Intentar juzgar a Manuel Fraga por muertes como las de los obreros de Gasteiz, las de Montejurra u otras atrocidades del franquismo y los años posteriores supone no solo pretender juzgar a la dictadura, sino también juzgar toda la reforma y a sus protagonistas.
Iñaki Iriondo, Gara, 17.1.2012
El actual presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, aseguró ayer que «todos sentimos mucho la muerte de Manuel Fraga, y ahí está ya en la historia de España, como uno de los grandes del pasado siglo y de este en el que estamos». Palabras que recuerdan a las que el propio Fraga dedicó a otro «grande». El día de la muerte de Francisco Franco, su exministro afirmó que el dictador fue «un gran hombre», «el mayor y más representativo de los españoles del siglo XX» y «uno de los mayores gobernantes que hemos tenido en nuestra historia». La similitud de las comparaciones no es una casualidad sino un hilo conductor.
Como no es casualidad que Rajoy alabe, entre otras facetas de Fraga, «al joven ministro de Información y Turismo que, en tiempos difíciles, consiguió proyectar al mundo la imagen de una España que despertaba poco a poco a la modernidad». Con «tiempos difíciles» el presidente del Gobierno español se refiere a una dictadura criminal y a movimientos que surgieron en toda Europa para protestar por esa criminalidad. Y si Rajoy no pronuncia la palabra dictadura, será quizá porque comparte, como dijo Fraga 28 de junio de 1962 ante el Consejo de Europa, que bajo la bota de Franco en España regía una «democracia institucional» con «algunas libertades políticas limitadas pero no abolidas».
«Spain is different»
La misión de propagandista del régimen en el exterior, en su versión turística, se sintetizó en el lema «Spain is different», que también resume el futuro del propio Manuel Fraga. Porque «España es diferente» se pudo consentir que un ministro de la dictadura que nunca rompió con ella, un gobernante que en 1976 sostuvo que matar obreros en una huelga en Gasteiz era «una gran lección para todo el país en los próximos meses», pudiera poco tiempo después participar en la redacción de una constitución que se pretendía democrática.
En los seis meses que estuvo al frente del Ministerio de la Gobernación, las FSE mataron a quince personas. Se lamenta la Asociación de Víctimas del 3 de Marzo de que haya muerto sin responder ante los tribunales de esas y otras muchas muertes. Pero ocurre que intentar juzgar a Manuel Fraga por esos hechos es no solo pretender juzgar a la dictadura franquista, sino también juzgar toda la reforma y a sus protagonistas.
En Argentina se ha abierto una tenue luz en esa dirección, porque hace tiempo que en el Estado español se renunció a ello. La «modélica transición española» se sustentó sobre una Ley de Amnistía que, en realidad, constituyó también una Ley de Punto Final para «los delitos cometidos por los funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas». Ningún franquista fue a la cárcel por sus actos y ninguno tuvo nunca que devolver ni el poder ni las fortunas que amasó durante la dictadura, poder y fortunas que en muchos casos fueron conseguidos robando y expoliando a los vencidos.
Y, sin embargo, como «Spain is different» -aunque le encanta dar lecciones a otros estados-, ahora nos encontramos con que Alfredo Pérez Rubalcaba, exvicepresidente del Gobierno y precandidato a liderar el PSOE, asegura que Manuel Fraga «fue un servidor público impecable». ¿Cuándo? ¿Cuándo según el documento clasificado con número F 2428 -del que en su día dio información el periodista José Félix Azurmendi-, siendo ministro de Gobernación, financió a los carlistas ultraderechistas que mataron a dos personas en Montejurra en 1976? Gregorio Peces Barba, también del PSOE, lo define como «un hombre muy institucional». Tan institucional que cuando le preguntaron sobre las acciones del GAL en 1985 defendió que «contra ETA hay que llegar al límite de los límites». Quizá en eso coincidió con la generación de Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba y Gregorio Peces Barba. Al parecer, tenían el mismo «sentido de Estado».
Sin perdón
La vida de Manuel Fraga fue larga y todo el mundo puede tener derecho a cambiar de opinión y adaptarse a los tiempos, pero más cuestionable es que quien gobierna en una dictadura pueda luego seguir haciéndolo sin rendir cuentas de sus actuaciones anteriores.
El director de «Egin», Xabier Salutregi, y su subdirectora, Teresa Toda, están en la cárcel, como otros cientos de presos políticos vascos. Para optar a sus derechos penitenciarios se les exige que pidan perdón y muestren el deseo expreso de reparar a las víctimas, según explicó el actual ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que ayer aseguró que «si de alguien hemos podido aprender lo que significa servir al Estado y a los españoles, el mejor referente es la persona de Manuel Fraga».
No se sabe quiénes son las víctimas de Salutregi y Toda, pero sí hay nombres de las muchas de Manuel Fraga, ¿cuándo les pidió perdón? ¿Cuándo tuvo ánimo de reparar el dolor causado?
Manuel Fraga Iribarne murió anteayer a los 89 años de edad. Visto lo visto y, emulando al teatral capitán Diego Acuña de Carvajal, tendría perfecto derecho a que en un hipotético epitafio político quedara grabado aquello de «¡España y yo somos así, señora…!»
Fuente:http://gara.net/paperezkoa/20120117/315878/es/La-transicion-espanola-es-el