GALICIA HOY aspira a ser un breve compendio de noticias y comentarios que reflejen la actual realidad gallega cuidadosamente silenciada por la prensa española y la propaganda oficial, aunque a veces, aparezca reflejada en breve noticia o en algún párrafo de alto funcionario que tiene, por fuerza, que aludir a su economía, cultura y vida social. Recoge, además, aquellas otras referidas a la guerra civil, a sus vísperas y a los años inmediatos que le siguen con abundantes operaciones guerrilleras, suficientemente desacreditadas por esa misma propaganda y por una historia mentida e impuesta en la que se hace aparecer al pueblo gallego como unánimemente sumado a la insurrección militar y fascista de 1936, cuando es sabido, por quienes vivieron esos años, que Galicia fue uno de los países de España donde la represión fue más cruenta y de más larga duración. El martirologio civil de Galicia -sumariamente recogido en un libro publicado en París en 1937, Lo que han hecho en Galicia, y en el diario Crítica de Buenos Aires, en los últimos meses de 1936 y primeros de 1937- de los años de la guerra civil y que le siguen, habiendo sido ocupado muy fácilmente el país, una Galicia desarmada y dispersa, por el ejército regular sublevado, ocupación resistida heroicamente que sólo puede explicarse por la inexperiencia revolucionaria de las fuerzas políticas democráticas, sobradamente ingenuas, y de los obreros y campesinos gallegos, aparte cuestiones de temperamento y carácter, sin embargo muy importantes, es seguramente el más nutrido en proporción de España y el más tremendamente injusto.
A Galicia se la movilizó a la fuerza, contra su voluntad, usándose con ella métodos represivos muy hábilmente estudiados por el nacionalsocialismo de Hitler, en Alemania, para países ocupados y aplicados por primera vez entre españoles. La unanimidad gallega se produjo por el gobierno de la república, donde quiera que los gallegos fueron libres para opinar y tomar partido. Así fue en las repúblicas americanas donde vivían centenares de miles de ellos. Buenos Aires, La Habana, Montevideo, Nueva York . . . donde crearon organizaciones de apoyo al gobierno legítimo, y así ocurrió en las zonas españolas que no pudieron dominar los rebeldes en cuyas capitales se concentraron y formaron algunas de las primeras milicias defensivas, como en Madrid, o en las ciudades asturianas, o en las Vascongadas, donde actuaron bajo banderas vascas, con los "gudaris" miles de obreros y pescadores gallegos de Bilbao y de las cercanías de San Sebastián. Así ocurrió con la flota de guerra, que oficiales y marineros gallegos entregaron a la república. De todo esto, por estudiar en su conjunto, algo se dice en este volumen, no todo lo que quisiéramos. Entre los mismos militares de profesión, un porcentaje muy importante de oficiales de alta graduación y de generales, nacidos en Galicia y de viejas estirpes gallegas, se mantuvieron leales a la república. Si nos referimos a esto es porque nos duele el silencio y la incomprensión sobre el triste destino de Galicia en la guerra civil. Más espacio dedicamos a la actualidad económica y social de Galicia y a los actos de protesta que originados en tierra gallega o fuera de ella en forma de manifiestos, notas periodísticas, reportajes, etc., se elevaron en los últimos años a los gobernantes del actual régimen.
Debemos aclarar que ni el material literario, ni el gráfico de este volumen se refieren para nada a las viejas glorias de! país gallego, a su belleza geográfica, riqueza monumental y artística, al valor expansivo de su cultura medieval, a la sugestiva atracción de su misterio prehistórico con sus legendarios viajes atlánticos y sus conquistas, ni a sus leyendas tan sumidas en niebla, ni a sus creencias populares tan peculiares, ni a sus hombres y hechos famosos. Únicamente, en breve lista de efemérides, se recuerdan algunas acciones colectivas muy destacadas en el pasado y no suficientemente conocidas por aquellos que limitan el conocimiento de la historia española a los libros de texto del centralismo. Nada se dice, además, de las invasiones célticas, ni de las galas, otros celtas, traídos por capitanes romanos, ni de la sueva. Tampoco del nacimiento y desarrollo de la herejía de Prisciliano en el siglo IV, que en Galicia prende durante cuatro o más siglos y nunca ha muerto del todo, ni del brillante esplendor de las peregrinaciones a Santiago que establecen un tipo particular de unidad europea y a cuya sombra nace el estilo artístico más fecundo de la Edad Media, el románico, cuya culminación se produce precisamente en Compostela con el Pórtico de la Gloria. Ni de la poesía galaico-portuguesa de los cancioneros, casi toda gallega por el origen y sus autores, la más importante, con la provenzal, en la lírica de Europa hasta la Edad Moderna. Ni de la expansión por Galicia con Portugal de la literatura caballeresca. Ni del Amadís y la Crónica Troyana. Ni de la prueba de su capacidad política creando las primeras Cortes europeas. Ni de su participación en la Reconquista. Ni del infortunado rey Don García, "sueño de una noche de verano" de Galicia, cuyo 9° centenario se cumplió el año pasado. Ni de sus arzobispos con ambiciones políticas, transformados en guerreros para defender al país de los invasiones vikingos y normandas. Nada de sus notables escultores y arquitectos, ni del barroco gallego. De su siglo XVIII fecundo en polígrafos, economistas, técnicos e ingenieros. Del XIX, en matemáticos, guerrilleros y poetas. Nada de los precursores de su renacimiento cultural: de Rosalía, de Murguía, de Curros, de Pondal. Ni de Galicia en su contribución a América, a la fundación de muchos de sus países. Ni sobre la morriña y la saudade.
No, en este tomo no se describen las glorias de Galicia, sino sus desastres, y, de éstos, sobre todo, los más actuales, los de hoy. Alguno muy antiguo, como el de la emigración, tanto que ya se quejaba de ella un poeta de los cancioneros medievales, Martín Moxa. Se escribe sobre la actual situación campesina, industrial y marinera, sobre el abandono de las tierras, los "polos de desarrollo" y otros temas económicos y sociales afines a éstos. Sobre el estado actual del idioma gallego y de su cultura. Sobre el esfuerzo de los intelectuales para que su lengua ocupe en Galicia el lugar de igualdad que le corresponde con la oficial del Estado. Se quiere hacer público lo que piensan de la actualidad política y económica de Galicia los que aman de este país todas aquellas glorias pasadas y conocen su historia y sus diferencias mejor que los gobernantes de hoy, y las siempre acomodaticias "fuerzas vivas". La parte gráfica responde a este criterio.
Son un testimonio más de la actualidad gallega. Unas veces reflejada por sus artistas, leales al pueblo como sus poetas, y otras producto de la cámara fotográfica. Aquí se presenta el hórreo desvencijado que se oculta tras aparatosos edificios que construye el régimen para esconderlo, las lavanderas que se esfuerzan en el regato en una faena que ahora hacen las máquinas, detrás exactamente de uno de los mejores hoteles del mundo, instalado en un monumento artístico que se edificó, para higiene y caridad, en el siglo XV. Las despedidas con gaitas de emigrantes, se trata de buscar libertad, y los emigrantes. El trabajo de las mujeres y los niños. La imagen gráfica de los trabajadores de la tierra y del mar. Todos esos rostros que revelan una herencia de trabajos constituyen nuestro "Pórtico de la Gloria", ahora sin coro celeste, de mediados del siglo XX. Las otras fotografías, de esa Galicia arcádica que intentan divulgar los panegiristas del régimen, las dejamos, de momento, para uso exclusivo de las guías para turistas y del Ministerio de Información y Turismo: las bellas rías bajas, las murallas romanas de Lugo, la obra genial del Maestro Mateo, y otras de muchos maestros constructores medievales, el sepulcro de los Andrade, los miniados de algún tumbo de la Catedral compostelana, etc. Galicia con sólo monumentos y sin pueblo sería un país muerto, útil sólo para arqueólogos. Preferimos en este tomo dar idea al lector de cómo viven en Galicia sus habitantes, y las inquietudes de éstos; tratar de la Galicia viva. Claro que nuestra descripción de la lamentable situación actual por que atraviesa no nos lleva, sin embargo, a reproducir en estas páginas, por ejemplo, fotografías de hombres y mujeres acudiendo de rodillas, en promesa, con las rodillas ensangrentados, a alguna ermita o alguna iglesia, porque sentimos un indescriptible pudor. Y vergüenza. Vergüenza de que Iglesia y Estado mantengan a un pueblo en un grado de superstición semejante al de los pueblos menos cultos y civilizados. En ésta, como en muchas otras cuestiones, esperamos mucho de los sacerdotes jóvenes gallegos y de las reformas conciliares que también, suponemos, deben cumplirse en Galicia.
Santiago Fernández (Isaac Díaz Pardo)
Maximino Brocos (Luis Seoane)