En abril de 1939, la "cruzada", la contrarrevolución, la guerra civil, en fin, había terminado. A España le había costado caro. Caro en hombres y mujeres en plena capacidad de trabajo. Caro en riquezas destruidas. Caro, sobre todo, en desarrollo político.
El balance de la guerra civil es difícil de establecer, entre otras cosas porque los vencedores, responsables de la catástrofe, no han tenido interés en realizarlo. Desde luego, está ese ya mítico millón de muertos por causa de la guerra durante sus tres anos de duración. Cifra, sin embargo, que se queda corta si con ella se quiere determinar el coste real en vidas humanas de la guerra civil, que debe comprender no sólo los muertos durante los tres años, sino también los que durante cinco años siguientes causa la represión sistemática que realizan los tribunales militares, y las vidas que se pierden para España en el exilio, en las cárceles y campos de concentración del régimen...
La hecatombe ofrecida por la derecha al dios de sus intereses hay que matizarla con la calidad de las víctimas: mayoría de hombres en edad activa, y dentro de esta mayoría una selección de líderes y dirigentes de base políticos y sindicales, hasta el punto de que es preciso señalar su casi absoluta desaparición durante quince años. Sólo así se puede calibrar la magnitud de las pérdidas humanas provocadas por la "heroica" decisión de las derechas.
Para evaluar la riqueza destruida directamente por la guerra no disponemos de más elementos de juicio que la caída brusca de la renta a un nivel inferior al de 1900... La guerra civil que con más razón que "cruzada" debiera ser bautizada guerra de los "millonarios", no sólo por haber sido ellos los que la provocaron sino también por la largueza del precio que hicieron pagar a España por su victoria.
Pese a lo enorme de estas cifras, el coste más importante de la guerra ha sido el político. Este coste político es el menos estudiado, y el menos tenido en cuenta.
Para comprender la enormidad del paso en falso realizado, basta pensar que hoy mismo -cuando se está celebrando el treinta aniversario de la exaltación de Franco a la jefatura del Estado- España todavía tiene pendiente su "institucionalización".
Como la totalidad de los países de Europa, España tenía planteada, en 1936, la elección política entre seguir una vía de desarrollo neocapitalista o socialista; El fascismo como alternativa para el desarrollo de Estado burgués, resultaba a partir de 1945, después de la derrota del fascismo europeo en la guerra mundial, totalmente impracticable. Constituía un enorme error político; no era un camino, sino un callejón sin salida.
La derecha española se equivocó en 1936 -como se equivocaron la derecha francesa, la italiana y la alemana- y tomó con entusiasmo el callejón sin salida. Pero mientras que en los demás países europeos la rectificación, más o menos forzada, se realiza en 1945, aprovechando el margen que les ha ofrecido el Frente Popular y la intervención americana en la guerra, en España la derecha sigue equivocándose, no sabe salir del atasco político que para ella representaba el régimen del general Franco. Treinta años más tarde aún no ha encontrado la salida. Este gravísimo error político de la derecha, del que es completamente responsable la derecha, constituye el elemento más importante del costo de la guerra civil, el que tiene mayores consecuencias...
Ignacio Fernández de Castro