Éditions Ruedo ibérico
ERi > Libros > Escritos sobre España > Textos

ESCRITOS SOBRE ESPAÑA


Autor: Trotski, León.
Editor: "Ruedo Ibérico".
Lugar y fecha: París, 1971.
Páginas: VIII + 302, de 22 X 13,5 cm.


CONTENIDO

Recoge el libro del que nos ocupamos una amplia selección de los textos más importantes que León Trotski dedicó al análisis de los acontecimientos políticos en España desde 1930 a 1939, junto con el relato autobiográfico Mis peripecias en España, referido al período noviembre-diciembre de 1916 en que, expulsado de Francia y habiéndose negado Inglaterra, Italia y Suiza a darle asilo, fue puesto en la frontera española por las autoridades francesas.

La parte de escritos políticos puede subdividirse en dos grandes grupos: los del periodo 1930-1936 y los referentes a la guerra civil.


1. Escritos del período 1930-1936.

Para mayor facilidad los agruparemos en varios apartados, siguiendo el orden establecido por los editores:

a) "Carta a la redacción de 'Contra la corriente'" (primer periódico de la oposición comunista española editado en Lieja por un grupo de emigrados), publicada el 13 de junio de 1930, analiza en ella los efectos de la caída de Primo de Rivera y apunta direcciones a seguir que serán desarrolladas con mayor extensión en escritos posteriores.

b) "La revolución española y la táctica de los comunistas" (24 de enero 1931), análisis de la situación española de aquellos momentos remontándose a los orígenes. En líneas generales, su argumentación es la siguiente:

España pertenece al grupo de los países más atrasados de Europa, pero su retraso tiene un carácter peculiar determinado por su gran pasado histórico, con períodos de gran florecimiento, de superioridad sobre el resto de Europa y de dominio sobre América del Sur. El descubrimiento de América, que en un principio la fortaleció y enriqueció, se volvió contra ella. A partir de la segunda mitad del siglo XVI, la decadencia de España es evidente. Tras la destrucción de la Armada Invencible, esta decadencia toma un carácter oficial. Es el advenimiento de ese estado de la España feudal-burguesa que Marx calificó de "putrefacción lenta e ingloriosa". El estancamiento económico debilitó las tendencias centralistas inherentes al capitalismo y descompuso el viejo sistema de clases dominantes, sin permitir que se formara la nueva sociedad burguesa. La monarquía española se formó en las condiciones creadas por la decadencia del país y la putrefacción de las clases dominantes. La preponderancia de las tendencias centrífugas privó de base al parlamentarismo español. La monarquía era doblemente indispensable a las clases dominantes, desunidas y descentralizadas, incapaces de dirigir el país en su propio nombre. Y esa monarquía era suficientemente fuerte para imponer su voluntad al país. En suma, el sistema estatal español puede ser calificado de absolutismo degenerativo limitado por pronunciamientos periódicos.

Tras la guerra con Napoleón surgió en España una nueva fuerza: la oficialidad metida en política. En el país del particularismo y del separatismo, el ejército ha adquirido por la fuerza de las cosas una importancia enorme como fuerza de centralización y se ha convertido no sólo en el punto de apoyo de la monarquía, sino también en el conductor del descontento de todas las fracciones de las clases dominantes y, ante todo, de su propia clase. Las contradicciones en el ejército corresponden ordinariamente a las distintas armas: cuanto más calificada es ésta más aptos son sus oficiales y soldados para asimilar, las ideas revolucionarias.

Aunque el país ha seguido marchando a la cola de Europa, durante las últimas décadas y sobre todo en los años de la guerra mundial se desarrolló una industria nacional, extractiva de una parte, ligera de otra, que creó una nueva correlación de fuerzas. Pero los éxitos de la industrialización no atenuaron lo más mínimo las contradicciones internas. La burguesía española no pudo desempeñar el papel histórico que en otro tiempo correspondió a la burguesía británica o a la francesa. El desarrollo industrial reforzó al proletariado; la cuestión (en 1931) se reduce a saber si éste es capaz de tomar en sus manos la dirección de la vida nacional. La experiencia histórica de Rusia ha mostrado el peso específico del proletariado, unido por la gran industria, en un país con una agricultura atrasada y presa en las redes de unas relaciones semifeudales.

En las circunstancias de enero de 1931, en plena descomposición de la monarquía, la divisa oficial de lucha debe ser la república, pero para el proletariado "no se trata de sustituir al rey por un presidente, sino de un baldeo radical de toda la sociedad, destinado a limpiarla de las inmundicias del feudalismo". En este sentido, la cuestión agraria ocupa un lugar preeminente. Para arrancar a los campesinos del localismo y de las influencias reaccionarias, el proletariado tiene necesidad de un programa democrático-revolucionario claro, cuyas líneas maestras serían: confiscación de las grandes propiedades agrarias; separación del Estado y la Iglesia, cediendo las riquezas de ésta al pueblo; las tendencias separatistas plantean a la revolución el objetivo democrático de la libre determinación nacional llevado a sus últimas consecuencias: derecho de catalanes y vascos a organizar su vida en Estado independiente en el caso en que la mayoría de su población se pronuncie por la separación completa, pero los obreros no deben empujar a catalanes y vascos en esta dirección; la unidad económica del país, con una amplia autonomía de las nacionalidades, ofrecería grandes ventajas a obreros y campesinos.

¿Puede esperarse que la revolución española saltará por encima del período del parlamentarismo? Es poco probable, aunque teóricamente no está excluido. Por el momento, la táctica debe centrarse en el boicot a las Cortes ficticias de Berenguer, oponiendo a las mismas la consigna de Cortes Constituyentes revolucionarias, exigiendo un programa radical de legislación social, nacionalización de los ferrocarriles, la Banca, etc. "Cuanto más valerosa, decidida e implacablemente luche la vanguardia proletaria por las consignas democráticas más pronto se apoderará de las masas y privará de base a los republicanos burgueses y a los socialistas reformistas... y más rápidamente la república democrática se identificará en la conciencia de las masas con la república obrera". En este sentido, tiene especial relevancia la creación de juntas obreras y campesinas. En la situación actual del proletariado, la organización de juntas supone la participación en las mismas de los caudillos de la lucha huelguística, comunistas, anarcosindicalistas, socialdemócratas y sin partido. Para llevar a cabo eficazmente estas tareas son necesarias tres condiciones: el partido, el partido y el partido. Este debe ser único y centralizado. Los comunistas opondrán la divisa del frente único de los obreros a la práctica de la coalición de los socialistas y parte de los sindicalistas con la burguesía. Sólo el frente único revolucionario hará que el proletariado inspire la confianza necesaria a las masas oprimidas de la ciudad y del campo.

A continuación siguen una breve carta (12-IV-1931) a la redacción de la revista "Comunismo" (revista teórica de los comunistas españoles) y, mucho más importante, "Los diez mandamientos del comunista español" (15-IV-31), donde, con motivo del cambio republicano, transforma en consignas concretas las líneas generales trazadas hasta entonces para preparar la segunda revolución, la revolución proletaria. Finalmente, en una "Carta al Buró del Partido Comunista de la URSS" (12-VI-1931), aboga por un frente único en la arena de la revolución española, ya que si la debilidad y la dispersión de los comunistas continuase se "desembocaría casi automáticamente en la instauración de un régimen 'verdaderamente' fascista, al estilo de Mussolini".

c) "La revolución española y sus peligros", contiene dos artículos y dos cartas escritos entre el 28 de mayo de 1931 y el 20 de septiembre de 1932.

El primero de los artículos y el más relevante de este grupo, "Los dirigentes de la Internacional Comunista ante los acontecimientos de España", comienza por una advertencia contra el peligro que, junto a los que tienen su origen en las clases dominantes, amenaza a la revolución española: la dirección errónea de la Internacional Comunista, tal y como lo muestra la experiencia de la revolución china de 1925-1927. Frente a las consignas incendiarias y vacías de Pravda que propone agrupar a los obreros "para el desarme de la reacción, para el armamento del proletariado, para la constitución de los comités de fábrica...", pero que no hace ni una sola alusión a las elecciones a las Constituyentes, Trotski aconseja la "participación activísima en las elecciones", ya que "oponer la consigna de armamento de los obreros a los procesos políticos reales que arrastran vigorosamente a las masas significa aislarse de estas últimas y aislar a éstas de las armas". Durante algún tiempo todas las cuestiones de la revolución española aparecerán a través del prisma del parlamentarismo; la tribuna de las Cortes es, por tanto, necesaria para mantener el contacto con las masas. El objetivo inmediato sigue siendo la creación de juntas obreras, pero sería absurdo oponer las juntas a las consignas de la democracia". Hay todos los motivos para creer que la ignominiosa política del socialismo en el poder y la desoriención lamentable del anarcosindicalismo impulsarán cada vez más a los obreros hacia el comunismo y que el partido -a condición de que tenga una política justa- dispondrá de tiempo suficiente para prepararse y conducir al proletariado a la victoria".

Una carta de 12 de junio de 1931 nos muestra la reacción de Trotski ante la declaración del "Bloque obrero y campesino", dirigido e inspirado por Joaquin Maurín; tras una serie de objeciones, llega a la conclusión de que el documento representa un puro "Kuomintanguismo" (política de Kuomintang chino de Chiang-Kai-Shek) transportado al terreno español.

La aparición del semanario "El Soviet", dirigido por Andrés Nin, da lugar a una nueva carta de Trotski; para él "la importancia del semanario consiste en que sitúa a la oposición de izquierda española frente a todos los acontecimientos corrientes y la obliga a dar sobre ellos una respuesta militante inmediata. Con la creación del semanario, la oposición española sube un escalón".

En "Los kornilovistas y los estalinistas españoles" (articulo fechado en Prinkipo el 20 de septiembre de 1932, dato que posiblemente por descuido omite la edición de que nos ocupamos) critica las posiciones del partido comunista español oficial y, sobre todo, la dirección de la diplomacia estalinista, "el obstáculo interno más importante con que la revolución proletaria tropieza en su camino".

d) "La revolución española al día" recoge una serie de cartas escritas entre el 25 de mayo de 1930 y el 2 de julio de 1931 dirigidas, como especifica la nota de los editores, al Secretariado Internacional, a Andrés Nin, a Juan Andrade y a Francisco García Lavid. En ellas analiza hechos concretos: crisis de la monarquía, dimisión de Berenguer, necesidad de creación de juntas obreras, paralelismos y diferencias entre el régimen de febrero de 1917 en Rusia y el régimen republicano en España, análisis de los resultados de las elecciones, críticas de los anarcosindicalistas, especialmente de Pestaña, "ese miserable pope laico", de la política de Maurín, "mezcla de prejuicios pequeño burgueses, de ignorancia, de ciencia provinciana y de cuquería política".

Los "Fragmentos de cartas de León Trotskí a Andrés Nin", publicados en 1933 con un breve prefacio de Trotski en el "Boletín Internacional de la Oposición de Izquierda", muestran las divergencias que desde 1930 habían existido entre Nin y él, especialmente respecto a la colaboración del primero con la Federación Catalana, de Maurín. Divergencias que se acentúan en la "Carta sobre los dirigentes de la Sección Española de la Oposición de Izquierdas" (diciembre de 1933) al tomar Nin partido a favor de Rosmer y Landau en la crisis interna de la Oposición Internacional.

Finalmente, "La política del Partido Obrero de Unificación Maxista español" (22-1-1936), "Resolución del Secretariado Internacional sobre la sección española de la Liga Comunista Internacional" (15-II-1936) y "Qué deben hacer los bolcheviques-leninistas en España. Carta a un amigo español" (12-IV-1936) muestran la reacción de Trotskí ante la firma por el P.O.U.M. del programa común del Frente Popular caracterizada como "una traición al Proletariado en provecho de una alianza con la burguesía".


II. Escritos referentes a la guerra civil.

Igual que en los escritos del periodo precedente nos encontramos en éstos con una parte en que predomina el análisis de los acontecimientos concretos y las recomendaciones tácticas, y otra dedicada al análisis de los aspectos teóricos.

Dentro del primer grupo tenemos los siguientes escritos: "El P.O.U.M. y los anarquistas en la revolución española", "Carta al Secretariado Internacional", "La posición de Trotski sobre la guerra civil española. Debates de la Comisión Dewey, octava y novena sesiones", "Observaciones sobre la insurrección" y "La verificación de las ideas y de los individuos a través de la revolución española", dedicados a los acontecimientos de mayo de 1937 en Barcelona, y "La tragedia de España. La caída de Barcelona".

La parte teórica la comprenden: "Los ultraizquierdistas en general y los incurables en particular" (28-IX-37) -consideraciones para "transformar esta revolución híbrida, confusa, medio ciega y medio sorda, en revolución socialista"- "Lección de España. Ultima advertencia" y "Clase, partido y dirección. ¿Por qué el proletariado español ha sido vencido? 1939".

Los dos últimos merecen un análisis más detallado. El primero (XII-1937) nos ofrece un análisis de las fuerzas y las doctrinas en presencia dentro del campo republicano. Para Trotski se han enfrentado tres concepciones: el menchevismo, el bolchevismo y el anarquismo. Los jefes del anarcosindicalismo español han hecho lo posible por desautorizar su propia doctrina, reduciendo prácticamente a cero su importancia; de hecho, el enfrentamiento se ha reducido al de dos doctrinas: el bolchevismo y el menchevismo. Según ésta, representada por los socialistas y los estalinistas, la revolución sólo debía resolver tareas democráticas, de donde se desprendía la necesidad de formar un frente único con la burguesía democrática. El punto de vista bolchevique, expresado de forma cabal sólo por la joven sección de la IV Internacional, se desprende de la teoría de la revolución permanente, es decir, hasta las tareas puramente democráticas, como la liquidación del latifundismo semifeudal, no pueden ser resueltas sin la conquista del poder por el proletariado. Solamente se puede hacer del campesino un poderoso baluarte contra el fascismo subvirtiendo las relaciones sociales en el campo. El partido del proletariado se hallaba en la necesidad de escoger: o con las masas campesinas o con la burguesía liberal; incluir en una misma coalición a ambos sólo podía tener un objetivo: ayudar a la burguesía a engañar a los campesinos y a aislar a los obreros.

La guerra civil en la que la eficacia exclusiva de la violencia no basta, exige de sus participantes una devoción suprema. Los obreros y los campesinos sólo son capaces de asegurar la victoria en el caso en que luchen por su propia emancipación. En esas condiciones, someterlos a la dirección de la burguesía equivale a asegurar por adelantado la derrota de la guerra civil. Por otra parte, el lugar de la burguesía "ha sido ocupado por su sombra". A través de los estalinistas, socialistas y anarquistas, la burguesía española se ha impuesto al proletariado sin siquiera tomar la molestia de participar en el Frente Popular; la aplastante mayoría de los explotadores de todos los matices se habían pasado al campo de Franco. Habiendo dejado de representar a la burguesía, los republicanos de izquierdas representaban aún menos a los obreros y campesinos, no representaban nada sino a ellos mismos. Sin embargo, gracias a sus aliados socialistas, estalinistas y anarquistas han desempeñado un papel decisivo. Su tarea consistía en detener la revolución y recobrar la confianza de los explotadores, ¿para qué Franco si nosotros los republicanos podemos hacer lo mismo? En este punto capital los problemas de Azaña y Companys coincidían con los de Stalin, que necesitaba ganar la confianza de la burguesía inglesa y francesa para su política de Frentes Populares.

¿Por qué el partido comunista español, insignificante por su numero, ha sido capaz de concentrar en sus manos los puestos de mando?. La explicación de que fue a cambio de las armas soviéticas es superficial. A cambio de las armas Moscú ha recibido el oro español. En el fondo, Companys, Largo Caballero y Negrín fueron accediendo a las exigencias de Moscú porque querían mantener la revolución dentro del marco burgués. Para mayor comodidad, socialistas y anarquistas podían justificar su traición al proletariado pretextando la necesidad de un acuerdo militar con Stalin. Por su parte, éste justificaba su política contrarrevolucionaria por la necesidad de un acuerdo con la burguesía republicana. Por desgracia para la revolución entre el puñado de bolcheviques y el proletariado revolucionario se levantaba el tabique contrarrevolucionario.

Los anarquistas no han hecho sino oscilar del bolchevismo al menchevismo; los obreros anarquistas tendían instintivamente a encontrar una salida en la vía bolchevique (así el 19 de julio de 1936 y en mayo de 1937), mientras sus jefes empujaban a las masas hacia el campo del régimen burgués.

Algo parecido ocurría con el P.O.U.M.; si en teoría ha defendido la fórmula de la revolución permanente, en la práctica se abstuvo de organizar sus propias células en la CNT y no realizó ningún trabajo en el ejército republicano, sino que edificó sus propios sindicatos y sus propias milicias. Al aislar a la vanguardia revolucionaria de la clase, debilitaba a la vanguardia y dejaba a las masas sin dirección. Si el P.O.U.M. ha sido víctima de una represión sangrienta, ha sido porque el Frente Popular solamente podía cumplir su misión de ahogar la revolución destrozando su propio flanco izquierdo. Si al frente de la España republicana "se hubieran encontrado los revolucionarios y no los agentes poltrones de la burguesía, el problema del armamento nunca hubiera jugado un papel preponderante. El ejército de Franco, incluso los rífeños coloniales y los soldados de Mussolini, no estaban inmunizados contra el contagio revolucionario. Rodeados por todas partes por el incendio de la revolución socialista, los soldados fascistas hubieran quedado reducidos a una cantidad insignificante".

A continuación Trotski señala las doce condiciones de la victoria que de hecho pueden sintetizarse en una: guerra y revolución socialista al mismo tiempo.

El segundo de los artículos a que nos hemos referido figuraba en forma de borrador inacabado en los archivos de Trotski y fue publicado por la revista "Fourth International" en diciembre de 1940. En él Trotski se pronuncia contra la interpretación aparecida en la revista "Que faire?" sobre la derrota de la revolución española, según la cual la inmadurez de la clase obrera y la falta de independencia del campesinado les han hecho seguir la falsa política del partido comunista. Por el contrario, para Trotski este proletariado "inmaduro" fundó sus propios órganos de poder, se incautó de las empresas, intentó regular la producción... Desde el principio, la revolución española ha mostrado mucho más claramente su carácter proletario que la revolución de 1917 en Rusia. Por otra parte, ¿desde cuándo el campesinado ha tenido una capacidad revolucionaria independiente? El campesinado puede desempeñar un gran papel en la revolución, pero solamente un papel militar. La falsificación histórica de la revista "Que faire?" consiste en que la responsabilidad de la derrota de las masas españolas es atribuida a las masas obreras y no a los partidos que paralizaron o aplastaron pura y simplemente el movimiento revolucionario de las masas. El proletariado español ha caído víctima de una coalición compuesta por los imperialistas, los republicanos españoles, los socialistas, los anarquistas, los estalinistas, y en el ala izquierda por el P.O.U.M.; en definitiva, por la política del Frente Popular.

Finalmente, como indicábamos al principio, el libro termina con el relato autobiográfico "Mis peripecias en España", de un valor puramente anecdótico y que, por otra parte, acaba de ser publicado en España por Akal. La edición de "Ruedo Ibérico" incluye además quince cartas de Trotski escritas desde España en aquellos días, cuya copia apareció en la Prefectura de Policía de París.


JUICIO

Es de sobra conocida la escasa aportación española al pensamiento marxista. Como acertadamente señalaba Araquistáin: "Los españoles no hemos aportado nada original al tema del socialismo moderno. Hay algunos buenos folletos de divulgación de Pablo Iglesias, del doctor Jaime Vera y otros, un discurso académico de Julián Besteiro..., un amable libro de Fernando de los Ríos..., y no sé si involuntariamente omito algo que valga la pena recordar. Algunos amigos y yo "marxistizamos" un poco en la revista "Leviatán" durante dos o tres años de la república, pero sin entrar a fondo en el tema, y más bien con propósito de vulgarización. En suma, repito: de verdaderamente original, nada". En este sentido es indudable el interés de los escritos sobre España de uno de los más caracterizados revolucionarios del siglo XX, y sobre todo si tenemos en cuenta que el propio Trotski debió atribuirles importancia al haber incluido tres de ellos ("La revolución española y la táctica de los comunistas", "La revolución española y sus peligros" y "La revolución española al día") como apéndice a la edición francesa de una de sus obras más importantes: "La revolución permanente".

Una parte de los "Escritos sobre España" incluidos en esta antología de "Ruedo Ibérico" había sido publicada ya en España. Así el artículo "La revolución española y la táctica de los comunistas" aparece por primera vez como folleto en marzo de 1931 con una curiosa advertencia preliminar: "Creemos de grande y apremiante interés ofrecer al pueblo español y a las juventudes de izquierda una versión de esta especie de informe de León Trotski sobre el planteamiento del problema revolucionario en España y las fuerzas y factores con que cuenta en nuestro país la revolución. Tenemos que advertir al lector que en esta versión nuestra prescindimos de ciertas alusiones polémicas del autor contra lo que podríamos llamar política comunista "oficial", por entender que ante el público estas cuestiones de orden interior deben pasar a segundo plano". Dos años más tarde Editorial Fénix publicaba bajo el título "La revolución española" el artículo antes citado (esta vez en versión completa) junto con "La revolución española v sus peligros" y "Mis peripecias en España" precedidos de una introducción de Juan Andrade. Sin embargo, éstos y otros precedentes no disminuyen el mérito de esta edición a cargo de Juan Andrade y José Martínez al recoger por primera vez en castellano, de forma sistemática, la parte más importante de la producción de Trotski sobre España, acompañada de breves notas explicativas, algunas de sobra conocidas para el lector español al referirse a personajes de primera fila de la política de la época, otras de gran utilidad al aludir a personas, organizaciones, revistas, etc., conocidas sólo por el especialista. El trabajo de Andrade y Martínez es doblemente importante, pues como señala Broué: "los biógrafos de Trotski -y especialmente Isaac Deutscher- pasan muy rápidamente sobre la guerra de España, el papel que intentó asumir Trotski, y el lugar que otorgó a esta guerra en su pensamiento y su acción. Esta omisión no se debe realmente a un azar. Para Isaac Deutscher, en efecto, la lucha de Trotski, para construir la IV Internacional, fue un error considerable, ya que el objetivo era utópico".

En cuanto al contenido de los análisis de Trotskí sobre España destaca su clarividencia -poco común en alguien que seguía los acontecimientos españoles desde lejos y en medio de una agitada existencia- al juzgar muchos de los problemas políticos en los que se debatía el país durante aquellos años, aunque a veces fuerce el paralelismo con la revolución soviética y sus apreciaciones vayan cargadas de una fuerte dosis de los que Nicolass Krasso ha llamado el "sociologismo", de Trotski; es decir, la presentación de las masas populares como las fuerzas dominantes de la sociedad, sin que las organizaciones políticasy las instituciones intervengan como niveles necesarios y permanentes de la formación social.


In Boletin de Orientación Bibliográfica nº 107-108, julio-agosto 1975, pp. 21-28