Estos nuevos y breves «Episodios nacionales» de las actuales décadas que comienzan con una tremenda imprecación contra la última guerra civil: «No he perdonado los gritos de los niños asustados», graban un impresionante friso. Aquí están Juancho reventado por una bomba por no haberse tumbado a tiempo o ese quinto recuperado que, en sueños, aún cantaba «Los cuatro generales... ». O Marcos Jiménez, alférez de la Legión. Y Esteban Calvo que no consentía «que los alemanes le marcasen el paso». Pablo Rosal, el miliciano ignorante, que «sabía que estaba haciendo historia». Y Perico Pacheco que en una cota reconquistada se entretuvo demasiado leyendo a Rimbaud, hasta caer en manos de los moros de un tabor de regulares que «le caparon y para mayor diversión le colgaron de un olivo». Luego proseguirá el tremendo desfile de «los años cuarenta con sus buenos estraperlos» y los años de nihilismo, cuando uno «se creía solo en medio de España». Y surgirán nuevas siluetas, como León Sánchez, el carpintero, «que organizó la luz».
Cubierta de José Ortega