Los Pactos de la Moncloa marcaron las bases de lo que hoy se conoce como “diálogo y concertación social”. Acuerdos económicos y políticos que apuntalaron la creación del nuevo régimen democrático: Una victoria del continuismo neoliberal.
Jesús Jaén Urueña, Diagonal, 5.1.2011, nº 140
En torno a 1977, hay que recordar que se van a combinar dos situaciones altamente explosivas: la crisis económica y el ascenso de las luchas obreras y populares.
Entonces la inflación era del 44%, existía un endeudamiento externo de 14.000 millones de dólares, la balanza de pagos resultaba deficitaria en un 45% y el desempleo rondaba la cifra del millón de personas, tras la llegada masiva de los trabajadores migrantes que se habían ido a Europa.
En este contexto el movimiento obrero y popular había tomado calles y fábricas, y se erigía como principal protagonista de la situación. La burguesía y los partidos que defendían una solución pactada con el antiguo régimen empezaron a discutir cuál era la manera de frenar el ascenso de las luchas sociales y, al mismo tiempo, enderezar el cuadro macroeconómico.
Alrededor del Gobierno de la UCD, con Adolfo Suárez como presidente, se sentaron los principales representantes políticos y sindicales: Felipe González (PSOE), Santiago Carrillo (PCE), Tierno Galván (PSP), Triginer (Convergencia Socialista de Catalunya), Joan Raventós (Partit Socialista de Catalunya), Juan Ajuriaguerra (PNV), Miquel Roca (Convergencia), Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD), Manuel Fraga (AP que sólo firmó los acuerdos económicos y no los políticos), y los representantes de UGT y CC OO, Nicolás Redondo y Marcelino Camacho.
Los acuerdos ‘sellados’ ?Los representantes políticos y sindicales sellaron dos tipos de acuerdos: económicos y políticos. En primer lugar acordaron reducir el déficit y los gastos sociales. La subida de los salarios debía darse por debajo de la inflación (que rondaba un 50%), lo que supondría una brutal pérdida de poder adquisitivo para las clases trabajadoras. También se devaluó la peseta para aumentar las exportaciones y disminuir el déficit comercial, a la vez que se permitió el despido libre hasta el 5% de la plantilla.
El resultado de todas estas medidas, y algunas otras más, fue un control de los gastos, de la inflación (bajó al 16% en 1978), del déficit de la balanza de pagos, etc. Sin embargo, subió el paro hasta los dos millones y los salarios bajaron dentro del reparto de la renta nacional.
En lo político, los acuerdos tuvieron si cabe, un efecto aún más demoledor. Se podría decir sin ninguna duda que los Pactos de la Moncloa son el punto de inflexión de la Transición política española; gracias a ellos, la iniciativa que antes estaba del lado de los trabajadores y las clases populares, pasará a tenerla la burguesía y sus representantes políticos.
No podemos olvidar que si los Pactos fueron en octubre de 1978, un año después sería aprobada la actual Constitución española, donde se consagraba el nuevo modelo político: la Monarquía continuista del Franquismo, la bandera franquista, el himno; no se ‘ajustaban cuentas’ con el pasado, se mantuvo el viejo aparato represor como eran el Ejército, la Policía y la Guardia Civil; se diseñó un mapa político donde se impidió el ejercicio del derecho a la autodeterminación de los pueblos, etc.
Algunas personas más jóvenes que las que vivimos esa situación se podrán hacer cargo ahora de la importancia que tuvieron estos pactos, y por qué motivo han sido tan reivindicados desde la derecha, la izquierda moderada y los tertulianos de la radio o la televisión. La ganancia para el sistema y el régimen político fue total, mientras que las pérdidas para la clase trabajadora y las personas integrantes de otras opciones políticas fueron decisivas.