Éditions Ruedo ibérico
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Prefacio *


La importancia y la actualidad del tema tratado por N. Bujarin no tienen necesidad de ser puestas de relieve. La cuestión del imperialismo es, no sólo una de las más esenciales, sino puede decirse que es la más esencial, en el dominio de la ciencia económica que estudia las transformaciones contemporáneas del capitalismo. El conocimiento de los hechos de esta clase, que el autor ha recopilado tan copiosamente según los materiales más recientes, es indudablemente necesario para todo aquel que se preocupe, no solamente de economía, sino de toda otra cuestión que se refiera a la vida social de nuestra época. No podría emitirse, indudablemente, un juicio histórico concreto sobre la guerra actual, sino sobre la base de una completa dilucidación de la naturaleza del imperialismo, tanto desde el punto de vista económico como político. De otro modo, no se podría comprender la situación económica y diplomática tal como se ha producido desde hace varias decenas de años, y sería, por consiguiente, ridículo pretender juzgar la guerra de manera precisa. Desde el punto de vista del marxismo, que pone de relieve en esta cuestión las exigencias de la ciencia moderna en general, no cabe más que sonreírse ante los pretendidos procedimientos "científicos" consistentes en dar una apreciación histórica concreta de la guerra mediante una elección arbitraria de pequeños hechos, agradables o cómodos, a las clases dirigentes de un país, por medio de una elección de "documentos" diplomáticos recogidos de entre los acontecimientes políticos del día, etc. Plejanov, por ejemplo, ha tenido que hacer tabla rasa del marxismo para sustituir por consideraciones sobre dos o tres pequeños hechos, agradables tanto a los Purichkevit como a los Miliukov, el análisis del carácter y de las tendencias esenciales del imperialismo, que es un conjunto de relaciones económicas en el capitalismo, completamente maduro y altamente evolucionado de hoy día. Pero aún hay más; de la noción científica del imperialismo no queda para él más que una injuria de la que puede servirse frente a concurrentes, rivales y adversarios de los dos imperialistas que acabo de citar, manteniéndose unos y otros en un terreno de clase absolutamente idéntico. En una época como la nuestra, en que se olvida tan fácilmente lo que se había declarado anteriormente, en que se alteran cómodamente sus propios principios, en que se hace sin dificultad tabla rasa de la filosofía que se había profesado, en que se reniega de las resoluciones y promesas más solemnes, esto no tiene nada de extraño.

El valor científico de la obra de Bujarin consiste principalmente en que examina los hechos esenciales de la economía mundial, concernientes al imperialismo, considerando a éste como un conjunto, como una etapa determinada del capitalismo en su más elevado grado de evolución. Ha habido una época de capitalismo relativamente "pacífico", cuando el feudalismo acababa de ser completamente vencido, en los países más avanzados de Europa; el capitalismo podía entonces desarrollarse de una manera relativamente mucho más tranquila y regular, por una expansión "pacífica", sobre inmensos territorios aún desocupados y en países que no habían sido arrastrados todavía de manera definitiva en su torbellino. Es cierto que en esta misma época, aproximadamente delimitada entre los años 1871 y 1914, el capitalismo "pacífico" creaba condiciones de vida muy distantes, extremadamente alejadas de una verdadera "paz": guerra en el exterior y lucha de clases. Para las nueve décimas partes de la población de los países avanzados, para centenas de millones de hombres en los países retrasados y en las colonias, dicha época no ha sido de paz, sino de opresión, de torturas y horrores, tanto más espantosos cuanto que no podía preverse su fin. Este periodo ha terminado para no volver. La época que le ha sucedido es la de las violencias relativamente más bruscas, que se manifiestan por sacudidas; es una época de catástrofes y de conflictos, y lo que se vuelve típico para las masas no es tanto "el terror sin fin", sino un "fin en el terror".

Es muy importante precisar aquí que este cambio es debido únicamente al desarrollo inmediato, a la extensión, al prolongamiento de las tendencias más profundas y esenciales del capitalismo y de la producción mercantil en general. Los cambios crecen, la gran producción aumenta. He aquí las tendencias bien marcadas que se han observado, en el curso de los siglos, en el mundo entero. Ahora bien, en cierto grado del desarrollo de los cambios, del crecimiento de la gran producción, que fue alcanzado, más o menos, en los albores del siglo XX, el movimiento comercial ha determinado una internacionalización del capital, la gran producción ha tomado tales proporciones que ha sustituido la libre concurrencia por los monopolios. Lo que resulta típico en este tiempo no es el hecho de la "libre" concurrencia de varias industrias en el interior de cada país o entre diferentes países, sino el de sindicatos de fabricantes, de trusts propietarios de monopolios. El "soberano" actual es el capital financiero, particularmente móvil y elástico, cuyos hilos se extienden por cada país y sobre el plano internacional, de carácter y sin relaciones directas con la producción que se concentra con notable facilidad y que está ya extremadamente concentrado, puesto que son algunas centenas de multimillonarios y millonarios quienes tienen positivamente entre sus manos la suerte actual del mundo entero.

Si se razona en abstracto, teóricamente, puede adoptarse la conclusión a la que ha llegado Kautski -por una vía un tanto diferente, pero renegando del marxismo-, de que no está lejano el tiempo en que una asociación mundial de estos magnates del capital, constituyendo un trust único, ponga fin a las rivalidades y a las luchas de los capitales financieros particularizados en los distintos Estados, creando así un capital financiero unificado en el plano internacional. Tal conclusión es, sin embargo, tan arbitraria, simplista y falsa como aquella a que habían llegado nuestros "struvistas" y "economistas" a fines del último siglo. Estos consideraban que la progresión del capital era inevitable, que existía una ineluctable necesidad del capitalismo, y estimando que éste debía vencer definitivamente en Rusia, llegaban a conclusiones que eran ya una apología (se inclinaban delante del capitalismo, se reconciliaban con él, se le glorificaba, en lugar de combatirle), ya una renunciación a la política (se la negaba, se negaba la importancia de ella, la probabilidad de grandes transformaciones políticas, etc. -error particular a los "economistas"-), ya, en fin, una pura teoría de la huelga (la "huelga general", como apoteosis de los movimientos de huelga parcial, teoría llevada hasta el olvido o la ignorancia deliberada de los otros medios de lucha y que preconiza "un salto" directo del capitalismo a la victoria sobre el capital, por la huelga y únicamente por ella). Algunos índices demuestran que el carácter incontestablemente progresista del capitalismo, comparativamente al "paraíso" pequeño-burgués de la libre concurrencia, y la necesidad fatal del imperialismo y de su victoria definitiva en los países avanzados sobre el capitalismo "pacífico", pueden determinar errores numerosos y variados, bien sean conclusiones de orden político o teorías apolíticas.

Por lo que se refiere a Kautski, su ruptura con el marxismo se ha traducido, no por una negación u olvido de la política, ni por "un salto" por encima de los conflictos políticos, trastornos y transformaciones particularmente numerosas y variadas en esta época del imperialismo, ni tampoco por una apología del imperialismo, sino por el sueño de un capitalismo "pacífico". Este ha sido reemplazado por un imperialismo, no pacífico, sino belicoso, catastrófico, y Kautski se ve obligado a declararlo, puesto que lo reconocía ya en 1909 en una obra especialmente consagrada a esta cuestión (1); en ella hablaba por última vez en marxista, capaz de deducir inteligentemente las consecuencias de sus principios. Pero si no se puede soñar ingenuamente, con simplismo un poco grosero, en un retorno hacia atrás del imperialismo hacia el capitalismo "pacífico", ¿no puede darse acaso a estos sueños, que son los de un pequeño burgués, la forma de una meditación inocente sobre un "superimperialismo pacífico"? Si se llama "superimperialismo" a la asociación internacional de los imperialismos nacionales (o más precisamente de los imperialismos particularizados en los Estados), si se piensa que este superimperialismo "podría" eliminar ciertos conflictos particularmente desagradables, tales como guerras, conmociones políticas, etc., ¿por qué no sustraerse a las realidades actuales de esta época de imperialismo, que ha traído los más graves conflictos y catástrofes, para soñar inocentemente en un "superimperialismo" relativamente pacífico, y más o menos exento de conflictos y catástrofes? ¿Por qué no eliminar estos problemas tan graves que plantea "brutalmente" y ha planteado ya la época del imperialismo sobrevenida en Europa, soñando que tal vez esta época pasará muy pronto y que quizá sea permitido concebir una época de "superimperialismo" relativamente pacífico y que no emplee una táctica "brutal"? Es así precisamente como habla Kautski. Según él, "esta nueva faz (superimperialismo) del capitalismo es en todo caso teóricamente concebible"; pero, "si ella es realizable, no tenemos todavía premisas suficientes para resolver la cuestión" (2).

No hay ni sombra de marxismo en semejante tendencia, en tal voluntad de ignorar el imperialismo existente y de retirarse hacia un sueño de iluso sobre las posibilidades de "superimperialismo". El marxismo, en un sistema semejante, no puede servir más que para la "nueva fase de capitalismo", cuyo inventor no garantiza las posibilidades de realización, en tanto que para la actual fase nos ofrece, en lugar de marxismo, una tendencia pequeño-burguesa y profundamente reaccionaria, que no tendría otro objeto que limar los antagonismos. Kautski ha prometido ser marxista en la época de los graves conflictos y de las catástrofes, que él se ha visto forzado a prever y a definir muy netamente, cuando, en 1909, escribía su obra sobre este tema. Ahora que está absolutamente fuera de duda que dicha época ha llegado, Kautski se limita a seguir prometiendo ser marxista en una época futura, que no llegará quizá nunca, la del superimperialismo. En una palabra, él prometerá siempre ser marxista, tanto como se quiera, pero en otra época, no al presente, en las condiciones actuales, en la época en que vivimos. Esto es marxismo a crédito, marxismo en promesas, marxismo para mañana, una teoría pequeño-burguesa y oportunista -¡y no solamente una teoría!- que tiene por objeto suavizar los antagonismos del presente. Alguna cosa del género del internacionalismo de exportación tan extendido en la actualidad. Son muy conocidos estos ardientes -¡oh, pero muy ardientes!- internacionalistas y marxistas que saludan toda manifestación de internacionalismo en el campo enemigo, eliminado, sin embargo, por todas partes en sus países respectivos y entre sus aliados; son muy conocidos aquéllos que saludan la democracia... cuando ello no es sino una promesa de los "aliados", aquéllos que preconizan, con la mejor voluntad, la "libertad de las naciones a disponer de ellas mismas", excepto para aquéllas que dependen del poder al cual el simpatizante, tan liberal, tiene el honor de pertenecer... En una palabra, tenemos allí uno de los mil aspectos de la hipocresía corriente.

¿Se puede, sin embargo, negar que una nueva faz del capitalismo después del imperialismo, a saber, una fase de superimperialismo, sea en abstracto concebible? No. Teóricamente puede imaginarse una faz semejante. Pero quien se atuviera en la práctica a tal concepción sería un oportunista que pretende ignorar los más graves problemas de la actualidad para soñar con problemas menos graves que se plantearían en el porvenir. En teoría, ello significa que en lugar de apoyarse en la evolución, tal como se presenta actualmente, se separa deliberadamente de ella para soñar. Está fuera de duda que la evolución tiende a la creación de un trust único, mundial, comprendiendo a todas las industrias y a todos los Estados, sin excepción. Pero la evolución se cumple en circunstancias tales, a un ritmo tal y a través de tales antagonismos, conflictos y trastornos - no solamente económicos, sino políticos, nacionales, etc.- que antes de llegar a la creación de un trust único mundial, antes de la fusión "superimperialista" universal de los capitales, el imperialismo deberá fatalmente quebrantarse y el capitalismo se transformará en su contrario.


V. Iline [N. Lenin]
Diciembre de 1915


* Este prefacio de Lenin, que Bujarin había creído perdido, ha sido encontrado entre los papeles de Lenin en forma de copia manuscrita y publicado en la Pravda del 21 de enero de 1927.

1. Se trata del folleto de Kautski: Weg zur Macht [El camino del poder].

2. Lenin cita aquí pasajes del artículo de Kautski: Zwei Schriften zum Umlernen [Dos estudios por profundizar}, aparecido en el número 5 de la Neue Zeit el 30 de abril de 1915.