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Este libro lo escribe un español que desde el 19 de abril de 1937 no milita en ningún partido. Aspiro a que sea, netamente, un hecho historiográfico. He prescindido de cualquier sentimiento subjetivo, a costa de gran esfuerzo espiritual. Pues la glacialidad en la exposición y en el estilo debían salvarme de los riesgos panfletarios que habrían desvirtuado el valor científico y didáctico de la obra.
Fui testigo directo, interesado, o actor, en todas las etapas fundamentales cubiertas por Falange Española de las JONS desde 1934 hasta la guerra, y me incorporé al territorio dominado por el Alzamiento a mediados de septiembre de 1936. Llegaba yo desde Barcelona, adonde fui enviado por José Antonio Primo de Rivera. A partir de esa última fecha, participé en la serie de acontecimientos que desembocaron en la unificación decretada por el generalísimo Franco. Durante los días de mi prisión, a raíz de aquel decreto unificador, intuí que si la decisión final de la guerra era victoriosa para las armas franquistas, sería improbable que llegara a ser editada la crónica más verídica que hoy publico. Fui corroborando mi intuición por espacio de cinco lustros, y a la vez me preparé para narrar lo que no debía subsistir oculto ni ser desfigurado. La primera línea del TESTIMONIO, la escribí después de haber publicado más de veinte obras sobre cuestiones históricas españolas, vinculadas a lo político, lo económico y lo social.
Ese fue mi primer ejercicio, en busca de la objetividad historiográfica. No pretendo encarecer las dificultades halladas. Por una razón de cronología, he sido el primer escritor dentro de España que después de la guerra ha vuelto a plantear problemas españoles arduos, supliendo a veces a una bibliografía sumaria, incompleta o desaparecida, y en otras ocasiones componiendo con rigor la biografía de hombres sobre los que recaían tácitos veredictos de silencio, rencor o menosprecio. Mi empeño por alcanzar la objetividad hasta el límite humano, y dada la coyuntura, no ha sido estéril. En la hora presente, mis libros han logrado un "label", dentro y fuera de España, que reconoce su objetividad y una idónea inspiración informativa.
En 1963 comencé a escribir el presente TESTIMONIO, recorriendo España para colectar pruebas testificales y documentales. Mi designio fue conocido en la esfera gubernamental apenas comencé a realizarlo. Nunca oculté que trataba de cumplir un objetivo en el que venía pensando desde el mes de abril de 1937. Tampoco omití decir que no proyectaba hacer un mero panfleto, con inicial - y quizá justo - éxito escandaloso. En punto a metodología, mi propósito era el de publicar una colección de testimonios refundidos, a la manera de un libro diplomático. Advertí, ya inmerso en el quehacer, ciertos defectos de información, ilación y coherencia. Han transcurrido cerca de seis lustros, y si las generaciones contemporáneas de la guerra tienen la memoria debilitada, o lavada, por una presión incesante y por notorias deficiencias informativas, las nuevas promociones tendrán mayores dificultades para la inteligibilidad del texto. Enormes dificultades, muchas de las cuales han sido expuestas por Herbert Rutledge Southworth, en su obra El mito de la cruzada de Franco. Los antecedentes son, en buena medida, esenciales, como la descripción minuciosa y objetiva de las coyunturas a que se refieren los plurales testimonios. Me dediqué, pues, a un trabajo historiográfico que diera ilación y coherencia al libro, y por un prurito de modestia, sugerí en esas páginas que habían sido redactadas por un equipo : he tenido asistencias amistosas para recoger testimonios documentales y testificales, siguiendo mis indicaciones, pero en verdad, la obra ha sido enteramente redactada por mí. Empero, he conservado la forma primitiva del TESTIMONIO, hasta el punto de que mis declaraciones aparecen en tercera persona.
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Han desaparecido del mundo de los vivos algunos testigos y actores. Su testimonio lo he suplido con antecedentes que sirven para caracterizarlos y con referencias de otros testigos y actores que asistieron a su actuación. Aquel caso es, verbigracia, el de los generales Yagüe, Queipo de Llano y Mola. Faltan dos testimonios, sin duda importantes, pero inaccesibles : los del generalísimo Franco y su hermano Nicolás. Podrían precisar numerosas cuestiones, pero estoy seguro de que no desvirtuarían lo esencial de este libro. He acudido a todas las fuentes accesibles, tanto documentales como testificales, de tal manera que a las gentes informadas, estas páginas darán la sensación de que vienen a ser un " panier à crabes ". En ellas comparecen quienes fueron enconados enemigos antes y después de la unificación; los "frères ennemis" de la Falange; bastantes fautores de la extinción del falangismo autónomo; traidores y leales al mando del movimiento nacionalsindicalista; ejecutores mercenarios; domésticos de los grupos político-económicos en los que ha recaído la máxima rentabilidad de la trágica guerra civil; miembros de la Comunión Tradicionalista adversarios de la Unificación...
Esa conjunción de españoles tan abismalmente separados, ha exigido cierta destreza táctica. Un primer testimonio ha servido para obtener otro u otros. X, acusador de Y, ha promovido la reacción de éste. Por otra parte, un amplio conocimiento directo de los hechos me fue utilísimo para brindar, a todos los requeridos, una opción simple : la de su testimonio, que sería reproducido con absoluta fidelidad, o la libre descripción de su conducta, actitud, obra. Debo señalar que todos prefirieron la primera. Otros testimonios han sido allegados con gran facilidad. Se trata de los procurados por españoles que en 1965 deploran el hecho de la unificación, y opinan que la Falange cometió lamentables errores políticos antes del 18 de julio, y en las semanas sucesivas a esa fecha. Siguen irritados por los desvirtuamientos, deformaciones y apropiaciones estériles de que fue objeto su organización. Hay otro motivo que explica la contribución testifical de la mayoría. Me refiero al sentimiento de protesta contra la injusticia.
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¿ A cual de las injusticias cometidas por el poder constituido concierne aquel sentimiento ? Aquí debe ser explicado, minuciosamente, el título que he dado al TESTIMONIO, es decir, la presencia en él de Manuel Hedilla. Es un hecho incontestable que transcurridos ya veintiocho años desde sus condenas a muerte, y a pesar de un aplastante silencio oficial y público en torno a su persona, Hedilla promueve en España un movimiento de atención - a veces de evidente curiosidad - insólito. Por lo que de él sé, puedo afirmar que no desarrolla ninguna actividad política, ni está comprometido con ninguno de los grupos que actúan o pretenden actuar en la vida de la nación. Han vuelto a la densa oscuridad de la que salieron innumerables hombres militares y civiles, postulados por espacio de años a través del aparato de propaganda del Estado, y que asumieron funciones de poder. Sus nombres se han borrado de la memoria de la inmensa mayoría española. Hedilla, empero, tiene permanente actualidad.
En este libro, su presencia está justificada por los hechos. Asumió el 3 de septiembre de 1936, la jefatura de la Junta de Mando provisional de la Falange. Fue el segundo y último jefe nacional de la organización : el sucesor de José Antonio. Es el único falangista que tuvo función de mando específicamente política y doctrinal, hasta que fue decretado el Partido Único; por ello se convirtió, antes de ser elegido jefe nacional, en el máximo representante e intérprete de la Falange. Su puntual biografía es, aún, desconocida. En torno a Hedilla polemizan el mito, la leyenda - de vario signo - la estricta realidad y aun el interés político, éste asimismo con signos contradictorios. Hay quienes aspiran a hundirle aún más en el silencio y en la impotencia, y otros que desearían colocarle a la cabeza de grupos políticos. De éstos, los que suponen - ignoro con qué fundamentos - que la Falange anterior a la unificación podría resurgir...
Era necesario incluir en mi libro la biografía de Manuel Hedilla, personaje histórico por su intervención en la guerra y en la política, por haber sido determinante de la unificación y también por su circunstancia de resistente a las órdenes drásticas del generalísimo. Es el español que se negó a desempeñar un cargo que en el orden político, le habría situado a continuación de Franco. La personalidad de Hedilla clarifica los acontecimientos, los cuales, en notable parte, dependieron de su carácter y de su formación. En ciertos momentos, y para fines militares, el generalísimo tuvo que apelar, al jefe de la Junta de Mando, para que éste remediara considerable penuria de combatientes. Hedilla, por sí mismo, alcanzó un poder político, de cuyo empleo tendrá que rendir cuenta a la historia. Esta es una cuestión tangencial al presente libro, pero también determina la inclusión de la biografía del segundo y último jefe nacional de Falange Española de las JONS.
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Es lógico que, en 1965, los españoles - y el mundo entero- aspiren a conocer los orígenes y el sucesivo desarrollo de la organización nacionalsindicalista. La bibliografía en sí misma es parca, y un libro fundamental de Ramiro Ledesma Ramos ¡Fascismo en España! - publicado en Madrid, 1935, bajo el pseudónimo " Roberto Lanzas"- no ha vuelto a ser editado. Las biografías de José Antonio Primo de Rivera son convencionales, y tributan un desmesurado culto a la personalidad. Los periódicos y las revistas de las JONS, de la Falange Española, y de Falange Española de las JONS suelen ser desvirtuados, trucados - o truncados - por medio de una discriminación previa, a la que se pretende carácter antológico. Mas, si todo ese material fuera publicado íntegramente, tampoco daría noción exacta de lo que fueron las organizaciones jonsista y falangista, y luego la Falange Española de las JONS. Uno de los problemas - insoluble, ciertamente - que se plantea el historiador, es el de conocer las edades y las profesiones de quienes, a partir de 1934, se denominaron falangistas. Aparte de las destrucciones de censos y ficheros - espontáneamente unas veces, otras a consecuencia de intervenciones policíacas - la mixtificación y la falsedad predominaron en la reconstrucción censual. Toda suerte de gigantismos falaces, de minimizaciones protervas, de tergiversación incoherente y mercantil, han mediado y median en los conatos, limitadísimos, de historiografía falangista publicados hasta hoy. Extinguida la Falange Española de las JONS, los rentistas del Partido Único no han sido siquiera capaces de encontrar un Zinoviev - o un equipo de redactores semejante al ruso y a los que le rectificaron al triunfar Stalin y ahora son rectificados por la nueva ola de Nikita Krustchev - a fin de lanzar una historia, aunque fuese convencional y deformada, de la organización. He aquí los motivos que han aconsejado la elección de una provincia española que en en este libro sirve de índice a los orígenes y desarrollo falangistas. Se trata, por lo demás, de la provincia de Santander, donde nació Manuel Hedilla y ejerció su primer mando. La Montaña está ligada a la epopeya del futuro jefe nacional. Encuentro, en esa provincia, bastantes similitudes con idéntico proceso en las restantes. Debo hacer una salvedad interesante: en Santander no existía Universidad. El ámbito universitario, en Madrid, y en alguna otra ciudad, constituyó un foco de propaganda y recluta de la Falange.
Cuanto hubo de puro y de impuro en el nacimiento de la organización; de limpio y de defectuoso en el material humano que fue nutriéndola; de aspiración a realizar un movimiento revolucionario inédito y de torvo propósito derechista, enrolado en la más degradante e inhumana mesnada; de generosidad y de cainismo; de sentimientos de solidaridad humana y nacional y de rabiosa persecución al enemigo ideológico, se manifiesta y actúa en el microcosmos santanderino. En mi libro, me limito a describir los hechos y los personajes. Cada uno obtendrá de ellos lo que le dicte su espíritu...
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Este libro, escrito para todos los españoles, y también dedicado a cuantos en el mundo consideran que el ciclo histórico-político de la guerra española aún no está cancelado, se atiene, escrupulosamente, a la terminología vigente de 1936 a 1937 en la llamada zona nacional. Yo dejé de creer - en 1937 - en los conceptos Alzamiento nacional y Movimiento nacional. Nunca creí que la guerra tuviese carácter de Cruzada, palabra que siempre me produjo considerable irritación. Carecí de fe en la revolución nacionalsindicalista, desde que Franco fue situado en la jefatura del Estado. Anuncié, reiteradamente, los ataques y presiones de las fuerzas reaccionarias, inciviles y bárbaras, de España. La derecha española fue, es y será, la más cerrada, aviesa y sanguinaria de Europa. Aun más que la de Europa central y la Rusia zarista. Es una derecha troglodítica, y en este punto debo rehabilitar el acierto de los republicanos de 1931 : la veían recién salida de la caverna. Ese vocabulario coetáneo de la guerra es una necesidad historiográfica y a veces logra definitivo valor expresivo. Viene a ser la exhumación de una mitología, cuyo conocimiento resulta indispensable para comprender profundamente el hecho español. Como sucede en el teatro realista o de costumbres, cada personaje, grupo u organización habla su lenguaje propio, genuino. Ignoro, claro es, y es probable que todos sigamos desconociéndolo hasta que el pueblo de España pueda expresar su opinión con libertad, en qué profundidades subyace esa mitología, o si está convertida en polvo inerte. El porvenir nos responderá. Mas en cualquier caso, la adecuación terminológica de mi libro al tiempo que abarca, creo que puede ser aleccionadora. Pues no oculto que si al escribir prescindí de fines políticos estrictos e inmediatos, he intentado, por el contrario, cumplir una misión docente en pro de los españoles. ¿Docencia? El concepto es grave. Pero no rehuso su empleo. He pretendido demostrar, desde un plano objetivo - y confiado en la fuerza de los hechos - que el único camino por el que puede marchar nuestra España, afrontando el futuro dignamente, es el de la Libertad y la Justicia. En 1965 todos - hasta la reacción - sabemos cuál debe ser el contenido de la Libertad y de la Justicia.
Maximiano García Venero