El ex coordinador de IU y ex secretario general del PCE, ponente de la Conferencia Republicana que hoy celebra el PCE, defiende un nuevo «proceso constituyente»
Juanma Romero, Público, 27.11.2010
Es un “antisistema”. Un dirigente “clásico” que ama la palabra y desdeña el “maridaje perverso de política y medios de comunicación”, que reduce el debate al show, “a las candilejas”.
Julio Anguita González (Málaga, 1941), ex líder de Izquierda Unida (1989-2000) y del Partido Comunista de España (1988-1998), diserta sobre su “desencanto” de la política y sus ganas de cambiarla en torno a los posos de un café en la cervecería Cruz Verde de Córdoba, para luego trasladar la charla unos metros más allá, a su casa, a su estudio poblado de libros y frente a su ordenador. Cae la noche en la ciudad. Son las horas en las que concentra su trabajo, después de su sesión diaria en el gimnasio (hace natación), la compra, la partida de dominó, la siesta. Escribe artículos, participa en debates en televisión y prepara dos libros. Uno sobre IU. Otro sobre la Tercera República, el tema que le ha devuelto a la actualidad. El secretario general del PCE, José Luis Centella, le encargó que dirigiese la ponencia de la Conferencia Republicana. Lo hizo. Y hoy sábado se discutirá su texto en Madrid.
En estos años, Anguita apenas ha cambiado. Físicamente, sigue ágil. Y en su mensaje político emerge sin tapujos su teoría de las dos orillas, aquella con la que imprimió la línea de IU en los noventa, en plena debacle del socialismo y que, a la postre, llevaría a la federación a una terrible derrota en 1999 y en 2000 –ya con Francisco Frutos de candidato–, cuando cayó de 21 diputados a sólo ocho. Ahora se encuentra embarcado en su proyecto de República, la única valla que podría parar esta «obra sin sentido de la política actual, con las instituciones deshilachadas» y una sociedad «anómica». Hay que acabar con la «trinidad del capitalismo«, insiste una y otra vez: el mercado, la competitividad y el crecimiento sostenido.
Cuando usted y el líder del PCE presentaron el 4 de noviembre en Madrid la Conferencia
Republicana,(http://www.publico.es/espana/345043/el-pce-lanza-su-campana-a-favor-de-la-iii-republica) insistían en que ahora hay que hablar de República, “con la que está cayendo”. Justo con esta crisis, ¿cómo van a entender los ciudadanos que se hable de ella?
En un primer impacto, con todos los problemas que hay, sí podría sonar extraño. Pero yo ya en la fiesta del PCE de septiembre de 1996 advertía de que la Constitución no se había cumplido. Y según ha pasado el tiempo, la ruptura es más clara. El partido ha visto que había que dar contenido a ese revival republicano: la memoria histórica, la búsqueda de alternativas, el recuerdo de la II República. ¿Por qué? La Transición se ha agotado víctima de sus fracasos, devino en lo que en principio fue, una Restauración borbónica, exactamente igual a cuando Antonio Cánovas, en 1874, propicia la vuelta de Alfonso XII. La Transición no fue más que la Restauración de la monarquía expulsada por segunda vez en España.
Hoy la Constitución suena a cachondeo. Ni los partidos se la creen. Hay que dar respuestas a lo que llamo crisis de civilización, que no es sólo económica y financiera, sino medioambiental, alimentaria, ética, política, total. Y sólo es posible si la ciudadanía participa en política a través de un proyecto que la implica. España necesita a millones de hombres y mujeres republicanos que asuman esa tarea de saneamiento político y moral de la sociedad, que ejerzan de ciudadanos, con derechos y deberes. Ahora, hemos vertebrado el mensaje republicano en dos ideas –la declaración de Derechos Humanos de la ONU y la Carta de la Tierra de 2000– y una pregunta: ¿la economía está dentro de la biosfera o a la inversa? La respuesta republicana es que está dentro de la biosfera y se tiene que supeditar a la defensa de los equilibrios del planeta y al interés general. La economía no puede proyectar una sociedad, no es una ciencia de fines, ha de obedecer los objetivos que le marque el colectivo. Es como cuando a un arquitecto le encargas una casa: él la hace, pero tú le dices por dónde ha de hacerla. Claro que lo que digo va en contra de lo que existe. Obviamente.
¿Es una revolución?
La palabra revolución no me da miedo. A la gente hay que explicarle que en España hemos hecho muchas revoluciones y no nos hemos dado cuenta: la libertad en la elección de pareja, las bodas homosexuales… Ahora hay que llegar a la madre de todas las revoluciones: la igualdad, y se ha de partir de la igualdad económica. No me interesa una República que no haga que la riqueza esté al alcance de todos y cumpla los derechos humanos. Luego está la cuestión del rey. Se merece críticas durísimas, pero es algo secundario. Si no tenemos en cuenta lo anterior, tendríamos una República coronada, y eso es lo mismo.
Insisto, ¿la República es lo que necesita una España en crisis?
La pregunta es sencilla. Ustedes, compatriotas, ¿creen que esto tiene solución? No, no la tiene en absoluto. Ni hoy, ni mañana, ni pasado. Esto es un proceso de decadencia sin solución. Es un problema de estructura. ¿Y cómo se llega a la República? ¿Podemos llegar a ella desde lo que tenemos, de una forma suave? No, no lo veo. Hablamos de un proceso constituyente…
Pero la Constitución habla de un consenso previo, después la disolución de las Cortes, elecciones, un referéndum…
¿Quién dice que la Constitución tenga que permitir o no? ¡Si para mí es como si no existiera! El proceso ha de fluir de abajo arriba, donde la ciudadanía sea portadora y co-creadora del proyecto, que la gente sepa qué ejes contendrá esa futura Constitución que luego redactarán los diputados: los derechos humanos, la paz, la federalidad, la laicidad… Se trata de crear República. El general Prim decía, con la Revolución de 1868, que no había republicanos en España. Pues bien, éste es el momento de hacer republicanos, de hacerlos para esta concepción de República. Tenemos por delante casi la eternidad.
¿Cómo se construye ese proyecto sin pasar por las instituciones?
Si se hace de abajo arriba, si se crea esa identidad, llegará un momento en el que aumentará el voto en blanco, o se exija un referéndum, o se actúe en los ayuntamientos. Acabará invalidándose la actual legislación.
¿Acaso existe ya esa ebullición?
No, en absoluto. Por eso el PCE pretende ponerlo en marcha. Debe ser desde ya la actividad del partido, y no una más. Porque no descarto que en 15 ó 20 años nos hallásemos con una República conservadora, distinta a ésta…
Luego su modelo sí es una República de izquierdas, aunque se nieguen a darle ese adjetivo.
Desde la Revolución Francesa, la cosa está muy clara: la radicalidad democrática estuvo del lado de los jacobinos. La etapa thermidoriana [1794-1795] fue más conservadora. Nosotros planteamos una República democrática. Y democracia es igualdad, pleno empleo… ¿Eso es de izquierdas? No, es democracia consecuente. Si se hubiera aplicado íntegra la carta de Derechos Humanos, el mundo habría cambiado. Igual que la Constitución.
¿No excluyen a la derecha?
Es el proyecto que objetivamente conviene a la mayoría, pero esto se resuelve votando. Pero no estoy de acuerdo con una República en la que una minoría la vacíe de contenido. Ésta es una condición sine qua non para nuestro proyecto. Por otro lado, ya la derecha ganó unos comicios en la II República [los de 1933]. Este país ya ha tenido demasiados consensos, y hay aspectos en los que es imposible un consenso. No vamos a repetir los vicios de la Transición.
Quitar al rey, dice, es secundario. Inevitablemente, cuando uno piensa en República, piensa en la caída del monarca. ¿Cómo hacerla? Haría falta un consenso PSOE-PP…
¡No vamos por ahí, no entramos en ese camino! El mecanismo previsto en la Constitución no me interesa. Si se plantease llegar a la República por esa vía, sería un suicidio.
¿Cómo hacerlo entonces?
Con un proceso de abajo arriba, el monarca cae. El rey Juan Carlos no es un dechado de perfecciones, aunque la prensa le haya protegido en exceso, culpablemente. No hablo de referéndum. Hablo de un proceso constituyente de la sociedad, totalmente al margen –no digo contra– del aparato del Estado. Pero República no es que en vez de rey haya un presidente. Para mí el concepto República está ligado a un contenido: igualdad social, democracia, ética, libertad, y eso es incompatible con la presencia de un soberano.
El antimonarquismo no es en sí republicano. Y decir que uno es republicano, pero juancarlista, es una estafa intelectual, producto de un miedo vergonzante. Si esto fuese un juego de ajedrez, no empezaría buscando el jaque al rey. Eso vendría después.
Por tanto, ¿no hay modelo fuera en el que fijarse? Francia o Alemania son repúblicas, y ambas sufren crisis.
En Francia hubo una revolución que nunca hubo aquí. Somos un país que nunca ha hecho las transformaciones, porque todos los cambios económicos y sociales los han promocionado las minorías. Se nos han regalado las libertades, no las hemos conquistado. Las dos repúblicas se las tuvieron que ver con los poderes fácticos de la España eterna: capitalismo, oligarquía e Iglesia. Ambas se vieron presas de una tenaza: la gente quería que se resolvieran de inmediato los problemas sociales que venían de la noche de los tiempos. Ambas eran débiles. Por eso el PCE se basa en las lecciones de la historia y promueve un proceso constituyente, para que la República deba ser querida, asumida y traída por los ciudadanos.
¿La influencia del movimiento de la memoria histórica ha sido positiva?
Está abigarrado, atomizado. Está muy bien recordar la II República como referente, pero hay que hablar de una República para el siglo XXI, justo para que la sangre de los que murieron por la República tenga sentido. Ya está bien de nostalgias. Y ahora, discutamos qué República queremos. Yo propongo esta definición de democracia: un convenio permanente entre seres libres e iguales para convenir permanentemente.
Para que esa sangre de los que murieron tenga sentido, ¿de qué errores de la II República hay que aprender hoy, en 2010?
Muchas cosas. No subestimar al adversario, al Ejército, a la Iglesia, que hoy está en una relación fuera de toda ética política desde 1979, viviendo de los Presupuestos del Estado de forma indecorosa.
No se marca un horizonte
temporal,(http://www.publico.es/espana/345043/el-pce-lanza-su-campana-a-favor-de-la-iii-republica) pero en la presentación de la Conferencia apuntaba que el proceso sería difícil y largo.
Esto es un proceso en una pizarra, pero yo sé que la historia pega saltos, que cayó Grecia, cayó Irlanda y la situación del euro es muy difícil… No sé qué va a pasar, porque aquí la contestación social no tiene mucho que ver como la que se da en Francia. Pero se está llegando a situaciones en las que la gente tendrá que responder o hacer como los numantinos, matarse. ¿Hasta cuándo van a aguantar los ciudadanos?
También comentó que no era el tiempo de echar la vista atrás. Pero, ¿fue un error que el PCE, liderado entonces por Santiago Carrillo, aceptase la Corona en 1977?
No me gusta hacer suposiciones sobre situaciones que no viví directamente, porque yo era en aquellos años un dirigente provincial del partido. Pero, evidentemente, nos sorprendió mucho esa decisión de que el PCE aceptara la Corona. Sin embargo, una vez que se rompió la unidad de la izquierda –y no la provocó el PCE–, todos los partidos actuaron con oportunismo, al grito de sálvese quien pueda. El PSOE, cuando le legalizaron, no puso como condición que legalizaran al PCE. Y nosotros también tuvimos que poner como condición que legalizaran a otros partidos que supuestamente estaban a nuestra izquierda.
Puedo entender esa cesión, pero cuando no se cumplieron los Pactos de la Moncloa [de 1977], debimos haber salido a la calle, haber retomado el camino de tensión social. El Ejército, sin Franco y sin una Guerra Civil, no era el problema, como se vio después [el 23-F]. Sé que durante dos meses pudo haber sido el problema, pero los militares habrían acabado cuadrándose ante los banqueros. Nosotros hicimos virtud de la necesidad, pero al final nos convertimos en un monasterio de virtuosos. Nos pasamos.
¿Se siente cómodo con la actual dirección de IU y con la del PCE, dirigidos hoy por Cayo Lara y José Luis Centella, respectivamente?
Me siento cómodo en la situación en la que estoy. Estoy en segunda línea, con mucho trabajo, pero sigo combatiendo. No tengo las tensiones inherentes a la presencia en primera línea, en la que no quiero estar. La mía es una militancia cómoda. Quizá sea la época de participación política en la que mejor me siento.
Se lo preguntaré de otro modo, ¿IU y el PCE lo están haciendo bien?
[Se lo piensa] IU hace lo que puede dada su situación actual. Soy de los que valoro el trabajo y la personalidad de Cayo Lara. Pero para mí IU adolece de no tener un sentido de colectivo estatal. No ve el horizonte en la inmediatez de un ayuntamiento.
¿Pero por qué IU no crece más en las encuestas? El ‘Publiscopio’ de noviembre le atribuía un 6,5%, frente a un 3,77% de las generales de 2008.
Lo que estoy diciendo tiene mucho que ver. Ese discurso de Cayo, que yo comparto de la A a la Z, quisiera verlo repetido en la teoría y en la práctica, pero lo que no se puede hacer es pensar en apoyar una huelga general y después pensar en si en mi ayuntamiento voy a pactar con los socialistas. Es una incongruencia que no entiendo. Hay que acabar con eso.
De hecho, uno de los puntos más polémicos del informe del coordinador en el último Consejo Político Federal aludía a la necesidad de reflexionar sobre la reedición de los pactos de gobierno con el PSOE (http://www.publico.es/espana/341807/iu-se-plantea-si-debe-volver-a-pactar-gobiernos-con-el-psoe) tras las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo de 2011. ¿Deberían romperse esos acuerdos?
Ya respondí a esta cuestión en el último número de Mundo Obrero.(http://www.pce.es/mundoobrero/mopl.php?id=1421) Partimos de una falacia: creer que en España existe el reparto entre dos fuerzas al modo y uso de Europa. Es mentira. La derecha española no es la derecha europea. Sus postulados, sus maneras son totalmente retrógrados. Pero el PSOE ni es socialista ni es socialdemócrata. Pues bien, no se puede votar en un ayuntamiento a un PSOE que en el Estado despliega una política social, porque en ese municipio también se refleja la política general. Si no hay un acuerdo sobre un programa, vote al alcalde del PSOE y pase usted inmediatamente a la oposición, y una vez allí, negocie punto a punto cada tema. La historia de las pinzas [con el PP] se guarda ya en un arca porque es la idea más suicida y perversa que podemos tener. Y si se firma un acuerdo programático transido de línea política general –no olvidemos que somos una fuerza de carácter nacional, estatal–, necesitaría una comisión de seguimiento que se tiene que reunir cada cierto tiempo y tomar decisiones.
¿Se cree la refundación de IU, tal y como está marchando?
El primer documento de refundación fue el que yo hice, en 2008.(http://www.pce.es/docpce/pl.php?id=2308) Tal texto fue aprobado por el PCE en su Conferencia Política de junio de ese año. Los militantes del partido tenían que haberlo defendido en la IX Asamblea Federal de IU, en pura lógica.
Pero lo que se debatió y votó fue el documento de tesis, (http://izquierda-unida.es/sites/default/files/1220641475633.pdf) elaborado por la cúpula del partido.
Como lo ignoro, no lo digo. En mi texto yo decía que las direcciones debían ir cambiando, que había que hacer un debate de abajo arriba, poner a cero los censos… Esa primera parte parece que no se ha cumplido, que hay reticencias. Yo constato que el documento que escribí y el que aprobó el partido no se parece mucho a lo que hay.
¿De qué reticencias habla? ¿Dónde y cuándo se pondrá el punto final a la refundación?
Para mí IU ha sido y es la construcción de una alternativa de sociedad, de modelo de Estado y de gobierno, que tiene que trabajar desde abajo. Eso exige un tipo de organicidad como la elaboración colectiva, que se ha abandonado, y también un tipo de oposición como he señalado, otra forma de hacer política y de funcionar en las instituciones. Llegar a las instituciones no debe ser nuestra meta. Es un paso interesante, pero es un paso. Debemos recobrar el sentido de colectivo, de proyecto estatal, desde los Pirineos a Canarias.
Le insisto: ¿tiene confianza en la refundación?
Si es como yo la pensé y aprobó el PCE… No sé, porque ahora primarán los temas electorales. Sobre la gente pesa mucho qué pasará en 2011, cómo llegaremos a los comicios. Pero las posiciones tacticistas han muerto, hay que rediseñar la estrategia, reformular la utopía.
Pero IU ya corre peligro. Su representación hoy en el Congreso es mínima: dos diputados, uno de ICV.
Hay dos maneras de perder: yendo al asalto descabellado, desligado de la gente, y otra, consumirse como un brasero.
¿Qué papel debe tener el PCE?
El PCE, tal y como lo concibo y lo expresé también en 2008,(http://www.publico.es/espana/170145/anguita-amonesta-al-pce-y-le-conmina-a-refundarse-para-no-ser-rehen-de-iu) es una entidad pensante y combatiente (teoría y acción), pero su mensaje, sus convicciones, expresadas directamente a la ciudadanía, no se entienden. Debe haber un aparato mediador con el que se está de acuerdo en torno a la práctica, en la elaboración de un programa. Así se concibió IU. Eso significa que el PCE tiene dos obligaciones: su funcionamiento regular y también su implicación en entidades colegiadas o colectivos, sea IU u otra cosa. No entiendo la reduplicación de estructuras. No estoy pidiendo un partido de académicos, de gente con título. Pablo Iglesias [el fundador del PSOE] era intelectual, y he conocido jornaleros de mi partido que eran intelectuales.
¿Sigue defendiendo la ‘teoría de las dos orillas’? ¿IU ha retomado su legado?
Nunca me he enfadado con lo que de nosotros hayan podido decir los otros, pero siempre me sacaba de quicio que el discurso aprobado por los órganos de IU fuera contestado por los mismos que lo aprobaron. Eso es una práctica deshonesta. Yo nunca dije que PSOE y PP eran lo mismo. El castellano diferencia entre el verbo ser y estar. Lo expreso con otro ejemplo: un alfil blanco y otro negro se diferencian por el color, pero en el tablero… son lo mismo. La política económica, social, internacional, cultural… de PSOE y PP son una manifestación de un pensamiento conservador. Yo no fui el dogmático que no quise saber nada del PSOE. Le ofrecí pactos a Felipe González y no firmé la moción de censura contra él, como quería José María Aznar. Por tanto, ¿con el PSOE a toda costa? Nunca. Tendría que reproducirse una situación extrema, que pudiera recordar al Frente Popular [de 1936]. ¿Que viene la derecha? Sí, pero la política de derechas también la hace [José Luis Rodríguez] Zapatero.
¿IU entonces tiene más perfil que en la etapa de Gaspar Llamazares, de 2000 a 2008?
Veo a mi coordinador bien, aunque las cosas no son iguales en todos sitios. Sentarnos en un sillón para poner nuestras posaderas, sin saber bien qué podemos hacer, no merece la pena.
¿Por qué hay dirigentes y militantes que se van de IU? Porque se sigue yendo gente…
Ha habido un goteo constante, sí, y todos tienen su historia…
¿El proyecto de IU puede resultar excluyente?
Voy por partes. Tenemos varias salidas en la época de Santiago Carrillo . Unos pensaban que el partido debía democratizarse… Ha habido un problema en IU que nunca resolvimos: las alianzas. En Francia, los dirigentes han vivido la unión de comunistas y socialistas. Pero aquí, en el franquismo, al no existir el PSOE, el concepto de alianza era otra cosa: capas sociales, movimiento, programa. Yo siempre abogué por la unidad, pero sobre un programa. Nunca se me dijo. Y ahí tienen ustedes a Nueva Izquierda, en el PSOE, aguantando unas disciplinas que en IU no fueron ni la décima parte. Por no hablar de ilustres secretarios de Estado [Diego López Garrido]. Luego IU no despega y la gente quiere tener su puesto al sol.
Al estar todo el día moviéndonos en el vaivén, llega un momento de fijar posiciones. Discutamos sobre alianzas sin subterfugios. Al final, se impone por la vía de la práctica ser el báculo del PSOE. Yo creo que con el PSOE hay que llegar a acuerdos programáticos, pero los justos, los cabales, sin engañarnos y sin engañarnos nosotros mismos.
¿Pero la casa de IU es hoy acogedora? Hay gente que se sigue yendo, en pleno proceso de refundación.
Todavía en IU existe gente que es inquieta. No tenemos acciones de poder. Lo que pasa es que no hemos sabido canalizar esa rebeldía.
Un ejemplo que le han mencionado mucho es el de la actual ministra de Medio Ambiente, Rosa Aguilar, persona de su confianza y que usted consideraba amiga.
No quisiera hacer de esto una revista rosa. Mis hombres de confianza total y absoluta en IU eran Víctor Ríos, Paco Frutos o Salvador Jové. Rosa fue de mi confianza exclusivamente parlamentaria. Fue así, y no de otra manera. Otra cosa es que yo la conociera de Córdoba desde hacía mucho tiempo y que yo apoyara su candidatura como alcaldesa cuando fue designada por los compañeros de Córdoba yendo el último de la lista. Pasó el tiempo y no coincidimos, y nadie me oyó decir ni pío hasta abril de 2009 [cuando el presidente andaluz, José Antonio Griñán, la aupó a la Consejería de Obras Públicas]. Ahí dije que era un acto de transfuguismo. Ya está. No quiero hablar de esto mucho.
¿Por qué IU no ha promocionado a una generación de líderes jóvenes? A parte del electorado le puede resultar una fuerza con una clase dirigente poco renovada.
Ser joven no significa en absoluto que se sea mejor, o más de izquierdas. La dirección es cuestión de inteligencia y de juventud de pensamiento. El mito de la juventud me la trae al fresco. Lo que hace falta es remover las direcciones, como yo propuse. Pero yo no hablaba de que entrase gente con pocos años.
¿Qué ocurre para que en España y en Europa triunfen los partidos de derecha? ¿Qué culpa tienen la izquierda y los sindicatos?
La izquierda ha sido una aplicación herética de la derecha, ha participado del mismo modelo que ella. Cuando cayó el Muro de Berlín, la socialdemocracia se alzó como portavoz de la izquierda, y no dio la talla. Los sindicatos apoyaron el crecimiento sostenido, apoyaron el Tratado de Maastricht [de 1992] claro que tuvieron su responsabilidad en toda Europa. Se pusieron el dogal. Claro, se podía decir que entonces era muy difícil sustraerse a lo que decían los medios, a lo moderno. ¡Hicieron de la palabra modernidad la trampa para derechizarse! Bajo esta palabra la izquierda ha hecho sus peores disparates.
Ahora la izquierda está sin política, sin proyecto y sin ideas, cuando su modelo pasa por la contestación del mercado, la competitividad y el crecimiento sostenido, la trinidad del capitalismo. A esa situación se ha conducido ella solita. ¿Qué veremos en las próximas elecciones? La pelea de dos marcas distintas y de una sola política, con diferencias adjetivas, accesorias, pero no fundamentales, no estructurales.
¿Pero por qué los ciudadanos no confían en la izquierda alternativa?
Los ciudadanos también tienen su parte de responsabilidad, aunque están mediatizados, porque la prensa media desde sus intereses económicos y editoriales. Luego hace falta una imagen, pero no la que crean los laboratorios. Hace falta crearse la estirpe de dirigentes, no el flan y la compota de los líderes de hoy.
Pero la izquierda debe hablar de derechos y de deberes, al mismo nivel. Hace años, vi un cartel de Largo Caballero en la sede de UGT de Cartagena que decía: «A los trabajadores, hay que decirles la verdad, aunque no les guste». Es la verdad. Siempre me negué a decir que el partido defendía a los trabajadores. El PCE lucha con los trabajadores que quieren pelear, y si no que aguanten con lo que hay. El partido está contigo, en la vanguardia, pero no es tu redentor, tu abogado defensor. Si no, se hace un discurso aparentemente de izquierdas, pero muy reaccionario en el fondo: a la gente no la haces participar, la representas. Y eso va contra los principios de la izquierda.
Fuente: http://www.publico.es/espana/348818/julio-anguita-sin-la-republica-no-habra-solucion-a-la-crisis-ni-hoy-ni-manana
http://www.publico.es/348831/julio-anguita-iu-carece-de-un-sentido-de-proyecto-estatal