Mijail Koltsov - Diario de la guerra de España

DIARIO DE LA GUERRA DE ESPAÑA


Autor: Koltsov
Editor: "Ruedo ibérico"
Páginas: 489
Lugar y fecha: Suiza, 1963.


CONTENIDO

El "Diario" de Koltsov abarca el período comprendido entre el 3 de agosto del 36 y el 6 de noviembre de 1937, es decir, los quince primeros meses de la guerra civil española. Es un documento escrito día a día por un testigo directo y apasionado, ya que Koltsov fue el periodista enviado como corresponsal extraordinario por "Pravda". Ligado estrechamente a la política contemporánea del partido comunista, su papel, sin embargo, fue mucho más importante que el de un simple corresponsal de guerra, y sus actividades quizá le situaron, en más de una ocasión, en el plano más elevado de la acción política. El "Diario" tiene dos breves interrupciones que se corresponden con dos viajes rápidos que el autor realiza a Moscú y de los cuales no se da la más ligera noticia de carácter político, aunque después, leyendo entre líneas, se deducirá que se entrevistó con las más altas jerarquías de su partido. Corrobora esta impresión el hecho de que su destino posterior fuera paralelo al de la mayor parte de los comunistas rusos que intervinieron en nuestra guerra: detención súbita al volver definitivamente a su país, tras una breve estancia en Checoslovaquia, a raíz del Tratado de Munich, y "eliminación" en circunstancias desconocidas en 1942. Aunque su memoria haya sido rehabilitada, como la de gran número de las víctimas estalinistas, y sus obras completas hayan sido publicadas recientemente, el acceso a los textos impresos en vida del autor ha sido imposible -se excusó la editorial- y la traducción al castellano se ha hecho sobre el libro publicado en Moscú en 1957, que recoge las crónicas publicadas en "Pravda" entre julio del 36 y diciembre de 1937.


JUICIO CRITICO

Dentro de la ya numerosa bibliografía referente a la guerra de España, el "Diario" difiere radicalmente de un libro como el de Hugh Thomas -por ejemplo- en que no intenta ser un estudio objetivo, más o menos conseguido, ni al autor se le ocurre plantearse, por tanto, duda inicial alguna sobre las tendencias, legitimidad o rectitud de los partidos que formaban el conglomerado republicano. La inflexible disciplina comunista se hace notar a lo largo de sus excesivas 480 páginas, y desde Largo Caballero, "burgués sospechoso", hasta Azaña, Miaja, Durruti y Nin, todos parecen formar parte -según el autor- de un frente anticomunista más que de un frente popular antifascista. La manía persecutoria del comunista nato de los años 30 aparece con toda su fuerza, una vez más, en este libro, hasta el punto que la editorial se ve obligada a aclarar en una nota preliminar que, como "testimonio inmediato, el "Diario" carece de perspectiva histórica, de esa serenidad que confiere la recreación metódica", para añadir luego que "aunque veraz en la narración y justo en la interpretación de los hechos, el autor no ha podido escapar a ciertos determinismos, a modas más o menos efímeras que se imponen fuertemente a su personalidad de militante. Cae en contados momentos de su libro en lugares comunes de la campaña de deformación de ciertos hechos que alcanzó una extraordinaria virulencia en la época en que Koltsov escribía sus crónica de España. Nos referimos concretamente a los pasajes en que el autor alude al POUM". Como confesión de parte, esta nota resulta muy expresiva.

Efectivamente, la dureza y ensañamiento con que Koltsov trata a troskistas y anarquistas le aleja de toda posible comparación con un intelectual como Gerald Brenan, cuya visión casi romántica del anarquismo es diametralmente opuesta a la del ruso que no ve en este movimiento ácrata más que un obstáculo para la implantación de la revolución proletaria. El mismo hecho de que el anarquismo estuviera mucho más enraizado en la Península que el comunismo le hace mostrarse aún más duro en su crítica a la organización de Durruti, Oliver, etc., así como el hecho de que, desconfiando éstos del partido comunista, no esperasen al final de la guerra para proclamar el comunismo libertario. En cuanto al Partido Obrero de Unificación Marxista. no ahorra invectiva, pareciéndole totalmente normales y operativamente necesarias las tremendas matanzas barcelonesas de mayo de 1937, sin necesidad de justificarlas ni previa ni posteriormente, ya que, como parece deducirse de sus pensamientos, el ala trotskista estaba en franco contubernio con Hitler y Mussolini para hacer fracasar la implantación del bolchevismo en España y sobre todo -según él- por la venalidad de sus mandos, que, además de formar parte activa de la quinta columna, tenían planes secretos para entregar Barcelona, Madrid y otras ciudades, poco menos que al mejor postor. "El papel que desempeñaba el POUM es desmoralizador y de provocación, ya que, haciendo carantoñas a los anarquistas, los azuzan contra los verdaderos trabajadores, hablándoles con repugnante demagogia contra la Unión Soviética." Más tarde dirá: "En la organización del espionaje, junto con los miembros de la antigua aristocracia reaccionaria y de Falange Española, trabajaban los dirigentes del POUM. Aparte del trabajo de espionaje, se trataba también de preparar para un determinado momento una sublevación fascista armada en las calles de Madrid" (pág. 426). Como vemos, la aclaración inicial del editor era totalmente necesaria, si se quería dar un contenido serio al libro. Por otra parte, suprimida la exageración, esta parte del "Diario" tiene también su contenido positivo, ya que permite que el lector español conozca el ambiente de lucha y divisiones existentes en la España roja durante la guerra, que tendría su desenlace final tanto en el arreglo de cuentas entre Casado y los comunistas al liberarse Madrid, como en las purgas, de otra manera inexplicables, que se produjeron en Rusia, y que afectaron a todos los que, habiendo estado en España, pudieran haberse encariñado con otra línea comunista que no fuera necesariamente la inflexible de Stalin.

De los anarquistas desconfía, y, dándose cuenta de su fuerza, teme que tengan que enfrentarse decididamente con ellos, si la guerra resulta victoriosa. (Ya García Escudero, en su libro "De Cánovas a la República", afirmó que no vacilaron en aplicar a los anarquistas los mismos métodos que habían aplicado al POUM). Sus entrevistas con Oliver y Durruti, no por esquemáticas menos valiosas, ponen en relieve lo mucho que los separa, aunque en este caso la ira queda reducida a ironía y causticidad, al dejar caer detalles que ponen en total contradicción la teoría y la práctica anarquista.

A lo largo de la discusión que mantienen Koltsov y Durruti sobre la necesidad de la dictadura proletaria, el comunismo libertario y la indisciplina orgánica se ve lo antitético de sus concepciones políticas, efímeramente conjuntadas, pero sin posibilidad de coexistencia a largo plazo. De su breve contacto con Indalecio Prieto sólo resalta el autor la aversión de éste por Largo Caballero, y es precisamente en la entrevista que mantiene con el último donde se pone de relieve la desconfianza comunista respecto al socialismo, por "rabioso" que éste pueda parecer. De su discusión con el "Viejo" -Largo Caballero- sobre el mejor medio de formar las milicias populares y de la acusación que Largo hace contra los comunistas, culpándolos de buscar solamente el Poder en su propio beneficio, se deduce el poco margen de fiabilidad que los comunistas concedían al "maximalismo y tardío radicalismo de un hombre que había defendido las posiciones más reformistas y conciliadoras en el movimiento obrero y que incluso había llegado a establecer compromisos y coaliciones con los Gobiernos burgueses más derechistas, incluso con Primo de Rivera". Duda de las palabras de Alvarez del Vayo, que cree que "Largo Caballero ha cambiado en su fuero interno con la lucha de Asturias y el período subsiguiente, habiéndose visto obligado a revisar su camino político, desengañándose de los métodos oficinescos y aproximándose a la masa obrera viva". La entrevista terminará con la reflexión personal de Koltsov, que refleja la de todo el Partido Comunista: "Los comunistas desconfían de este cambio y se burlan de esta enfermedad senil del izquierdismo. Esta frialdad entre Largo Caballero y los comunistas se refleja en las posibilidades de recíproca colaboración".

Cuando Largo Caballero forma Gobierno, el 3 de septiembre, y exige la entrada en el mismo de dos comunistas, para Agricultura e Instrucción, las quejas y críticas contra aquél se debilitan, para enconarse más tarde con motivo de la defensa de Madrid y el nombramiento del General Asensio como Jefe de todo el frente central -"hombre poco definido, dudoso en el aspecto político y moral"-. Pero el realidad esta obsesión de sospecha y duda sobre toda persona no afiliada al partido comunista parece ser el "leitmotiv" de todo el "Diario". Sólo se encomia, aunque todos combatan del mismo lado, a Uribe, la "Pasionaria", José Díaz, al Quinto Regimiento, etc. Para los de enfrente, desprecio; para los compañeros de viaje o guerra, desconfianza, y para los tránsfugas, como André Gide (que en plena guerra civil española, y tras volver a Francia después de un viaje por Rusia, rectificó sus precipitadas posiciones políticas), insultos.

La segunda parte del libro se inicia el día 7 de noviembre del 36. El tono pesimista que penetra toda la primera parte deja paso a una exaltación desenfrenada. El ataque nacional se detiene en la Casa de Campo y en la Ciudad Universitaria, y "parece que se va a reproducir el milagro del Marne"; Asensio ha sido reemplazado; Rojo va ascendiendo, y lo que en realidad importa al autor es el hecho de que el Gobierno haya abandonado la capital y las Brigadas Internacionales consoliden su posición dentro del ejército republicano al ser las únicas fuerzas capacitadas. Con todo ello, el partido comunista, que ha infiltrado sus comisarios en todos los batallones, se va haciendo, tanto en el frente como en la retaguardia con el Poder. La fe en la victoria empieza a resurgir después de tantos fracasos militares, políticos, de organización, etc. Koltsov, durante cierto tiempo, cree que Rusia va a volcarse con todo tipo de ayuda para contrarrestar el apoyo italo-alemán, ya que, no teniendo fe alguna en la España republicana, ésta todo lo ha de esperar de la Rusia soviética, que solamente con su férrea estructura político-social podrá superar el caos de la anárquica y dividida España roja. Claro es que esta trasformación invalida lo que de seudorromántico pudiera haber en el proletariado español, pero no importa, ya que ahora el partido comunista es totalmente necesario, tiene una posición negociadora de fuerza frente a los demás partidos, y anarquistas y socialistas habrán de transigir si quieren poder continuar la guerra.

A partir de este momento, la hasta entonces minoría comunista se hace omnipotente y empieza a imponer su criterio. Se critica abiertamente a Prieto, a Largo, al Ejército y a la Administración; se justifica la violación de1 Derecho Internacional que constituyó el asalto de las Embajadas; los asaltos contra los trotskistas se hacen más precisos y no consisten ya en la pura dialéctica verbal. El autor realiza un viaje a la Mancha para comparar, tomando dos pueblos como prototipo, el sistema de la comuna anarquista y la comunista. El nacionalismo vasco es también objeto de sus críticas, y aunque afirme que "mi país... constituye una unión libre de pueblos con iguales derechos", de las entrevistas con Aguirre y Astigarrabia (Secretario del partido comunista vasco), deduce que del pequeño nacionalismo vasco nada puede esperar el comunismo internacional. De la dictadura que Astigarrabia ejercía sobre el propio partido comunista pudieron surgir los motivos que originaran la desgracia posterior de Koltsov, ya que lo que dice del Secretario del partido comunista vasco bien pudo ser mal interpretado en Moscú por personas con más posibilidades de defensa y métodos más expeditivos. "Astigarrabia obra en dictador, adopta las decisiones más importantes personalmente, eliminando de hecho el buró político de la localidad." "Astigarrabia es un esquemático pagado de sí mismo, un irritado burócrata, creído de que es infalible desde que entró a formar parte del Gobierno. Por tanto, sobre todo tipo de Ministros ha de mantenerse, por parte del partido, un riguroso control." Un hecho es cierto: ni en los mismos comunistas, en cuanto se apartan un poco de la línea de Moscú, tiene confianza alguna el partido comunista. De aquí que Koltsov se vanaglorie cuando son los comunistas puros -y no los representantes del proletariado- los que "por propia iniciativa, sin esperar el atrasado aparato estatal, resuelven los problemas con que se encuentra el Gobierno... , a veces se pasan de la medida y exageran su papel y su influencia sobre la masa y los sindicatos". Lo cual irritaba y enfurecía al dictador -burócrata- Caballero." Por esta razón, en la tercera parte del libro, Negrín es bien recibido. "Con él se respira mejor", dice, citando a la "Pasionaria". Aquí lo más interesante es, sin duda, la información de primera mano que Koltsov nos da sobre los pros y contras de la unión entre el partido comunista y el socialista. Testigo excepcional, que tiene como único público al lector ruso del "Pravda", cuenta la meteórica ascensión del núcleo central del partido al iniciarse la contienda "hasta la cifra de 302.000 personas en la República, más los 64.000 miembros del partido de Cataluña y los 22.000 afiliados en Vizcaya". "Los socialistas tienen miedo al oportunismo comunista, y a la vez sienten gran recelo ante su empuje, su actividad en toda organización y sus métodos dictatoriales". "Están asustados por el hecho de que los obreros socialistas ingresen en el partido comunista, mientras que de éste nadie pasa al socialismo."

Tras un breve panegírico de Alvarez del Vayo y de José Díaz, da nuevas muestras de divismo, al intercalar entero su discurso ante el Congreso Internacional de Escritores, reunidos en Valencia en julio de 1937, y en el cual, tras hacer la apología de la teoría comunista "de la expresión", de la constitución soviética, pasa rápidamente a zaherir, una vez más, a André Gide, al que acusa de estar vendido al Gobierno de Burgos.

La cuarta parte o libro en que se divide el "Diario", además de ser la más reducida en extensión, es la menos interesante, cuando pudo, quizá, ser lo mejor, desde nuestra perspectiva, ya que, al ser llamado a Moscú súbitamente, no dejó escritas, o al menos no han sido publicadas, sus impresiones últimas sobre el desarrollo de la contienda a finales del 37. Es indudable que el primer sorprendido por la llamada fue él, y así, tras intentar demostrar que la batalla de Belchite fue dirigida en el lado nacional por oficiales zaristas rusos, y cantar la lucha épica mantenida por el comunismo contra los troskistas en Barcelona, termina precipitadamente su "Diario" con un grito profético -que bien pudo ser amañado más tarde- sobre el peligro del nazismo para pequeños países con minorías étnicas alemanas, Checoslovaquia.

En resumen, el libro constituye, en su parte expositiva, un documento interesante para estudiar el proceso de infiltración y asalto al Poder por el comunismo aprovechando las divergencias existentes en la España republicana.


In Boletín de Orientación Bibliográfica número 30, julio-agosto de 1965, pp. 9-12