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Nuestros primeros 25 años de Luis Ramírez

por Aranzazu Sarría Buil


El conjunto de actividades llevadas a cabo en estos años por la editorial Ruedo ibérico son el reflejo de que RI está gestando una nueva línea de lectura del exilio. Se trata de una nueva vía que se revelará como la más fructífera y beligerante frente al régimen, rompiendo con años de ineficacia e instaurando un comportamiento basado no ya en el diálogo con el interior, sino en la mudanza del núcleo opositor al interior, convirtiendo el exilio en la pista de maniobras necesaria para contrarrestar la ofensiva del gobierno franquista.

Es precisamente desde este contexto desde el que tenemos que valorar la publicación en 1964 de Nuestros primeros veinticinco años de Luis Ramírez. Se trata de un libro escrito por Luciano Rincón, publicado bajo pseudónimo, en el que se relata la confusión provocada por los gritos y silencios que componen la España creada sobre la derrota republicana: gritos de júbilo, de publicidad política, de las victorias alcanzadas, de las maravillas de una España construida a medida, frente a silencios de una España distinta y anterior, de luchadores cansados y nostálgicos, y con capacidad de apoderarse de la iniciativa de los nuevos.

La necesidad de huir de estos gritos y silencios, y de aportar alguna luz sobre la maraña de ocultamientos y falsedades levantadas por el régimen, caldo de cultivo del ambiente que todos debían respirar en el interior del país, resultaba todavía más significativa al proceder de un autor esmerado en hacer una aclaración de sus propios orígenes y de su extracción social. No cabe duda del impacto que podía ocasionar la publicación del testimonio relatado por una persona que no había participado en la guerra civil, perteneciente a una familia conservadora integrada en el bando vencedor, creyente, y no por todo ello ajeno a la observación crítica de su propio mundo.

El proceso doloroso de su escritura transmite las contradicciones internas de una generación en la búsqueda de un camino a seguir, como queda expresado en la descripción de dicho testimonio:

« Este libro es la crónica de veinticinco años. De nuestros primeros veinticinco años. Fragmentada, desconociendo hechos transcendentales quizá, porque no es la obra de un historiador actuando con todos los datos (...) Mi obra no es así, entre otras cosas, porque yo no puedo escribir sin pasión sobre mí mismo, sobre mi misma tierra y sus dolores. Sin pasión, no digo sin objetividad, no digo falseando, no digo disimulando o engañando. Yo no puedo historiar, intento un testimonio. Esta es una crónica vivida, sufrida mejor dicho. Con vulgares nombres y apellidos hasta el aburrimiento y monótona como la realidad; triste como toda persecución. La crónica de veinticinco años silenciosos a través de veinticinco años de gritos que nos rodeaban tratando de inmiscuirse incluso en la intimidad del pensamiento.»

Testificar sobre los veinticinco años de vida bajo el franquismo es cuestionar la historia de todo un régimen para hacer públicos los porqués incuestionados y dejar constancia del inmovilismo en el que ha permanecido un país amedrentado. Este libro representa el máximo exponente del despertar de una conciencia política de oposición que hunde sus raíces en el rechazo hacia un Estado aniquilador, resguardado tras las artimañas del disimulo y la mentira, y en el simple deseo de alcanzar unas libertades propias de un sistema democrático. Su autor, periodista residente en Bilbao, redactor jefe del semanario Gran Vía y miembro activo del FLP, escribe para todos aquellos que, como él, se han comportado como extranjeros en su propia tierra, ajenos a la marcha del país y a la espera de soluciones procedentes de ningún lado y de milagros de autoría anónima nunca realizados.

Así, en su opinión, a la triple dictadura económica, ideológica-administrativa y política ejercida sistemáticamente por el capitalismo, el Partido y el propio dictador, viene a sumársele la dictadura que impone una vida cotidiana, acostumbrada y reconstruida, para soportar desde la indiferencia la simultaneidad de las tres anteriores, esto es, la dictadura del bostezo. No obstante, tras veinticinco años, la necesidad de salir del mal sueño y de desperezarse comienza a convertirse en urgencia apremiante, por lo que desde las páginas de la publicación se quiere transcender la existente división entre hombres de derechas y de izquierdas, buenos y malos según el enfoque de la mentira nacional, para romper una lanza por la unidad de los que construyen la oposición, « al margen de los colores y las etiquetas ».

Esta manera de proclamar la unidad se hace tanto más vital cuanto que parte de dos realidades básicas que están mermando la potencial capacidad opositora y sobre las que no se aplica ningún análisis serio. Se trata por un lado, de la minusvalía de un exilio digno, pero inútil al encontrarse sumido en constantes disputas internas y carente de jefes; y por otro, de la virulencia de la gran purga de 1959, que el régimen aplicaría como respuesta a los instigadores de la convocatoria de huelga nacional pacífica (HNP) de 24 horas ideada y encabezada por el PCE y prevista para el día 18 de junio.

Si en este suceso la oposición no consiguió la fórmula mágica para presentarse en un frente unitario, la acción represiva del franquismo, sin precedentes tanto por la profundidad como por la extensión, aglutinó a católicos, socialistas y comunistas, sin escatimar penas ni detenciones y sin excluir a cualquier sector que pudiera sobresalir por su disidencia de la aparente calma política. La participación activa del que se popularizará como felipe por sus iniciales, servirá de pretexto para desatar las iras del régimen contra su fundador y líder, Julio Cerón, cuyo proceso será aireado como el proceso de los católicos, con significativas repercusiones en el extranjero, al tratarse de un miembro del cuerpo diplomático, tercer secretario de embajada agregado a la sección de Organismos Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores, y que precisamente en el momento de las detenciones se encontraba en Ginebra formando parte de la Delegación española en la OIT (Organización Internacional del Trabajo). Su condena a ocho años de cárcel vendrá a engrosar la ya larga lista de disidentes forzados a resistir en la calígine de un régimen que se niega a presenciar los primeros síntomas de su descomposición.

Las denuncias maceradas de Luciano Rincón hacen de la publicación de Nuestros Primeros veinticinco años el baluarte de la lucha antifranquista, y lo que resulta más operativo y peligroso para el régimen, consagran a su editorial como la iniciadora de la labor de lanzamiento de la oposición interior desde un exilio que va a cumplir la función de altavoz para hacer frente a las sordinas instaladas en la desafinada orquesta dirigida por el régimen. Como queda fuertemente expresado en las siguientes declaraciones:

« ...nosotros, los de Ruedo Ibérico, nunca nos hemos considerado un grupo exiliado, nos hemos considerado un grupo en el exilio. (...) Siempre hemos sido gente del interior que vivía en otro país. Hemos sido el altavoz o el portavoz de eso que Goytisolo llamó el exilio interior. »


Extracto de la tesis doctoral de Aránzazu Sarría Buil, Cuadernos de Ruedo ibérico (1965-1979), Exilio, cultura de oposición y memoria histórica. Zaragoza-Burdeos, 2001, pp. 76-79