Presentación
Pertenecemos a la generación leninista, aunque nuestra estirpe sea libertaria. Hemos mamado el centralismo democrático y nos han educado para formar parte de la élite dirigente. Hemos asistido a las universidades del marxismo ortodoxo, de cuyas bibliotecas han eliminado los volúmenes que narraban las gestas del pueblo. Hemos organizado a los trabajadores y les hemos enseñado la disciplina del partido.
Si hoy hemos renegado de nuestra generación, no ha sido escatimando las dificultades y los enfrentamientos. Por eso, este análisis de la izquierda, en la que nos ha tocado sufrir, es militante, apasionado. No creemos en la objetividad de los historiadores armados sólo de su método científico, válido para estudiar la prehistoria, sus momias y sus fósiles. La historia viva, el presente, únicamente puede ser relatado por quienes se han visto obligados a optar por una de las muchas fuerzas que se entrecruzan y se oponen, sobre las cuales es aún imposible emitir un juicio objetivo. La objetividad sólo se consigue disecando la vida, haciendo abstracción de las verdaderas motivaciones, hurgando en la frialdad de los textos. No nos interesa esa objetividad.
Reivindicamos el derecho a defender una visión de los hechos que va más allá de éstos y de los documentos que les sirven de apoyo, para averiguar la función que realmente cumplen, los intereses -no proclamados- que sirven. No se analiza a un individuo por la idea que él tiene de sí mismo, dijo Marx. No se juzga a una organización por lo que ella dice de sí misma, añadimos nosotros. Por eso, no hemos concedido gran importancia al análisis de las líneas políticas de los grupos de izquierda. Sus textos nos han interesado más por lo que no dicen o por las contradicciones internas que manifiestan, que por la controvertida coherencia u ortodoxia de sus postulados.
Hemos analizado, en cambio, el papel que cumple la línea política o el programa de los grupos de izquierda en general, muy similar al papel que cumple la ideología burguesa, destinada a deformar y ocultar la dominación de la burguesía como clase.
El método que hemos seguido no es, tampoco, el clásico. Mezclamos la descripción fenomenológica de los hechos tal como se nos han ido apareciendo, con una teorización parcial basada en el marxismo no ortodoxo del Lukacs joven, Korsch, Kosic, etc., y referencias históricas de la práctica revolucionaria de la clase. El resultado no proporciona una síntesis armoniosa que sustituya a la criticada y se convierta en una nueva referencia para futuras generaciones de revolucionarios de manual Hemos intentado reflejar el proceso de toma de conciencia de unos militantes que descubren un sentido nuevo a su militancia, al introducir en ella el análisis crítico, desprendiéndose de los dogmatismos en la teoría, los lugares comunes en la justificación de los hechos, y las interpretaciones históricas tradicionales.
Es evidente que nuestro trabajo estará plagado de lagunas. Una aproximación crítica a los principales problemas que plantea la historia del movimiento obrero en nuestro país, aún limitada al periodo contemporáneo, es una tarea ingente que excede el ámbito de nuestras posibilidades. Tal aproximación crítica no puede ser obra de un grupo de militantes, cualquiera que sean sus experiencias y capacidades, pues las fuentes de información son escasas y dispersas.
Nuestro trabajo se inscribe en la serie de relatos locales, limitados a narrar una experiencia vivida y reflexionada por varias personas. Que nadie espere encontrar todos los datos que desde un punto de vista histórico o sociológico tendría derecho a exigir. Falta, por ejemplo, un estudio del periodo contemporáneo en el que sucedieron los hechos que se narran, lo que permitiría incluir en su contexto histórico las evoluciones de los grupos a los que nos referimos. Falta también un estudio crítico del proletariado español, lo que facilitaría comprender las razones por las cuales la clase obrera encarga a representantes de la clase antagónica la gestión de sus propios asuntos. Todo esto queda sin explicar porque no lo tenemos suficientemente claro y porque nuestra pretensión no es la de presentar una síntesis general del movimiento revolucionario español. Nos hemos limitado a analizar críticamente uno de los obstáculos que retrasan la organización autónoma del proletariado -los partidos de corte leninista- basándonos en un material constituido casi exclusivamente por la experiencia personal de los autores, enriquecida con la de todas aquellas personas que nos han hecho partícipes de la suya propia, lo cual establece muy claramente los límites del trabajo que hemos realizado. Otro material que nos ha sido de mucha utilidad, pues constituye la columna vertebral objetiva de nuestro trabajo, es el formado por la propaganda escrita de los grupos de la oposición, y muy especialmente la difundida por los tres grupos «típicos» que hemos escogido para ilustrarlo (PCI, BR y LCR). Pero esta propaganda la hemos utilizado sin entrar en el análisis de lo que estos grupos consideran como «el fondo» de la cuestión, es decir, su línea política, sino que la hemos leído en función de una práctica determinada cuyas consecuencias nos parecen negativas para el movimiento revolucionario.
Pensamos que de nuestro trabajo se puede desprender la comprensión de algunas de las necesidades del movimiento obrero, que constituyen condiciones indispensables para avanzar hacia el socialismo:
-Es preciso acabar con una serie de mitos introducidos por la tendencia autoritaria y prestigiados por la antipropaganda del régimen franquista, que conservan aún audiencia entre la mayoría de los militantes obreros. Nos referimos al mito del partido leninista como máxima expresión de la organización eficaz; al mito del carácter científico de su ideología y al mito de los modelos propuestos más universalmente (revolución rusa y china).
-Hay que superar las oposiciones establecidas entre lo económico y lo político, el sujeto y el objeto, la revolución democrática y la revolución comunista, etc., recuperando la relación dialéctica que existe entre ellos, condición básica para el avance de cualquier movimiento revolucionario.
-Es indispensable que la clase obrera española sea consciente de su verdadera historia. Conectar con su pasado, del que ha sido cortada a causa de la derrota que supuso la eliminación física de la mayoría de los militantes obreros, la supresión de todas las organizaciones, la instauración de la censura, el aniquilamiento del recuerdo y el establecimiento de una generación-tapón apolítica, contenta de haber sobrevivido.
-Hay que luchar contra el criterio de la eficacia inmediata, válido únicamente para la burocracia y la burguesía. Una revolución social auténtica, que implica un cambio total, consciente, no se alcanza con criterios burgueses.
-A los análisis seudocientíficos de laboratorio hay que oponer los los análisis realizados desde una postura de clase, reinventando el vocabulario y recuperando la dialéctica marxista.
-Es preciso realizar una revolución permanente en nuestra vida cotidiana, politizándolo todo. La política no es el dominio de los especialistas, la política es la vida misma. Cambiando las relaciones entre las personas, según las ha impuesto la sociedad capitalista, empezaremos a prefigurar ya de algún modolo que serán esas mismas relaciones en una sociedad socialista.
Este aprendizaje debe realizarlo la clase obrera con su experiencia propia, irremplazable. Nuestra experiencia particular es una parte de esa experiencia total. Una parte muy pequeña, pero que tiene lugar en un momento privilegiado, como el que ha visto el nacimiento de las Comisiones obreras y el de casi todos los grupos que existen aún; y en un lugar también privilegiado, como es Barcelona, cuna y vanguardia del movimiento obrero de nuestro país.
Si hemos elegido, como referencia concreta de nuestra crítica, al PCI, a BR y a la LCR, es porque nos han parecido los grupos que han expresado más recientemente las posibles tendencias leninistas que caben a la izquierda del Partido Comunista de España [PCE]. Aunque los tres están en vías de desaparición, surgirán otros que los reemplazarán, con presupusetos similares (MCE, FRAP...). El PCE, en cambio, nos parece merecer un estudio especial y sólo lo nombraremos como referencia obligada. Por otra parte, la mayoría de los análisis aplicados a aquellos grupos pueden servir para este partido, pero habría que matizarlos mucho más, pues su experiencia le salva de cometer ciertos errores formales que los otros no han podido evitar.
Una de las dificultades iniciales que hemos tenido que resolver, al componer este trabajo, ha sido la referente a la terminología. Existe una serie de términos que reciben en el «medio» una carga especial. Por ejemplo: capitalizar, recuperar, intelectual, dirección. Otros, son ambiguos y reciben su plena significación según quién y cómo los utilice en un contexto dado. Por ejemplo: izquierda, izquierdismo, revolucionario, grupo, partido.
Hemos resuelto el problema sobre la marcha, utilizando a menudo el entrecomillado para indicar la carga especial -irónica, peyorativa, etc.- que lleva el término, o bien empleando la mayúscula para indicar la especialización del mismo, o bien utilizándolos sinónimamente, sin intentar establecer diferenciaciones que no existen (grupo y partido, comité político y buró político, etc).
Por supuesto, no es éste el vocabulario que indicábamos más arriba que es preciso reinventar. Este sería más bien un vocabulario que hay que suprimir. El tiempo se encargará de ello.