Tres concepciones se han afrontado con fuerzas desiguales en el campo llamado republicano: el menchevismo, el bolchevismo y el anarquismo. En lo que respecta a los partidos republicanos burgueses, no han tenido ni ideas ni importancia política independientes, limitándose a mantenerse a expensas de los reformistas y de los anarquistas. Por otra parte, no sería en forma alguna exagerado decir que los jefes del anarcosindicalismo español han hecho todo lo posible por desautorizar su propia doctrina, reduciendo prácticamente a cero su importancia. De hecho, dos doctrinas se han afrontado en el campo republicano: el bolchevismo y el menchevismo.
Según la concepción de los socialistas y de los estalinistas, es decir, de los mencheviques de la primera y de la segunda hornada, la revolución española debía resolver sólo tareas democráticas, de donde se desprendía la necesidad de hacer un frente único con la burguesía "democrática". Desde este punto de vista, todo intento del proletariado por salirse de los limites de la democracia burguesa era, no solamente prematuro, sino también funesto. Además, no era la revolución lo que estaba en el orden del día, sino la lucha contra Franco. El fascismo es la reacción burguesa y no feudal: una noción que el menchevismo, ramificación del pensamiento burgués, no quiere ni puede hacer suya es que contra esta reacción burguesa, sólo se puede luchar con éxito con las fuerzas y los métodos de la revolución proletaria.
El punto de vista bolchevique, expresado en forma cabal sólo por la joven sección de la IV Internacional, se desprende de la teoría de la revolución permanente, es decir que, hasta las tareas puramente democráticas, como la liquidación del latifundio semifeudal, no pueden ser resueltas sin la conquista del poder por el proletariado; a su vez, esto pone la revolución socialista en el orden del día.
Texto de la solapa de la edición de Ruedo ibérico de Escritos sobre España