, después de lectura, la introducción y las notas de H.R. Southworth. Difícilmente podrá, sin embargo, el escritor falangista alegar ignorancia y tentados estamos de buscar en otra parte las razones del rechazo de lo que a priori había sido aceptado.

Volvamos a los libros, ya definitivamente separados.

Falange en la guerra de España se clasifica de manera natural en la bibliografía de la historia del fascismo español. Hagamos constar, sin reticencia alguna, que en este terreno constituye una aportación de primer orden. El que la bibliografía sobre este tema sea escueta añade un interés suplementario al libro. El régimen político que empieza a nacer el 18 de julio de 1936, para alcanzar forma definitiva el 19 de abril de 1937, con el decreto de unificación dictado por Franco, y que extenderá su poder sobre la totalidad de España el 1 de abril de 1939, no ha facilitado el desarrollo de esa bibliografía. Es comprensible. Franco símbolo, Franco mito, Franco tabú, hubiera sido necesariamente el vértice -o el blanco- de tal literatura. Hubieran quedado al desnudo las polémicas que los diversos grupos constitutivos del llamado Movimiento Nacional han sostenido durante treinta años, a lo largo del proceso de sucesión del régimen por sí mismo, en una lucha despiadada, pero sorda, por la conquista de fracciones de poder y prebendas. De esta lucha pocos ecos iban a alcanzar a la inmensa mayoría de los españoles. Las polémicas a la luz del día hubieran formalizado la división de los vencedores, polarizado oposiciones. Pero, sobre todo, hubieran destruido la mitología heroica con que pretendían ellos mismos justificar la lucha fratricida, minando los fundamentos " morales " de su dominación. Todavía hoy, cuando la bibliografía española sobre la guerra civil procura ponerse a tono con el tiempo hasta extremos ridículos (3), es " desdeñado " cuanto roza al hecho, evidentemente fundamental, que constituye el nudo del libro de García Venero : los días salmantinos de la primavera de 1937. La obra de Maximiano García Venero es un potente reflector que si deja hechos en la penumbra, y otros en la más completa oscuridad, ilumina muchas zonas del confuso período en que Franco cimenta las bases de su poder político.

Sólo el problema de la sucesión personal, que plantean con relativa urgencia a los grupos en el poder desde entonces las leyes biológicas, permite hoy que pase sobre la historiografía oficial española un aire algo más fresco, que arrastra nubecillas de polvo sin levantar siquiera los aluviones de grava depositados sobre la historia del régimen.

Subrayemos también que si la bibliografía sobre la historia política del fascismo español -término tan ingrato hoy para diádocos y epígonos- es escasa, los textos históricos y literarios relativos a la vida social, económica y cultural de la zona rebelde al gobierno republicano son de una incuria desoladora. En el proceso de mitificación de sus orígenes y desarrollo, el régimen franquista ha tratado de extirpar cuanto pudiera constituir un día materia desfavorable para su historia. La bibliografía publicitaria, justificativa, del régimen franquista -que con pretensiones ahora de amplitud de miras, de ecuanimidad, prolifera bajo el mecenazgo del Ministerio de Información y Turismo- está consagrada casi exclusivamente a tres temas predilectos : las hazañas de sus héroes y mártires ; la calumnia contra sus enemigos ; el comentario escolástico hasta la saciedad de los diversos y aún contradictorios principios ideológicos atribuidos al régimen, en un esfuerzo de entroncarlo con antepasados más o menos honorables. En la etapa de Fraga se ha añadido a estas líneas maestras ciertas variantes estilísticas : se cita a autores "rojos" ; se abusa de textos "rojos" empleados parcialmente ; se atribuyen peyorativamente a los republicanos rasgos que fueron calificados un día de virtudes en los vencedores. ¿ No compara el propio García Venero, evidentemente abrevado en tal escuela, a los republicanos españoles con los nazis ? Se van abandonando posiciones secundarias y muy expuestas para mantener intactas las bases esenciales. Es cierto que la mayor permeabilidad de las fronteras, el éxito y la circulación alcanzados en España por libros como La guerra civil española de Hugh Thomas o El mito de la cruzada de Franco de H.R. Southworth, no permiten ya al propio régimen una literatura sobre la guerra civil a la manera de Arrarás, de Aznar, de Pérez de Urbe1 o de Calvo Serer, desvergonzadamente soez, estúpidamente mendaz, segura de la impunidad que le procuraba un black out total. Pero la " historiografía " insidiosa que ha remplazado aquella literatura no es más científica.

La práctica cotidiana de los rebeldes, la actuación que iba a conducirlos a la victoria, sigue siendo escamoteada para poder continuar grabando en el espíritu de los españoles una visión de la " zona nacional ", extendida al propio régimen, mitad imagen de Epinal, mitad estampita sulpiciana.

Consecuencia secundaria de este proceso de deformación histórica tenía que ser la minimización de la actuación de la Falange. No en vano, estamos en vísperas de que el régimen deje de tener antecedentes falangistas sin dejar por ello de ser joséantoniano. García Venero marca las coordenadas en que ha de moverse el estudio de la participación de la Falange en la preparación y en el desarrollo de la guerra civil. Ya esto sólo constituiría un hecho positivo en el momento en que propios y extraños coinciden -por exigencias de política " actualísima "- en disminuir la importancia de la contribución de la Falange al éxito político y militar de los rebeldes.

Falange en la guerra de España -libro construido en gran parte con testimonios inéditos aportados al autor por testigos y participantes directos en los acontecimientos narrados en él- perpetúa una cuantiosa información quizá perdida si este libro no hubiera sido publicado, sobre aquellos dos aspectos : la vida en la zona nacional y la actuación de la Falange en los años 1933-1937. El libro de García Venero tendrá, sin duda alguna, el efecto de una piedra lanzada al estanque de aguas pútridas pero aún en calma.

Otra razón fundamental abunda a favor de esta edición. El poder carismático de Franco, indiscutible aún hoy incluso para quienes pretenden sucederle, para quienes nos anuncian ya a bombo y platillo políticas superficialmente diferentes de las practicadas por el dictador (para... después del día de su muerte...), aparece en sus orígenes como lo que fue realmente : el desenlace de un proceso sangriento de guerra de " gangs " ; clanes es sustantivo excesivamente cargado de honorabilidad por los antropólogos para poder ser aplicado a los grupos que en 1937 dirimieron, a su manera, la personalización del poder de los sublevados sobre la totalidad de los españoles.

La obra de García Venero es eminentemente polémica, rasga muchos de los oropeles con los que el régimen disfraza sus orígenes, y tendrá resultados polémicos más allá de la réplica ya publicada de H.R. Southworth. Las reacciones, las críticas, las justificaciones, los esclarecimientos que suscitará en los miembros del amplio sector que pone en causa el libro, son previsibles. El sigilo, la disciplina por muchos años garantizada por el pacto de sangre, por la participación en el disfrute del botín que une a los hombres más notorios del Movimiento Nacional, no resistirá, en la etapa de segregación de grupos por la que se adentra hoy el franquismo, el excitante ácido de este libro.

La lectura del libro de García Venero exige la de Antifalange : estudio crítico de Falange en la guerra de España. La recíproca es también válida. Las lagunas, queridas o inevitables dadas la personalidad y las fuentes de García Venero, sus olvidos, sus errores, son denunciados en el libro de H.R. Southworth y colmados eficazmente. No quiere decir esto que hay que ver en la obra de nuestro amigo simplemente un complemento del libro de García Venero. Aunque sobre determinados problemas, el trabajo de H.R. Southworth proporcione contribuciones definitivas (orígenes ideológicos del fascismo español ; perfil histórico de ciertos personajes, como Ramiro Ledesma Ramos, Onésimo Redondo, Ernesto Giménez Caballero, o como José Ortega y Gasset, José María Gil Robles y Salvador de Madariaga ; demolición de ciertos mitos como el de Manuel Hedilla o el del propio José Antonio Primo de Rivera ; carácter imperialista del falangismo ; desarrollo de la conspiración contra la república; violencia falangista ; represión política en la zona nacional), el valor fundamental del libro hay que buscarlo en la crítica de las fuentes a que el autor se entrega a lo largo de las 350 páginas de su trabajo. En la reciente publicación española ya citada, se ha reprochado a H.R. Southworth que no es un historiador -al mismo tiempo que se reconocía con falsa generosidad sus dotes de bibliógrafo y de crítico. Historiador es término amplio que incluso en la lengua de los profesionales cubre cosas diferentes. Los primeros historiadores fueron los destructores de las mitologías. Para mí no hay duda de H.R. Southworth es un historiador aunque sólo sea porque es un gran debelador de mitos, y no entraré en polémica hoy ni sobre este punto con Ricardo de la Cierva que demuestra no ser historiador -¿ su tajante afirmación de serlo prueba algo ?- en cosas de importancia, que hacen de él el arquetipo del new look franquista sobre la guerra civil, y por cosas insignificantes como aquella de calificar de " histérica novela " Les grands cimetières sous la lune de Bernanos ; lo que sí prueba que este " historiador " no sabe lo que es novela o no leyó el ensayo de Bernanos.

La prioridad que Southworth parece dar al establecimiento de los hechos, a la destrucción de fábulas, su predilección por el trabajo de crítica, de investigación rigurosa de la genealogía literaria de los lugares comunes sobre la guerra civil española, es seguro que procede, más que de una deformación de especialista, de la exigencia de la misma materia que trabaja. La historia de la guerra civil española ha merecido una copiosa bibliografía general y en la última época algunos trabajos de indudable valor (4). Se puede afirmar incluso que hay a disposición del estudioso una riqueza excesiva de material literario, no criticado debidamente, en el que se mezclan hechos, fábulas conscientemente fabricadas, contraverdades, que pasan de un libro a otro hasta que se pierde memoria de su linaje.

Aquella proliferación bibliográfica hace sentir la necesidad de estudios serios no ya sobre la propia guerra civil sino sobre la manera como su historia ha sido hecha por unos y otros.

Junto a la enfermedad congenital de la materia histórico-literaria de la guerra civil, se adolece de una carencia total de estudios parciales, hechos a partir de documentación que podemos calificar de más humilde, pero de manejo más laborioso y más inasequible para el investigador, ya sea español o extranjero, y que habría que ir a buscar a los archivos privados, locales, a los juzgados, a los archivos militares y del Estado. Más que fácil, es casi inevitable que el historiador espigue sin mucha discriminación entre las fuentes literarias, los hechos -las afirmaciones- de que precisa para fundamentar una tesis previa, para satisfacer una simpatía o una aversión.

No es que yo crea que la pasión sea necesariamente nefasta para el trabajo del historiador. Las mejores historias son libros profundamente apasionados. Y las peores, libros que no son ni chicha ni pescado. Me ha sorprendido más de una vez tropezar con un libro de circunstancia, modosito, allí donde esperaba un libro apasionado ; con libros tibios donde el sentimiento ostentosamente manifestado encubría una voluntad de ponerse a bien sino con todo el mundo con buena parte de él. A expensas del rigor histórico. Quede claro que no me refiero aquí a libros escritos por franquistas (5).

La ausencia de trabajos críticos, de estudios que establezcan series significativas de hechos, más valiosas a la hora de la interpretación que el hecho aislado, aun debidamente comprobado, lleva incluso a los mejores autores a sacrificar en el altar de cualquier folklore. Bien es verdad que esa circunstancia facilita la clasificación política de las diversas historias. También ha sido fácil para otros menos buenos autores abandonarse con la buena conciencia que da la impunidad a la reconstrucción de la guerra civil a partir de exigencias políticas del presente. Si criticable es inmovilizar la política de España en los esquemas inmediatamente precedentes y contemporáneos a la guerra civil, lo es también --mucho más- adaptar su estudio a esquemas políticos de hoy, de dudosa eficacia cuando no de probada indigencia. Las intenciones políticas vergonzantes que traducen los términos en voga de " enterrar la guerra civil ", " situarse por encima de los bandos ", " reconciliar a los españoles ", o esforzarse en evitar otra guerra civil -que nadie ve como posible- no hacen sino acusar claramente la influencia política de un hecho, histórico, es verdad, pero estrechamente vinculado con nuestro presente.

Que el franquismo manipule la historia de la guerra civil con arreglo a sus necesidades del momento, me parece explicable. Que los " vencidos " intenten borrar de la memoria de los españoles algunas de las causas de su derrota, y sigan practicando la política del avestruz, nos augura los peores desfallecimientos en el planteamiento de los problemas políticos actuales y futuros. Sin recurrir a postulados acreditados, y quedándonos en el plano del sentido común, me parece más razonable analizar el presente político ayudados por la experiencia histórica que hacer el estudio de ésta a partir de actuales problemáticas políticas -no digamos absurdas.

H.R. Southworth escapa a este vicio tan fácilmente perceptible en dos libros recientes -y significativos- sobre la guerra civil (6).

Dejamos aquí constancia únicamente de ello, porque volveremos sobre el tema en otra ocasión.

A lo largo de muchos meses de trabajo asiduo con él, nunca he podido descubrir que H.R. Southworth eliminase un hecho incómodo o contradictorio de sus tesis inductivas. No se ha abandonado a la doctrina que lleva a silenciar datos, a eliminar hechos, por no ser todavía conveniente el descubrirlos, o por no ser ya conveniente mencionarlos (7) explicable en los historiadores franquistas que tienen todo (no hay que temer al absoluto en este punto) que perder con el establecimiento de la verdad, pero insensata en quienes se pretenden portadores de valores de progreso, cuando no revolucionarios.

No haber sacrificado en el altar de las conveniencias políticas, sociales o literarias, valdrá a H.R. Southworth muchas críticas y quizá enemigos. Por ello le debemos aun más tributo de agradecimiento los lectores. Para peritos y profanos, Antifalange será una lección magistral de rigor en la investigación.


In Cuadernos de Ruedo ibérico nº 11, febrero-marzo 1967


1. Ediciones Ruedo ibérico, París, 1963.

2. Ricardo de la Cierva, Cien libros básicos sobre la guerra de España. Madrid, 1966. p. 40.

3. Todo el libro citado de Ricardo de la Cierva es un modelo de a lo que puede llegar la mala intención cuando se disfraza de comprensión " liberal ". Véase especialmente la crítica de El laberinto español de Gerald Brenan en la página 77.

4. Véase en este número el trabajo de Roberto Mesa Garrido, p. 103.

5. Véase un ejemplo de ello en la frase que reproducimos a continuación que, aunque procede de un autor con una conocidísima ejecutoria antifranquista, manifiesta todas las características del new look franquista sobre la guerra civil : " En verdad, si en aquel verano de 1936 se perpetraron en España crímenes execrables, hay que decir que los criminales fueron una exígua minoría [...] En ambos bandos hubo muchos más héroes que criminales [...] Los españoles se mataban entre sí, pero el asesinato fue triste privilegio de minorías ". Manuel Tuñón de Lara, La España del siglo XX, p. 454. ¿ Con qué rasero ha separado Tuñón de Lara el heroísmo del crimen ? ¿ Qué entiende por minoría ? ¿ Y de qué estadística se ha valido para dividir los cadáveres entre esa minoría ? Por lo visto no hubo allí ni guerra de clases ni represión política.

6. Enrique Líster, Nuestra guerra, París, 1966; Manuel Tuñón de Lara, La España del siglo XX.

7. Véase Líster, Nuestra guerra, p. 9. " Quiero decir, sin embargo, que no es todo lo que podría decir sobre las cuestiones y hechos a que me refiero. Franco está aún en el poder y la lucha por poner fin a su dictadura continúa. Por eso es obligado dejar aún para más tarde el juicio más completo de algunos de los acontecimientos, y acerca de personas, a las cuales me refiero aquí, y sobre otras que ni menciono. "