El Estado es un vasto organismo parasitario que se ciñe como una red al cuerpo de la sociedad y le tapona todos los poros. Cuatro burocracias componen la artificiosa maquinaria del Estado español, eso que ha venido denominándose «el Régimen de Franco», o con otra fórmula más breve, «el Régimen» a secas.
Estas cuatro burocracias, que se encuentran fuertemente entrelazadas, son las siguientes por orden de efectivos aproximados y de importancia:
Burocracia | Número de Individuos | Observaciones |
1. Civil | 540.000 | Incluyendo 360 000 de la Administración central y 190 000 de la Administración local |
2. Militar | 200.000 | Incluyendo los efectivos de los tres Ejércitos, Policía y Guardia civil, pero sin contar con los 260000 reclutas del reemplazo anual. |
3. Eclesiástica | 150.000 | Incluyendo novicios, seminaristas, conventos de clausura, así como el clero regular y secular de ambos sexos |
4. Sindical | 110.000 | Incluyendo funcionarios sindicales, Instituto Nacional de Previsión. Mutualidades y organismos parasindicales |
Total | 1.000.000 |
El aparato del Estado en España está formado, pues, por un Ejército de 200 000 individuos, la burocracia militar, junto a otro ejército de funcionarios, que suma más de medio millón de individuos, la burocracia civil; más 150 000 de la burocracia eclesiástica y 110 000 de la burocracia sindical.
La burocracia civil ha adquirido en España, por medio de la férrea centralización de la Dictadura, una ubicuidad y una omnisciencia extraordinarias. Falto de elasticidad y autonomía, este aparato burocrático que forma parte integrante del Estado es un verdadero ejército civil de más de medio millon de individuos, que arrastra tras de él -si no se olvidan sus familias- una masa ingente de intereses y existencias. (1) Las instituciones políticas que nacieron de la guerra civil son fácilmente caracterizables por su extremado autoritarismo y responden, en general, a los siguientes principios: privilegios en favor de la clase dominante, centralización absoluta y tendencia a transformar los servicios administrativos en servicios policiales del Estado. (2)
Hace algún tiempo podía decirse que las instituciones reales más sólidas del país eran la burocracia militar y la burocracia eclesiástica. Pero hoy nadie se atreve a decir otro tanto. La burocracia eclesiástica, con un total de miembros evaluado en cerca de 150 000 individuos de ambos sexos, ha sufrido en escasos años un deterioro político considerable: la crisis de la burocracia eclesiástica ha conmovido al Régimen en sus cimientos a partir de 1970.
La burocracia militar tampoco ha escapado del inevitable proceso de desgaste político que se ha agudizado recientemente, de forma extraordinaria, con el golpe de Estado militar en Portugal y el ocaso biológico de Franco.
La burocracia sindical sigue aún formada, en gran parte, por los supervivientes de la naufragada burocracia falangista, cuyos militantes estaban encuadrados en la FET y de la JONS, el partido único desaparecido legalmente en 1966. El aparato de la burocracia sindical proviene de la ordenación totalitaria y por corporaciones de todos los trabajadores españoles, copia de los sindicatos fascistas instalados antaño en Alemania e Italia. Aplicando fielmente la ideología leninista numerosos miembros de las Comisiones obreras, todavía clandestinas, están ocupando cargos de representación sindical y desplazando progresivamente a los residuos falangistas. El aparato sindical se refuerza, en definitiva, con esas nuevas inyecciones de savia burocrática.
Las Fuerzas armadas, la burocracia militar, han sido el centro político de inspiración y de organización del Estado desde 1936; y de ahí que surgieran para calificar al Régimen denominaciones castrenses tales como la de «democracia orgánica». Hablando en términos sumarios, suele decirse que el Ejército español se sublevó en 1936. Esto es inexacto. Se sublevaron ciertos jefes y muchos oficiales en conexión con un aparato de conspiración política que sirvió de catalizador a ese y a otros elementos menos decisivos. Una parte numéricamente considerable del Ejército secundó a los oficiales pioneros por ideología y, en algunos casos, por espíritu de cuerpo. Una parte poco menos numerosa permaneció leal al gobierno de la segunda República o se marginó del conflicto creado. Un porcentaje elevado entre los altos mandos rehusó dirigir el movimiento y, en muchos casos, aquellos mandos fueron liquidados por los oficiales promotores. Basta recordar que muchos de los que a lo largo de la guerra habían de mandar grandes unidades comenzaron aquélla de tenientes coroneles. (3) El año 1936 señaló el advenimiento de las Fuerzas armadas a un papel de predominio político absoluto en España. El Ejército de Franco acrecentó durante la guerra el volumen y la complejidad de su estructura burocrática, su vinculación con la oligarquía y un control efectivo sobre todos los aspectos de la vida en la sociedad española. Terminada la guerra, Franco decidió mantener en pie de guerra un Ejército de un millón de hombres, pero en el decreto del 25 de agosto de 1939 ordenó que el 80°/o de todos los puestos burocráticos del Estado fuesen reservados a «los cruzados» desmovilizados, consiguiendo así el Régimen que el personal de la Administración estuviese compuesto, en una alta proporción, por los combatientes militares de la «cruzada».
Las Fuerzas armadas y de Orden público forman la burocracia militar en España. Según la Ley orgánica del Estado franquista, «las Fuerzas armadas de la Nación, constituidas por los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire y las Fuerzas de Orden público, garantizan la unidad e independencia de la Patria, la integridad de sus territorios, la seguridad nacional y la defensa del orden internacional. Y un Alto Estado Mayor, dependiente del presidente del gobierno, será el órgano técnico de la Defensa nacional, con la misión de coordinar la acción de los Estados Mayores de los tres ejércitos».
Aunque las Fuerzas armadas constituyen un solo Ejército, existen en el gobierno tres ministerios correspondientes a los ejércitos de Tierra, Mar y Aire. Los tres ministros militares han ejercido desde la guerra civil hasta 1975 un mando delegado por el general Franco, carismático jefe del Estado que ha ostentado el título de generalísimo de los Ejércitos.
Un organismo sedicioso militar, la Junta de Defensa nacional, fue el trampolín político utilizado por el general Francisco Franco para alcanzar la jefatura del Estado en 1936. La Junta de Defensa nacional, creada el 24 de julio de 1936, era un organismo netamente militar y fue el embrión del actual Régimen. El general Miguel Cabanellas fue su primer presidente y la formaban como vocales los generales Saliquet, Ponte, Mola, Queipo de Llano y los coroneles Montaner y Moreno Calderón. El general Franco se incorporó tardíamente como vocal, pero logró imponerse sobre el resto de los generales, por la potencia del «Ejército de África» y, a nivel de intrigas, ayudado, sobre todo, por su hermano.
Así, reunidos los componentes de la Junta de Defensa nacional el 12 de septiembre de 1936 en el aeródromo de San Fernando, cerca de Salamanca, acordaron establecer el mando único que fue ocupado por el entonces general de división, Francisco Franco Bahamonde. La transmisión de poderes se celebró en Burgos, el 1 de octubre de 1936. El mismo día, Franco disolvió la Junta de Defensa nacional creando la Junta técnica del Estado, compuesta de personalidades civiles «independientes», con un general como presidente que sometería sus dictámenes a la aprobación de Francisco Franco, autoerigido jefe del Estado. El general Dávila fue designado presidente de la Junta técnica y jefe del Estado Mayor General del Ejército, aunque el cargo decisivo era el de secretario general de la Junta técnica del Estado, ocupado por Nicolás Franco.
Luego, en enero de 1938, se constituyeron las once carteras ministeriales que compondrían el primer gobierno de Franco. La Junta de Defensa nacional fue de nuevo creada por el artículo 5° de la Ley de 8 de agosto de 1939 para que actuara, esta segunda vez, como órgano consultativo o de asesoramiento. (4)
Las Fuerzas armadas españolas, lo que todavía puede denominarse con toda propiedad el Ejército de Franco están constituidas fundamentalmente por los ejércitos de Tierra, Mar y Aire, los tres ejércitos; más las llamadas Fuerzas de Orden público, el cuarto ejército, formado por la Guardia civil, la Policía gubernativa y la Policía Armada.
Jesús Ynfante
1. Ynfante, Jesús: La prodigiosa aventura del Opus Dei: génesis y desarrollo de la Santa Mafia, Ruedo ibérico, París, 1970, p. 187.
2. Tierno Galván, Enrique: « Espagne, dénazifier 1'enseignement supérieur avant d'entreprendre toute reforme technique », Le Monde Diplomatique, París, septiembre de 1968.
3. Revista Mañana, no 11, enero de 1966
4. Según la Ley Orgánica del Estado de 1966, «una Junta de Defensa Nacional integrada por el presidente del gobierno, los ministros de los departamentos militares, el jefe del Alto Estado Mayor y los jefes de Estado Mayor de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire, propondrá al gobierno las líneas generales concernientes a la seguridad y defensa nacional. A esta Junta de Defensa nacional podrán ser incorporados los ministros o altos cargos que, por el carácter de los asuntos a tratar, se considere conveniente».
La Junta de Defensa nacional, que no ha tenido especial relieve político hasta nuestros días, adquirió importancia como órgano supremo de consulta militar en 1975 cuando, durante la larga agonía de Franco, sobrevino !a crisis del Sáhara.