Éditions Ruedo ibérico
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Introducción


Incluso sus mismos adversarios rinden homenaje al valor de los comunistas españoles quienes, hombres perseguidos que desde hace más de treinta años, sacrifican su libertad y a veces su vida por fidelidad a un ideal político. Y esa dignidad casi trágica de los republicanos en el exilio, sean o no comunistas, no suscita menos admiración y simpatía aunque estén matizadas por cierta incomprensión.

Sin embargo, estos sentimientos, propios a todos aquellos cuya experiencia política ha sido marcada por la guerra civil, o que, siendo más jóvenes, manifiestan ahora un interés casi afectivo por la vida política de España, no pueden justificar por sí solos la publicación de un libro consagrado a los comunistas españoles, y mucho menos proporcionar su materia. ¿Puede un libro de este tipo ser otra cosa que un martirologio, una especie de catálogo de lemas anticomunistas que el franquismo no ha dejado de utilizar para justificarse? ¿Es, al mismo tiempo, útil para conocer los mecanismos políticos, posible en cuanto a la documentación disponible, y oportuno, estudiar el comunismo español, no bajo un punto de vista histórico sino en su realidad actual?

A nuestro parecer se puede responder afirmativamente a este triple interrogante. No es necesario insistir mucho sobre el interés intrínseco de un estudio sobre organizaciones comunistas clandestinas. En efecto, el campo de investigación que ofrecen los grupos políticos clandestinos de todas tendencias, hasta ahora, ha sido especialmente descuidado por los politólogos, que se dedican casi exclusivamente al estudio de los partidos legales. Por otra parte, hasta ahora los especialistas del comunismo no se interesaron apenas sino por tres tipos de partido comunista: los grandes partidos de masas que funcionan legalmente en los países de democracia occidental (1); los partidos que ocupan el poder en los Estados socialistas; y los partidos del Tercer mundo (2). En contrapartida, los investigadores continúan ignorando otras categorías de partidos comunistas; esto es lo que pasa especialmente a los que tienen que enfrentarse con regímenes autoritarios de tendencia conservadora, a los partidos clandestinos, como tales, lo mismo que a los partidos de los países capitalistas medianamente desarrollados y poco más o menos próximos de la fase del "despegue económico".

He aquí la razón de ser de este estudio: el movimiento comunista español se halla en una situación que se caracteriza precisamente por la existencia simultánea de estos diversos rasgos. Además, no puede menos que poseer un interés suplementario de las investigaciones paralelas que se efectúan en el Centro de Estudios de Relaciones internacionales sobre los movimientos comunistas de Portugal, Turquía y Grecia.

Cabe preguntarse si es posible estudiar los grupos comunistas españoles a partir de la documentación disponible actualmente. Los estudios de partidos políticos son raros, incluso en los países de democracia a la occidental en los que su existencia no se ve amenazada ni faltan las fuentes de documentación. Pero estos estudios son más raros aún, cuando no totalmente inexistentes, en los países que no reconocen una existencia legal a los partidos. Tal es la situación en la España franquista en la que los partidos están prohibidos y donde el Movimiento que salió de la Falange pretende monopolizar la expresión de cierto pluralismo político.

Prácticamente, no existen monografías serias sobre los partidos políticos españoles, ya sea en su forma actual, ya en la forma legal que presentaban bajo la segunda República. A lo sumo, hay un buen estudio sobre la Falange (3) (esto es, sobre un movimiento político y una etapa de la historia de España más bien que sobre un partido) y diversas obras de propaganda procedentes de los mismos partidos o, al contrario, de fuentes próximas al gobierno (4). Del mismo modo, también pueden citarse, aunque no sea más que a título de información, algunas obras de carácter histórico referentes al anarquismo y a los partidos bajo la monarquía parlamentaria (5).

Al estudiar simultáneamente un movimiento político clandestino y un partido español, nuestro trabajo se orienta en dos direcciones apenas exploradas. La falta de estudios anteriores consagrados a los comunistas españoles, y los obstáculos que se oponen a la observación directa de agrupaciones políticas ilegales no podían menos de hacer surgir ciertas dificultades de documentación. Sin embargo, un trabajo previo de exploración general nos ha revelado que las posibilidades de información sobre el tema no eran del todo inexistentes y que, del mismo modo, los círculos comunistas españoles ofrecían materia abundante para justificar un estudio monográfico.

En conjunto, el balance de la documentación disponible es bastante positivo en lo que se refiere a los orígenes del PCE y al periodo de existencia legal, bajo la segunda República y durante la guerra civil (6). Lo mismo puede decirse, aunque con ciertas reservas, de los primeros años que siguieron a la victoria de la zona nacionalista, a propósito de los cuales se puede utilizar el testimonio, probablemente muy parcial, de los responsables disidentes del partido que lo abandonaron durante la guerra mundial o inmediatamente después de ésta (7).

Al contrario, las posibilidades de documentación son prácticamente inagotables en lo que se refiere a los temas del anticomunismo difundido por la propaganda oficial, la prensa y otros medios de información del régimen franquista, o por los movimientos de la oposición republicana no comunista. En este caso no hay más que seleccionar esta multitud de publicaciones aparecidas a partir de 1936.

Asimismo es posible conocer, de manera más o menos suficiente, los programas del PCE, e incluso de los movimientos disidentes, gracias a la prensa clandestina (8) y a colecciones de obras publicadas en Francia por editores vinculados al Partido Comunista de España o al Partido Comunista francés (9). Especialmente, las recientes obras de Santiago Carrillo dan numerosas precisiones en este terreno (10), así como, aunque de distinta forma, la investigación que Michel Adam ha consagrado a los temas de la oposición comunista en España entre 1945 y 1963 (11). En resumen, la única laguna importante para conocer la ideología y posiciones comunistas se debe al hecho de no haber sido publicadas integralmente las actas de los tres congresos del partido posteriores a la guerra, en 1953, 1960 y 1965. Las únicas fuentes disponibles, a este respecto, son los documentos fragmentarios aparecidos en Mundo Obrero y en algunas otras publicaciones clandestinas o editadas en el extranjero, y asimismo las obras de Santiago Carrillo, que acabamos de mencionar.

No cabe la menor duda de que las dificultades de información continúan siendo mucho mayores y a veces insuperables cuando se trata de captar la fuerza actual y la realidad concreta del PEC o de los partidos comunistas rivales. Por razones de seguridad y, quizá también, para dejar cundir ciertas sospechas sobre su importancia real, las publicaciones de estos partidos no dan prácticamente ninguna precisión sobre sus efectivos, el origen de sus militantes, su organización, la difusión de su prensa y consignas. Por otra parte, no se puede dar mucho crédito a las informaciones relativas a su influencia real en las huelgas, manifestaciones obreras o estudiantiles y otros actos de oposición al régimen actual; cada movimiento exagera todo lo posible su participación en estos acontecimientos, cuando no se atribuye todo el mérito. Por las mismas razones, sería peligroso fiarse demasiado de las informaciones de los diferentes órganos de la prensa clandestina sobre los conflictos y rivalidades que oponen el PCE a los movimientos disidentes "antirrevisionistas".

En este terreno hay que contar, por una parte, con las comparaciones, un tanto discutibles, hechas a partir de las raras informaciones publicadas por la prensa legal o clandestina española y por los diarios, revistas y algunas obras de origen extranjero (12). Por otra parte, hemos intentado completar y comparar los datos dispersos así obtenidos con las "impresiones" que podían sacarse de entrevistas con personas consideradas como informadas de la realidad, de la frecuentación de las reuniones de comunistas españoles en Francia, o incluso de la lectura de novelas que tratan de los comunistas aunque sólo sea incidentalmente.

Estos procedimientos son discutibles desde el punto de vista científico y multiplican las posibilidades de error y de falseamiento de la interpretación de los hechos. Asumimos este riesgo ya que nos parece imposible evitarlo en el estudio de un movimiento político clandestino. Pero, en resumidas cuentas, ¿es oportuno publicar hoy los resultados de tal investigación? ¿No se corre el riesgo con ello de presentar una realidad fugaz, dar demasiada importancia a la coyuntura, o a la imaginación literaria? ¿No existe el peligro de dar demasiadas precisiones sobre lo que se ha llegado a conocer y, por esto mismo, prestar una ayuda involuntaria a quienes persiguen a los comunistas españoles? En cuanto al primer punto cabe pensar efectivamente que la publicación de un estudio sobre el movimiento comunista español hubiera sido prematuro hace unos años, dado el inmovilismo que caracterizó largo tiempo la situación política de la España franquista. Durante todo el periodo transcurrido entre 1939 y 1960, aproximadamente, las apreciaciones sobre las oposiciones al régimen eran, en cierto modo, gratuitas a causa de la solidez del poder establecido y del débil eco que aquéllas suscitaban en la masa de la población.

Hoy las cosas ya son muy diferentes. El desarrollo económico del país, la aparición de la agitación obrera y estudiantil, la apertura, en España misma, de un debate casi público sobre el posfranquismo empiezan, en efecto, a modificar sensiblemente el juego político y a transformar -ciertamente de una forma muy tímida aún- la naturaleza del sistema de gobierno instaurado después de la guerra civil. Hasta tal punto que ya no es ilusorio preguntarse qué papel desempeñan los comunistas en este contexto en curso de transformación.

Por su parte, el peligro que podía suponer la eventualidad de algunas indiscreciones puede evitarse tomando ciertas precauciones referentes a la publicación y presentación de las informaciones reunidas. Cuando se trata de datos concretos sobre estructuras y personas, nuestra norma consiste en mencionar solamente los que hemos recogido de fuentes impresas o a multicopista, legales e ilegales, pero accesibles a todos los que se dediquen a un estudio sistemático de este tema. Al contrario, las raras informaciones verdaderamente inéditas recogidas en conversaciones, o por otros cauces, son reproducidas de forma suficientemente imprecisa para no traicionar ningún secreto por insignificante que parezca.

Una vez expuestas las circunstancias y razones que animaron la realización de este trabajo, tenemos que añadir algunas precisiones sobre su concepción y problemática. En general, los estudios consagrados a partidos políticos legales los enfocan sobre todo bajo su aspecto manifiesto, en su realidad humana y organización, en tanto que elementos más o menos integrados en un conjunto político nacional. Todo lo que se refiere a organización, efectivos, y propaganda y resultados electorales de estos partidos es particularmente privilegiado. Ahora bien, es totalmente inútil servirse de tales criterios a propósito de organizaciones clandestinas que no pueden manifestarse por medio de elecciones, cuya propaganda sólo puede circular a escondidas, y para las que una de las principales preocupaciones consiste en disimular lo más posible su realidad concreta.

Además, parece ser que el valor subjetivo de los partidos clandestinos, la imagen que la población se forma de ellos bajo la influencia de recuerdos o de propagandas opuestas, tienen tanta importancia, por lo menos, como su realidad material, más aún que en los partidos legales. La misma ideología y los programas, que sólo se pueden conocer sin dificultad desde el extranjero, son más imaginados que conocidos por la población a que van dirigidos.

El carácter clandestino del movimiento comunista español nos lleva a conceder una particular importancia a las funciones latentes que desempeña en el sistema franquista, más bien que a su papel manifiesto, que parece bastante insignificante. Sin embargo, el acento privilegiado que recae sobre el símbolo, positivo o negativo, representado por el comunismo en España, no debe llevarnos a descuidar el análisis de su organización, ideología, potencial humano y acción. Centrar demasiado nuestro trabajo sobre la imagen del comunismo nos llevaría tal vez a "descubrir el secreto de polichinela", intentando demostrar lo que es de sobra conocido, y no permitiría establecer una relación suficiente entre las representaciones y los objetos concretos que ellas reproducen en parte, o contradicen. En consecuencia, se mantiene el equilibrio entre el análisis global del tema del comunismo en España, y la referencia, lo más exacta posible, a las organizaciones que son sus portavoces. Partiendo de este principio, nuestra problemática se basa en dos series de hipótesis, unas referentes a la función global del comunismo y del anticomunismo en el Estado franquista, y las otras relacionadas con los problemas que se les plantean a las mismas organizaciones comunistas, estudiadas en tanto que conjuntos relativamente autónomos.

Aunque, en el primer momento, parezcan bastante contradictorias, las hipótesis que se sitúan en el plano del sistema político global tienden, según nuestra opinión, a completarse. La primera, desarrollada por Salvador de Madariaga (13), sostiene que la represión y la propaganda ejercidas por el régimen franquista refuerzan objetivamente el prestigio del comunismo: la prohibición de toda actividad política favorece los partidos más preparados para la acción clandestina, esto es, ante todo el PCE. Al mismo tiempo, la propaganda oficial, al atribuir al Partido Comunista, todos los actos de oposición, incluso aquellos de que no es responsable, y acusar de comunistas indistintamente a todos los que se oponen al régimen, aumenta su importancia. Salvador de Madariaga opina igualmente que, al desacostumbrar a los españoles a la información libre y a la participación política, el régimen los condiciona en el sentido de la aceptación pasiva de una "revelación venida de arriba", que es, según él, una de las características esenciales de las prácticas comunistas (14).

Pero, viceversa, se puede pensar que la exaltación de la amenaza comunista y la misma existencia de una organización comunista sirven al régimen al proporcionarle una justificación. La tesis del "complot rojo" (15) es la que se invoca con más frecuencia para legitimar la intervención de los jefes militares contra el gobierno legal en 1936. Del mismo modo, a partir de esta fecha, la propaganda del régimen jamás ha dejado de alegar la persistencia de un proyecto revolucionario comunista para justificar su carácter represivo y presentarse como el único baluarte eficaz contra la "subversión marxista" (16).

Es cierto que la acción y las actitudes de las dos partes adversas son más equívocas desde hace unos años, en función de la liberalización iniciada por el régimen en 1962, y de la aparición de una nueva oposición de extrema izquierda, con frecuencia animada por comunistas disidentes. No obstante, estos cambios parecen afectar más bien las relaciones entre el PCE y las otras organizaciones revolucionarias clandestinas que el equilibrio global de un régimen que, a pesar de ciertas mitigaciones, continúa siendo fiel a sus opciones autoritarias y anticomunistas.

A este respecto, las hipótesis que pueden formularse para el análisis interno del movimiento comunista español, aparentemente, no son menos contradictorias en apariencia que las formuladas a propósito de su inserción en el conjunto del sistema político. En efecto, en un sentido la tendencia, general de los partidos comunistas a convertirse en reductos culturales y sociales debía ser todavía más clara en los partidos clandestinos. La clandestinidad contribuye inevitablemente a establecer lazos particularmente sólidos entre militantes expuestos a los mismos peligros y que comparten los mismos valores, prácticamente ignorados por el resto de la población. Además, el exilio prolongado de un buen número de miembros del Partido Comunista de España, así como el ostracismo que practican con ellos la mayoría de los otros refugiados republicanos, debía igualmente aumentar su cohesión y su fidelidad a unos valores comunes y a una misma organización protectora.

Pero, al mismo tiempo, la constatación de múltiples puntos de fricción, que contribuyen a la fragmentación actual del PCE, corrobora la hipótesis contraria, que atribuye un poder de división a la situación de clandestinidad. En primer lugar, las tensiones crónicas que separan a los dirigentes emigrados y a los comunistas del interior, parecen confirmarla. Lo mismo sucede probablemente en lo que concierne a la división más reciente de estos últimos en fracciones más o menos antagonistas, que, en parte, tal vez se deban a la compartimentación y al verbalismo impuestos a toda organización ilegal.

En definitiva, el conjunto de hipótesis que acaban de presentarse se resumen en una idea sencilla: la clandestinidad produce efectos positivos en cuanto al prestigio del comunismo en España, por lo menos, en comparación con el de las otras fuerzas de oposición, pero, al mismo tiempo, lleva consigo consecuencias negativas en otros terrenos, especialmente en lo que concierne a la acción, la implantación efectiva y la unidad. La ambigüedad de esta proposición inicial demuestra de antemano hasta qué punto las conclusiones que se saquen de los razonamientos que siguen serán también discutibles y ambiguas. Todavía tenemos que hacer constar que los dos primeros capítulos consagrados a la historia del movimiento comunista en España, antes y después de la guerra civil, solamente aportan una información bruta, indispensable para la comprensión de las actitudes de los españoles comunistas y de los españoles en general, frente al comunismo, pero, a menudo, distante de la realidad actual. Esta será analizada esencialmente en los otros tres capítulos dedicados respectivamente a la organización comunista, a la imagen del comunismo en España y a las funciones políticas desempeñadas en el régimen franquista por el PCE y los grupos comunistas disidentes.

Añadamos, para matizar la distinción hecha aquí entre el Partido Comunista de España y las otras formaciones comunistas, que aquélla, en gran parte, no es sino una precaución de lenguaje un tanto convencional. De hecho, a continuación vamos a tratar particularmente del PCE (17) solo; y esto, no por ignorancia de los grupos rivales actuales -que entran igualmente en el campo de este estudio- sino porque el PCE "original" coincidió largo tiempo con la casi totalidad del movimiento comunista en España, porque aún conserva hoy una supremacía bastante neta sobre éste, y porque continúa representando al comunismo para la masa de los españoles.


NOTAS

1. Estudiados, por ejemplo, en el coloquio sobre los partidos comunistas francés e italiano organizado por la Fundación nacional de Ciencias políticas, el 1 y 2 de marzo de 1968.

2. Tema de un coloquio organizado en mayor de 1968 por el Centro de Estudios de Relaciones internacionales de la Fundación nacional de Ciencias políticas de París.

3. Payne, S.G.: Falange, Historia del fascismo español. París, Ruedo ibérico, 1965,

4. Tales como la historia oficial del partido publicada por el PCE (Historia del Partido Comunista de España (versión abreviada), La Habana, Editora política 1964 285 p.) o el requisitorio anticomunista lanzado por E. Comín Colomer (Historia del Partido Comunista de España, primera etapa, Madrid, Editora nacional, 1967, 2 vol., XVI-653, 765 p.).

5. Véase a este respecto G. Fernández de la Mora: "La estasiologia en España", Revista de Estudios Políticos, 116, marzo-abril de 1961, p. 5-48. Hay que señalar igualmente un breve pero excelente estudio de conjunto de los partidos españoles debido a J.J. Linz: "The Party System of Spain: Past and Future" p. 197-282 en S.M. Lipset S. Rokkan, ed.: Party System and Voter Alignments, New York, The Freepress, 1967. Véase también C.M. Lorenzo: Les anarchistes espagnols et le pouvoir, París, Seuil, 1961, 431 p., J. Becarud, G. Lapouge: Anarchistes d'Espagne, París, André Balland, 1970, 164 p.

6. A este respecto hay que citar especialmente el libro de D.T. Cattell: Communism and the Spanish Civil War, Berkeley, Los Angeles, University of California Press, 1955, XII-290 p. La historia oficial del PCE y la "contrahistoria" publicada en Madrid por E. Comín Colomer proporcionan igualmente numerosas informaciones sobre este periodo. Además, la mayor parte de las numerosísimas obras sobre la guerra civil reservan un espacio importante al estudio del PCE.

7. Véase, en particular: E. Castro Delgado: J'ai perdu la foi á Moscou, Gallimard, 1950, 352 p.; "El Campesino" (V. González): La vie et la mort en URSS (1939-1949), París, Les Iles d'Or, Plon, 1950, 222 p.; J. Hernández: La grande trahison. París, Fasquelle, 1953, 255 p.

8. El bimensual Mundo Obrero, órgano oficial del PCE, aparece regularmente. El PCE también publica las revistas Nuestra Bandera y Realidad así como diversos periódicos especializados. Los dos partidos "prochinos", publican Mundo Obrero (ML), Vanguardia Obrera y una revista teórica titulada Revolución Española.

9. Particularmente por las Editions Sociales, y en la Colección Ebro.

10. Véase la bibliografía general.

11. M. Adam: Etude sur les thèmes de 1'opposition communiste en Espagne de 1945 á 1963, París 1965, 353 p. a multicopista (Memoria DES, Ciencia política).

12. La fuente más precisa a este respecto es: "Spain", p. 144-148 en Yearbook on International Communist Affairs 1966, Stanford University Press, Stanford, 1967.

13. S. de Madariaga: Spain. A Modern History, New York, F.A. Praeger, 1968, 630 p.

14. Esta tesis se refiere al periodo transcurrido hasta 1958.

15. Véase a propósito del "complot comunista" B. Bolloten: The Grand Camouflage, Londres, Pall Mall Press, 1960, XII-350 p. Como todos los regímenes de inspiración fascista, el franquismo se presentó primero como "un anticomunismo" (la expresión está tomada de Maurice Duverger en Institutions politiques et droit constitutionnel, 10ª edición. París, Presses Universitaires de France, 1968, p. 379).

16. Max Gallo, en su Historia de la España franquista, menciona en cada capítulo declaraciones oficiales referentes a tal "complot".

17. Dividido, desde septiembre de 1970, entre las dos tendencias dirigidas por Santiago Carrillo y Enrique Líster.