Herbert Rutledge Southworth - Antifalange

Herbert R. Southworth

Análisis del falangismo

Introducción a Antifalange: estudio crítico de Falange en la guerra de España de M. García Venero


Dos objetivos mayores persigue claramente el libro de García Venero : primero, contar la historia de un movimiento político, Falange Española de las JONS, a través de la biografía de una de sus personalidades menores, Manuel Hedilla; y segundo, defender la causa de la rehabilitación de un hombre agraviado, el mismo Manuel Hedilla. Hedilla, mecánico laborioso y modesto, que había recibido una instrucción muy sumaria, pertenecía antes de la guerra al escalón inferior de la jerarquía del movimiento fascista español, pero ascendió gracias a la eliminación fortuita de sus superiores, hasta llegar a ser, algo más de 24 horas, el titular del mayor cargo político de toda la España de Franco. Después, desaparece casi sin dejar rastro, víctima de una de las operaciones más conseguidas de eliminación política que ha conocido la Europa occidental en lo que va de siglo.

Esta historia política, esta biografía y esta defensa son obra de Maximiano García Venero, historiador, biógrafo y periodista que, desde 1943, ha publicado una veintena de libros en la España de Franco. Según cuenta él mismo era ya falangista antes de la guerra, aunque no insista en su rango de « camisa vieja »; dice también que nunca fue miembro de la nueva Falange creada por Franco el 19 de abril de 1937. Sin embargo, después de la guerra civil, fue, al menos, director de un importante periódico (Levante de Valencia) perteneciente al Movimiento unificado creado por Franco, en un momento en que la afiliación a FET y de las JONS era obligatoria para tal género de empleos.

Este libro encaja en la categoría de obras sobre la historia del fascismo español. Se trata de una bibliografía poco abundante cuenta habida de la plétora de obras sobre la guerra civil española. De los libros publicados durante el periodo anterior a la guerra civil, sólo existe sobre el tema un capítulo de la segunda edición de La nueva catolicidad, de Ernesto Giménez Caballero (1933) y la obra de Ramiro Ledesma Ramos, firmada bajo el seudónimo de « Roberto Lanzas », titulada ¿Fascismo en España ?. Este tipo de libro fue algo más abundante durante la guerra civil y después de ella. Entre los títulos más importantes cabe señalar : las dos obras de Francisco Bravo, José Antonio, el jefe, el camarada (1939), e Historia de Falange Española de las JONS (1940); la de Sancho Dávila y Julián Pemartín, Hacia la historia de la Falange : primera contribución de Sevilla (1938); las de Guillén Salaya, Anecdotario de las JONS (1938), Los que nacimos con el siglo (1953) y A la sombra de nuestras vidas (1963); las de Gumersindo Montes Agudo, Vieja Guardia (1939) y Pepe Sáinz, una vida en la Falange (1940?); la de Emilio Gutiérrez Palma, Sindicatos y agitadores nacionalsindicalistas (s. d.); la de Felipe Ximénez de Sandoval, José Antonio, biografía apasionada (1941); la de Enrique Pavón Pereyra, De la vida de José Antonio (1949); la de David Jato, La rebelión de los estudiantes (1953); la de Fernando Meleiro, Anecdotario de la Falange de Orense (1958); la del marqués de Zayas, Historia de la Vieja Guardia de Baleares (1955), y Dolor y memoria de España en el segundo aniversario de José Antonio (1939). A estos libros de historia pueden añadirse las antologías de La conquista del Estado y de JONS de Juan Aparicio.

La mayoría de estos libros terminan repentinamente su relato con el comienzo de la guerra civil. Los que tratan de José Antonio Primo de Rivera llegan más allá cronológicamente, dentro del periodo de la guerra, pero no se refieren a todo el movimiento, sino tan sólo al encarcelamiento de su protagonista. El libro de Dávila y Pemartín termina con las elecciones de 1936; los de Meleiro y Zayas con el estallido de la guerra. La biografía de Sáinz se refiere a la época de la guerra civil, pero mantiene un curioso silencio en todo lo que concierne a los acontecimientos políticos de ese periodo. El caso más extraño es el del libro de Bravo que, pese a ser titulado Historia de Falange Española de las JONS, termina en julio de 1936, es decir que deja fuera el periodo más importante de la historia de ese movimiento : desde el 18 de julio de 1936 hasta el 19 de abril de 1937.

Todos estos libros están escritos por actores de mayor o menor importancia en el desarrollo del fascismo en España. Y todos, sin excepción, han sido sometidos a ciertas concesiones a la censura militar, y por lo tanto política, que ha existido en la zona de Franco desde el 17 de julio de 1936 y en toda España, sin interrupción, desde el 1 de abril de 1939. O bien el autor se ha convertido él mismo en su propio censor o bien ha aceptado las supresiones y modificaciones ordenadas por la censura. En todos los casos el autor ha traicionado su primera fe política jonsista o falangista al aceptar una historia falsa o fragmentaria de su acción. Cada uno de los libros mencionados oculta al menos una parte de la verdad. Incluso en las antologías de Juan Aparicio ha pasado la censura sobre los textos jonsistas aparecidos años antes, durante la república, o al final de la monarquía.

Ciertas consideraciones pueden explicar la repugnancia del régimen de Franco a dejar que se publique la historia de la zona rebelde durante la guerra civil y, especialmente, la historia de lo ocurrido desde el punto de vista político y social antes del 19 de abril de 1937. Este periodo fue en la zona de Franco un periodo de desorden, de anarquía, de rivalidades y de terror a escala desconocida hasta entonces en España. Sobre esos fundamentos sangrientos, con la eliminación brutal de sus competidores, alcanzó el poder el general Franco.

García Venero muestra la retaguardia de Franco sin autoridad central ni en el terreno militar ni en el político. Durante la guerra, el poder de Franco no se ejercía sobre todas las zonas conquistadas en Andalucía y Extremadura. Queipo de Llano dirigía su región como si se tratase de un principado independiente, aunque su propio poder no alcanzara diversas zonas de su territorio, como Cáceres y Badajoz. Serrano Suñer, en sus memorias, se lamenta de esta carencia de gobierno al comentar la situación en el momento del Decreto de Unificación del 19 de abril de 1937 con estas palabras; « El enemigo disponía de un gobierno ».[Entre Hendaya y Gibraltar, p. 44]

Manuel Hedilla era nominalmente la cabeza de la Falange cuando ésta se transformaba rápidamente en el grupo político numéricamente más importante del campo rebelde. Pero, en esa época, Hedilla no controlaba a muchos de sus lugartenientes provinciales. García Venero nos cuenta como un jefe de la Falange, Francisco Bravo, se fue a Galicia e hizo allí lo que le dio la gana. En Sevilla, Sancho Dávila concedía cierta atención a Hedilla, pero en cambio los propios subordinados de aquél no siempre respetaban su autoridad.

Los falangistas emprendieron negociaciones importantes con los carlistas, sin que Hedilla llegase a enterarse exactamente de ello. (G.V., p. 323-324.) Unos y otros requisaban automóviles, cupones de gasolina, se rodeaban de esbirros armados y de todos los signos exteriores del poder fascista. Sin embargo, García Venero no se refiere directamente a lo que fue sin duda alguna una de las causas más importantes de la independencia que tantos jefes provinciales y territoriales de Falange adquirieron y mantuvieron durante los primeros meses de la guerra civil: la súbita acumulación de fondos en las tesorerías locales a causa del rápido crecimiento de la organización y del rácket más o menos disfrazado de contribución de guerra. García Venero está informado indudablemente sobre este factor económico, como lo demuestran sus repetidas alusiones al extravagante tipo de vida de algunos sátrapas falangistas tales como Sancho Dávila, y a la frugal existencia de su héroe, Manuel Hedilla. Esta imagen de indisciplina y desorden en la retaguardia de Franco ha sido revelada algunas veces, durante la misma guerra civil, por algunos autores como Antonio Bahamonde y Sánchez de Castro, pero con posterioridad fue silenciada y olvidada rápidamente. El taifismo de la zona rebelde nunca ha sido tratado hasta ahora con tanto detalle como en el libro de García Venero, pese a no haber formulado la conclusión irónica que se imponía : los que se rebelaron, según afirmaban, para restaurar « la ley y el orden », crearon la ilegalidad y el desorden.

Existe aún otra razón que explica el silencio de los nacionalistas sobre la situación que reinaba tras las líneas rebeldes. Aludimos a la total prohibición de la menor alusión al terror que existió en aquel territorio durante toda la guerra civil y sobre toda España durante los años que la siguieron. Las carnicerías en masa no han sido admitidas nunca pública y oficialmente en la España de Franco, pese al tiempo transcurrido. García Venero, más honrado en este aspecto que muchos otros historiadores falangistas, hace referencia a esas matanzas, aunque tal reconocimiento tenga como finalidad exaltar las virtudes justicieras de la Falange e inocentar a Hedilla de toda complicidad en aquellos crímenes.

García Venero al exponer las matanzas de republicanos en la zona de Franco, adopta diversas posiciones extremadamente discutibles. En primer lugar, al igual que el comité internacional de No Intervención, atribuye el mismo valor legal a las leyes del gobierno de la república que a los bandos de los generales rebeldes. García Venero amplía incluso este punto de vista. Dice que durante la guerra civil existía una considerable « quinta columna » republicana detrás de las líneas rebeldes. Critica la censura militar que prohibía la publicación de noticias sobre la actividad republicana en la retaguardia rebelde durante la guerra, y a continuación justifica gran parte de las matanzas llevadas a cabo en la zona de Franco considerándolas como un mero y drástico castigo de dichos actos paramilitares. Argumento que resulta insuficiente para explicar los innumerables crímenes cometidos en la zona nacionalista y de los que fueron víctimas numerosísimas personas cuyo único delito había sido pertenecer antes de la guerra a una logia masónica o haber votado por el Frente Popular.

Este argumento tampoco tiene en cuenta el imperativo de carácter militar de efectuar una limpieza de retaguardia. En cada pueblo que el ejército de África conquistaba en su camino hacia Madrid, fueron practicadas matanzas con el sólo objeto de obtener una retaguardia asegurada. Un pequeño ejército invasor avanzaba en terreno hostil. Como el ejército debía seguir avanzando, encargaba la tarea de realizar la limpieza en su vulnerable retaguardia a elementos no militares. Generalmente se trataba de escuadras de Falange, que asesinaban sin medida alguna. Estos crímenes no eran provocados por ninguna actividad « quintacolumnista » de las víctimas, sino por el hecho de que los oficiales temían la posibilidad de que se llevase a cabo una actividad posterior de este tipo. El mismo fenómeno se produjo en Galicia, donde Hedilla desempeñó un papel considerable. Las fuerzas armadas nacionalistas debían marchar hacia el Este, en dirección a Ribadeo y hacia Asturias, y al Sur en dirección a Ponferrada y León. Las autoridades civiles, en su mayoría falangistas, se hicieron cargo de la tarea de proseguir la depuración de la retaguardia, tarea innecesaria si los rebeldes hubiesen tenido el apoyo popular que pretendían y han pretendido siempre tener.

Pero el argumento mayor de García Venero para eximir a la Falange de toda responsabilidad en este baño de sangre, es el del súbito crecimiento de la Falange al comienzo de la guerra civil. Los crímenes falangistas, afirma, fueron obra generalmente de los « camisas nuevas », espíritus impuros, todavía no formados en la significación del estilo de la Falange. (1) Esto constituye un soberbio sofisma. Toda la literatura producida por la Falange puede ser reducida a una definición : exaltación de la violencia. (2) La violencia es glorificada desde Ramiro Ledesma a José Antonio Primo de Rivera. La personalidad de José Antonio Primo de Rivera poseía más de un rasgo del chulo bajo su elegante barniz. Su frase sobre una « dialéctica de los puños y de las pistolas » es algo poco noble en la boca de un español de su posición social. El falangista más formado, más adicto, la más « vieja camisa » era aquel que adoptaba como moral el estilo de vida violento. Una curiosa justificación de la violencia del nacionalsindicalismo se encuentra en un libro de Pedro Laín Entralgo. En su prefacio leemos : « He escrito cuanto sigue como falangista y como católico, y con el evidente propósito de servir a la vez una y otra causa.» (3) Y más lejos : « El nacionalsindicalismo, sin caer en derivaciones seudorreligiosas, sabe bien el valor cristiano de la violencia justa, y exige una acción violenta al servicio de la justicia social y de la justicia nacional. Y, en más alto término de la justicia cristiana ». (4) El autor pensaba, como muestra con el texto del libro, en la violencia al servicio de la causa de la « Nueva Europa ». Ninguna autoridad católica se lo reprochó.

Pero quizá la razón más importante para explicar el prolongado silencio impuesto en España sobre este capítulo de la historia española sea que su análisis revelaría la forma fría, brutal e inhumana como fueron cimentadas las bases del poder político de Franco. El destino ayudó a Franco con la eliminación de Sanjurjo y Mola. Pero Franco ayudó siempre implacablemente a su destino. « Permitió » que su amigo y protector Gil Robles fuese expulsado al exilio. « Permitió » que el dirigente carlista Fal Conde fuese desterrado, pero solamente después de haber estudiado concienzudamente la posibilidad de fusilarlo. Hizo condenar a muerte a Hedilla. Y sobre la desaparición de Hedilla construyó Franco su poder político. Sin embargo, al mismo tiempo que su violencia se ejercía sobre Fal Conde y Hedilla, Franciso Franco contraía ante la historia una deuda enorme, política y moral, hacia tales hombres. García Venero descubre algunos elementos de este aspecto del carácter de Franco, despiadado constructor de su poder absoluto, pero no ha considerado necesario u oportuno terminar el retrato del principal beneficiario individual de la guerra civil española.

Las relaciones de Manuel Hedilla con el general Franco son una pieza importante de la historia de España. Manuel Hedilla ocupa un lugar destacado -ignorado hoy- en la historia de España, porque fue el dirigente oficial y efectivo de FE de las JONS durante su periodo más importante, en el momento en que un crecimiento extraordinario de sus organizaciones hizo de ella, en pocos meses de guerra civil, el poder político dominante en el campo de los militares sublevados. La Falange había llegado a ser la cosa cuya apropiación era más codiciada en el campo rebelde. La lucha para apropiarse de ella constituyó el acontecimiento político interno más importante de la zona rebelde en el curso de la guerra civil. Lucha entre clanes falangistas dentro del movimiento; lucha entre estos clanes y el cuartel general militar para asegurarse el control de la Falange. Franco ganó en estas luchas y sobre tal victoria afianzó políticamente su poder militar creciente.

La importancia histórica de Manuel Hedilla se funda en la circunstancia de estar íntimamente ligados los últimos días de su carrera política con los comienzos del franquismo. Precisamente porque el libro de García Venero aborda esta cuestión neurálgica su publicación es imposible actualmente en España. Diferenciándose en esto de los libros publicados en la España de Franco sobre la historia de la Falange, el libro de García Venero plantea algunos de los problemas fundamentales de esa época. Habla del desorden, la inmoralidad y la falta de unidad política de la retaguardia rebelde, y del terror que allí existió. Descubre la pugna de la «corte » de los Franco para apoderarse del aparato del Estado -en construcción todavía- y de la Falange. Testimonia de la fría crueldad de Francisco Franco contra sus prisioneros, en el curso de la guerra y después de ella. Sobre estos puntos el autor ofrece información inédita.

Hay que centrar, sin embargo, en sus límites exactos este carácter del libro. Cuando García Venero se refiere a la violencia sumaria que se aplicaba en la zona de Franco, no condena a Falange, ni a su héroe, Hedilla. Al describir el desorden, la ilegalidad imperante y la desorganización de las regiones españolas ocupadas por los rebeldes, no condena a la Falange como causa de tal situación. Cuando García Venero se refiere a la injusticia sufrida por Hedilla, tampoco condena a Franco. Se limita a condenar a los subordinados de Hedilla y a los subordinados de Francisco Franco. Limitando la liquidación de Hedilla a simple asunto de familia, cita los nombres de falangistas como Sancho Dávila, Rafael Garcerán, Agustín Aznar, José Moreno, Dionisio Ridruejo, Víctor de la Serna, Raimundo Fernández Cuesta, Ernesto Giménez Caballero, Pilar Primo de Rivera, como responsables, o beneficiarios de tal liquidación. Todos ellos (?) son « camisas viejas » que, al colaborar con FET y de las JONS, de Franco, han traicionado la Falange original.

El libro viene a ser por ello un «règlement de comptes» entre clanes falangistas. García Venero acusa también a varios tradicionalistas y a algunos militares y agentes de policía. Comparsas importantes, muy importantes en ciertos casos, no fueron estos personajes los grandes responsables de la caída de Hedilla, fruto de una acción cuidadosamente preparada por Francisco Franco, por Ramón Serrano Suñer, por Nicolás Franco... García Venero no hace la guerra a la familia Franco, pese a los pocos miramientos que observa con quien ha ingresado en ella por matrimonio, como Serrano Suñer. (5)

El libro de García Venero ha sido construido con una amplia serie de testimonios aportados por participantes en grado diverso en la historia política de FE de las JONS y que todavía viven. Se trata, en general, de testimonios subjetivos y amistosos, no de testimonios políticos. Pero contienen información que no ha sido publicada hasta ahora. Podemos afirmar, sin embargo, que faltan testimonios esenciales para esclarecer el problema central del libro. Falta el de Francisco Franco, el de su hermano Nicolás, el de su cuñado Serrano Suñer, el del hoy teniente general Barroso, el del líder carlista conde de Rodezno. Testimonios difíciles de conseguir, pero que serían esenciales para conocer la verdad. Existen otros testimonios, disponibles, que el autor no ha querido utilizar, porque se oponían a su tesis. Por ejemplo, García Venero ignora descaradamente las cartas que contradicen su tesis, incluidas en el folleto que ha circulado por España desde 1947, y que publica cartas escritas y recibidas por Hedilla. Se ignora igualmente un testimonio esencial : el del oficial finlandés von Haartman, que contradice también la tesis de García Venero. Rechaza desdeñosamente el folleto firmado por « Luis Pagés Guix », que es, sin embargo un relato cercano a la verdad, y escrito durante la guerra misma, cuando nadie se atrevía a hablar del incidente que constituye el nudo de la vida de Manuel Hedilla y por tanto del libro de García Venero. La ausencia de unos testimonios, la ignorancia de otros, así como las lagunas que pone de manifiesto la crítica del conjunto del libro de García Venero y especialmente la del testimonio del propio Hedilla, prueban que la verdad sobre el excelente ejemplo de violencia falangista -la noche del 16 al 17 de abril de 1937- que constituye el núcleo esencial del libro ha sido cuidadosamente ocultada, por una razón o por otra, por todos los interesados, incluidos Manuel Hedilla y Maximiano García Venero.

Nos hallamos ante un material valioso para la historia, sin duda alguna, pero seguimos lejos de la historia en las prolijas páginas del libro de García Venero, dictadas no por una voluntad de verdad histórica, sino para contribuir a una guerrilla de antiguos banderizos en torno a un botín ignorado por los no iniciados. Pero la importancia del botín -quizá pura y simplemente la verdad histórica- podemos apreciarla al considerar la larga pervivencia de esa guerrilla.

La noche del 16-17 de abril de 1937 en Salamanca, diversos choques armados entre los seguidores de Hedilla y los de los falangistas disidentes (Dávila, Aznar, Merino y Garcerán) dieron el pretexto a Francisco Franco y a Serrano Suñer para intervenir y tomar la dirección de Falange. Manuel Hedilla, que durante poco más de un día fue el jefe estatutario del grupo político más importante de la España rebelde, era borrado de la Historia. Tales sucesos fueron desde entonces, y durante veintinueve años, relegados al misterio más impenetrable por el régimen de Franco y, por cada uno de los protagonistas que se hallaban en condiciones de explicarlos.

En el interior de las fronteras españolas era fácil suprimir toda alusión a estos acontecimientos en nombre de la seguridad militar. Fuera de España, esta supresión fue posible porque los corresponsales extranjeros que se hallaban entonces en la zona nacionalista se interesaban más por la lucha en el frente que por una querella interna de un grupo político escasamente conocido por ellos; pero incluso si ese interés hubiese existido, la censura militar hubiera bastado para borrar sus efectos. Al cabo de cierto tiempo el valor como noticia de aquellos sucesos desapareció, para pasar a formar parte de la historia, y el régimen de Franco nunca ha facilitado tampoco la tarea de investigar la verdad de su historia.

En 1939, se dijo con firmeza a Bardèche y Brasillach, escritores favorables a Franco, que los detalles de esta historia eran « tabú ». En 1947, el cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, escribió tales falsedades sobre estos acontecimientos, en los que tan directamente había participado, que es legitimo dudar seriamente de la capacidad de su memoria. La parte esencial del relato de Serrano Suñer, aparte de su esfuerzo para desacreditar a Hedilla con hechos cuya falsedad no podía ignorar, reside en la insinuación de que Hedilla actuaba por inspiración de la embajada de la Alemania nazi. Esta insinuación, combinada con el velo del silencio oficial arrojado sobre los acontecimientos del 16-17 de abril de 1937, ha desembocado con el paso del tiempo, y gracias a la intervención de simpatizantes de Franco como Arnold Lunn, Peter Kemp y James Cleugh, en una obra maestra de ficción según la cual Franco desempeñó el papel caballeresco de patriota español antinazi, cuyo cargo, e incluso cuya vida, se veían amenazados por Hedilla y los nazis alemanes. Que Hedilla contaba con la simpatía de la embajada alemana aparece ahora como cosa segura, pero nunca hasta el punto de suponer que los alemanes lo apoyaron abiertamente contra Franco. Pero la versión que presenta a Franco como una víctima potencial de los nazis no ha desagradado nunca al régimen franquista a partir de la derrota nazi. (6)

Los pocos libros aparecidos en España o fuera de España sobre los primeros meses de la guerra en la retaguardia de Franco, saltan alegremente sobre los acontecimientos de abril de 1937 en Salamanca. Francisco Bravo Martínez, que escribió en 1940, una Historia de Falange Española de las JONS, termina su relato en los días inmediatamente anteriores al 18 de julio de 1936, pese a que el movimiento que indica su título prosiguió su existencia hasta el 19 de abril de 1937. Ángel Alcázar de Velasco publicó en 1941 un libro cuyo tema está íntimamente relacionado con los últimos días de Falange Española de las JONS, pero en él ofrece, al lado de un máximo de opiniones personales, un mínimo de historia real. El tema de los últimos días de FE de las JONS era un tema prohibido. Luis Moure-Mariño, en el libro Galicia en la guerra, a pesar del papel importantísimo de Hedilla en Galicia, no dice ni una palabra sobre Hedilla. La interesante actuación de Hedilla al organizar el enlace entre el ejército y Falange, que García Venero cuenta con detalle, es aludida muy raramente por los historiadores franquistas. Montes Agudo, en su libro Vieja Guardia, escribe todo un capítulo sobre la Falange en Santander, antes de la guerra, sin usar la palabra de Hedilla ni una sola vez, aunque Hedilla era el principal falangista de la Montaña.

Después de la guerra, los historiadores contrarios al régimen de Franco también han tropezado con dificultades al investigar lo que Manuel Hedilla hizo en Salamanca durante la noche del 16-17 de abril de 1937 y en la semana siguiente. Arturo Barea contó en 1941 que se había permitido a Hedilla emigrar a Sudamérica, después de una serie de aventuras rocambolescas en Salamanca. Emmet John Hughes, observador altamente favorecido, escribió en 1945 que Hedilla había sido condenado a muerte después de un complot armado contra Franco (en el cual los alemanes estaban más o menos implicados), y que, liberado en 1939, era entonces un « oscuro descargador en el puerto de Mallorca... al que sus compañeros de trabajo consideraban un poco loco ». En 1948, Charles Foltz, que se hallaba en Salamanca la noche en cuestión, no pudo revelar exactamente lo que había pasado, pero dijo que en 1948 Hedilla era un trabajador del puerto de Santander.

García Venero reintroduce Hedilla en la historia de España, dando ciertos retoques a su retrato. Es un amigo de Manuel Hedilla, de la Montaña como él, que estaba en Salamanca en aquellos días decisivos y permaneció con Hedilla la noche del 16-17 de abril de 1937. García Venero nos cuenta, con el consentimiento evidente de Hedilla, que esa noche decisiva éste envió emisarios a que visitasen a los falangistas disidentes con la misión de hacer la paz, misión que -por accidente- terminó con la muerte de dos falangistas. Hedilla es presentado como un negociador, como un conciliador. Lo cual no corresponde con el carácter de Hedilla descrito por el propio García Venero en la primera parte de su relato.

La verdad escueta es que en la noche de autos, Hedilla, siguiendo la tradición falangista, envió sus hombres armados a cumplir una misión violenta que terminó trágicamente. Hedilla cometió un error político al provocar tal escándalo en la cuasi capital que era Salamanca, error que Franco y Serrano Suñer estaban esperando y que aprovecharon. García Venero, desgraciadamente, no ha querido contar toda la verdad de lo sucedido.

¿ Por qué oculta parte de la verdad quien como García Venero puede libremente decirla y pretende reiteradamente haberla dicho por vez primera ? La finalidad de una investigación histórica no puede ser contemporizar con los sentimientos o con los complejos psicológicos de quienes han cometido un gran crimen político. A los falangistas les resulta difícil admitir que estaban equivocados, que causaron un gran daño a su país, que todos los postulados de su movimiento no eran sino espejismos políticos. Sin este reconocimiento previo le es imposible a un exfalangista escribir un libro honrado sobre la Falange y la guerra civil española.

En otro libro escrito por un antiguo falangista, públicamente arrepentido, Escrito en España de Dionisio Ridruejo, se hace una condena más severa de la Falange que la que pueda ser hallada en el libro de García Venero. Pero se trata de una condena general, filosófica, y no históricamente detallada. Ridruejo ha tenido el denuedo de acusarse a sí mismo, o al menos de condenar algunos aspectos de su pasado político. No lo ha tenido para acusar a sus compañeros de lucha, a sus amigos de siempre -Serrano Suñer, por ejemplo-, cosa evidentemente más difícil que la autocondena e incluso prohibida por la moral de grupo. Ridruejo ha roto con la Falange - en tanto que «ideología » - con elegancia. Pero así es. Se podría esperar una denuncia histórica más detallada y más eficaz de un falangista verdaderamente arrepentido.

Hay también reticencias en el libro de García Venero. Pero son de otro tipo. García Venero no duda en acusar a antiguos amigos falangistas, a veces sin piedad. Pero, al contrario de Ridruejo, García Venero no rompe con la Falange, ni con elegancia, ni con brutalidad.

Estas reticencias nos ponen en presencia de un hecho de consecuencias profundas en la historiografía del falangismo. La mayor parte de los libros de historia o de interpretación de la Falange están fundados en un postulado falso. Por eso los libros sobre la Falange -incluso los mejor intencionados- son equívocos. El supuesto previo que sirve de columna dorsal al libro de García Venero es que la Falange constituía una empresa heroica, encarnaba una causa buena, tenia ante sí posibilidades políticas enormes en el área española, era depositaria de una voluntad sincera de transformar España. Es decir que la Falange era un movimiento auténticamente revolucionario. Postulado éste al que de manera natural sigue un corolario : todo aquel potencial acabó en un estrepitoso fracaso a causa de ciertos hechos sobre los que se vuelve siempre nostálgicamente : desencadenamiento prematuro de la guerra civil, muerte del fundador y jefe, desaparición de miembros de la jerarquía, traición de otros, liquidación de Hedilla, y finalmente la gran traición al movimiento perpetrada por Francisco Franco.

Analizados detenidamente tales hechos, si bien revisten una importancia cierta, nunca hubieran bastado para desvirtuar completamente un movimiento tan excelentemente dotado como el que falangistas y exfalangistas nostálgicos construyen idealmente y sitúan en un pasado que fue muy real y no se pareció a esa utopía.

Este complejo proceso psicológico podría ser reducido a un esquema simple: una Falange auténtica, plena de posibilidades revolucionarias, vino a morir a manos de otra Falange, falsa, acomodaticia y contrarrevolucionaria. Aceptar esto supone dejar vida al mito de una posible y frustrada revolución falangista en España, y por lo tanto salvar moralmente la actuación concreta de la verdadera Falange y de sus militantes en la guerra civil española. Los crímenes de los falangistas quedan reducidos a errores, a actos que no pueden ser condenables porque se les ha despojado de su sentido original, y los victimarios pasan a ser víctimas de la defensa de una fe no sólo pura sino humanamente valiosa. Pero tal esquema es falso.

No cabe duda que los factores a que se atribuye la decadencia o la desaparición de la Falange reputada auténticamente revolucionaria tuvieron una influencia considerable sobre el porvenir de la Falange. Mermaron la influencia relativa que, en el complejo de fuerzas políticas que la guerra civil aupó al poder, hubiera podido tener la Falange. Sin aquellos hechos desfavorables es muy posible que Falange hubiera gozado de una mayor influencia. Pero Falange no hubiera llegado a ser lo que no era desde su origen. No hubiera sido un movimiento revolucionario. En el caso más favorable para ella. Falange hubiera llegado a ser el verdadero protagonista de la contrarrevolución española, como fue el caso del movimiento fascista en Italia y del nacionalsocialismo en Alemania. Aquellos hechos, con los que se ha pretendido justificar el fracaso, no tuvieron otra influencia que la de reducir la Falange al papel de instrumento de la contrarrevolución.

Los hechos narrados, con verdadera fruición a veces, hacen aparecer a Hedilla, en la primera parte del libro de García Venero, como un matón de pueblo que se sirve de su fuerza física para obligar a sus subordinados y adversarios a beber purgantes. Sus patronos aprecian la disciplina de Hedilla, no su inteligencia. Es el colaborador ideal, desde el punto de vista del patrón. No bebe, no fuma, no juega. Participante en un movimiento que evidentemente consideraba como «revolucionario », aceptó sin protestar su expulsión del SAM, en 1934, después de haber arriesgado la vida en defensa de los ideales y de los bienes de su propio patrón, en una acción contrarrevolucionaria. Una aceptación del mismo tipo se deja ver nuevamente en la petición de « rehabilitación » que dirige reiteradamente a Franco. García Venero asegura que Hedilla no ha tenido nunca una palabra de reprobación contra Franco.

Tal reacción es casi inhumana. Más aún, cabe preguntar si se trata de la reacción de un ser inteligente. Al alcanzar una posición más importante, Hedilla se tornará arrogante, estúpidamente arrogante. Será capaz de decir a un general que él es más importante que los militares. (G. V., p. 212). Hizo esperar a Serrano Suñer en una antesala, descortesía que debería pagar caro después (G. V., p. 338-339). Expulsó destempladamente de su despacho a un diplomático alemán (G. V. , p. 323). Cuando López Bassa vino a discutir con él la oferta que Franco le había hecho, Hedilla lo trató en contra de las reglas más elementales de la cortesía (G. V., p. 404).

Al rehusar el puesto que Franco le ofrecía, Manuel Hedilla demostró cierta firmeza de carácter. Demostró la misma rectitud, la misma capacidad de resistencia, durante su largo periodo de tribulaciones en la cárcel. Sin embargo, esa cruel experiencia no parece haber enseñado nada a Hedilla. Su fuerza de carácter y de voluntad no van acompañadas por una capacidad de raciocinio político equivalente. Sería difícil encontrar otro ejemplo más acabado de aniquilación política de un individuo que el que constituye Manuel Hedilla. La responsabilidad del propio Hedilla en este sentido es importante.

La lectura del libro de García Venero produce la impresión de que Manuel Hedilla es capaz de decisión y de acierto en las situaciones en que obra cumpliendo instrucciones precisas de su jefe, José Antonio Primo de Rivera. Por ejemplo, en las semanas que precedieron la guerra civil, o en Galicia durante los primeros días de guerra, a veces, incluso, en Salamanca; pero cuando la evolución de las circunstancias desembocaba en situaciones no previstas por José Antonio Primo de Rivera, como fue el caso ante el imprevisto desarrollo falangista o en el curso de la lucha por el control del Movimiento, Hedilla, sin una línea de conducta previamente definida, no sabía qué hacer. Su reacción ante el golpe de Estado de Franco que constituyó el decreto de unificación, fue titubeante, o completamente negativa, o pasiva, como lo ha sido su actuación desde abril de 1937 hasta nuestros días.

García Venero no muestra en Hedilla ningún remordimiento en relación con el papel que desempeñó en la preparación del alzamiento y en la dirección de la guerra. No hay ninguna indicación en el libro de que el autor o el protagonista piensen que éste haya cometido un solo error en su vida política de falangista. García Venero nos presenta un retrato de Hedilla en que éste aparece con frecuencia como un candidato a la beatificación bien colocado. Sin embargo, la piedad de Manuel Hedilla hacia las víctimas de la guerra civil española se halla concentrada en la lástima que le inspira el tratamiento injusto a que fue sometido. Manuel Hedilla está lleno de piedad hacia si mismo. Rasgo evidentemente negativo en un líder político.

La convicción de que Franco traicionó a Hedilla al decretar la unificación está implícita en el libro de García Venero. Lo que García Venero no dice es si la negativa de Hedilla a aceptar el alto puesto que le ofrecía Franco estaba basada en una profunda convicción política o simplemente en su orgullo herido - o en la inhibición de un subalterno sin instrucciones precisas. La unificación de todas las energías -políticas, económicas, sociales y territoriales- de la zona de Franco era una necesidad impuesta por la guerra. Constituía, incluso, uno de los mandamientos de la fe falangista. García Venero y Hedilla tienen derecho a pensar que la unificación hubiera debido ser efectuada según el Punto 27 del programa de la Falange. (7) Pero en este caso deben aceptar plenamente las consecuencias de ello. Hedilla se hubiera visto alzado con ello al más elevado puesto político de la zona rebelde.

Si se considerase solamente su fidelidad y su lealtad a la Falange de José Antonio Primo de Rivera, Hedilla merecía su jefatura. Hedilla era el arquetipo del buen falangista (pese a que en ningún momento se diga nada de los motivos intelectuales de su falangismo, como tampoco de los de García Venero). Cuando llegaron los momentos peligrosos de la conspiración, Hedilla -abandonando su familia y su trabajo- se consagró enteramente a trabajar para el movimiento, con mayor eficacia que cualquiera de los otros miembros del Consejo Nacional que no estaban en la cárcel. Hedilla quizá fue más responsable que cualquier otro falangista del éxito de la rebelión militar. Nos referimos a su actuación -en las semanas inmediatamente anteriores a la guerra- para lograr un esfuerzo unificado de los conspiradores militares y los elementos locales de Falange, actuación que iba a producir resultados efectivos en los primeros días de la rebelión. Su presencia en Galicia los primeros días de la guerra tuvo especial influencia en el éxito militar. Más que cualquier otro jefe provincial o territorial mantuvo la cohesión de Falange durante los primeros meses de la guerra, y proporcionó decenas de miles de combatientes a la causa de Franco. Todo esto es relatado con admiración por García Venero.

Sin embargo, la lectura del libro de García Venero pone en evidencia que Hedilla no poseía ni la experiencia ni el talento para ser el líder político de España. Pero si Hedilla no valía mucho, era lo mejor que la Falange podía ofrecer. Es significativo que Hedilla haya sido elegido jefe de la Falange Española de las JONS el 18 de abril de 1937. No quedaba en la Falange gente con altura (8), y nunca había habido mucha en ella. No es esta la conclusión a que quiere llegar García Venero, pero es una conclusión que el lector no podrá evitar. Mezquino, presumido, traicionero, infiel, intrigante, son las calificaciones que García Venero atribuye a los colegas y rivales de Hedilla. Esta pobreza de talentos políticos entre los españoles interesados en detener la revolución social mediante la fórmula falangista es significativa. El fascismo no era un programa del gusto de los españoles.

El falangista no fue nunca una figura popular. Hedilla desapareció de la escena política española sin que nadie protestara por su ausencia. La adoración de José Antonio Primo de Rivera, después de su muerte, fue un fenómeno artificialmente estimulado y organizado por razones de Estado, sin raíces populares. El falangista, en tanto que figura histórica, es ajeno al heroísmo. Aunque fabricáramos un falangista sintético, con la hermosa cabeza de uno, el cerebro de otro, el corazón de un tercero, los brazos del más fuerte, y las piernas del más veloz de los miembros del Consejo Nacional, aunque injertáramos todos esos atributos en el mismo cuerpo, no habríamos hecho un héroe, ya que el falangista, a pesar de sus reivindicaciones retóricas cara al futuro, nunca fue un hijo de este siglo, sino un pálido eco de un pasado muerto.

En el ejercicio de lo que suele ser llamado valor físico, el falangista no desempeñó nunca un papel noble. Antes de la guerra, salía a la calle a matar obreros. Durante la guerra, en el frente, su papel estuvo muy por debajo del de los moros, los legionarios, las fuerzas aéreas alemanas o de la infantería italiana. Las banderas falangistas estaban formadas, en gran parte, de reclutas forzosos, raramente de « camisas viejas », de falangistas convencidos. La Falange vendió carne de cañón a Franco. García Venero nos dice que en diciembre de 1936 en general Millán Astray, en nombre de Franco, pidió 15 000 hombres a la Falange, y nos deja con la impresión de que Hedilla satisfizo la demanda (G.V., p. 295). En general, el falangista era el hombre que llevaba a cabo la limpieza de la retaguardia, matando al enemigo político sin defensa, y alimentarse de carroña no ha sido nunca tarea heroica, ni siquiera en la sociedad de los animales. (9)

García Venero no parece darse cuenta de que Hedilla no es un héroe, ni tampoco de que el movimiento de Falange Española y de las JONS no tuvo nunca un carácter heroico. Al contrario, su tesis tiene como supuesto básico el carácter transcendentemente heroico de la Falange y del protagonista de su libro.

El problema con el que se enfrenta García Venero -y también Hedilla, que sin duda ha colaborado en este libro- consiste en defender a Hedilla sin atacar al Alzamiento, pese a la responsabilidad directa del propio Hedilla en el levantamiento militar contra la república y en la guerra civil. Este problema no tiene solución. Hedilla no puede ser defendido sin atacar a Franco. Y atacar a Franco significa atacar también a Hedilla, que comparte con Franco la responsabilidad de la situación de ilegalidad que reinaba en Salamanca en abril de 1937. Hedilla terminó por ser víctima de tal estado de cosas, pero ¿ cuántas víctimas hubo antes que Hedilla? ¿Y cuántas después? Hedilla fue uno de los autores de aquel estado de desorden e ilegalidad. Por tanto, ¿ en qué puede basar su demanda de rehabilitación ? ¿ Qué ley fue violada por Franco al encarcelar a Hedilla ? ¿ Una ley de la república ? Al contribuir a la victoria de la rebelión militar, Hedilla contribuía a crear una situación en la que no habría más ley que el arbitrio de Franco.

García Venero está incapacitado psicológicamente para comprender la significación del Alzamiento, de la Falange, del régimen de Franco. Intenta desesperadamente encontrar algo que sea noble en lo que fue esencialmente una empresa criminal si se la considera moralmente, ininteligente si se la considera políticamente. Se trata de una reacción natural en aquellos españoles de su generación que creyeron realmente en lo que afirmaba José Antonio Primo de Rivera. Manuel Hedilla creía realmente en el valor de la doctrina falangista, y García Venero nos asegura que, en lo que respecta a sí mismo, aún sigue creyendo en ella. Nos dice que esta contribución literaria « está cimentada en la solidaridad con la decisión de José Antonio Primo de Rivera de alzar la bandera, lanzándose a las falanges nacionalsindicalistas para rescatar a España del comunismo e implantar la más amplia justicia social. Creemos que Manuel Hedilla prosiguió la obra de José Antonio » (G. V., p. 472).

Podemos, pues, preguntarnos si García Venero ha comprendido el movimiento que defiende con tanta energía. No ofrece definición alguna de falangismo, aunque pretenda que se puede ser falangista sin ser pronazi o profascista (G. V., p. 462).

Dionisio Ridruejo ha definido así el movimiento falangista : « Sumaria pero justamente, un historiador tendrá que definir al falangismo como una de las variantes o réplicas del fenómeno fascista imperante en otros pueblos de Europa y definible por su triple significación : como reacción defensiva de las clases medias frente al peligro y sugestión de la Revolución Soviética : como movimiento de reivindicación de ciertos pueblos despojados, vencidos o llegados tardíamente al reparto del poder ejercido por Europa sobre la mayor parte del mundo, y como tentativa para producir una síntesis violenta que acomodase la defensa de ciertos valores tradicionales y ciertas exigencias burguesas de vida al estilo colectivo o proletario de los nuevos tiempos. Directivas a las que habría que añadir una más bien estética que hundía sus raíces en el vitalismo nietzcheano, tardíamente corriente como tónico para combatir la depresión de la primera postguerra europea y que desencadenaba entre los jóvenes una especie de neorromanticismo (10), con la preferencia del vivir habitual y racionalizado, del acto heroico sobre la ley inteligente y de la compañía de soldados o la parada de masas sobre la asamblea de jurisperitos o el comicio electoral. El cultivo retórico de esta embriaguez del estilo permitiría luego llamar revolución a una operación de policía y, lo que es más grave, vivirla espiritualmente como si lo fuera. » [Escrito en España, p. 79].

Aunque Ridruejo demuestre ser intelectualmente honrado al asimilar el movimiento falangista a los restantes movimientos fascistas europeos, al negar todo heroismo a la actividad falangista, el resto de su definición nos parece oscuro, o al menos incompleto y confuso. Su pensamiento puede resumirse en la afirmación de que el falangismo era : 1) una defensa de la clase media contra el comunismo; 2) reclamaciones imperialistas, y 3) uso de la violencia en defensa de los valores burgueses y tradicionales. Hay algo de verdad en cada una de estas afirmaciones, pero no abarcan totalmente el fenómeno falangista.

Desde el fin de la segunda guerra mundial, los falangistas no han formulado muchas definiciones del falangismo. Serrano Suñer se ha esforzado en ello sin éxito, porque no quiso decir toda la verdad en 1947, o porque no comprendió la doctrina del Movimiento. Para él, el fascismo, en sus manifestaciones nacionales diversas, era simplemente una fórmula contra el comunismo.

« El parentesco del régimen que un día deseamos instaurar en España con los caídos regímenes alemán e italiano, como al menos ilustrado puede serle notorio, no era un parentesco doctrinal. Tendría con aquéllos una cierta semejanza externa y formal. Pero no más... Las diferencias entre aquellos movimientos y el nuestro son esenciales en el orden doctrinal; la semejanza estuvo sólo en esto : Tanto el fascismo como el nazismo nacieron históricamente como fórmulas de oposición al comunismo y como remedios, frente a la incapacidad de unas democracias fracasadas o inermes, ante el asalto comunista. » [Entre Hendaya y Gibraltar, p. 365]

Serrano Suñer negó totalmente la política de violencia, tan básica a la doctrina de la Falange :

« La Falange fue ante todo un movimiento intelectual, obra de intelectuales, bajo la jefatura de un intelectual. Y como tal fue primero que nada un movimiento crítico. No fue un movimiento de reacción -ni primeramente de acción- y por lo tanto no se desplazó a ningún extremo contrario a lo existente. Fue un movimiento de reflexión, analítico y, en el sentido que voy a explicar, conciliador : Empezó por pasar revista a las « grandes herencias ideológicas », liberalismo, democracia y socialismo; y por haber llegado muy tarde a la palestra incluso pudo también pasar revista crítica al fascismo, a los nacientes movimientos totalitarios. Sólo cuando la amenaza comunista fue inminente le arrebató su serenidad y le convirtió -apresuradamente- en movimiento activo y reactivo y tomó de otros movimientos, luchadores contra el comunismo en circunstancias semejantes, experiencias y técnica. » [Ibid., p. 366-367]

Serrano Suñer aseguraba en 1947 que no fue « falangista de la primera hora », pero en 1941, sus colaboradores Antonio Tovar, Dionisio Ridruejo y Ángel Alcázar de Velasco trataron de dar una impresión opuesta al público español [Véase A. Alcazar de Velasco, Serrano Suñer en la Falange]. Dijo la verdad en 1947 y quizás esta tardanza en entrar en los rangos del Movimiento explica su poco conocimiento del dogma. De todos modos, cuando él era secretario general del Movimiento y Ministro de Asuntos Exteriores de España, el ministro en sus discusiones con sus colegas alemán e italiano, no exigiría ningún territorio comunista, sino dominios de ingleses y de franceses. (Véase más adelante).

Vamos a tratar de explicar el fenómeno de otra manera.

El fascismo es una fórmula política europea que se desarrolló rápidamente después del final de la primera guerra mundial. Esa fórmula pretendía ofrecer a los Estados europeos de segundo orden (es decir, a los incluidos dentro de las coordenadas del sistema capitalista pero no disponiendo del capital suficiente para su desarrollo, y que se hallaban amenazados por competidores provistos de abundantes capitales de inversión, y debilitados también por las exigencias cada vez mayores de una población descontenta y hambrienta que se dirigía rápidamente hacia la izquierda), un método mediante el cual las energías de la revolución social podían ser canalizadas hacia una aventura imperialista en que el precio de las reformas sociales necesarias para el país serian pagadas por el vencido en la lucha de conquista.

Esta fórmula permitiría un progreso social para las masas descontentas, pero no a expensas de las clases poseedoras del país, sino a expensas de los competidores en la arena capitalista internacional, y de las masas de esos países. La gran novedad que presentaba el fascismo consistía en la utilización de los modernos métodos psicológicos y técnicos en el dominio de la movilización de masas y de la organización social. Las técnicas utilizadas por uno u otro movimiento fascista podían variar, y variaron de hecho, de un país a otro; podían fluctuar, y fluctuaron, dentro de un mismo país, de un periodo a otro. Sin embargo, el objetivo esencial de cada movimiento fascista permaneció invariable : el imperio.

El falangismo español es simplemente la versión española del fascismo. El fascismo no fue un movimiento revolucionario, sino un movimiento contrarrevolucionario. Su finalidad profunda no consistía en hacer progresar la revolución social, sino en traicionarla. El fenómeno fascista no constituye una ideología, sino una improvisación circunstancial, perfectamente limitada en el tiempo histórico. Nació tras la primera guerra mundial y comenzó a morir durante la segunda. Podría haber resucitado después si la estructura del poder en el mundo no hubiese cambiado radicalmente y si otra idea más fuerte -provocada precisamente por el fascismo- el anticolonialismo, no hubiera hecho tan rápidos progresos en los últimos decenios. Su última manifestación tuvo lugar en Argelia cuando ciertos elementos franceses de Argelia trataron de apoderarse del Estado francés para reconquistar el imperio.

La dificultad experimentada para dar una definición del fenómeno por cuantos han escrito sobre el fascismo hasta nuestros días está quizás en que los investigadores buscan un sistema de pensamiento universal, una ideología permanente y de envergadura, allí donde no existía más que un subterfugio político efímero y primitivo, una táctica fabricada para un segundo de historia y no una gran estrategia capaz de organizar el mundo durante mil años. (11)

El fascismo no tuvo más programa económico que el saqueo de sus vecinos. El secreto del fascismo era la organización del ataque : la fórmula que permitió a los jefes del movimiento ganar el apoyo de un lado, de la clase poseedora con la promesa de liberarla, sin gastos, de la pesadilla de la revolución social; y de otro lado, el apoyo de las masas con la promesa de una vida mejor. La vida mejor para todos -la clase poseedora, las masas y los miembros del movimiento fascista que controlaban la patente de la fórmula- se hallaba en la ilusión de las riquezas de un imperio por conquistar. Ilusión difícil de inculcar a los habitantes de una nación con el imperio ya conquistado; y por ello las tentativas para fundar movimientos fascistas en Inglaterra, Francia, Holanda y Bélgica encontraban poco éxito.

Giménez Caballero, que comprendió la verdadera naturaleza del fascismo, y que, por ser esencialmente un escritor y no un político, sintió la necesidad de confesar públicamente esa comprensión, declaró en 1938 :

« La consigna de « Imperio » lanzada... en los momentos más antiimperiales de España -los de la República social-demócrata del 14 de abril- pareció entonces una locura o un desvarío de poeta. Pero nosotros los poetas somos, a fin de cuentas, los hombres más prudentes y sensatos de un pueblo. Ignoraban aquellos social-demócratas que el « Imperio » era la única fórmula capaz de superarles su lucha de clases. No ahora, con los llamados regímenes totalitarios, sino desde que el mundo es mundo.

« Nosotros -los imperiales- no ignoramos en cambio que la lucha de clases es una realidad eterna en la Historia. Porque siempre ha habido débiles y poderosos, feos y guapos, tontos e inteligentes, cobardes y valientes. Y siempre existirá la lucha y el odio, del miserable, del feo, del tonto y del cobarde contra el pudiente, el apuesto, el capaz y el hombre bravo.

« Sólo ha existido en el mundo un sistema eficaz para superar ese encono eterno de clases ; y es : trasladar esa lucha social a un plano distinto. Trasladarla del plano nacional al internacional. El pobre y el rico de una nación sólo se ponen de acuerdo cuando ambos se deciden a atacar a otros pueblos o tierras donde pueden existir riquezas o poderíos para todos los atacantes. El sentimiento de igualdad social que origina toda lucha de clases sólo se supera, llevando esa igualdad en el ataque a otros países que son desiguales a nosotros. Esa expansión de pobres y ricos de un país, contra otras tierras, es lo que constituye la motivación íntima del Imperio.

« No hay donde elegir : o se es comunista en el mundo o se es imperial.

« España sólo terminó sus luchas sociales del siglo XV con la expansión imperial hacia África, América y Europa. (Nuestra unidad nacional fue imposible mientras no encontró horizontes expansivos.)

« La Italia de Mussolini sólo fajó su unidad interna en vista de la intervención imperial en África y ante Inglaterra. Y así la Alemania de Hitler. Y el Japón actual. Y los propios Estados Unidos. Y el inglés de la Reina Victoria. Y el francés de Napoleón, tras la Revolución francesa. Por eso es tan imprescindible para un pueblo que acepta la consigna de « Imperio » mantener una moral militar y escapar de todo peligro obrerista, jurídico, civilista, pacifista. » [Genio de España, 1938, nota p. 276]

En su excelente análisis del falangismo, Guillermo Díaz afirma: « Trata la Falange de transferir la lucha de clases del plano social, al internacional, empleando incluso, la terminología marxista : naciones burguesas y plutocráticas, naciones pobres y proletarias. De un tiro, se aspira a matar dos pájaros : se adormece el espíritu revolucionario, de lucha, del proletariado, en el interior y, al propio tiempo, se sirve el interés nacionalista, preparando el terreno para las empresas imperialistas. » [Guillermo Díaz Doin, Como llegó la Falange al poder. Buenos Aires, 1940, p. 150].

La diferencia entre esta definición de fascismo y falangismo y la de Ridruejo reside principalmente en la negativa de éste a ver la Falange como una maniobra más para detener la revolución social. (12) Cuando Ridruejo habla de una «reacción defensiva de las clases medias frente al peligro y sugestión de la Revolución Soviética », está adoptando la tesis de la « amenaza comunista». No ve que si la revolución rusa no hubiese tenido lugar, los mismos intereses españoles habrían resistido a los cambios sociales con la misma violencia, como lo habían ya hecho durante siglo y medio.

Cuando se lucha contra los cambios sociales, es más eficaz decir que se está luchando contra el « comunismo » que contra los « cambios sociales »; lo fue durante la guerra civil española y, como demuestra lo escrito por Ridruejo, lo es también hoy. La primera expresión atrae más partidarios.

Podemos todavía encontrar otra diferencia en el hecho de que Ridruejo no da al ímpetu imperialista la importancia que se le atribuye en la definición de Giménez Caballero; para Ridruejo, es solamente una parte de la « triple significación ». Justifica además la violencia falangista por ser ejercida en defensa de « ciertos valores tradicionales y ciertas exigencias burguesas de vida ». Esto es una manera literaria de decir que ciertos sectores de la sociedad española se negaban a cambiar su « modo de vida », cambio ya retrasado más de un siglo. En el mundo en que vivimos, este fenómeno surge con frecuencia cada vez mayor. Los blancos del Sur de Estados Unidos no quieren cambiar su modo de vida; los colonos franceses de Argelia no querían cambiar su modo de vida. Pero en el mundo no hubo nunca progreso social sin cambios de « modo de vida ». Cuando tal cambio llega a ser urgente, como lo era en la España de 1936 y cuando es frustrado violentamente, todo el país paga el retraso impuesto a un cambio históricamente ineluctable. En todos estos casos, como en la España de 1936, los « valores tradicionales y ciertas exigencias de la vida burguesa », aunque no cotizados en la Bolsa, tienen una equivalencia en oro y plata.

Existe, por tanto, una enorme diferencia entre las dos definiciones.

En 1930, España se hallaba en la peligrosa frontera que separa el socialismo del capitalismo. España era un miembro de segundo orden, y recién llegado sobre todo, del mundo capitalista moderno. España disponía de poco capital de inversión. Y mientras Inglaterra, Estados Unidos de América, Francia, Bélgica y Holanda disponían de un excedente de capitales para invertirlos en el extranjero -incluso en España-, España carecía de capitales -y de voluntad en quienes poseían capitales- para promover su propio desarrollo. Los imperios más ricos colonizaron a España con el excedente de su riqueza. Los teléfonos, los tranvías, las minas, las empresas hidroeléctricas, pertenecían a capitales extranjeros. La índole colonial de la economía española no permitía que se formara en España una clase conservadora suficientemente numerosa para defender un statu quo. Pocos eran los españoles que tenían un interés económico en mantener las cosas como estaban.

El movimiento fascista -el falangismo- persiguió en España tres objetivos sucesivos. El fin inmediato era la organización del movimiento fascista; el fin cercano, la conquista del Estado; el fin alejado, la conquista del imperio territorial. Alcanzar cada uno de esos fines no era empresa fácil. Al contrario de lo sucedido en otros países fascistas, como Italia y Alemania, en España la organización del movimiento sólo tuvo lugar, de manera eficaz, en el curso de una guerra civil.

En sí misma, la organización del movimiento era poca cosa. Lo importante era apoderarse del Estado. La conquista del Estado, sin embargo, no representa sino el primer paso en el camino ineluctable que debe recorrer el movimiento fascista. No obstante, desde el momento en que el Estado cae en sus manos, el movimiento dispone de la plataforma desde la cual emprender la realización de su objetivo principal, de su sola razón de existir, de su destino : la conquista del imperio.

El desarrollo del movimiento fascista puede ser reducido en España -y en cualquier otro lugar del mundo- a una fórmula. (Véase comentario anterior.)

Para llevar a cabo la campaña que culminaría en la conquista del Estado, los movimientos fascistas españoles preveían el empleo de tres armas : la violencia y la acción directa, la propaganda nacionalista, y las juventudes. (13) Dichas armas debían imponer a España una unificación total : El Estado unificado había de ser territorialmente centralizado, políticamente monolítico y social y económicamente jerárquico y sindicalista.

El fascista español de 1936 típico fue un joven, quizás abogado o médico de provincias, raramente obrero, que vociferaba propaganda ultranacionalista, que estaba dispuesto a recurrir a la violencia para impedir la revolución social, y que imaginaba que su patria había sido incapaz de cualquier progreso a causa de la desunión, territorial, política, socialeconómica, que hacía imposible alcanzar fines nacionales.

España era un país desunido territorialmente, en primer lugar a causa de la guerra sorda entre Castilla, madre del primer imperio, y las regiones periféricas de la península. Desde hacía varios siglos, Portugal se había independizado de Castilla para venderse a Inglaterra. Cataluña y Vasconia que en la década de 1830 habían perdido sus fueros particularistas, en la época que nos ocupa, poseían movimientos vigorosos que luchaban por sus derechos regionales y que reivindicaban desde la completa autonomía respecto a Castilla hasta la constitución de una federación de toda la península. Durante los cincos años de república, los movimientos que abogaban por la autonomía regional se extendieron y, en 1936, en vísperas de la rebelión militar, habían alcanzado regiones centrales de la península como León. El fascismo luchó contra la descentralización de España y por un poder rígido en manos de un gobierno central en Madrid.

España era un país desunido políticamente. Los fascistas españoles exigían que se pusiera término a todas las luchas políticas. Trataron de obtener la abolición del sistema de partidos, de las elecciones y del concepto mismo de izquierda y derecha en el parlamento. Un solo partido representaría no a una facción sino a un todo; no sería un partido, sino un movimiento. (13bis) Y por ello, los fascistas españoles se opusieron a todos los partidos que ocupaban la escena política española durante la república. A los monárquicos que sostenían los derechos de Alfonso XIII; a los tradicionalistas que sostenían la causa de Alfonso Carlos; a los clericales que integraban la CEDA; a los radicales que habían dejado de ser radicales; a los republicanos de izquierda, a los socialistas, a los anarcosindicalistas y a los comunistas. Los fascistas españoles fueron enemigos de todos ellos.

España estaba desunida, también, social y económicamente. Existía lucha de clases. Los fascistas españoles lucharon contra las ideologías marxistas y de izquierda porque éstas no eran nacionalistas; y lucharon, también, contra el capitalismo español porque era internacional y no español cien por cien. (14) Los fascistas españoles trataron, pues, de crear sindicatos de carácter nacional; trataron de convencer al trabajador español de que tenía más afinidades con el patrón español que con el trabajador extranjero. Los fascistas españoles también pretendieron eliminar los intereses extranjeros en el capitalismo español. El obrero y el patrón serían representados por un sindicato nacional y vertical. El fascismo español pretendió eliminar la lucha de clases con la creación de una disciplina nacional.

En esta concepción de la vida económica del país, los intereses del obrero y del patrono fueron subordinados a otros : los del Estado totalitario. Pero en compensación de esta subordinación, el Estado totalitario iba a ofrecer al obrero y al patrono una participación en la explotación del imperio.

Las armas que los fascistas españoles utilizaron, fueron también utilizadas por otros movimientos políticos españoles; sin embargo, ningún otro recurrió a ellas con miras a canalizar hacia la expansión territorial de España las energías que exigían la revolución social. Lo que determina el carácter fascista del movimiento no son las armas utilizadas sino el fin con que tales armas fueron empleadas.

El fascismo español nació -más o menos oficialmente- una noche de febrero de 1931, cuando once jóvenes españoles firmaron un manifiesto político titulado La conquista del Estado. Las dos firmas más importantes eran las de Ramiro Ledesma Ramos y de Ernesto Giménez Caballero. Tras el manifiesto, se organizó un grupo político y se creó una revista que recibieron ambos el título del manifiesto. Este movimiento murió en octubre de 1931.

En junio de 1931, un antiguo discípulo de los jesuitas, todavía joven, Onésimo Redondo, formó en Valladolid un grupo que, con el nombre de Junta Castellana de Actuación Hispánica, empezó a publicar una hojilla titulada Libertad. Este grupo tampoco duró mucho, En octubre de 1931, se crearon las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS) (15), fundadas por Ledesma y a las cuales se incorporó Redondo. Poco tiempo después, José Antonio Primo de Rivera, hijo del antiguo dictador, empezó a inclinarse hacia el fascismo y, a finales de 1933, organizó un grupo llamado Falange Española (cuya sigla podía significar también Fascismo Español o, simplemente, FE).

En febrero de 1934, las JONS y la Falange unieron sus fuerzas y se convirtieron en Falange Española de las JONS; en aquel mismo año, José Antonio Primo de Rivera encabezó al movimiento falangista que encarnaba el espíritu fascista en España, y Ledesma Ramos lo abandonó unas semanas más tarde.

La economía española prosperó durante la primera guerra mundial. Pero este progreso había sido excesivamente superficial para permitirle resistir a la depresión de la paz y a la crisis de 1929, y de los años siguientes. Aquella época fue especialmente difícil para los países capitalistas de segunda categoría como España. El mismo Hedilla fue víctima de tal situación.

En 1931 fue proclamada la república y con ello aumentaron las reivindicaciones de los obreros y de los campesinos para obtener una mayor proporción de la riqueza nacional. En los imperios más prósperos de Occidente, incluso, no se disponía de los fondos suficientes para apaciguar el descontento de las victimas del paro. En España, donde no existía nada para tales fines, el descontento se exacerbó.

¿Cuáles eran las soluciones posibles ?

Existían las soluciones tradicionalmente propuestas por la izquierda (anarcosindicalismo, socialismo y comunismo), cuya influencia aumentó en España con la proclamación de la república y en el contexto de la gran crisis económica mundial.

Pero las soluciones económicas ofrecidas por la izquierda no parecían ser el único camino que España podía adoptar para suprimir las injusticias. Muchos jóvenes españoles empezaron a mirar hacia Italia y hacia Alemania, donde, les decían, se había hallado una nueva fórmula de revolución social. La única explicación que poseemos sobre la postura política adoptada por Manuel Hedilla es la que revela la entrevista con él que publicó Víctor de la Serna : « Pues yo me decidí a ingresar en Falange cuando leí los discursos del 29 de octubre. Yo ya venía pensando en un movimiento nacional social semejante al de Italia y Alemania. » [El pueblo gallego, 19 de enero de 1937]

Esto no quiere decir que el movimiento español fuera simple imitación de los otros; pero quiere sí decir que España se enfrentaba con unos problemas semejantes a los de Italia y Alemania; que ciertas clases sociales españolas pensaban que Mussolini, primero, y entonces Hitler, habían hallado la manera definitiva de contener la revolución social; y que adaptaron a las peculiaridades de España la fórmula aplicada por aquéllos.

La Falange se hallaba integrada, en líneas generales, por jóvenes de espíritu conservador, que consideraban su situación económica excesivamente limitada, y que no veían horizonte de mejora si no se producía un cambio profundo en España. Con frecuencia, eran lo que en el país se llama « señoritos ». (16) Manuel Hedilla no era un señorito, y no era un falangista típico. (A veces el lector del libro de García Venero concluirá que, quizás, Hedilla era él único falangista que creía realmente en la fraseología del movimiento.)

García Venero nos ofrece material para estudiar la composición provincial de la Falange en los meses de preguerra. Su condición burguesa es patente. Díaz Nereo era abogado (G.V., p. 54). Joaquín Miranda dirigía una fábrica de su familia (G.V., p. 112). Muchos dirigentes eran oficiales retirados. Groizard (G. V., p. 50), Merino, Muro (G. V., p. 134, 182), Márquez, González Vélez (G. V., p. 177) eran médicos, como lo era Aznar (G. V., p. 133); todos estos médicos practicaron la violencia falangista, y Groizard y Aznar eran matones confesados. « Laporta pertenecía a la mesocracia mercantil. » (G. V., p. 370.) Según Claude Couffon, los falangistas en Granada de antes de la guerra civil fueron « reclutados entre los hijos de los comerciantes de la ciudad. » (A Grenade sur les pas de García Lorca, p. 77.) Entre los dirigentes falangistas Hedilla era el único obrero verdadero, si consideramos a Mateo y a Gutiérrez Palma como sindicalistas profesionales. García Venero nos informa que los falangistas de San Sebastián ejercieron « profesiones liberales en su mayoría. » (p. 124).

Estos hombres de la clase media, tan pobres a veces como los trabajadores, nunca se identificaron con los trabajadores ni asumieron los intereses de los trabajadores. Si no poseían grandes fortunas que defender contra la revolución social, sí tenían una posición de clase que preservar. Buscaban una fórmula que preservase la clase media española, mediante la ampliación de la misma.

Otra circunstancia debe ser tenida en cuenta. En la limitada vida social provincial, la Falange representaba la gran aventura. Uniforme, armas, secretos, autoridad que rompieran la monotonía de su vida. García Venero recuerda con placer los días en que llevaba a diario su pistola de 9 mm (G. V., p. 367). La conversación del grupo encabezado por Alonso Goya al salir de la casa de Hedilla en la noche del 16-17 de abril tiene el acento de las conspiraciones de adolescentes :

« ¿ Adonde vamos ?

« Eso no debe preguntarse. Pero como vas a ser el jefe de éstos... » (G. V., p. 179).

Aunque los modelos humanos inmediatos para los falangistas de la « Primera Línea » parecían ser los « squadristi » fascistas y las legiones de camisas pardas, sus modelos subconscientes habría que buscarlos en los miembros de la clase gobernante de Inglaterra y de Francia, o en el deformado concepto que de ellos se hacían. Soñaban en una nación española fuerte, con un imperio rico, en un mundo capitalista. No anhelaban la abolición de las clases sociales, sino una sociedad jerarquizada en un país rico y poderoso, en un imperio en que hubiera algo para cada uno y, para ellos, los puestos de mando.

En su defensa de José Antonio Primo de Rivera (17), Payne dice que aquél « tenía que reprimir sus sentimientos anglófilos y era un gran admirador de Kipling» [Falange, París, p. 37}, y que el jefe falangista « admiraba al mundo anglosajón y particularmente el imperio británico».[Ibid., p. 67] Payne aduce estos hechos para probar los buenos sentimientos de José Antonio Primo de Rivera, para demostrar que « no era un fanático nacionalista », que no era un imperialista. Pero aquellos hechos prueban lo contrario. José Antonio Primo de Rivera envidiaba al imperialista inglés.

Los falangistas -como todos los fascistas- se equivocaban al creer que los imperios de Inglaterra y Francia no se enfrentaban con problemas económicos y, por consiguiente, los falangistas abrigaban la esperanza cándida de que el Imperio falangista acabaría en un cuento de hadas.

En el periodo que va de 1931 a 1936, la derecha y la izquierda españolas se vieron gradualmente obligadas a adoptar una posición ante la nueva fuerza política que era el fascismo y, de este modo, el escenario político español vino a ser triangular como ya lo era el escenario político europeo. Los representantes políticos de la derecha española no acogieron con entusiasmo al nuevo movimiento. Las derechas españolas se hubieran contentado con mantener a España en la órbita del capitalismo occidental con el rango de potencia capitalista inferior. Hubieran preferido ser hombres influyentes en una España que ocupase una posición más importante con respecto al conjunto de las potencias capitalistas; pero tratar de alcanzar tal situación entrañaba el reto a las naciones más fuertes y, naturalmente, poner en peligro los intereses de la clase poseedora española.

La historia del fascismo español está estrechamente asociada con el problema permanente de hallar recursos suficientes para mantener el Movimiento en estado de funcionamiento. Juan Aparicio relata una entrevista entre el financiero catalán Cambó y Ramiro Ledesma, en el Hotel Ritz de Madrid. Cambó consideró al joven fascista « como un adalid en posesión de una férrea teoría peligrosa ».[La conquista del Estado. Antología, p. XII].

Durante el bienio negro, la derecha española asumió el poder; sin embargo, la Falange no recibió ayuda oficial alguna, y el diputado José Antonio Primo de Rivera ni siquiera logró suspender la orden de clausura de las oficinas del Movimiento en Sevilla, que permanecieron cerradas durante 442 días. [S. Dávila y J. Pemartín, Hacia la historia de la Falange, p. 82] Durante el verano de 1935, los falangistas trataron de hallar dinero para publicar un pequeño diario; no sólo fracasaron en su propósito; por añadidura, la falta de dinero les obligó a reducir el número de páginas de su publicación semanal. (18) Durante la campaña electoral de febrero de 1936, la derecha española rechazó todos los pactos electorales con la Falange, que se vio obligada a luchar y a fracasar sola, como un paria político. Había fondos disponibles para la lucha electoral; no obstante, los hombres de dinero consideraron que Gil Robles constituía una mejor inversión política que José Antonio Primo de Rivera.

Pero la situación iba a cambiar en menos de veinticuatro horas. Con la derrota de Gil Robles, la derecha española se alejó del centro y aumentó su consideración por la Falange, y la Falange, por esta misma razón, fue más temida por la izquierda.

Un indicio importante de este cambio de clima fue que, al tener que designar candidatos para las elecciones parciales del 5 de mayo, la derecha nombró candidato por Cuenca a José Antonio Primo de Rivera, el hombre que nadie aceptaba unas semanas antes. Serrano Suñer, Jiménez Fernández y otros defendieron la propuesta de los derechistas en las Cortes. Por aquellos días, el líder falangista estaba en la cárcel; pero si hubiera logrado con el escaño la inmunidad parlamentaria, habría sido liberado y hubiera podido participar directamente en la conspiración militar contra la república.

En abril de 1936, la derecha española estaba por fin dispuesta, al menos, a examinar la solución que la Falange ofrecía para frenar la revolución social. Pero la guerra civil iba a estallar antes de que la derecha hubiese estudiado seriamente la posibilidad de aceptar las tesis falangistas.

La hostilidad violenta de la izquierda española respecto al fascismo español tenía su origen menos en la consideración de la fuerza numérica del fascismo español por entonces, que en el lenguaje agresivo, apoyado por actos, en primer lugar; y en segundo término, a causa del historial del fascismo en otros países de Europa, en los que había sido utilizado para canalizar la energía de la revolución social en una dirección reaccionaria.

Los fascistas españoles lucharon, pues, contra la izquierda y contra la derecha. Aspiraban a una sociedad nacional en la que poder sentarse en la cumbre, y disponer finalmente de los intereses económicos de una España de dimensión imperial. Los fascistas españoles se oponían al statu quo español porque si éste perduraba, no había puestos confortables para ellos en una España conservadora. Los fascistas españoles se oponían a la revolución social -o a la evolución social- porque si ésta tenía lugar, tampoco habría sitio para ellos -y a su gusto- en una España revolucionaria.

Con la fórmula fascista de la conquista del imperio los falangistas intentaban modificar el statu quo, ensanchar la clase dominante, y desviar la revolución social reemplazándola por un patriotismo demagógico y expansionista.

Hemos afirmado que los movimientos fascistas utilizaron para frenar la revolución social la violencia, el ultranacionalismo, la juventud. Pero otros movimientos -no fascistas- han podido utilizar esas mismas armas para frenar o aplastar la revolución social. El general Primo de Rivera utilizó la violencia para acaparar el poder y para mantenerse en él, aunque no era fascista. El doctor Albiñana vistió camisa de color, predicó una política ultranacionalista, empleó la violencia callejera, aunque tampoco pueda ser calificado de fascista. Gil Robles organizó sus jóvenes en formaciones uniformadas y paramilitares, sin merecer por ello ser considerado fascista.

Quien recurre a la violencia política para conquistar el Estado y se detiene en esta fase, por considerar que la conquista del Estado es suficiente en sí para frenar la revolución social, no es un fascista. Giménez Caballero, hombre de gran visión política en sus momentos de lucidez, y uno de los escritores realmente importantes del fascismo español, a pesar de su falta de estabilidad política -o quizás a causa de ella- manifestó en su carta a Ramón Iglesia, escrita bajo la dictadura de Primo de Rivera, que era «un error decisivo considerar la situación actual de España como fascista », porque se trataba de « una situación defensiva más que agresiva », de un Estado de « policía severa más que de irrespetuosos condotieros, de aventureros terribles, de infanzones arriscados. De generales más que de capitanes. » (19)

Y en el número 2 de La conquista del Estado afirmaba : « El fracaso final de Primo de Rivera... deberá explicarse por esta ausencia de masas y colaboraciones en su obra. Y, en parte, por no haber sabido alternar con esa política de reconstrucción interna otra de relaciones exteriores que activase fuertemente la circulación de España por el mundo. » [p. 35]

Reconociendo los errores de su padre, José Antonio Primo de Rivera quiso poner a España, dotándola de un movimiento fascista, en una situación « agresiva », darle un Estado de « irrespetuosos condotieros », y una política de « relaciones exteriores que activase fuertemente la circulación de España por el mundo. »

La violencia política fue uno de los principios fundamentales de la doctrina fascista desde el comienzo de su implantación en España. He aquí lo que publicaba La conquista del Estado el 21 de marzo de 1931 : « ¡Españoles jóvenes, en pie de guerra! Para salvar el destino y los intereses hispánicos, La conquista del Estado va a movilizar juventudes. Buscamos equipos militantes, sin hipocresías frente al fusil y a la disciplina de guerra; milicias civiles que derrumben el armazón burgués y anacrónico de un militarismo pacifista. Queremos al político con sentido militar, de responsabilidad y de lucha. » [p. 20]

El editorial de la misma publicación del 23 de mayo de 1931, declaraba : « Un país a quien repugna la violencia es un país de eunocoides, de gente ilustradita, de carne de esclavo, risión del fuerte... » [p. 117]

Ledesma no abogaba, sin embargo, por una violencia gratuita. La justificaba con las siguientes palabras : « He aquí la legitimación de la violencia, a la que nos referíamos en días pasados. Sólo la fuerza absoluta puede lograr la unanimidad que se invoca. Las rutas que consigan movilizarla son las verdaderas. » [ibid., p. 156]

La consagración suprema de la violencia está contenida en uno de los discursos pronunciados en el primer acto público de los falangistas, el 29 de octubre de 1933, cuando uno de los oradores -José Antonio Primo de Rivera- después de enunciar los anhelos de la Falange en España, declaró : « Y queremos, por último, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque, ¿ quién ha dicho -al hablar de « todo menos la violencia »- que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad ? ¿ Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables ? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria. » [Obras completas, 1945, p. 24]

El hombre que pronunció aquellas palabras, José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, marqués de Estella, grande de España y caballero de Santiago, tenia 30 años de edad. Disfrutaba de todas las ventajas que su clase podía ofrecer. Había recibido una buena educación y ejercía la profesión de abogado. Su padre había sido dictador de España, y él hizo el servicio militar en los dragones de Santiago. La mañana de este discurso amenazador no le agobiaban preocupaciones económicas. Hombre guapo, quizá demasiado, iba bien vestido : cuello almidonado, corbata de raya negra y traje azul marino. Y antes de tomar la palabra en la reunión política, había oído misa en un convento y las monjas habían rezado para «que Dios todopoderoso le inspirara a él y a sus amigos. » (20).

Miles de hombres, mujeres y niños perdieron su vida en aplicación de tal doctrina. Es verdad que ningún grupo político español tuvo el monopolio de la violencia; no obstante, ningún otro grupo -y hay que insistir en este punto- exaltó la violencia hasta ese grado, ningún otro grupo declamó la poesía de la violencia tan líricamente como lo hicieron los hombres, medio pistoleros, medio trovadores, de la Falange Española, al tratar de justificar sus crímenes. Hasta aquel discurso de José Antonio Primo de Rivera, ninguna personalidad responsable de la clase conservadora española había abogado por la violencia en lo que iba de siglo, ni siquiera por una campaña de terror oficial, no ya por el tipo de gansterismo callejero que José Antonio Primo de Rivera reivindicaba. Hasta aquel momento, la defensa filosófica de la violencia había sido, en la vida política española, dominio exclusivo de los anarquistas. Cierto que la clase conservadora no había sentido hasta entonces una necesidad de esta índole.

La literatura de la Falange está plagada de accesos virulentos : fe enfermiza en la violencia que degeneró hasta llegar a la violencia por la violencia. Ximénez de Sandoval escribió en 1941, cuando ya el falangismo se confundía con el Estado : «Su gloria [la de la Falange] la iban cantando el plomo y la sangre por la tierra de los vientos de España. » [ibid., p. 185].

Los jefes falangistas recurrieron a todas las metáforas literarias y oratorias para describir el asesinato como un acto hermoso y la muerte en las calles como un hecho glorioso, y a presentarlos como tal a los jóvenes de la Falange. El 27 de marzo de 1934, caía herido en las calles de Madrid, un pistolero de 15 años de edad, escuadrista de la Falange, Jesús Hernández. Era uno de los jóvenes que se había incorporado a la Falange, porque « habían oído vender F. E. en la calle con música de pistolas y les atraía el tambor bárbaro de plomo. » [ibid., p. 188].

Pero ya hemos dicho que no sería exacta la afirmación de que toda la violencia política procedía en aquel tiempo de la Falange. Los socialistas practicaron en bastantes ocasiones la violencia; mucho menos los comunistas, numéricamente inferiores, y la violencia era pan de cada día de los anarquistas. En el mes de enero de 1934, Largo Caballero declaraba en una alocución pública : « Yo declaro que hay que armarse, y que la clase trabajadora no cumplirá con su deber si no se prepara para ello... Y sería inútil creer que podemos llegar a realizar nuestras ideas rogándoles que nos respeten. ¿ Quiere decir esto que vayamos a hacer locuras? Lo que quiere decir es que en la conciencia de la clase trabajadora hay que dejar grabado que, para lograr el triunfo, es preciso luchar en las calles con la burguesía, sin lo cual no se puede conquistar el poder. » [Historia de la cruzada española, II, p. 18].

El autor de estas páginas no se cuenta entre las personas que consideran que los males de España pueden ser atribuidos a la falta de competencia de los gobernantes de la república. Es verdad que en la Europa de la tercera década del siglo, dominada por hombres de la estatura intelectual y de la visión política de un Daladier, de un Bonnet, de un Blum, de un Chamberlain, de un Baldwin, de un Mussolini, de un Ciano, de un Hitler, de un Goering, etc., los líderes de la república española hicieron poca cosa. Pero los que defienden la causa de la república no tienen razón alguna para denigrar a sus jefes. No estaban a la altura de la tarea, ¿ pero quién en la Europa de 1936, estaba a la altura de sus tareas ? El gran error que cometieron quizás fue no escuchar las palabras de Largo Caballero y no prepararse para afrontar el conflicto armado. Largo Caballero reflejaba bien la situación en la cita mencionada más arriba. La crítica del libro de García Venero, pondrá en evidencia que la república perdió la guerra porque sus jefes no comprendieron en los primeros días que el solo recurso que quedaba al gobierno era dar armas al pueblo, porque los enemigos estaban decididos a hacer la guerra antes de perder sus privilegios. No puede, sin embargo, encontrarse en los discursos de Largo Caballero o en los de sus correligionarios, la satisfacción enfermiza en darle al gatillo que se observa en el crisol falangista de aristocracia, pistolerismo y chulería. Al crítico tampoco puede escapársele que la violencia falangista brotó en la cumbre de la sociedad española, en el pensamiento de hombres que eran tradicionalmente los beneficiarios afortunados de lo mejor que España podía ofrecer en las esferas de la cultura, de la educación, de la enseñanza.

La violencia falangista de las palabras pasó pronto a los actos. Al ampliarse, la Falange reunió alrededor de su núcleo original de intelectuales violentos, de aristócratas aburridos y de conspiradores idealistas, un hampa de chulos y de pistoleros. Nadie ha descrito esta simbiosis fraterna de señoritos y de pícaros con más ternura que Ximénez de Sandoval, jefe que fue del gabinete diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno de Franco, que abandonó su empleo después de cierto escándalo (21), en un libro publicado con un prefacio de Serrano Suñer : « A la vuelta del cementerio, que recuerdo hice a pie con Cadenas, Gaceo y Ruíz de la Fuente - nos reunimos, como de costumbre, en nuestro despacho, modestísimo, y con los cristales rotos, de la Jefatura de Prensa y Propaganda, en el Centro de Santo Domingo. En seguida llamaron con los nudillos. Era un camarada joven y rubio que hablaba medio vasco medio alemán y se llamaba -o le llamaban- Fóster. Iba siempre de mono y con boina. Estaba parado, era escuadrista de primera línea y vivía de rifar a diario en el Centro -vendiendo a diez céntimos sesenta o setenta papeletas- una cajetilla de « Lucky Strike » y un objeto de higiene de frecuente uso por estudiantes y obreros juveniles. (No obstante hacerle a diario los camaradas el favor de comprarle todas las papeletas y dejar para él el premio favorecido, nuestros enemigos aseguraban que la Falange pagaba magníficos jornales a sus pistoleros.)

« Fóster venía indignado con los cuatro camaradas que, comentando las incidencias de la Falange, habíamos hecho andandito el largo trayecto entre la Necrópolis y el Centro, bajo la tarde de abril madrileño, ya templada y aromada de violetas.
« - Ya podíais otra vez tomar el Metro o el tranvía en las Ventas.
« - Bueno, Fóster, ¿ y a ti qué te importa si queremos pasear ?
« - ¿ Qué me importa ?... ¡Mirad!
« Subió el pantalón del mono hasta la rodilla. En la pantorrilla derecha, pegada a la carne, llevaba sujeta con la liga una « Stard » [sic] del nueve corto. La boca del cañón rozando el tobillo, le había hecho sangre.
« - Como sé que vosotros nunca lleváis armas y había mucho chulo marxista por los alrededores, me he venido detrás de vosotros por si a alguien se le ocurría gastaros una broma de estas que nos gastan a los falangistas. ¡Y se os ha ocurrido venir a pie, con toda la pachorra!...
« Le compramos todas. Aquel día cayó el premio en la redacción de Arriba. Devolvimos a Fóster el premio y le agradecimos su vigilancia.
« - ¡ Si me volvéis a dar las gracias, soy yo el que os sacudo un tiro!
« Y acariciaba la culata de su pistola, ya de vuelta al bolsillo.
« Así era la Hermandad de la vieja Falange. » (22).

La Falange preparó cuidadosamente un ritual para las peregrinaciones marciales del movimiento, cuando los falangistas acompañaban a sus muertos al cementerio.(23). El 8 de marzo del 1934, cuatro días después de una sangrienta reyerta entre falangistas y izquierdistas en Valladolid, mataron a tiros en las calles de Madrid al joven falangista Ángel Montesinos : « Nuevo entierro solemne. Nuevos juramentos interiores de lealtad y sumisión, de gallardía y silencio, de aceptación modesta de la muerte el día que es necesario morir. Otra vez José Antonio, la testa descubierta y la mirada grave, pasa entre hileras de muchachos con los brazos alzados para pronunciar una oración fúnebre escueta como un parte de guerra redactado por un poeta : - «La muerte es un acto de servicio. Cuando muere cualquiera de nosotros, dadle piadosa tierra y decidle : Hermano, para tu alma la Paz; para nosotros, por España, adelante ». » (24).

El libro de Ximénez de Sandoval es un panegírico de la violencia falangista y sería preciso leerlo y relacionar su contenido con la denuncia de la « ola de violencia » desencadenada por las izquierdas en la primavera de 1936, formulada todavía hoy por quienes pretenden justificar el levantamiento de Franco. (25)

Vestir de uniforme a sus partidarios o predicar una filosofía ultranacionalista con objeto de apoderarse del poder del Estado para frenar la revolución social no basta para ser fascista. Hay que proponerse además la conquista de un imperio a partir del dominio del Estado, para gastar las energías potencialmente revolucionarias. Hay en la historia de España un excelente ejemplo para probar nuestra afirmación : José María Albiñana y Sanz - médico, escritor y polemista. Nació en 1885 y pertenecía, pues, a una generación anterior a la de Ledesma y José Antonio Primo de Rivera.

En marzo de 1930, Albiñana empezó a participar en la política española, publicando un manifiesto contra determinadas actividades del Ateneo madrileño durante la dictadura. En abril formó el Partido Nacionalista Español para defender « la religión, la patria y la monarquía », y exigió la deportación a Guinea de « todos los elementos antiespañoles » de España. Poco después, se proclamaba la república. Durante los doce primeros meses de la república, Albiñana habría de pasar siete en la cárcel. A principios de 1932, el gobierno republicano aprobó, finalmente, los estatutos de su partido; no obstante, Albiñana fue inmediatamente detenido por haber empleado la bandera real en unos impresos, acto en sí ilegal. No pagó la multa de 5 000 pesetas que le fue impuesta por tal motivo y el gobierno lo exiló a Nuñomoral, en tierras desoladas de Las Hurdes, en las que tuvo que vivir diez meses habitando una choza troglodítica entre los miserables del país.

La opinión pública consideraba que el programa y la ideología de Albiñana eran fascistas. Su organización era rígidamente jerárquica. Exigió a sus partidarios el saludo fascista. Organizó un cuerpo militar llamado Legionarios de España, cuyos miembros vestían camisa azul o exhibían brazales con la cruz de Santiago. Alentó a sus hombres a luchar en las calles y, el 7 de octubre de 1930, sus actividades provocaron una grave reyerta en Valladolid. (26) Había creado sucursales de su partido en América del Sur mucho antes de que lo hiciera cualquier grupo español verdaderamente fascista. Su antisemitismo fue más virulento que el de la Falange. Y sin embargo, no era fascista. Era simplemente un conservador indisciplinado y violento. No aspiraba a « revolución » alguna, fascista o de otra índole. No soñaba en imperios que conquistar sino en salvar el conservadurismo español -la monarquía, la Iglesia, el ejército- mediante la represión interna. Representaba a los terratenientes de Castilla en las Cortes. Firmó el manifiesto derechista y monárquico de Renovación Española de noviembre de 1934. El pensamiento de Albiñana se acercaba más al de Action Française que al de los fascistas. Su libro Confinado en las Hurdes lo dedicó a León Daudet.

Ledesma calificó a Albiñana de «reaccionario ». En su primer número, la revista JONS, publicada por Ledesma, manifestaba : « Hay cosas que pueden permitirse a un Albiñana en nombre de la facilidad, pero nunca a los que están convencidos de que aportan a España un esfuerzo serio, una juventud inteligente, una ilusión generosa y un talento.»

Sin embargo, en julio de 1932, Libertad, de Valladolid, publicó dos artículos sobre una visita al « confinado » de las Hurdes, muy favorables al fanático doctor, (27) hecho que confirma más la influencia de Albiñana entre los agricultores de Castilla que su fascismo.

José Antonio Primo de Rivera tuvo algunas relaciones con el albiñanismo en la primavera de 1933. Al desarrollarse la Falange, sin embargo, el doctor Albiñana perdió poco a poco su reputación de « fascista » ante la opinión pública, que empezó a considerarle como lo que en realidad era : un conservador, a pesar de su violenta y escandalosa propaganda.

Enemigo de la revolución social, sus ideas para contenerla eran de otra época. Su concepción de un Estado nacionalista no obedecía a objetivos más vastos; era un fin en sí mismo. Su programa era anticuado, sentimental, lacrimoso, e incluso parlamentario; no era un programa joven, áspero, agresivo e imperialista.

Quien recurre a la propaganda racial o a la segregación cultural de un grupo para conquistar el Estado, y se detiene en esta fase, es un racista, pero no es un fascista. El racista con sueños limitados de dominación local no es un fascista. El fascista utiliza el racismo para rechazar una parte de la población -por razones de color, religión o cultura- para fortificar el sentimiento de unidad nacional y de superioridad racial o cultural entre los que no son rechazados, para poder comenzar su marcha hacia el imperio con un país unificado detrás de él. Hitler recurrió al antisemitismo de este modo. Los fascistas españoles recurrieron a la misma táctica frente a los elementos no castillanizados de la península.

El temor de que el movimiento de autonomía catalán constituyera un freno en el movimiento de unidad nacional necesaria para una aventura imperialista, hizo del problema catalán una preocupación constante de los fascistas españoles. Giménez Caballero expuso francamente en 1931 a los catalanes la posición fascista : « En el fondo, los que, como yo, miran el problema catalán con todo su ardor, entrañablemente, pero con toda su frialdad y sus reservas, y que está dispuesto a todo en cualquiera de los sentidos -abrazo o fusil- esperamos de Cataluña, no una capciosa gratitud para fines particulares, sino una franca y abnegada decisión de superespañolidad, para reconquistar a la cultura hispánica la tensión heroica y grande que ha perdido.

« Admitiremos el planteamiento de « lo catalán » y sus últimas consecuencias, siempre que ese problema traiga consigo el planteamiento y la solución de los otros problemas peninsulares : Portugal, Gibraltar, territorios d'0c, Marruecos, política mediterránea y balcánica, minorías étnicas, como los judíos de patria española, política hispanoamericana. « Es decir el planteamiento de una «tradición koiné, común, integral ». Es decir la anunciación de un mito de tal luminosidad en el cielo ibérico, que el soltar prendas o lastre no nos preocupe sino para ganar altura y ver más de cerca la armonía sideral de todo un imperio perdido. » Trabalenguas sobre España, 1931, p. 102-103]

La conquista del Estado afirmó por entonces : « España, por naturaleza, esencia y potencia es y tiene que ser un candidato al imperio... En la hora actual, de frente a los proyectos federalistas, hay que acentuar el carácter de imperio que encierra la hispanidad. Sea ese concepto grandioso del imperio el soplo eficaz que presida la articulación de las comarcas autónomas. Otorgar y permitir autonomías regionales, sí, pero a cambio del reconocimiento por todos de que España grande es nutriz de imperio. » [p. 77]

Y, unas semanas más tarde : « Es, pues, sólo admisible y deseable un Estado federal en España, en tanto que acepte y admita por todos la necesidad de incrementar los propósitos de imperio. » [p. 134-135]

En aquel momento, la actitud de los fascistas españoles respecto de los catalanes era una mezcla de chantaje, de persuasión, de amenazas. Como la mayoría de los catalanes persistía en sus reivindicaciones autonomistas, el tono de La conquista del Estado se hizo más amenazador : Ledesma pidió que el líder catalán Macià fuera fusilado, y amenazó con cerrar el paso a los « separatistas » con fusiles. Las elecciones para las Cortes Constituyentes hicieron ineluctable la satisfacción de las exigencias catalanas, y La conquista del Estado publicó : « Nosotros esperamos que las Cortes Constituyentes rechacen el famoso Estatuto que ahora se elabora en Cataluña. Veremos qué hacen entonces esas turbas reaccionarias de Macià. Si apelan a la violencia, es el momento de aniquilarlas sin compasión... Aunque el clamor separatista de Cataluña fuese, esto es, que fuera unánime, sin una sola excepción, la petición de independencia podría y debería contestarla España con un lenguaje de cañón... Si una mayoría de catalanes se empeñan en perturbar la ruta hispánica, habrá que plantearse la posibilidad de convertir esa tierra en tierra de colonia y trasladar allí los ejércitos del norte de África. Todo menos... lo otro... » [p. 214-216]

Falange Española continuó la política jonsista de hostilidad contra la autonomía de Cataluña. Después del intento revolucionario de octubre de 1934, la Falange pidió «la abolición total del Estatuto Catalán ». Además, la Falange presentó una interpretación de los acontecimientos que difería de la del gobierno, constituido por ministros radicales y de la CEDA. Según la Falange, la responsabilidad de Cataluña en los acontecimientos de octubre era más grande que la de Asturias y el peligro que amenazaba a España no venía de un cambio social y económico « por el que la Falange también abogaba », sino de la desmembración territorial y de la desunión.

En los debates parlamentarios del 30 de noviembre y del 11 de diciembre de 1934, José Antonio Primo de Rivera luchó vigorosamente por la abolición del Estatuto Catalán. José Antonio Primo de Rivera reconocía la singularidad de Cataluña al insistir en que aquella región poseía su propia lengua, sus costumbres y su historia. Agregó, sin embargo : « Se ha dicho que la autonomía viene a ser un reconocimiento de la personalidad de una región; que se gana la autonomía precisamente por las regiones más diferenciadas, por las regiones que han alcanzado la mayoría de edad, por las regiones que presentan caracteres más típicos... Si se gana la autonomía distinguiéndose con caracteres muy hondos del resto de las tierras de España, corremos el riesgo de que al entregar la autonomía invitemos a ahondar esas diferencias con el resto de las tierras de España. Por eso entiendo que, cuando una región solicita la autonomía, en vez de inquirir si tiene las características propias más o menos marcadas, lo que tenemos que inquirir es hasta qué punto está arraigada en su espíritu la conciencia de la unidad de destino; que, si la conciencia de la unidad de destino está bien arraigada en el alma colectiva de una región, apenas ofrece ningún peligro que demos libertad a esa región para que, de un modo o de otro, organice su vida interna. » (28)

Pero este no era el caso de Cataluña, dijo José Antonio Primo de Rivera, porque : « Los dos años de experiencia de Cataluña han sido dos años de deshispanización. » No habría peligro alguno en conceder fueros autonómicos si España fuese un país realmente unificado. Pero era necesario lograr la unidad antes de conceder dichos fueros. « ¡ Dar a España una gran empresa, un gran rumbo histórico ! Pero esto, señores, me parece que no es cosa que podamos hacer en esta tarde ni en esta casa.» [ibid.]

Cuando estalló la guerra civil, Cataluña fue atacada con especial vigor por la Falange e incluso los falangistas catalanes eran víctimas de cierta segregación en la zona rebelde. Y cuando esta región fue conquistada, en 1939, fueron prohibidas completamente todas las manifestaciones de la cultura catalana. Giménez Caballero, amigo antaño de la cultura catalana, escribió un ensayo en el que llamaba a la conquista de Franco « la tumba del catalanismo » (29). Incluso en la actualidad persisten todavía muchas de aquellas medidas restrictivas.

No había bastantes judíos en España para que su persecución interesara a la Falange en la medida en que la interesaba la persecución de los catalanes, de los vascos y de otras minorías regionales. El estudio de la actitud de los fascistas españoles ante los judíos, descubre, no obstante, un hecho revelador. Los anhelos imperialistas de Giménez Caballero traslucían en sus artículos publicados en La gaceta literaria sobre los judíos sefardíes. Entre las dos guerras mundiales, los sefardíes vivieron en comunidades esparcidas en las orillas del Mediterráneo, de Constantinopla a Tánger. España los había expulsado en el momento en que alcanzaba el umbral del imperio; al derrumbarse el imperio, España trató de atraerlos nuevamente hacia ella. Del gran imperio poco quedaba después de 1898. Ya antes, en 1887, Castelar inició el movimiento moderno prosefardí, al fundar un comité proinmigración israelita, con objeto de ayudar a los judíos de habla española perseguidos por el zarismo en Rusia. Los judíos marroquíes estaban protegidos en Melilla, ciudad española (provincia de Málaga) de Marruecos. En 1913, se creó en la Universidad de Madrid una cátedra de idiomas y literatura rabínicos. Y cuando, durante la primera guerra mundial, numerosos judíos de habla española huyeron de los Balcanes sin documentos de identidad, el gobierno español dio órdenes a sus consulados para que consideraran a los exilados como españoles y les prestaran ayuda. (30)

Giménez Caballero se colocó personalmente a la cabeza de este movimiento prosefardí. En el primer número de La gaceta literaria, el profesor Américo Castro escribía : « La Gaceta Literaria dirige hoy su voz balbuciente, de niña recién nacida, a nuestros hermanos de lengua y tradición en Marruecos y Oriente. Nuestro programa es unir y comprender, y no quisiéramos dejar de abarcar en ese ámbito de amor y de inteligencia a los hebreos hispanos... Nos falta algo, en verdad, desde que se marcharon los judíos; algo que no hemos sustituido por nada equivalente. » [1 de enero de 1927]

El 1 de septiembre de 1929, la revista anunció un viaje de Giménez Caballero, con el apoyo del gobierno español, a los centros de cultura hispano-hebrea : Sarajevo, Sofía, Bucarest, Estambul, Esmirna, Salónica, Corfú, Livorno y Ferrara. El viajero explicó : « Se trata de levantar en pleno las posibilidades en la expansión cultural española cerca de nuestros antiguos compatriotas que tras cuatro siglos de apartamiento casi absoluto mantienen heroicamente nuestro idioma. »

En muchos números de La gaceta literaria se publicaban noticias de escritores sefardíes o artículos escritos por ellos. (31) Y como resultado de la misión de Giménez Caballero, cinco universidades balcánicas crearon cátedras de español. En 1931, se celebraron exposiciones de libros españoles en Bucarest y en Salónica.

Giménez Caballero escribió en La gaceta literaria el 1 de mayo de 1931 : « Con un tacto sumo, para no despertar tristes suspicacias de poderes dictatoriales, en España, La gaceta literaria fue la primera que afrontó eficazmente el problema sefardí, el problema judeo-nacional de España. Hasta el punto de estar hoy en marcha ascendiente los primeros e históricos lazos de una reaproximación con esa gran familia espiritual expulsada hace cinco siglos. »

¿ Cómo puede relacionarse esta labor prosemítica con la carrera de Giménez Caballero que fue justamente llamado « el primer fascista de España » ? La respuesta es fácil. Giménez Caballero abogaba por la expansión imperialista, y ¿qué actividad imperialista no cultural podía ser llevada a cabo durante los años grises de Primo de Rivera ? A Giménez Caballero poco le importaba el sefardismo : quería aumentar la influencia española. R. Gil declaró abiertamente en La gaceta literaria que Giménez Caballero « redactó un plan escalonado de expansión española en el próximo Oriente, tomando como base las comunidades sefarditas. » [1 de enero de 1931]

Prueba del carácter esencialmente imperialista de la labor prosefardí de Giménez Caballero es el que dejara de proseguirla durante los años de la república, cuando las condiciones eran más favorables. Al percatarse del carácter antiimperialista de la república, Giménez Caballero y el conde Jaime de Foxá (este último participó también activamente en las operaciones prosefardíes), adhirieron al movimiento fascista proimperialista y antirrepublicano que tuvo rasgos de antisemitismo casi desde su origen. Giménez Caballero trató ulteriormente de fomentar el antisemitismo cuando esta política le pareció favorable para llevar a cabo planes imperialistas.(32)

El antisemitismo no apareció, sin embargo, en el movimiento fascista español con Ledesma Ramos ni con Giménez Caballero, sino con Onésimo Redondo. Redondo era probablemente el producto intelectual de dos fuerzas combinadas : nazismo y jesuitismo. El Padre Enrique Herrera Oria, S.J., hermano del cardenal « liberal » de Málaga escribe como sigue :

« Le [Redondo] traté mucho en Valladolid, antes y después de su viaje a Alemania, facilitado por el Director de los Luises, Padre Santa Romana. Volvió, si vale la frase, hecho un rebelde. A su alma noble y generosa, le daba en rostro tanta miseria política en España. Hablaba con el brío de un descontento, dispuesto a luchar contra los miserables explotadores de su Patria.

« En Madrid, a poco de la quema de conventos, me visitó. Era una tarde calurosa de verano. Estábamos con las ventanas cerradas, casi a obscuras. « ¿ Qué le parece a usted lo que ocurre en España ? » me dijo. « Sí », le contesté yo. « Es obra de la masonería. Mira todo lo que hay »; y entonces puse ante sus ojos los datos que había reunido, tomados de la prensa francesa, portuguesa, española, y las revelaciones que cierto masón me había hecho. « Nos manejan desde París y aquí, desde la calle del Príncipe ». Escuchaba Onésimo, como un niño a quien le cuentan una historia misteriosa, abiertos aquellos ojos claros, negros y hermosos en los que se reflejaban un alma nobilísima. Ojos tranquilos, salvo cuando sentía la esclavitud de su Patria, que entonces chispeaban como si fueran brasas.

« ¿ Y qué libros me recomienda usted ? » Le di una lista. « Pero sobre todo lee despacio éste de León Poncins : Las fuerzas secretas de la Revolución. Esta es la mejor obra que conozco. Ahí veras el comunismo, masonería y judaísmo, entrelazados para destruir la Religión y la Patria. » Cuánto sentí la muerte de Onésimo. España había perdido un caudillo cristiano y valiente. » (P. Enrique Herrera Oria, S. J., Los cautivos de Vizcaya, p. 12-13.)

En el primer número de su publicación, en el verano de 1931, Redondo censuró a Ledesma porque éste no había insistido sobre el antisemitismo en su programa, elemento que « el movimiento necesita para ser eficaz y certero. » [Onésimo Redondo, caudillo de Castilla, p. 9] Redondo vituperó contra el capitalismo calificándolo de maniobra judía en una sociedad burguesa y anticristiana que había desconocido y desertado la enseñanza de los papas. « Pero si la revolución social es una necesidad y un grito de justicia, hay que defender ese movimiento sano y juvenil de las corrupciones traidoras que proceden de la democracia judaizante superburguesa, como de las máximas internacionales con sello marxista que descaracterizaría la genuina revolución hispánica para hacernos siervos de Moscú.» (33)

El antisemitismo español tenía una base clerical y no económica. Se puede decir que la mayor parte del antisemitismo publicado en España durante la guerra civil o era escrito por curas, publicado por clericales o por gente con sentimientos católicos muy públicamente proclamados.

El antisemitismo que apareció en las publicaciones nacionalistas durante la guerra civil era generalmente de inspiración clerical. E. Fernández Almuzara, escribiendo en el mensual de los jesuitas, Razón y Fe en el número de mayo-agosto de 1939, notó que el libro de Henry Ford, El judío internacional, -impreso por los alemanes- « corre, ahora, por España y se ha puesto muy de moda. » Fernández Almuzara, a quien no le gustó la idea de Ford de que existía acuerdo entre jesuítas y judíos, decidió : « Hay, sin duda, judíos malos, y hasta si se quiere, concedamos que sean los más numerosos, pero, un judío converso al catolicismo, no puede ser malo ». La conclusión del escritor jesuita es bastante favorable : « Con todo, nada de esto destruye el mérito de la obra de Ford, que cuando no nos enseña nos deleita, y que puede servirnos de excelente ayuda para la mejor comprensión de uno de los problemas que más apasiona hoy a las gentes. » En esta misma edición de la revista jesuita, se anunció, como en casi todos los números aparecidos durante la guerra civil, el libro publicado por la casa editorial jesuita, « Ediciones Rayfe », Los protocolos de los sabios de Sión.

El fracaso de este tipo de propaganda durante los años de la república fue completo. No despertó reacción alguna en la opinión pública, mucho más sensible a la cuestión catalana; en verdad, los ejemplos de antisemitismo en la propaganda falangista anterior a la guerra civil son escasos, si se exceptúa la propaganda procedente de Valladolid. Esta actitud cambió al estallar la guerra civil, cuando la prensa de la zona nacional recurrió persistentemente al antisemitismo en su propaganda, que por lo demás no afectó en este plano a la mayoría de los españoles. La propaganda antisemita no era utilizada por su eficacia sobre la opinión pública, sino con el fin de congraciarse con los nazis. García Venero y Hedilla participaron en estas campañas. El 19 de junio de 1938, al celebrar el aniversario de la conquista de Bilbao, Serrano Suñer se valió del antisemitismo para quebrantar la oposición de los católicos franceses a la cruzada de Franco, y atacó con este argumento racista y falaz a Jacques Maritain. (34)

La prensa de la zona nacional apoyó el discurso de Serrano Suñer con diatribas antisemitas. El mismo Franco, con motivo del día de la victoria, el 19 de mayo de 1939, recurrió a utilizar las ideas de Herrera Oria, Redondo, Goebbels y Hitler : « No nos hagamos ilusiones : el espíritu judaico que permitía la alianza del gran capital con el marxismo, que sabe tanto de pactos con la revolución española, no se extirpa en un día, y aletea en el fondo de muchas conciencias. » [Palabras del Caudillo, 3ª edición 1943, p. 102].

Franco pronunció estas palabras cuando estaba convencido de que Hitler iba a convertirse en el amo de Europa. No hemos encontrado ninguna declaración antisemita de Franco posterior a la caída del Eje. Al contrario. En cuanto Hitler perdió la guerra, Franco se presentó como defensor de los judíos.[Franco ha dicho, 1949] Y actualmente, la España de Franco se encuentra de nuevo en la situación de 1930, y aboga por el retorno de los sefardíes, haciendo concesiones para la apertura de sinagogas. El antisemitismo ocasional del régimen de Franco era completamente oportunista, para pedir favores abyectamente de los nazis; y nunca constituyó una de las bases de su doctrina, como la formaron el anticatalanismo, el antivasquismo o el antigalleguismo. (35)

En la primavera y el verano de 1936, la Falange española se halló ante un dilema. Era evidente que el Frente Popular tenía la intención, en el caso de conservar el poder, de desmantelar completamente el movimiento fascista español. Además, una reforma social y económica profunda hubiera suprimido la base del nacionalsindicalismo. La izquierda no había podido hacerlo ni en Italia ni en Alemania, pero en España, con gran sorpresa de la derecha, la izquierda consiguió una victoria electoral. La Falange fue, por consiguiente, obligada a ponerse en acción; era una cuestión de vida o de muerte. La Falange había discutido, probablemente con más romanticismo que realismo, los problemas que presentaba un levantamiento militar. ¿ Debería entrar en la conspiración junto con los jefes militares ? José Antonio Primo de Rivera desconfiaba de los militares y creía, por el contrario, en la eficacia de la acción política de una minoría militante y decidida.

Ni en Italia ni en Alemania los movimientos fascistas habían conseguido el poder tras una guerra civil. La intención falangista no era sumergir la revolución social en un mar de sangre, sino transformar esas energías en un nuevo movimiento dinámico de conquista territorial española. Un golpe de Estado podría llevar la Falange al poder; una larga y dispendiosa guerra civil le sería fatal.

Hitler después del « putsch » de la cervecería muniquesa, declaró que aquella experiencia le convenció de « que ya no podríamos pensar en conseguir el poder por la fuerza ». (36)

José Antonio Primo de Rivera comprendió los riesgos que supondría para la Falange una empresa común con los militares. Tenía un gran desprecio por la mentalidad militar; este sentimiento salta a la vista en todos los escritos que dirigió a los militares (37). Pero sentía, después de la victoria del Frente Popular, que el movimiento fascista español tendría que luchar o rendirse incondicionalmente. La conspiración con el ejército le fue impuesta a la Falange.

Todos los planes militares preveían una rápida toma de posesión del poder, que no tuvo lugar. Mientras la guerra civil se prolongaba. Falange Española de las JONS conoció, por primera vez en su existencia, un éxito popular. Sus efectivos aumentaron a un ritmo vertiginoso. FE de la JONS se convirtió en el único movimiento político serio en la zona de Franco. Esta aparente ventaja fue, sin embargo, contrariada por el hecho de que el enorme aumento de potencial del movimiento tenía lugar en un momento en que la situación política estaba dominada por factores y consideraciones militares. El nuevo y creciente poderío de la Falange no podía ser utilizado políticamente por la Falange. La mayoría de los nuevos afiliados era enviada al frente antes de haber podido asimilar un mínimo de doctrina falangista, que, a fin de cuentas, era una doctrina nueva en España. Los falangistas que permanecieron en la retaguardia con los cuadros del movimiento estaban normalmente ocupados en limpiar la retaguardia, en mantener el« orden », en una forma baja de violencia que, más que beneficiarlo, perjudicó al movimiento.

La Falange salvó la rebelión militar al dotarla de aquello de que carecía totalmente, es decir, de una fuerza política vital. Pero su anacronismo político le impidió atraer a hombres de calidad; hubo tal vez en su historia tres en total: Giménez Caballero, escritor de importancia que no supo hacer una distinción entre sus actitudes políticas y sus ambiciones literarias; Ledesma Ramos, ensayista político de primera plana, un rebelde que no supo reconocer su verdadera posición en la estratificada sociedad española; y José Antonio Primo de Rivera, aristócrata que se esforzó demasiado para parecerse a un verdadero intelectual, y que vio solamente implicaciones poéticas en los asesinatos políticos.

Cuando, en 1937 Franco quiso apoderarse de la Falange, la operación fue relativamente fácil, puesto que, salvo Hedilla, no quedaba nadie con valentía política para defender la herencia. Y Hedilla nunca reaccionó con coraje y entendimiento a un tiempo, sino con la testarudez de un siervo fiel encargado de defender unos bienes. Al reaccionar contra la amenaza que representaba Franco para la Falange, Hedilla nunca razonó.

Después de la eliminación de Hedilla y de sus partidarios, el hombre que se apoderó de la jefatura de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS no creía en los principios fundamentales de la Falange, como tampoco creía en los del tradicionalismo.

Francisco Franco no era un fascista convencido. ¿ Qué piensa Franco de la política, de la historia ? Es difícil hacerse una idea clara de ello a partir de sus propios discursos y escritos, que son generalmente fabricados de acuerdo con las exigencias del momento. Nadie ha colaborado tan estrechamente con Franco durante tanto tiempo como Luis Carrero Blanco. Este nos ofreció su interpretación de la historia moderna, que no debe ser muy distinta de la de Franco, en 1941 : «Tres años de una lucha epopéyica, nueva cruzada contra la barbarie comunista, nos acaban de salvar de nuevo. España, paladín de la Fe de Cristo, está otra vez en pie contra el verdadero enemigo : el Judaísmo. Se trata de una fase más de la lucha que secularmente sacude al Mundo. Porque el Mundo, aunque no lo parezca, aunque en apariencia sus contiendas tengan su orígen en causas muy distintas, vive una constante guerra de tipo esencialmente religioso. Es la lucha del Cristianismo contra el Judaísmo. Guerra a muerte, como tiene que serlo la lucha del Bien contra el Mal, de la verdad contra la mentira, de la luz contra la oscuridad. En esta pugna secular, el Judaísmo ha sabido recurrir a medios de todo linaje. La Reforma, primero; después, las ideas de la Enciclopedia, el liberalismo, el izquierdismo ateo, la masonería, el marxismo, el comunismo, todo ello han sido minas puestas al reducto inexpugnable del cristianismo católico. Con habilidad extraordinaria, el judaísmo ha atacado siempre la idea de Patria, esgrimiendo, con simultaneidad en apariencia paradójica, las armas de los separatismos y de los internacionalismos; en el aspecto económico, ha fomentado el crecimiento de los imperialismos capitalistas, a la vez que las ideas marxistas; y en el orden religioso, tanto ha mantenido las creencias heterodoxas para procurar secesiones en el seno de la Iglesia Católica, como las ideas materialistas del más puro ateísmo. Los medios son lo de menos; su fin es siempre el mismo : destruir, aniquilar y envilecer todo cuanto representa Civilización Cristiana, para edificar sobre sus ruinas el utópico Imperio Sionista del Pueblo Elegido. » (Luis Carrero Blanco, España y el mar, p. 9-10).

Francisco Franco no tenía más lealtad hacia la Falange que tuvo hacia la república o, anteriormente hacia la monarquía. Su única voluntad política ha sido de manera constante alcanzar el poder y permanecer en el poder. Ello era sólo posible aplastando toda posibilidad de revolución social. Si en un momento dado, Franco adoptó el programa falangista con ese fin, también es evidente que lo abandonó cuando su utilidad desapareció. Franco tenía una gran superioridad sobre Ledesma, sobre José Antonio Primo de Rivera o sobre Hedilla : podía ganar una batalla -la conquista del Estado-, y seguir la guerra, emprender la conquista del imperio solamente cuando tuviera todas las garantías del éxito o bien abandonar la lucha y renunciar a esta conquista. Ledesma, quizá Hedilla y tal vez José Antonio Primo de Rivera, nunca se hubieran detenido con la pálida victoria de la conquista del Estado; habrían proseguido su marcha hacia la conquista del imperio o hacia la derrota. Como hicieron Mussolini e Hitler.

El programa falangista pretendía unificar a España mediante la propaganda ultranacionalista, la acción de la juventud y la violencia política. Pero ninguno de los primeros falangistas imaginó conseguir la unificación nacional con una guerra civil. La guerra civil -factor imprevisto- frustró todos los proyectos de los falangistas. El imperio se convertía cada día de guerra en un objetivo más lejano; más lejano cada día de ejecuciones. No se disipó únicamente la riqueza nacional, sino que también, e irremediablemente, quedó destruida la unidad interna. La guerra civil acentuó los odios regionales, la lucha de clases y las discrepancias políticas, en lugar de apaciguarlas.

A medida que España entraba en el tercer año de guerra civil, los sueños imperiales debieron parecer a un hombre tan realista como Franco muy remotos en verdad. ¿ Cómo podía este país, con una economía destrozada, con un pueblo dividido por un océano de sangre, marchar unido hacia una conquista imperial ?

Pero si la conquista del imperio aparecía como más difícil cada día, también la revolución social aparecía como más remota cada día, aplazada por la derrota republicana. Si la guerra civil, sangrienta y larga, había destruido la unidad nacional, al mismo tiempo la había hecho innecesaria. La Falange exigía la unidad nacional para canalizar las energías de la revolución social hacia la expansión territorial. La guerra civil había malgastado estas energías en el campo de batalla, contra el paredón y en el exilio. Este hecho diferenció esencialmente al movimiento español de los movimientos fascistas de Alemania y de Italia.

Sin embargo, al final de la guerra civil, Franco, sin ser ideológicamente o temperamentalmente fascista, no renunció terminantemente a la ambición imperial. La palabra imperio fue formulada diariamente ante los españoles hambrientos, en su mayoría con otros apetitos que el de conquistar territorios extranjeros. Franco mantuvo el aparato de la Falange, organización intrincada que englobaba a toda la sociedad española en un estado de excitación, a fin de estar preparado para una intervención armada en el conflicto europeo, en el caso de que España tuviera la oportunidad de hacerlo sin peligro, como fue el caso en la anexión de Tánger. Entretanto, la Falange representaba el mejor instrumento posible de control político y de represión interior.

La España de Franco y la Falange sabían, una vez comenzada la segunda guerra mundial, que la conquista imperial estaba relacionada estrechamente con su participación en la contienda, pero jamás pensaron en una intervención en la guerra europea, salvo en colaboración con los nazis y los fascistas. La Falange no fue pronazi y profascista por gratitud hacia Italia y Alemania a causa de la ayuda prestada a la causa de Franco durante la guerra civil, aunque esta colaboración en la guerra sí afianzó la amistad entre las dos potencias fascistas y el Estado español. La Falange fue consecuentemente prohitleriana y promussoliniana antes de la guerra, porque la política exterior del fascismo español, que desde el primer momento tendía al restablecimiento de un imperio territorial, concebía esta operación de conquista únicamente en colaboración con la Italia de Mussolini y con la Alemania de Hitler.

Ximénez de Sandoval, falangista de la primera hora y jefe del gabinete diplomático de Serrano Suñer, escribió en 1941 sobre la política internacional de la Falange antes de la guerra : « Nuestra protesta iba dirigida por igual contra los vergonzosos artículos de la Constitución española de 1931 que declaraba « la renuncia a la guerra como instrumento de política nacional », otorgando la consideración de las leyes del país a los artículos del Pacto y a los acuerdos de la Sociedad de Naciones, que contra los prolongados statu quo en Marruecos, en el Mediterráneo, en Gibraltar y en todos los problemas europeos, sancionados con la pasividad de todos los gobiernos desde el 98... Muchas veces -rearme de Alemania, conflicto italo-etíope, etc., -se nos tachó de parciales porque la Razón y la Justicia estaban del lado de aquellos pueblos que habían hecho una revolución nacional de tipo heroico, como la que hacían nuestros camaradas por las calles y los campos de una España en trances de desaparición. » [op.cit., p. 304]

La tesis falangista de colaboración con la « nueva Europa » fue expuesta ya en los escritos de La conquista del Estado, y en los artículos de Onésimo Redondo. Cuando los abisinios fueron atacados por la Italia fascista, la prensa falangista defendió a los agresores, y José Antonio de Rivera abogó por Italia en la Cámara de Diputados. [Discurso de 2 de octubre de 1935] Fue en este discurso en el que José Antonio Primo de Rivera recordó a sus auditores el problema de Gibraltar : «Y ¿ cómo se va a hacer la comparación entre el intento italiano de incorporación colonial de Etiopía y la violación del territorio español, de uno de los miembros más antiguos y más considerados... de la Sociedad de Naciones... ?... ¿ Tendré que pasar por vuestro espíritu el recuerdo de Gibraltar ? » Stanley G. Payne, en su defensa de José Antonio Primo de Rivera, escribió, refiriéndose al problema de Gibraltar, que « a José Antonio no le preocupaba este tipo de nacionalismo ». (38) En otro documento de José Antonio Primo de Rivera, fechado en diciembre de 1935, se puede leer : « En el exterior, debilidad, servilismo, olvido de Gibraltar y de Tánger. En resumen : ruina espiritual y material. ¡Vergüenza! » (39)

La Falange -aun antes de la guerra- tenía la ilusión de que sería posible formar una liga de fascistas italianos, nazis alemanes y falangistas españoles, que representarían tres naciones europeas desposeídas y que podría destronar a las naciones poseedoras. Al estallar la segunda guerra mundial, esta posibilidad parecía más inmediata que nunca. Hay que insistir en que la idea imperial falangista nunca fue concebida como una empresa española independiente; fue concebida como una acción combinada con los nazis y los fascistas, para cambiar el mapa de Europa y del mundo. Este pacto previsto no fue nunca un pacto ideológico; era la alianza de tres ladrones, cada uno de los cuales desconfiaba del otro.

Las largas negociaciones que el Estado franquista sostuvo con las potencias del Eje (40), durante la segunda guerra mundial, indican la esperanza del régimen franquista en participar en el botín territorial de la victoria del Eje. La posición franquista en estas negociaciones puede ser resumida de esta manera :

1. España hizo saber a la Alemania nazi y a la Italia fascista que su economía devastada y su falta de unidad, consecuencias de la guerra civil, la habían debilitado tanto que no podía en modo alguno participar inmediatamente en la segunda guerra mundial.

2. Al tratar de justificar su debilidad momentánea, el Estado franquista señaló con orgullo a Hitler y a Mussolini los sacrificios hechos entre 1936 y 1939 por la « causa » común, e identificó la guerra civil con la segunda guerra mundial.

3. El Estado franquista reiteró a sus amigos del Eje su anhelo de entrar en la guerra, a condición de que se tuviesen en cuenta sus reivindicaciones expansionistas y de que las potencias del Eje satisficiesen sus necesidades inmediatas en las esferas económica y militar.

La posición franquista reflejaba la verdad. La guerra civil sí dejó el país devastado y el pueblo hambriento. La guerra civil sí fue el preludio a la segunda guerra mundial. La España de Franco sí estaba dispuesta a entrar en guerra, si la ayuda económica y militar del Eje la ponían en condiciones de hacerlo y si las reclamaciones territoriales eran reconocidas y garantizadas. Las condiciones de Franco no fueron aceptadas y el plan de conquista del imperio nunca fue puesto en ejecución. Estudiemos detalladamente aquellos tres puntos.

Con la victoria. Franco heredó un país arruinado y hambriento : situación de la cual él y sus amigos eran los primeros responsables por haber desencadenado una lucha fratricida. Serrano Suñer afirmaba tristemente al final de la guerra : « La riqueza compartida iba a ser pronto la pobreza total ».[op.cit., p 86]

Cuando Serrano Suñer, embajador itinerante de Franco, llegó a Italia en junio de 1939, el conde Ciano notó que España alegaba su pobreza : « España teme una guerra en un futuro próximo porque se halla actualmente al final de sus recursos. Hay carestía en algunas regiones. Si puede disponer de dos años, o tres de preferencia, podrá rehacerse y llevar a cabo sus preparativos militares. » [The Ciano Diaries, New York 1946, p. 94]

Y Ciano vuelve a escribir : « Serrano Suñer estuvo muy contento al saber que nosotros y los alemanes también deseamos aplazar el conflicto durante unos años. » [ibid.]

La satisfacción de Serrano Suñer duró pocos días. En agosto, la declaración de guerra destruyó los sueños falangistas. Serrano opinó que la guerra era «inoportuna ». Y : « No nos convenía la guerra entonces, en primer lugar porque España, cansada, arruinada, mal preparada, no apetecía aventuras bélicas. » [op.cit., p. 89]

En su entrevista con Ribbentrop, en septiembre de 1940, Serrano Suñer habló de «nuestras realidades, de nuestra lamentable situación general económica, especialmente alimenticia, falta de trigo, de gasolina, de algodón, de nitratos, de transportes, etc., etc... [ibid., p. 180] Serrano no lo dice en su libro, pero según documentos alemanes, aseguró a Ribbentrop que sin estas dificultades, España ya habría entrado en la guerra. Antes de la partida de Serrano Suñer para Berlín, el embajador de Alemania, von Stohrer, escribió a su superior jerárquico : «España es débil económica y militarmente; interiormente está desunida y por eso no puede llevar a cabo más que unos meses de guerra continua. Además, la opinión pública española, después de tres años de guerra civil, no desea nuevas complicaciones bélicas. (41)

Cuando Hitler preguntó a Franco en Hendaya si estaba preparado para entrar en la guerra en enero de 1941, Franco contestó refiriéndose a la falta de trigo en España. Pedía más de 100 000 toneladas. (42) Nuevamente, en noviembre, Serrano Suñer se entrevistó con Hitler y Ciano en Salzburgo. Ciano escribió que « de todas las cosas que hacen falta a los españoles, aquella que les causa preocupaciones más graves es el trigo...» [Les archives secrètes du comte Ciano, p. 418]

El 12 de febrero de 1941, Franco dijo a Mussolini, en la entrevista de Bordighera, que España necesitaba trigo, que la situación alimenticia en España se había deteriorado desde que hizo la oferta de entrar en la guerra en junio. El informe italiano cita las siguientes palabras de Franco : « ¿ Cuál es la situación en este momento ? El hambre. Tan sólo ocho provincias españolas disponen de trigo para tres meses; las otras carecen casi totalmente de este alimento. » [ibid., p. 434]

En el informe italiano sobre la entrevista de Bordighera puede leerse la frase siguiente : « El Duce mantiene la fórmula que Serrano ha querido recordar y reconoce que un pueblo que ha sufrido tres años de guerra civil no puede entrar nuevamente en guerra si no dispone de una buena situación alimenticia y si no se retribuyen sus sacrificios. » [Les archives secrètes..]

Franco, en carta a Hitler del 26 de febrero de 1941, repitió sus lamentaciones por « las condiciones de nuestra situación económica », a las que acusó de ser « las solas razones por que no ha sido posible hasta ahora fijar la fecha de la entrada de España [en la guerra] ». (43)

Al mismo tiempo que arruinó la economía española, la guerra civil frustró los anhelos falangistas de unificar a España territorial, política, social y económicamente. Una guerra civil no ha sido nunca el medio eficaz para unificar un país, aunque Serrano afirmase : « Se había combatido sobre todo por la unidad de los españoles cuarteada en las pugnas endémicas de partidos, clases y regiones, acentuada por la etapa republicana... » [op. cit., p. 87]

La desunión del país también impidió la entrada de la España de Franco en la segunda guerra mundial. En los documentos alemanes relativos a la entrevista de Hitler con Serrano Suñer, en presencia de Ribbentrop (17 de septiembre de 1940), leemos : « ... Suñer manifestó que los españoles temían un desembarco de los ingleses en la costa del Cantábrico y, a este respecto, mencionó que los elementos comunistoides de la población asturiana podrían complicar mucho la situación en el caso de que se realizase esa tentativa de desembarco. » [The Spanish Government, p. 9]

El 4 de octubre, en una entrevista con Hitler, Mussolini declaró: « ... No hay que olvidar que la situación interna de España no es buena, que incluso es mala en diversas regiones, puesto que, según los mismos españoles, las poblaciones siguen siendo rojas. » (44)

En noviembre de 1941, Serrano Suñer subrayaba de nuevo en Berlín la falta de unidad de la nación : « Todas las dificultades que debe afrontar su gobierno entre las trampas de los monárquicos, de los militares rebeldes y de los rojos dormidos en apariencia... » [Archives secrètes.., p. 475]

Franco había matado o exilado a muchos de sus enemigos; eran demasiado numerosos, sin embargo, para que fuera posible eliminarlos a todos. Pero la conquista del Estado había sido tan caramente pagada en vidas humanas y riquezas que tras su victoria, Franco no disponía de las fuerzas necesarias para lanzarse a la conquista del imperio. La falta de hombres y riquezas de que adolecía Franco en 1939-1941 había sido motivada por la resistencia del pueblo español al fascismo durante la guerra civil.

Esta verdad histórica no place al régimen.

El 24 de marzo de 1960, Fernando María Castiella, ministro de Asuntos Exteriores de Franco, afirmó contra toda evidencia en la universidad jesuita de Georgetown, en Washington, que la actitud « neutral» durante la segunda guerra mundial, no fue debida a la pobreza causada por los tres años de resistencia republicana ni al temor del régimen por una población todavía rebelde, sino a la « voluntad » de la España de Franco. « Si España no hubiera tenido la firme voluntad de ser neutral, hubiera podido, gracias a su posición geográfica, haber asestado golpes mortales a Francia y a Inglaterra. » (45) Esta cínica declaración del ministro no toma en consideración el hecho indiscutible de que la posición oficial de España durante la mayor parte de la segunda guerra mundial no era de « neutralidad » sino de « no beligerancia ».(46)

Con la segunda guerra mundial, era evidente que había llegado el momento soñado por los falangistas de realizar su ambición de conquista. Entonces o nunca. España ofreció a Hitler su participación en la guerra en junio de 1940, en ciertas condiciones. Al mismo tiempo que el gobierno de Franco insistía en su debilidad presente, formulaba sus reivindicaciones en nombre de sus servicios pasados y de la promesa de esfuerzos futuros.

La idea de que la guerra civil española era meramente el preludio a la segunda guerra mundial proviene del mismo Francisco Franco. El 3 de junio de 1940, el general Franco escribió una carta a Hitler, carta que fue llevada al destinatario, una semana más tarde, por el jefe de Estado Mayor español, general Juan Vigón. Al comentar esta carta, el erudito alemán, Donald S. Detwiler, escribió : « No es de ningún modo una elegía a la victoria alemana, por muy impresionado que haya podido estar Franco. Por el contrario, este gallego astuto y callado emprendió, mediante su adaptación a los acontecimientos ocurridos desde su llamamiento de paz de seis meses antes, la identificación de la guerra civil española con la segunda guerra mundial de Hitler, en cuyo gran éxito vio « realizada la esperanza que lucía ya en España, cuando vuestros soldados compartían con nosotros la guerra contra el mismo, aunque oculto, enemigo ». Adviértase que Franco no dice que « vuestros soldados » apoyaron los suyos, sino que habían combatido ya con ellos en esa ocasión contra el enemigo de ahora. Que Franco creyera realmente o no en que la segunda guerra mundial era la continuación de la guerra civil española es algo que no puede probarse. Sea como sea, abogó por la tesis de que la guerra civil formaba parte de la guerra mundial. » [op. cit., p. 23]

Detwiler señala también que Franco repitió el mismo pensamiento en septiembre de 1940, al aceptar la Gran Cruz de oro del Águila alemana : «Cuando hoy siento sobre mi pecho el peso de la condecoración de su nación [es decir la alemana], me siento orgulloso de haber tenido bajo mis órdenes, en las primeras batallas de este gran acontecimiento, a la Legión Cóndor, glorioso héroe de sus victorias actuales. » [ibid., p. 148]

Franco insistió sobre el mismo punto en la carta que envió a Mussolini el 15 de agosto de 1940, en que decía : « ... España, además de su contribución al establecimiento del Nuevo Orden, mediante nuestros años de arduas luchas, ofrece todavía más al prepararse para ocupar su lugar en el combate contra los enemigos comunes. » [The Spanish Government, p. 7]

Ramón Serrano Suñer llegó a Berlín el 16 de septiembre de 1940 y aquel mismo día, después de una primera entrevista con el ministro alemán de Negocios Extranjeros, von Ribbentrop, declaró a la prensa alemana : « Naturalmente, sostenemos la tesis de que nuestra guerra ha sido la primera fase de la guerra actual. Combatimos a la revolución roja y a lo que podemos llamar antiguo régimen de Europa. El hecho de que nuestra aportación a la salvación europea se haya adelantado no hace sino darnos razones para seguir hablando a Europa ». (47)

Esta idea de Franco, Serrano Suñer y otros fue repetida por el historiador Manuel Aznar, en 1941, en una historia de la segunda guerra mundial, en la que dio el título « La guerra de España o la primera campaña para la nueva Europa » al capítulo XV. En ella se puede leer : « Las democracias acaban de sufrir otro de sus inolvidables fracasos. Igual que en Etiopía, habían apoyado a la Barbarie contra la Civilización, a la Hez contra el Decoro. Habían traicionado a Europa, y Europa, el sentido de continuidad europea, la Historia de Europa iba a volverles la espalda. Vencidos en la primera gran batalla, y ciegos ante lo que sucedía, lo perdieron todo al cabo de muy poco tiempo. » (48)

Franco y Serrano Suñer se entrevistaron en Bordighera con Mussolini y Ciano, en febrero de 1941. Serrano Suñer escribe sobre este encuentro : « Franco repitió el punto de vista ya conocido en sus anteriores conversaciones conmigo. España había luchado ya contra el peligro común y no estaba preparada para otra guerra. » [op. cit., p. 263]

El 26 de febrero de 1941, Franco escribió una carta a Hitler en la que decía : «No creo que las reivindicaciones españolas puedan calificarse de excesivas, y menos aún cuando se considera el tremendo sacrificio del pueblo español en una batalla que fue una precursora importante de la de hoy. » [The Spanish Government, p. 34]

Ningún escritor había insistido tanto sobre el hecho de que la guerra civil fue el preludio de la segunda guerra mundial como José María Areilza, « camisa vieja », consejero nacional entonces de la Falange, y luego embajador de Franco en Washington y París. Ni como Fernando María Castiella, catedrático entonces de derecho internacional en la Universidad de Madrid, y hoy ministro de Asuntos Exteriores de Franco. Basta para convencerse leer el libro que en 1941 publicaron conjuntamente : Reivindicaciones de España. En él se afirma que si Hitler logró apoderarse de Austria y Checoslovaquia fue gracias al esfuerzo español : « Durante tres años, la guerra española fue asimismo un punto de atracción estratégico, verdadera encrucijada neurálgica de los intereses europeos, « guerra invisible », como alguien la calificó, del Eje Roma-Berlin contra las democracias, lo que facilitó a la fuerte y juvenil política exterior alemana resolver en el interín los problemas de Austria y Checoslovaquia, preludio indispensable de la gran rectificación histórica de las fronteras de Versalles. ». (49)

Los autores opinan también : « ... este medio millón de españoles que han entregado su vida con inigualada generosidad durante los tres años de nuestra guerra han muerto también -y muy en primer término- por el orden nuevo de Europa, que ya se vislumbra en el horizonte. Fue su batalla la más difícil porque se reñía en las horas inciertas en que todo podía suponerse ganado o perdido. Era igual. » [ibid.]

También declaran : « Al terminar nuestra guerra con la victoria de Franco, las democracias habían sufrido una triple y formidable derrota estratégica, política y moral. » He aquí la nota de pie de página que apoya esta frase : « Esta tesis ha sido confirmada de un modo explícito y rotundo por Liddell Hart, crítico militar del Times, autor de la obra The Defence of Britain. Liddell Hart declaró terminantemente que « la primera batalla de la guerra europea fue la guerra civil española. » [ibid.]

Pero llegó el tiempo en que los franquistas dejaron de vislumbrar posibilidad alguna de provecho en la aserción de que la « cruzada » de Franco fue el primer capítulo de la segunda guerra mundial. Este cambio de actitud se efectuó en el momento en que las potencias del Eje empezaron a perder la segunda guerra mundial. Desde aquel momento, los franquistas han tratado activamente de presentar su lucha como algo esencialmente diferente de la que sostuvieron las potencias del Eje.

Diecinueve años después de haber formulado sus reivindicaciones arrogantes para compartir el botín del Eje, Fernando María Castiella, ministro de Asuntos Exteriores de Franco, pudo declarar en Washington, exactamente lo contrario de lo que había escrito en 1941 : « Nadie tiene derecho a censurar la forma en que resolvimos un problema de política interna. Lo tendrían, quizás, si hubiéramos hipotecado nuestra soberanía y si nuestra decisión hubiera alterado el equilibrio europeo. » [op. cit., p. 25] En 1941, Castiella afirmaba con insistencia enojosa que la España de Franco había « alterado el equilibrio europeo » en beneficio del Eje.

Este cambio de actitud ha sido desarrollado hasta sus últimas consecuencias lógicas por Luis García Arias, profesor de derecho internacional de la Universidad de Zaragoza, que ha creído poder afirmar : « Una visión deformada [de la guerra civil]... ha querido interpretarla como un prólogo de la II Guerra Mundial. La inexactitud de tal interpretación es patente y clara desde el momento en que, ya en 1938, la España nacional firmemente se declararía neutral en la contienda que entonces se temía estallara entre las potencias europeas, actitud que sería sostenida durante toda la II Guerra Mundial. [!!!] En realidad, la Guerra de España fue el preludio de la III Guerra Mundial... » [La guerra de liberación nacional, p. 414]

La economía arruinada y la falta de unidad del país conquistado no hacían perder de vista los objetivos imperiales y falangistas a los líderes de la España franquista. En junio de 1939, Serrano Suñer expresaba en Roma su satisfacción por un aplazamiento de las hostilidades eventuales a la par que anunciaba igualmente el interés del régimen franquista por las conquistas eventuales de carácter imperial. El diario de Ciano revela : « España también tiene cuentas pendientes con Francia, esta « Francia sin honradez ni honor », y estas cuentas se llaman Marruecos, e independencia política y económica. » Y : « El Duce desea que empecemos a definir con España el programa futuro relativo al Mediterráneo occidental : Marruecos pertenecería completamente a España; Túnez y Argelia deberían ser nuestros. Un convenio con España debería garantizarnos un paso hacia el Atlántico a través de Marruecos. » [The Ciano Diaries]

La arremetida de los ejércitos alemanes a través de Francia colocó a Franco y a sus consejeros en una difícil posición. El mapa de Europa estaba siendo modificado, y España tenía que adoptar una posición en lo que se refiere a esa nueva situación. El 3 de junio de 1940, Franco envió una carta a Hitler, puesto que era con los alemanes, más bien que con los italianos, con quienes tenia ahora que discutir. El día en que Mussolini declaró la guerra a una Francia prostrada, y dos días antes que Franco decretara su nueva política de « no beligerancia », el jefe de Estado Mayor, general Juan Vigón, salió para Alemania con el mensaje. Seis días más tarde, celebró conversaciones con Hitler y Ribbentrop, con el fin de discutir la oferta de España de entrar en la guerra al lado de Alemania, en ciertas condiciones. Hitler manifestó su alegría por la ocupación de Tánger por los españoles. Vigón dijo a Hitler que a España le gustaría unificar todo Marruecos, bajo la protección española. Hitler no puso objección alguna, pensó que Mussolini estaría de acuerdo, y, de todas formas, dijo que las ambiciones alemanas en lo que a Marruecos se refería eran solamente económicas. Vigón sugirió que quizás incluso el ejército español podía ser reforzado con material de guerra capturado por los alemanes en Francia. [Detwiler, p. 22-24]

El 19 de junio de 1940, el embajador español en Berlín, marqués de Magaz, comunicó al secretario de Estado von Weizsäcker estas demandas españolas : el Oranesado, la unión de todo Marruecos bajo un protectorado español, el ensanchamiento del Sahara español, el aumento de la región costera española entre el estuario del Níger y Cabo López. Si Inglaterra continuaba la guerra, España entraría en ella. En ese caso, España necesitaría material de guerra, artillería pesada, aviones para el ataque contra Gibraltar, y quizás submarinos para la protección de Canarias. España necesitaría también víveres, municiones, material ferroviario y otros materiales, que podrían provenir ciertamente del botín tomado a los franceses. (50)

El 25 de junio, von Weizsäcker acusó recepción a las reivindicaciones españolas y manifestó al embajador la voluntad de Alemania de suministrar material de guerra a España. [ibid.]

En todas las negociaciones entre las autoridades alemanas y las españolas, se entendía que la participación de España en la guerra debería empezar con un ataque conjunto germano-español contra Gibraltar y con el bloqueo del Mediterráneo occidental. Durante julio y agosto hubo una febril actividad en torno a este proyecto. Varios alemanes, entre ellos Canaris y von Richtofen, visitaron España, estudiaron la zona de Gibraltar, tuvieron conversaciones con Franco, Serrano Suñer y Vigón [The Spanish Government, p. 11] ; entretanto, en Berlín, se hacían planes, y la idea era considerada seriamente no sólo por Hitler, sino también por los generales Keitel, Jodl, Warlimont, etc. [Detwiler, p. 30-36]

Cuando los planes para el ataque de Gibraltar estaban ya adelantados, Serrano Suñer fue a Berlín para discutirlos, y allí reiteró las reivindicaciones territoriales españolas. [ibid., p. 38]

En su entrevista con Franco en Hendaya, a fines de octubre, Hitler consideró que las reivindicaciones españolas eran exageradas con respecto a lo que España representaba. Hitler temió la influencia del movimiento de De Gaulle en África, sobre todo si se sabía que España iba a recibir un territorio francés, como Marruecos. [The Spanish Government, p. 24 y ibid., p. 56]

Según Ciano, Hitler hizo saber a Mussolini (28 de octubre de 1941) : « Los españoles no se dan cuenta de su posición y se señalan objetivos que no tienen relación alguna con sus fuerzas... y tienen un programa de reivindicaciones coloniales de tal amplitud... Serrano pide rectificaciones fronterizas en el Pirineo y reivindica la Cataluña francesa. Pide Orán y todo Marruecos hasta el 20° paralelo. Esta fórmula no ha podido aceptarse; no obstante, se ha redactado un protocolo tripartita secreto... que contiene una fórmula imprecisa acerca de las reivindicaciones españolas. » [Les archives secrètes., p. 408-409]

Franco reiteró en 1941, en Bordighera, las mismas exigencias: «Las demandas españolas se referían a todo lo que corresponde a España en África por razones naturales y que Francia, trozo a trozo, le había arrancado en momentos de debilidad y de decadencia política : en particular, Marruecos. España no quiere nada gratuitamente. Quiere luchar, quiere librarse de la dominación inglesa y francesa. España no ha rechazado las demandas alemanas. » [ibid., p. 432]

Después de la visita de Canaris a Madrid en diciembre de 1940, y sobre todo después de la carta de Franco a Hitler del 26 de febrero de 1941, los alemanes perdieron toda esperanza en lo que respecta a la entrada de Franco en la guerra. Consideraron que la ayuda de Franco no tenia el valor que él pretendía. [Detwiler, p. 86, 91]

Un estudio detallado de las reivindicaciones españolas se halla en el libro de José María de Areilza y Femando María Castiella, Reivindicaciones de España. (51)

Este libro fundamental comenta el conjunto de las reivindicaciones de España. La reivindicación de Gibraltar en sí misma puede ser difícilmente considerada como una reivindicación de carácter imperialista, pero la reivindicación de Gibraltar en 1940 o 1941 era claramente una acción pronazi. Las otras demandas entran en la categoría de las reivindicaciones imperialistas.

En lo que al Oranesado se refiere, los autores manifiestan : « Con la espada desde Cisneros a Montemar y con el arado y la azada desde hace un siglo, nuestra raza conquistó en África su puesto al sol, que nadie debe ni puede arrebatarle.

« He aquí el primer jalón de nuestro Imperio futuro. Este es el peldaño inicial para subir al Atlas y otear desde las alturas los mares atlánticos, buscando enlace con las costas de Río de Oro, Cabo Bojador y Cabo Guer, espalda africana de las Islas Afortunadas.

« Orán es nuestro por el espíritu, por la lengua, por la sangre, por la economía y por el trabajo...

« Pero ya nada podrá retener la irresistible fuerza de los acontecimientos. Orán retornará muy pronto, por tercera vez, al seno de la comunidad española. » [Reivindicaciones de España, p. 212-213]

Con la misma autoridad se refieren los dos autores al África ecuatorial : « Las reivindicaciones mínimas de España en el golfo de Biafra son las siguientes : en el Norte, la costa de Nigeria desde Calabar Viejo hasta Cabo Formoso. Y en el Sur, la costa desde el estuario del Muñí hasta Cabo López. Todo ello con el hinterland que la más elemental equidad señala. » [ibid., p. 264]

En el momento en que el libro era publicado, Tánger había sido ya incorporado al Marruecos español. Pero los escritores falangistas reclamaban todo Marruecos : «Marruecos tiene derecho a rescatar su unidad. El Imperio del Sultán debe formar ineludiblemente un conjunto homogéneo en el orden político, jurídico, geográfico y económico... Marruecos ha de resucitar su vieja unidad bajo la protección y el amparo de España... De aquí que podamos proclamar muy alto que nuestra Patria no reivindica Marruecos, sino que reivindica, con carácter exclusivo, una misión - una altísima misión en el Imperio del Sultán. Aquella que con fe generosa y ardiente podríamos enunciar diciendo : Una España sóla ayudando a un sólo Marruecos. » [ibid., p. 498 y 501]

El África occidental también debía ser una zona de expansión española : « El África occidental ha sido, es y debe ser un campo natural de expansión española. Por todos conceptos constituye el « espacio vital » de nuestras islas Canarias. » [ibid, p. 505].

Y aunque el libro tan sólo se refiera al África, sus autores se toman la molestia de precisar que el futuro imperio español responderá a ambiciones más vastas. « A toda costa necesitamos salir al paso de quienes, torpe o maliciosamente, supongan a este libro -de acuerdo con la idea ganivetiana- un libro africanista... En esta obra, lo que se intenta proclamar, ante todo, es la necesidad de una política exterior para la Patria. Y África, si bien es una de las bases indiscutibles de aquélla, ni es la única ni acaso la más importante : España vive en simbiosis peninsular con Portugal, carne de su carne y clave radical de su existencia. España se asoma a un tiempo al Atlántico y al Mediterráneo. La Península, unida, es, en fin, cabeza y médula del mundo hispánico desparramado por el orbe. » [ibid., p. 605]

Es necesario insistir en el libro de Areilza y Castiella. Su primer capítulo se titula « La voluntad recobrada ». Voluntad que es simplemente la voluntad de expansión imperialista. « ... la España triunfante era, ante todo, una nación recobrada a sí misma, con su voluntad de Imperio rescatada plenamente, dispuesta a imponer sus deseos en la esfera vital que por estricta justicia le correspondía. Porque alentaba en ella una nueva mentalidad política -la Falange- que estaba llamada a conjugarse de modo singular y armónico con el nacional-socialismo alemán y el fascismo italiano. » [ibid., p. 46]

La versión más autorizada actualmente en la España de Franco es que la rebelión militar fue una guerra contra el comunismo : «la primera victoria sobre el comunismo mundial».

No hay sin embargo en « La voluntad recobrada », capítulo de un libro escrito por dos notables intelectuales entonces falangistas y, a lo largo de veinticinco años fieles servidores del franquismo en los puestos más elevados, ni una sola palabra contra la Unión Soviética. Hombres belicosos, Areilza y Castiella estaban dispuestos a luchar. Pero la guerra que preveían no era una guerra contra la URSS sino una guerra contra las democracias occidentales, poseedoras de imperios, contra Francia e Inglaterra. Figura en su libro, incluso, esta increíble aserción: « Cuando, a fines de 1936, las democracias occidentales, para impedir el triunfo de Franco, idearon la fórmula de intervenir hipócritamente a través de las Brigadas Internacionales, Italia y Alemania, que, en frase de Mussolini, « ya habían tomado postura del otro lado de la barricada », enviaron a España sus primeras tropas voluntarias. » [ibid., p. 48] Este es, sin duda alguna, el único intento conocido para hacer recaer sobre Inglaterra y Francia la responsabilidad de las Brigadas Internacionales. La victoria con que soñaban los falangistas de 1940 y 1941 no era una victoria ideológica contra la Unión Soviética, sino una victoria territorial contra Francia e Inglaterra. Rusia no tenía colonias que suscitasen la envidia de aquellos -entonces agresivos españoles.

Examinemos otra aserción de Areilza y Castiella : « Desde la batalla de Málaga hasta el 1 de abril de 1939, en que nos llegó la victoria rotunda, aplastante y sin condiciones, la España nacional mantuvo a un tiempo el combate por su propia libertad exterior y por el triunfo de un nuevo orden europeo basado en principios de justicia. El solar hispano era el crisol donde venían a fundirse los heroísmos comunes de tres pueblos, nutridos de la savia fresca de una moderna concepción del mundo fundada en la exaltación de los valores vitales, frente al edificio decadente y carcomido de los Imperios francés e inglés, ahitos de riqueza, podridos en su contextura moral, refractarios al reajuste social indispensable, encerrados en el frenético egoísmo de negarse a revisar las injusticias producidas por su propia voluntad. » [ibid., p. 48-49]

Areilza y Castiella califican de « guerra ideológica » la segunda guerra mundial, sin mencionar el comunismo : « Sabíamos, en fin, que si bien el inicio de la guerra europea revestía las formas de una rivalidad material y hegemónica entre el Imperio británico y el germano, la lucha no tardaría en plantearse en su verdadera dimensión, esto es, como una revisión implacable de las antiguas fronteras consagradas en Versalles y también como un choque gigantesco entre los dos principios que informan los sistemas políticos del mundo : el de la democracia individualista y liberal con el que conjuga la jerarquía y la autoridad poniéndolas en servicio de los valores espirituales de la Patria. Convirtiéndose en suma, la contienda en una guerra ideológica, de la que ha de surgir la solución de la unidad de Europa. » [ibid., p. 52]

El Eje perdió la guerra, en contra de las esperanzas de Francisco Franco, de Ramón Serrano Suñer y de José María de Areilza y Fernando María Castiella. Y en 1960, este último cambió la letra de su canción y ante su auditorio desprevenido de Washington declaraba que la política española durante la segunda guerra mundial era de completa neutralidad. Este partidario de una guerra ideológica y territorial contra Inglaterra y Francia en 1940, habló de la actitud de su gobierno durante aquellos años sin decir una palabra sobre la no beligerancia ni sobre las largas y serias negociaciones que tuvieron lugar entre el Eje y los representantes de Franco, para que este último entrase en la guerra, ni de las verdaderas razones que impidieron que España lo hiciese así. (52)

A partir de los primeros meses de 1941, Franco no desarrolló una gran actividad para realizar sus sueños imperialistas. Cada día de segunda guerra mundial empeoraba su posición interna. Tal como explicó constantemente durante las negociaciones de 1940-1941, no podía exigir más sacrificios al pueblo español sin ofrecerle algo en compensación. Al buscar esta compensación, Franco se enfrentó con el hecho básico de la naturaleza fascista : el fascismo no era una ideología de cooperación, sino de competición. El Estado fascista, agresivo y ofensivo, no era el miembro de una liga, sino un filibustero, un lobo solitario. Ello queda palpablemente puesto de manifiesto por las relaciones sostenidas entre la España falangista y las potencias del Eje en los años de guerra mundial. Ciano dice que, en 1939, Mussolini pensó ceder Marruecos a España, reteniendo Argelia y Túnez para Italia y sin dejar nada en África del Norte para Alemania. Y en sus conversaciones berlinesas de septiembre, Serrano Suñer descubrió que también Alemania tenia pretensiones a una parte del imaginario imperio español.

Un memorándum dirigido a Berlín por el embajador alemán en Madrid, fechado el 6 de septiembre de 1940, y relacionado con la visita de Serrano Suñer a la capital alemana, pone de manifiesto que Alemania tenía intención de tomar parte en la explotación de cualquier conquista territorial realizada por España, incluso en Tánger y en otros lugares de África del Norte. Alemania estaba también preparada para reclamar una parte de todos los bienes ingleses de que el gobierno español se apoderase en España. [Detwiler, p. 37-38, 153] En una conversación que tuvo lugar en Berlín, en septiembre de 1940, Serrano Suñer dijo a Ribbentrop que la Guinea española necesitaba tierras en el interior de África. Mostrándole el mapa colgado en la pared, el alemán, contestó que su país tendría necesidad de bases navales tanto en Agadir como en Mogador, punto de vista que escandalizó al viajero al ver al nazi codiciar el presunto territorio español. Pero todavía tenia Serrano Suñer que oír cosas peores. Ribbentrop afirmó que Alemania quería una base naval en Canarias. -Imposible, gritó el ministro de Franco; se trata de una parte de España. Serrano Suñer empezaba a comprender las realidades de cualquier política fascista. (53)

En el encuentro de Hitler con Mussolini, el 4 de octubre de 1940, Hitler no pareció dispuesto a dejar a Franco otra parte del botín que Gibraltar, y Ciano confió a su diario la ingenuidad de Serrano que no había descubierto « que los alemanes le habían echado el ojo hacia mucho tiempo a Marruecos. » [p. 229]

Cuando Hitler se entrevistó con Franco en Hendaya, el 23 de octubre descubrió que no existía proporción alguna entre las exigencias de Franco y la ayuda que podía ofrecer : «... tienen [los españoles] un programa de reivindicaciones coloniales de tal amplitud que su aceptación por nuestra parte determinaría al Imperio francés a colocarse en el campo de De Gaulle. Y si el Führer está dispuesto a no firmar la paz antes de que sean realizadas las aspiraciones italianas, no se siente dispuesto a aceptar el mismo compromiso en lo que respecta a España. » [Les archives secrètes, p. 408].

El fascismo español, el solo movimiento fascista de importancia que se acercó al poder a consecuencia de una guerra civil, era a su vez el único movimiento fascista de importancia que no fue derrotado por la fuerza, sino que fue dejado morir pudriéndose.

El fascismo español no fue derrotado en la guerra como lo fueron los movimientos fascistas alemán e italiano. El fascismo español sólo hizo un débil intento de conquista imperial : la ocupación de Tánger. El fascismo español renunció a su papel natural de movimiento fascista a causa de la resistencia de los republicanos españoles durante la guerra civil, resistencia que dejó el país arruinado económicamente y dividido políticamente. La España de Franco nunca pudo contribuir directamente al esfuerzo bélico del Eje en una medida que justificase el reconocimiento por Alemania e Italia de las reclamaciones territoriales de Franco. Estas reclamaciones constituían la única justificación de su entrada en guerra que Franco podía dar al pueblo español cansado, hambriento y antifascista. Pero las ambiciones territoriales falangistas se veían arruinadas aun antes de poder convertirse en realidad a causa de la rivalidad de las de los otros congéneres fascistas más poderosos.

La tesis falangista de canalizar la revolución social hacia conquistas imperiales dominó el pensamiento del Estado franquista mientras quedó una posibilidad de conquistar el imperio. ¿ Cuándo se renunció a este proyecto ? En el momento de la invasión alemana de Rusia, en junio de 1941, esta idea se imponía todavía pero con un vigor debilitado. Franco no envió a la División Azul al frente oriental para crear un imperio en aquellas regiones; la División Azul fue un subterfugio de Franco con el que esperaba conquistar -a poco precio y pago a plazos- un imperio en occidente cuando los alemanes repartiesen los despojos de los aliados (54). Un año después. Franco empezó a sentirse amenazado por la evolución de la situación mundial, y la caída de Serrano Suñer, en agosto de 1942, fue uno de los signos precursores que anunciaban elocuentemente un cambio fundamental en la política de la España franquista. Cuando en la mañana del 8 de noviembre de 1942, norteamericanos y británicos desembarcaban en África del Norte, en Marruecos y el Oranesado que, según la teoría falangista, correspondían a España como botín de guerra, Franco y su Falange no protestaron, ni podían hacerlo. La Falange se resignó a que África del Norte, ni fuera alemana, ni italiana, ni española.

El movimiento fascista español permaneció vivo, aunque no muy vigoroso hasta ese momento. En el momento en que el Estado español aceptó dócilmente el hecho brutal de que África del Norte francesa no iba a formar nunca parte del Imperio Azul, la Falange perdió su razón de ser. La palabra imperio dejó de vibrar en el aire de Castilla. Franco y los jefes falangistas ya no pensaron a partir de aquel momento sino mantenerse en el poder dentro de los límites naturales de España.

Cuando la esperanza de la victoria del Eje empezó a esfumarse y fue siendo evidente que la España nacionalsindicalista no podría formar parte del Nuevo Orden porque éste no sería establecido jamás, los intelectuales de FET y de la JONS abandonaron intelectualmente el Movimiento. En algunos casos, la separación física tardaría todavía años en producirse; pero a partir del desembarco anglonorteamericano en África del Norte en 1942, esos intelectuales habían perdido la confianza en el triunfo de su causa.

El desembarco no amenazó a España. ¿ Qué fue pues lo que impulsó a los intelectuales falangistas ? El derrumbamiento de su visión del nuevo imperio, porque el desembarco aliado no sólo amenazaba este futuro imperio sino que destruía hasta la más tenue posibilidad de que llegase un día a ser realidad.

Durante la guerra civil y después de ella, el espejismo de un nuevo imperio fue propagado por el entusiasmo de los jóvenes intelectuales del Movimiento, tales como Dionisio Ridruejo, Santiago Montero Díaz, Pedro Laín Entralgo y Antonio Tovar Llorente. Frenéticos apóstoles, creyeron y predicaron -con intensa fe juvenil- no sólo el triunfo del falangismo y la reconquista del imperio sino también el Nuevo Orden de Europa, la victoria mundial del nazismo, del fascismo y del falangismo.

El movimiento fascista español, creado más tarde que el italiano y el alemán, en un país industrialmente menos desarrollado, tuvo desde el primer día un aspecto fundamental que lo diferenció de los movimientos capitaneados por Hitler y Mussolini. Se trataba de su dependencia, de su incapacidad para concebir la acción imperial sino era en concierto con las potencias fascistas más fuertes. Para quien lea los escritos de Ramiro Ledesma Ramos o de José Antonio Primo de Rivera, es evidente que cuando los falangistas hablaban de imperio suponían su país asociado con los otros « países jóvenes » de Europa para crear conjuntamente « el Nuevo Orden », y no como una fuerza capaz de una acción independiente. De la misma manera, los intelectuales falangistas de los años de la guerra civil y de la segunda guerra mundial, a la vez que clamaban por el « imperio », aplaudían las victorias del Eje.

Antonio Tovar fue uno de los más feroces apóstoles del nuevo imperio. En octubre de 1936 -siendo Hedilla jefe de la Junta de Mando- fue publicado anónimamente, con el título de El imperio de España, un folleto suyo, por el Servicio de Prensa y Propaganda de FE de las JONS. Era una de las primeras publicaciones falangistas de la época de la guerra civil. Fue reimpreso en Cuba y Méjico, y quizá en otros lugares. Se puede leer en él : « Porque nuestra idea imperial, esencialmente española y atenta a nuestras fronteras y límites actuales, no puede olvidarse de las dimensiones de la gran España que -todavía- nunca dejan de estar alumbradas por el sol... España quiere hacer sentir su unidad al mundo hispánico, hacerle recobrar su conciencia de destino universal, su alma... Nos sentimos unidos a Portugal por su historia gloriosa... Del imperio del mundo hispánico que tendrá su alma nuclear en España, pero que alentará, con conciencia de Unidad, en el mundo todo. Y que sabrá hablar al mundo por la boca unánime de 200 millones de hombres.» [p. 11-14].

Tovar vio en el futuro destino de España « algo que la nueva catolicidad está a punto de cubrir, con el fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán y el nuevo Estado en España y Portugal, el suelo todo del Imperio de Carlos V. En el cual supo España tomar su puesto. Como sabrá tomarlo ahora de nuevo, el el mundo de hoy. La Falange Española de las JONS se encarga de ello. » [ibid., p. 73]

Este folleto provocó cierto escándalo en 1938 cuando The Times de Londres y La Tribune des Nations de París, señalaron las ambiciones falangistas sobre Portugal que descubrían los escritos de Tovar (55). El folleto en cuestión forma parte del un libro que fue publicado con el mismo titulo en 1941. Tovar, felicitándose por el éxito de su folleto en tiempo de guerra escribía : « Ahora me temo que el libro no tenga la misma fortuna. Quizá haya pasado ese momento de los hados favorables, que para algunos libros sin duda no son permanentes. Pero quiero que conste que mi intención sí que es ahora la misma. Y que aún en mis momentos más fríos esta intención me domina en forma de resolución jurada e irrevocable. » [p. 8]

En septiembre de 1939, Tovar pronunció una conferencias ante la Sección Femenina de la Falange en Barcelona. También subrayó Tovar en esta ocasión el papel imperial de España. « Los españoles tenemos la fortuna de pertenecer a un pueblo hecho para mandar... Y nuestro deber es, entonces, potenciar en lo actual toda nuestra historia, actualizarla, movilizarla agresivamente, con estilo ofensivo y de acción directa. Sólo de esa manera España llegará a ser una de las cuatro, cinco a seis grandes unidades que -José Antonio presintió esto- están llamadas a gobernar el mundo en este siglo... » [p. 106-107]

Tovar declaró que España se hallaba en el umbral del nuevo imperio : « Y ahora no hay más que dejarnos llevar de nuestro genio, disciplinarnos, endurecernos, prepararnos. ¡ Que el mundo está proporcionando muchas ocasiones para que un pueblo pruebe su temple!

« Estamos como al principio del reinado de los Reyes Católicos y todo ha de ser hecho de nuevo. El mundo está en un momento difícil. Un cerrado horizonte de unidades nacionales, angustiada cada una con lo suyo, nos rodea. Y nunca han sido las circunstancias tan favorables y a la vez tan difíciles... La guerra nuestra no terminó el 1° de abril, y si ahora nos hundiéramos en la paz creyendo que iba a ser perpetua, traicionaríamos a los que cayeron en la guerra por una España grande y libre. La empresa que comenzó el 18 de julio no debe detenerse nunca. Y nosotros, los falangistas, tenemos la obligación de mantenerla en heroica tensión.» [p. 176-177]

En 1942, Tovar veía todavía inminente la hora de la decisión española y escribió en su prefacio al libro Gibraltar ante la historia de España : « Con toda claridad vemos que al final del ciclo iniciado en 1700, del ciclo que nos sometía a la política extraña, se va a decidir ahora. Gibraltar español, violenta y totalmente español, sería señal de que efectivamente habíamos entrado en una era política nueva.

« Y como sentimos cercana la hora de esta decisión, la hora de pruebas, la hora de angustia apocalíptica, no podemos menos de estremecernos y sentir las tremendas inquietudes de la víspera. ¡ Víspera de todo o resignación a la nada ! España no admite lo mediocre. (56)

Tovar continuó su labor en pro del imperio como intérprete oficial de Serrano Suñer y de Franco, durante sus negociaciones con los alemanes y los italianos. Acompañó a Serrano Suñer en sus viajes a Roma y a Berlín en septiembre de 1940, y a Franco en la entrevista de Hendaya. Después del viaje a Berlín, participando de la euforia falangista que producía la proximidad de la conquista del imperio, Tovar escribió que en Berlín se discutió « el planteamiento de una política mundial de grandes rasgos » y el intérprete pensó que presenciaba momentos « en que se hablaba de las cosas del presente con la sencillez con que entre historiadores se podría discutir sobre una empresa cesariana o napoleónica ». Antonio Tovar se consideraba en el umbral del nuevo imperio, del Nuevo Orden : «Puesto que se trataba de cosas para siglos, todos los pueblos humillados de antiguo y dispuestos al mando en el futuro pueden tomarse su propio y conveniente tiempo. » Y expresaba su confianza en los aliados del Movimiento : « Del viaje quedan también algunos recuerdos y anécdotas de lo que llaman simpatía, y que permiten una vez más admirar la amplia y noble humanidad de Mussolini y de Hitler, fundadores de futuro y pilotos de sus pueblos en los tiempos más difíciles de la Historia. »

« Nosotros, los españoles, nos sentíamos orgullosos de sentar públicamente nuestra gloriosa condición de gentes de la primera hora, de terceros, que llegan adonde Italia y Alemania, después, pero a través de una lucha con obstáculos más duros e infinitamente más sangrientos. Esta conciencia guiaba al ministro español en todo momento. » [Vértice, septiembre de 1940, p. 3]

De los intelectuales falangistas quien se ha mostrado más racista, siguiendo el ejemplo nazi, es Antonio Tovar, ahora profesor en una universidad norteamericana, disfrazado oportunamente de refugiado del totalitarismo. Tovar escribió en 1941 el prefacio del libro de Alcázar de Velasco, Serrano Suñer en la Falange. Este libro fue fabricado por los intelectuales que gravitaban alrededor de Serrano Suñer y, sin duda, con su aprobación y colaboración. Una parte del libro reproduce la entrevista de Serrano Suñer que hizo Ridruejo. Tovar declara que la obra « ha sido largamente madurada, medida, pensada, calculada, planeada, sentida ».[p. 13] Para Tovar se trata de un « apasionante libro » (p. 14). El libro alcanza el nivel intelectual de los discursos antisemitas de Joseph Goebbels, de los escritos de Julius Streicher.

El comunismo « puesto al servicio del judaísmo amenaza con invadir a Europa (p. 27), declara el autor, « ... el comunismo es una doctrina al servicio del judaísmo... » (p. 28). Alcázar de Velasco, protegido de Tovar y de Serrano Suñer, recomienda a sus lectores Los protocolos de los sabios de Sión (p. 28), y cita el libro del barón de Santa Clara (p. 29-30) (El judaísmo, publicado en Burgos por el Padre Tusquets). Para Alcázar de Velasco, « El judaísmo, y su aliado la masonería, penetran en todas partes » y « el pueblo judío, como ha hecho observar un gran novelista de nuestros días [Hugo Wast] tiene la misión... de dominar la tierra » (p. 31). Estas ideas nazis formuladas por Alcázar de Velasco, hallaron el padrinazgo de Antonio Tovar y de Ramón Serrano Suñer.

En 1952, Tovar, rector entonces de la Universidad de Salamanca y Consejero Nacional de la Falange, releyó lo que había escrito diez años antes en su prólogo al libro Gibraltar ante la historia de España, de Juan del Álamo. ¿ Publicarlo? ¿Hacer cambios? ¿ Qué hacer? Finalmente, Tovar resolvió el problema reproduciendo la llamada imperialista de 1942, a la que añadió el siguiente post-scriptum : « He vacilado entre modificar el precedente prólogo o dejarlo tal cual. Al fin pensando también a ratos que lo mejor sería suprimirlo, me he resuelto a dejarlo sin más que añadir esta breve nota. Está lejano el tiempo en que fue escrito aquel prólogo. A los tiempos de locura y esperanza han sucedido días más vulgares en que todo lo vemos posible a condición de luchar y trabajar cada día.

«El lector podrá preguntarse : ¿Estábamos locos entonces? ¿Es ahora cuando somos unos ilusos?

« Me he permitido, dejando sin responder estas preguntas, pedir a Don Juan del Álamo que publique integro el precedente prólogo. Al menos, como documento de las esperanzas que nos sacudieron a unos pocos en los días lejanísimos de hace diez años. Con ello tranquilizo mi conciencia y dejo descubierto y sin disimular el antiguo juego. » [ibid., p. 14-15]

¡Curioso documento en un arrepentido! Si Tovar quiso servir a la causa antifranquista -y a la de la historia- pudo haber publicado sus memorias de jefe falangista y de partícipe en conferencias diplomáticas importantes. Este menester de testimonio ninguno de los arrepentidos quiere realizarlo, salvo García Venero que no pretende estar arrepentido. En fin de cuentas, Dionisio Ridruejo ha sido más honrado consigo mismo que sus colegas.

Uno de los partidarios más violentos del imperio español en el Nuevo Orden fue Santiago Montero Díaz quien, discípulo de Ledesma, tuvo algo de la rigidez intelectual de aquél. Abandonó la Falange en 1935, siguiendo a Ledesma, pero volvió a ella cuando estalló la guerra civil. En julio de 1943, declaraba : «Insisto en que «el imperio no es solamente actitud misional y una voluntad nacional de difundir nuestra cultura». No hay imperio sin expansión territorial, «pues no podemos dar este nombre a una melancólica peregrinación de inofensivas misiones culturales. » (58)

No cabe abrigar duda alguna de que Montero Díaz sabía que la conquista deseada se hallaba ligada al destino del nazismo y del fascismo. Cuando se percató que Franco iba a abandonar a sus amigos de lucha, Hitler y Mussolini, declaró : « El nacionalsindicalismo nació con una generosa y bélica solidaridad, planteada de igual a igual, de camarada a camarada, con la gran Alemania y la Italia fascista. A la afinidad -no identidad- ideológica, se unía la coincidencia de una común hostilidad... un rotundo gesto de repulsa al predominio británico en el mundo.»[ibid., p. 23] Y Montero Díaz objuraba a Franco : «Pero si el Partido -y sigo moviéndome en el terreno instrumental e inofensivo de la hipótesis- abandonase ahora su solidaria adhesión de camarada hacia Alemania e Italia, cómo entenderíamos que pueda responsabilizarse de veinte siglos de historia patria, un Partido que no se responsabilizara ni siquiera de diez años de su propia historia.» [ibid., p. 24-25]

Santiago Montero Díaz no renegó de su lealtad a la causa de la Nueva Europa y, el 23 de marzo de 1944, afirmaba en la Universidad de Madrid : « De su crisis Italia saldrá victoriosa por el genio del Duce, por el fervor de sus juventudes fascistas y por la lealtad alemana. Con intuición de europeo, al margen de la profecía o de la ciencia, presiento el triunfo de la nueva Europa. Me limito a consignar presentimientos, porque acato -disciplinadamente- la consigna nacional de neutralidad. » (59)

Al igual que Montero Díaz y Tovar, Laín Entralgo comprendió la relación estrecha que existía entre las tres formas de lo que el llamó la « revolución nacional-proletaria » y que identificó con el « fascismo, nacionalsocialismo y nacionalsindicalismo ». (60) Para él, el Estado totalitario es « necesidad de este tiempo ». [ibid., p. 85]

Su admiración intelectual por los caudillos de Alemania e Italia en 1941 era desmesurada : « No deben olvidar las gentes que la táctica militar de Wagram y Austerlitz sólo fue posible por una conjunción entre el genio de Napoleón y la obra histórica de la Revolución Francesa; y mucho menos que la batalla de Flandes o la campaña de Noruega se deben a la misma conjunción feliz entre la « forma » militar del germano -tan contínua desde Federico el Grande y Gneisenau- y la inmensa y fecundante revolución nacional-proletaria del Nacionalsocialismo. Indudablemente, Italia y Alemania han encontrado alguna de las palabras ordenadoras de nuestro tiempo, y ahí radica su principal ventaja contra Inglaterra. » (61)

Dos años más tarde, Laín Entralgo vio a la España nacionalsindicalista integrada imperialmente en el Nuevo Orden : « La mentada expresión « nuevo orden europeo » va tomando carta de naturaleza desde que la Alemania triunfadora, estrecha dentro de sus supuestos puramente « nacionales », la puso en circulación. Bajo su signo se han celebrado ya varias reuniones de políticos, poetas, hombres de ciencia, músicos y financieros. Se habla incluso de una unidad cultural dentro de ese orden nuevo, y esta cultura europea, a la vez vieja y renovada, es justamente la que se defiende con el ataque frente al materialismo marxista de Oriente y frente al materialismo capitalista de Occidente. Las victorias europeas, triunfos de la nueva Europa, otra vez rescatada de Agenor, fecunda e imperante.

« No sería lícito dudar sobre el puesto de España, de nuestra España. La Historia y la sangre nos señalan un lugar eminente en ese Orden Nuevo. Si durante dos siglos hemos vivido en servidumbre, este mundo ahora caduco fue quien puso su pie en nuestro cuello. Si de combatir al bifronte materialismo se trata, nuestro puesto -campeones en el combate por el Espíritu, así, con mayúscula- está necesariamente en la vanguardia. Si de dar sentido a la sangre de nuestros más recientes muertos, la batalla del Ebro y el apoyo al Bilbao rojo nos gritan todavía en los oídos. Y si el problema consiste en la defensa de nuestro legítimo y violento señorío, digan su nombre Gibraltar, África y Riotinto. Nuestro deber de españoles está, sin duda, en los cuadros de ese proclamado y nonnato Orden Nuevo. Mas también nuestro derecho. Desde Carlos V hasta acá podríamos espigar sin esfuerzo los muchos y altísimos títulos de nuestra ejecutoria. Pero no necesitamos acudir a la Historia, ni siquiera al levantado ejemplo de nuestra guerra; nos basta pensar en la proeza pura y sustantiva, casi inaccesible a la adjetivación, de nuestra División Azul.» (62)

Predicador elocuente del imperio fue también Dionisio Ridruejo. En un discurso titulado « Nación, Unidad e Imperio », declamaba en enero de 1938, ante las afiliadas a la Sección Femenina de la Falange : « Y esto del Imperio, que ya ha sido una vez en España, va a ser otra vez; no podemos conformarnos con la idea conservadora, repito, con la idea específicamente conservadora (primero, porque lo es; y segundo, porque la propugnan los conservadores) de encerrarnos en nuestra casa; España no se puede conformar con la idea de hacer una buena política de comunicaciones y obras públicas, de hacer una buena política de administración de las provincias, de hacer una buena política de mejoramiento de las condiciones del hombre. Esto es una base imprescindible para echar a andar; pero esto no es lo importante. España, en el momento en que fragüe todas sus potencias, en el momento en que cosa todos sus desgarrones, en el momento en que agregue todos sus fragmentos, España tiene que empezar a servir por encima de sí misma a un ideal. España tiene que buscar su destino en lo universal, y entrar a ser otra vez protagonista de su imperio. » (63)

Un año más tarde, y ante el mismo público, Ridruejo señalaba otra vez la ruta imperial : « Pero no olvidéis jamás que por encima del hogar, del hombre, de los hijos, de la vida social, está la Patria. El problema de España, de esta España ganada a costa de tanta sangre y de tantas vidas en la dureza de la guerra, hay que encuadrarlo en una conciencia nacional creadora, ambiciosa, amplia y dilatada, más allá de la Patria. Hay que enderezarlo hacia el mundo del Imperio. » [ibid., p. 81]

En febrero de 1941, remachaba el clavo : « Bajo la palabra « orden europeo nuevo » se esconden ideas nobles y útiles. Pero es que por encima de toda realidad actual y aun egoísta, en esta consigna está el hecho de que el orden de ayer, el orden liberal y democrático de Europa, el orden de Ginebra y de Versalles no pudo ser peor para la Patria. Nuestra ira contra Europa se extiende más allá de la Ilustración; más allá del propio « siècle de Louis XIV » hasta los tiempos de la Reina Isabel y sus piratas. Y por eso recibimos con alegría cualquier amenaza que venga a destruir una situación que para nosotros ha sido funesta... » (64)

Por entonces rompió Ridruejo abiertamente con el Movimiento. El entusiasmo desenfrenado de los intelectuales por el falangismo ya no sería ni visto, ni leído, ni oído. ¿ Por qué?

Un semanario madrileño analizaba últimamente las motivaciones que empujaron a uno de estos intelectuales, a Ridruejo, a distanciarse del Movimiento y llegaba a la conclusión que el cambio de rumbo político de Ridruejo había sido motivado por : 1) la caída de su protector, Serrano Su&er; 2) su boda con una catalana; y 3) su vida en Italia en 1948. (65)

Los hechos que insidiosamente recuerda la revista madrileña no bastarán ni al más crédulo lector para explicarse la evolución política de Ridruejo. Por ser tan personales, menos podrán explicar el proceso de otros intelectuales transfugas del falangismo. Estos hombres tenían en común su creencia en el nacionalsindicalismo. Como atestiguan sus escritos, habían asimilado profundamente el programa nacional sindicalista. Y si cambiaron de rumbo político, quizá no fue tanto porque perdieran aquella fe, sino porque -siendo inteligentes- comprendieron mejor y antes que otros que su causa estaba irremediablemente perdida. El mismo Ridruejo afirmaría más tarde que su cambio de actitud cristalizó hacia 1942 -aunque su «crisis de decepción » comenzó antes de aquella fecha. (66) Esta « crisis de decepción » sólo podía tener por base el descubrimiento, hecho tanto por Ridruejo como por otros intelectuales falangistas que habían asimilado correctamente la empresa nacionalsindicalista, que España no iba a participar, no podía participar en la segunda guerra mundial, que el Eje estaba condenado a perder la guerra y que sin victoria del Eje la expansión territorial española, el imperio español no era posible. El momento de enfrentarse cara a cara con la verdad ha variado de una persona a otra. Pero en un momento o en otro, cada uno se percató de que sus sueños caminaban hacia el desastre y que las promesas de la Falange jamás podrían ser cumplidas.

Lo de jamás es importante. Los intelectuales falangistas comprendieron que la «revolución » de la Falange, se realizaría gracias a la victoria de la « Nueva Europa » - con nazis y fascistas - o no se realizaría jamás. El programa de la Falange quedó bloqueado inexorablemente en una casilla del tiempo. Esta insoslayable disyuntiva fue intuida por Enrique Sotomayor, joven secretario general del SEU, que en un discurso pronunciado en el Teatro Calderón en Madrid en noviembre de 1939 proclamaba : « ¡ Hora ya es de marchar!... En seis años de lucha certera hemos conseguido lo que Dios nos negó durante siglos: una ocasión en la que ganar o perder definitivamente España... Hoy nos llega la gloriosa pesadumbre de la victoria, y es preciso prepararse para soportarla... Llevamos siglos sometidos a un círculo vicioso que entre nuestra vida interna y nuestra vida externa nos mantiene sin realizar plenamente ni una ni otra. No seremos fuertes mientras no estemos organizados, prósperos y unidos. No lo estaremos nunca, si antes no somos fuertes frente al mundo. O la Revolución o el Imperio. Izquierdas y derechas a través de la Historia. Hoy vivimos la ocasión de ganar ambas empresas a un mismo tiempo. ¡ Dios está llamando ahora a nuestras puertas! Ha llegado el momento de alzar paralelas las dos banderas y de seguir tras ellas. Vuelve a ser cierta aquella consigna que nos lanzó a la guerra. ¡ Ahora o nunca ! »

Cuando los intelectuales falangistas se percataron de que la apuesta (¡ Ahora o nunca!) de Enrique Sotomayor - ya muerto en Rusia - había sido decidida en favor de « nunca », experimentaron un choque psicológico brutal. Habían contribuido -y su contribución fue importante- a la construcción de un Estado totalitario que ellos concebían como simple base de la empresa imperial. España, por fuerza tuvo que renunciar a la conquista del imperio, pero la estructura de base, edificada con ayuda de esos intelectuales, ha seguido en pie, como instrumento de represión del pueblo español, durante ya más de veinticinco años. El instrumento represivo, aceptado o deseado por ellos, lo justificaban en tanto que agente de la solución del problema social de España mediante la expansión territorial. Al renunciar al imperio, la justificación intelectual del instrumento desaparecía, sin que por ello decayera el Estado represivo nacionalsindicalista. Desilusionados por la muerte de los sueños imperiales, los intelectuales que los habían propagado reaccionaron de manera distinta. Montero Díaz -probablemente más leal nostálgicamente a su causa perdida que los otros, como parece indicar su ya citada defensa de Mussolini en 1944-, Tovar y Laín Entralgo, a pesar de su congoja, se consolaron durante varios años con puestos honoríficos y lucrativos en la Universidad.

Pero lo que queríamos subrayar aquí es el hecho de que la derrota del Eje acabo con los gritos en pro del imperio. No he hallado entre los escritos de estos intelectuales más llamadas imperiales. Fin extraño de un movimiento que se llamó a sí mismo « nacional ».

La Falange desaparecía ideológicamente con la renuncia de sus sueños imperiales. Pero quedaba otra Falange, una Falange más visible : la estructura de la represión política mejor organizada que España haya conocido. Este instrumento fue utilizado por Franco no para explotar el nuevo Imperio, sino para explotar a España misma. Los jóvenes jefes provinciales de la Falange encontraron su Golconda no en un Imperio lejano sino en el escalafón de la Falange, en los ministerios, en los bancos, en las sociedades de importación y exportación en el Instituto Nacional de Industria, en los sindicatos verticales, en las cajas de seguros. No era necesario, como hace 400 anos, arriesgarse en un viaje marítimo. La « revolución » falangista se confinó en los límites de la contrarrevolución. Y si la «revolución» falangista no había sido realizada, al menos había detenido, estrangulado, la «revolución » de los otros, la de los hombres de la izquierda.

La situación descrita representaba un éxito para muchos falangistas, considerados individualmente; pero en lo que respecta al movimiento y a su programa, se trataba de un fracaso en el plano de la historia. Sin embargo, la Falange estaba inicialmente predestinada al fracaso. La idea de canalizar las energías abocadas a la necesaria reforma social de España hacia una loca aventura de expansión territorial de moralidad más que dudosa para un país que se proclamaba cristiano como España (67), fue concebida al mismo tiempo que otra idea surgía en el mundo : el anticolonialismo. Esta última idea era más poderosa, puesto que seguía la dirección de la historia, y no iba contra ella. Los movimientos fascistas mediante sus agresiones a escala mundial, facilitaron el desarrollo de las condiciones necesarias para el triunfo de los movimientos anticolonialistas.

La realización de su programa de expansión territorial era esencial para la Falange. Tal realización era imposible en el momento histórico del movimiento, y la hacían también imposible otros factores : la repudiación del falangismo por el pueblo. La destrucción de la economía de España -una economía que al comienzo se hallaba bastante debilitada para constituir la base de la aventura falangista- paralizó la libertad de acción de la Falange. La derrota electoral obligó a la derecha española a recurrir a la rebelión armada. La debilidad del movimiento falangista impuso a éste la alianza con las fuerzas armadas. La apasionada resistencia del pueblo obligó a los militares y a sus aliados a una larga lucha. El fracaso del pronunciamiento -y el terror que de ello resultó- pusieron fin a las esperanzas de unidad entusiástica tan esencial para la Falange. Los militares actuaron con sus matanzas más eficazmente que la Falange con su ideología para eliminar durante más de una generación la protesta social en España; tan eficazmente en efecto, que aunque España no se hubiese visto arruinada y despedazada, poca energía quedaba para realizar una revolución social izquierdista o para llevar a cabo el programa de la Falange hasta sus últimas consecuencias.

Es difícil descubrir hoy alguna gloria en los postulados de la Falange, del movimiento que García Venero defiende con tanto ardor. Aunque hubiera puesto en ejecución su programa completo de expansión territorial, las posibilidades de cualquier éxito pasajero eran muy pocas, y las de un éxito permanente casi nulas. Finalmente, la carencia de su liderazgo, personificado en Hedilla, contribuyó a que se convirtiera en un simple aliado de Franco, traicionando sus propios principios fascistas -independientemente de que éstos fuesen malos- en favor de las mezquinas ambiciones de sus jefes de segundo orden. La Falange, antes y después de Franco, no constituía el motor de una solución inteligente para los problemas de España.

El crimen de la Falange, en ese momento histórico, fue elegir la vía de la violencia nacional y de la violencia internacional, poner tanta energía española en un proyecto condenado de antemano por las grandes corrientes de la Historia. Los esfuerzos de los españoles para crear de nuevo un imperio español no fueron solamente energías malgastadas en una causa perdida; eso podría haber sido perdonado por los españoles, por los otros y por la historia. No. El crimen de los falangistas (es el crimen de todos los movimientos fascistas) fue el haber repudiado lo que había de generoso en las ideologías de la izquierda, la cooperación social entre los hombres de una misma nación y la cooperación social entre las naciones del mundo, es decir, del socialismo o sindicalismo internacional; su crimen fue luchar por sustituir esta perspectiva con una visión más estrecha de la humanidad, visión que pretendía limitar a un área nacional la energía revolucionaria, desnaturalizándola, aniquilándola de ese modo, no para ponerse al servicio de un impulso cooperativo, sino convirtiéndose en un instrumento competitivo, agresivo, que finalmente sólo sería aprovechado por las fuerzas retrógradas de la sociedad española.


Herbert Ruthledge Southworth

Introducción a Antifalange. Estudio crítico de Falange en la guerra de España de M. García Venero.


NOTAS

1. Véase G. V., p. 230. « Los neofalangistas de la retaguardia resultaron movilizados, en los lugares donde no había un mando político idóneo, a las órdenes de la autoridad... el neofalangista... se creyó obligado a obedecer ciegamente. »

2. Véase G. V., p. 368, cuando el autor relata su amenaza a Juan Aparicio : «Luego, iré a buscarte, donde estés, y con sentimiento de mi parte, resolveremos el caso según el estilo de la Falange... »

3. Pedro Laín Entralgo, Los valores morales del nacionalsindicalismo, p. 8.

4. Ibid, p. 40-41.

5. El mismo Hedilla es más duro con Franco, en la carta que le dirigió el 9 de enero de 1948, de lo que lo es García Venero en su libro. Véase el apéndice 3 de este libro.

6. En 1964, la censura permitió que fuera publicada en España una descripción del asunto Hedilla, calificándolo de « conspiración, instigada por el general alemán Von Faupel, para reemplazar a Franco. » (James Cleugh, Furia española, p. 135.)

7. « Nos afanaremos por triunfar en la lucha con sólo las fuerzas sujetas a nuestra disciplina. Pactaremos muy poco. Sólo en el empuje final por la conquista del Estado gestionará el mando las colaboraciones necesarias, siempre que esté asegurado nuestro predominio. »

8. Véase Payne, Falange, París, p. 102 :«La debilidad del partido había residido en sus mandos secundarios. » Los «más inmediatos colaboradores de José Antonio Primo de Rivera eran escritores de segunda fila ». Esto, a pesar de la evidente admiración de Payne por José Antonio Primo de Rivera.

9. « Se limitaban a reclutar hombres para el frente y la retaguardia -los primeros para ser mandados por oficiales profesionales- y a tolerar que muchos de los segundos se empleasen en faenas de represión harto menos espontáneas de cuanto se ha solido decir. »(Ridruejo, Escrito en España, p. 83.)

10. Ridruejo ve pues al falangismo como Robert Brasillach vio al fascismo. Robert Brasillach, Lettre à un soldat de la classe 60, p. 33-34; Notre avant-guerre, p. 246. Henri Massis, Maurras et notre temps, 1951, p. 118. Véase también H. R. Southworth, El mito de la cruzada de Franco, p. 137-139, 266-267.

11. Véase el Journal of Contemporary History. Vol. I, Num. 1, 1966, donde once profesores e historiadores discuten sobre el fenómeno fascista en varios países, sin llegar a un acuerdo sobre la verdadera naturaleza de la manifestación. El artículo sobre el falangismo -no muy rico en investigación- es de Hugh Thomas.

12. « ¿ Había detrás de estos apuros una disfrazada conciencia de defensa de los privilegios de clase ? Es más que posible, si bien no teníamos conciencia de ello.» Dionisio Ridruejo, Escrito en España, p. 80.

13. « Podemos definir las JONS como un grupo joven de protesta, que busca el peligro, que ha afirmado la violencia como su método efectivo de lucha política, la conquista como su tarea y el imperio español como su objetivo. » Bernd Nellessen, Die verbotene Revolution, p. 64.

13bis. Los falangistas no han comprendido siempre la diferencia entre « partido » y «movimiento ». Laín Entralgo escribió en 1943:

« Nuestra difícil eficacia está en hacer cultura «hacia», y éste es el sentido de organizarnos en «movimiento » y no en « partido ». Como un expresivo signo de no andar las cosas por su recto cauce, ahí está el uso casi exclusivo de « partido » por « movimiento ». « No un Partido, sino un Movimiento: casi podríamos decir un Antipartido », decía José Antonio de la naciente Falange. » (Pedro Laín Entralgo, Sobre la cultura española, p. 108.)

En la literatura del régimen español actual existe cierta confusión en el empleo de la palabra « Movimiento »; a veces designa a la sublevación, a veces la estructura política surgida de aquella sublevación.

14. En un esfuerzo desesperado por encontrar una solución al problema de mantener un país como España, sin capitales propios, dentro de un cuadro capitalista, el gobierno actual de España ha cambiado completamente la fórmula falangista : está vendiendo al capitalismo internacional los recursos españoles : 1) la venta de las costas para las vacaciones de los extranjeros; 2) la venta de los recursos naturales e industriales a las inversiones del capital extranjero; 3) la venta de la mano de obra nacional para su explotación en otros países europeos.

15. No estoy seguro de que la expresión « nacionalsindicalismo » tuviera su origen en Portugal o en España. Roláo Preto, jefe nacionalista portugués, terminaba un artículo titulado « Nacionalsindicalismo en Portugal » con estas palabras :

« En efecto, cuando en el curso de la Historia surgen simultáneamente, en España y Portugal, dos movimientos nacionalistas y revolucionarios de pensamiento tan idéntico e intenciones tan comunes, sin que sus promotores, de uno y otro lado de la frontera, se conociesen, le dieron el mismo y glorioso nombre que en España hoy ya ha alcanzado la cumbre del propio Estado : NACIONALSINDICALISMO. » (Fe, Pamplona-San Sebastián, marzo-abril de 1938, p. 160.)

16. José Antonio Primo de Rivera declaró en el discurso del 29 de octubre de 1933: « Sí, nosotros llevamos corbata; sí, de nosotros podéis decir que somos señoritos.» (Obras Completas, 1945, p. 24.)

17. « Párrafo aparte, y de gratitud en todo caso, merece la obra de Payne por las numerosas páginas dedicadas a José Antonio, en las que ha acumulado una larga serie de acertados rasgos que contribuirán, sin duda, a extender el conocimiento de la excepcional figura del fundador de la Falange en medios y ambientes en que habitualmente no se le ha tributado el respeto y la objetividad que merece su estatura política, moral y humana. » Boletín de Orientación Bibliográfica, Madrid, Ministerio de Información, agosto-septiembre de 1966, p. 30. Payne se «inclina ante la noble figura de José Antonio ». M. Fraga Iribarne, José Antonio (Actualidad de su doctrina), p. 57.

18. Arriba apareció por primera vez el 21 de marzo de 1935, como semanario de 8 páginas. El número del 4 de julio tuvo 4 páginas y la publicación desapareció hasta el 31 de octubre, fecha en que continuó saliendo hasta su desaparición definitiva, el 5 de marzo de 1936. Durante la última época tuvo generalmente 4 páginas.

19. Curzio Malaparte, En torno al casticismo de Italia, Madrid, 1929. Prólogo de Giménez Caballero, p. xi. Ese prólogo, publicado primero en La gaceta literaria, 15 de febrero de 1929, constituye el primer documento del fascismo español.

20. Felipe Ximénez de Sandoval, José Antonio, biografía apasionada, p. 114.

21. Véase Ramón Garriga, Las relaciones secretas entre Franco y Hitler, p. 323-325.

22. José Antonio, biografía apasionada, 1941, p. 330.

23. El autor falangista Rafael Sánchez Mazas escribió antes de la guerra una «Oración para los muertos de la Falange », aparentemente basada sobre la presunción de que Dios también era un « camisa vieja ». (Haz, 12 de octubre de 1935, p. 16; Bravo, Historia de Falange Española de las JONS, 2a edición, p. 213.)

24. Ximénez de Sandoval, José Antonio, biografía apasionada, 1941, p. 185.

25. Véase sobre todo las páginas 546-548 en las que este autor reclama para su héroe la responsabilidad de la ola de violencia de la primavera de 1936.

26. Historia de la cruzada española, I, p. 224.

27. Obras completas de Onésimo Redondo, II, p. 173-186.

28. Discurso de José Antonio Primo de Rivera, 30 de noviembre de 1934, Obras completas, 1954, p. 381.

29. Ante la tumba del catalanismo. Notas de un viaje con Franco a Cataluña, por Giménez Caballero. Suplemento literario de Vértice, febrero-marzo de 1942. Giménez Caballero, Amor a Cataluña, p. 165-185.

30. La gaceta literaria, 1 de enero de 1931, artículo de R. Gil.

31. Un extracto de La gaceta literaria, 1 de diciembre de 1929 : « SEFARDÍES. El teatro judío de Moscú. Gran empresa de arte... De Rusia pasa a Palestina, con la compañía de arte Habimah, que representando en hebreo - abarca un radio de acción más amplio, penetrando en el rico universo del judaísmo español... Ahora... la Habimah emprende por Europa una serie de excursiones artísticas... Con nuevas obras. Entre ellas « La corona de David » de Calderón de la Barca... Waldo Frank, el hebreo de Norteamérica, está ahora en la Argentina, invitado por las agrupaciones sefardíes... La Prensa judeoespañola le dedica extensos, elogiosos comentarios. La Asociación Juventud Cultural Sionista, de Buenos Aires, ha comenzado sus conferencias... Se han leído poemas castellanos... »

Véase también el artículo de Giménez Caballero, en primera página de La gaceta literaria, el 15 de diciembre de 1929.

32. Véase la contribución de Giménez Caballero al libro del Padre Juan Tusquets, Masones y pacifistas, Burgos, 1939, p. 249-254. El prólogo de este libro antimasónico y antisemita, es de Ramón Serrano Suñer.

33. Véanse también las p. 201-204, 223-226 de Onésimo Redondo, Obras completas, II, para otros textos antisemitas (y novelescos) del jefe falangista de Valladolid.

34. Véase H. R. Southworth, El mito de la cruzada de Franco, p. 109-111, 139-140. Sin embargo. Serrano Suñer escribió en sus memorias esforzándose en crear una diferencia fundamental entre el falangismo y el nazismo : « Para nosotros el racismo era una herejía; pues como católicos sabemos que la unidad moral del género humano está basada en la Creación y en la Redención; por ello rechazamos cualquier intento de escindir la humanidad en razas. » (Entre Hendaya y Gibraltar, p. 365.)

35. El antirregionalismo sigue siendo una constante del franquismo. Alberto Míguez, autor de El pensamiento político de Castelao (Antología), ha sido condenado por ello a seis meses de cárcel en diciembre de 1966.

36. William I. Shirer, The Rise and Fall of the Third Reich, 1962, p. 132.

37. En su carta dirigida al general Franco, fechada el 24 de septiembre de 1934, José Antonio Primo de Rivera sugería que era probablemente el mismo Trotsky quien estaba dirigiendo las fuerzas revolucionarias en España, y que Francia apoyaba probablemente el movimiento « separatista » catalán. (Obras completas, 1952, p. 293.) En su Carta a los militares de España, José Antonio Primo de Rivera lleva al colmo el empleo de la demagogia. Dice que Moscú dirige la revolución española, y que una orgía de abortos, divorcios y amor libre va a sumergir el país. (Ibid., p. 919-923.)

38. Falange, Paris, p. 68. Ricardo de la Cierva observa sobre el libro de Payne : « Los textos de José Antonio no están suficientemente reflejados ni estudiados en la obra ». Cien libros básicos sobre la guerra de España, p.181.

39. « A los maestros españoles, » Obras completas, 1952, p. 809.

40. Un estudio reciente sobre las relaciones con la España de Franco con Hitler y Mussolini durante la segunda guerra mundial, puede verse en Vicente Girbau, « La conferencia de Hendaya », en Horizonte español, tomo I, p. 159-176.

41. Detwiler, Franco, Hitler und Gibraltar, p. 38.

42. Detwiler, p. 58, citando a Erich Kordt, Wahn und Wirklichkeit.

43. The Spanish Government and the Axis, p. 33. Detwiler, p. 132. El 11 de diciembre de 1940, von Stohrer informó a su gobierno que la situación alimenticia de España se empeoraba. Faltaban el pan y la harina. Hacía días, y aún semanas, que en Madrid no se podía encontrar un pedazo de pan. La gente se caía en las calles por falta de alimentos. Dos días antes, el embajador escribió que la falta de pan quitó al régimen su libertad de acción. Detwiler, p. 86-87. Véase también Detwiler, op. cit., p. 38.

44. Les archives secretes du comte Ciano, p. 403. El apelativo « rojo », utilizado aún hoy en España para designar a un partidario del campo republicano, no quiere significar siempre « comunista ». Pero en octubre de 1940, cuando la Unión Soviética no había entrado todavía en guerra, la oposición llamada «roja» por los partidarios del Eje, era considerada como posible aliada de Inglaterra.

45. Fernando María Castiella, Política exterior de España, (1898-1960), p. 20.

46. Castiella fue voluntario en el ejército de Hitler y vistió uniforme alemán. Según un documento oficial de la División Azul : « En el campo de maniobras de la División Azul se ha levantado un altar (...) el general Cochen Hausen, jefe de la zona militar, pide el juramento a los soldados que ha enviado España y lo repite en castellano el coronel Troncoso : Juráis ante Dios y por vuestro honor de españoles absoluta obediencia al jefe supremo del ejército alemán, Adolfo Hitler, en la lucha contra el comunismo, y juráis que combatiréis como valientes soldados, dispuestos a dar vuestra vida en cada instante por cumplir este juramento ? La respuesta sonó vibrante y unánime, brotando a lo largo y a todo lo ancho del campo: ' Juramos '. Y nuestro general Muñoz Grandes, todo un prestigio militar ya en Alemania, en su sobria, clara y elevada alocución, lanza una seguridad absoluta: ' Y lo que jura un español, lo cumple '. » (La División Azul, Cuaderno I.) Muchos actores de la historia de García Venero formularon este juramento, como Castiella, Agustín Aznar, Ridruejo y Sotomayor.

47. Manuel Reverte, De Danzig a Smolensko, p. 209.

48. Manuel Aznar, Historia de la segunda guerra mundial. Tomo I. Antecedentes políticos y declaraciones de guerra, p. 228.

49. Reivindicaciones de España, 2º edición, p. 49.

50. Detwiler, p. 25. Las reivindicaciones españolas son también enumeradas en The Spanish Government and the Axis, p. 3.

51. Detwiler opinaba que quizás este libro fue publicado simplemente para respaldar las «exageradas» reclamaciones de los españoles, p. 148.

52. Fernando María Castiella, Política exterior de España (1898-1960.)

53. Serrano Suñer, Entre Hendaya y Gibraltar, p. 182; Detwiler, p. 38-39

54. « Muchos se alistaron porque era opinión general que se trataba de un simple paseo militar, y quizá no llegarían a enfrentarse con el ejército rojo, ya que los alemanes habrían dado cuenta de él... Pero todos marchaban convencidos que no llegarían a conocer el invierno ruso porque antes se derrumbaría el régimen creado por Stalin ». Garriga, p. 247.

55. Tovar, El imperio de España, 1941. p. 7. Serrano Suñer atribuye este accidente a « unas propagandas con el mapa de España ibérica que había producido recelos en el país vecino » lanzadas por la Delegación Nacional de « Auxilio Social », por Martínez de Bedoya « y otros jóvenes ». (Entre Hendaya y Gibraltar, p. 78.)

56. Juan del Álamo, Gibraltar ante la historia de España, p. 14.

57. Ángel Alcázar de Velasco, Serrano Suñer en la Falange, p. 13.

58. Santiago Montero Díaz, Idea de Imperio, p. 6.

59. Santiago Montero Díaz, Mussolini, 1919-1944, p. 44.

60. Pedro Laín Entralgo, Los valores morales del nacionalsindicalismo, p. 35.

61. Ibid., p. 105-106. Este libro apareció en 1941; en 1943, el autor lo cita entre sus obras (Sobre la cultura española. Confesiones de este tiempo. Cuaderno primero). Dos años más tarde, prefirió olvidarlo y ya no lo menciona entre sus obras (La generación del noventa y ocho).

62. Pedro Laín Entralgo, Sobre la cultura española, p. 149-150.

63. Sección Femenina de FET y de las JONS, Crónica de los Consejos, años 1937,1938 y 1939, p. 44.

64. Los nuevos liberales, p. 22, citando la revista falangista Escorial, de la cual era director Ridruejo y subdirector Laín Entralgo.

65. SP, Madrid, 17 de abril de 1966, p. 20.

66. Enrique Sotomayor, Frente de Juventudes, p. 37-39.

67. En el libro de Areilza y Castiella, Reivindicaciones de España, se descubre una completa ceguera en lo que respecta al mundo en que vivían. El libro debe ser leído desde la óptica de nuestro siglo. En sus planes para repartir entre los conquistadores fascistas estos o aquellos pedazos de imperio, esta región litoral o aquella tierra del interior, los dos autores falangistas no muestran darse cuenta ni una sola vez de que los pueblos que habitaban los países colonizados tuvieran el menor derecho a pronunciarse sobre su futuro, como tampoco habían tenido en cuenta que el pueblo español pudiera tenerlo a opinar sobre los asuntos de España.