Ruedo ibérico - Artículos

Presentación

Aránzazu Sarría Buil


La obra que se recoge en la presente publicación constituye una de las colecciones más fructíferas, en lo que a pensamiento y creación se refiere, del panorama de revistas producidas durante los últimos decenios. El investigador, pero también el interesado en conocer la evolución política de la segunda mitad del siglo XX y en comprender algunos elementos esenciales del proceso de gestación de la actual democracia, encontrará en estas páginas horas de lectura y de reflexión destinadas a descifrar el día a día de una de las etapas claves de la historia contemporánea española.

Su contenido, artículos de pensamiento político y de actualidad económica, notas sobre la realidad internacional o sobre crítica literaria, magníficamente ilustrado por dibujos, imágenes, caricaturas y otras expresiones artísticas, constituye hoy el mejor reflejo de la singladura de Cuadernos de Ruedo ibérico, y la prueba más evidente de que nos encontramos ante un innegable tesoro cultural. En efecto, desde su creación en el París de 1965 hasta su desaparición en la Barcelona de 1979, transcurren quince años en los que la revista protagoniza un itinerario jalonado por acontecimientos históricos decisivos para España, de los que se va a hacer eco.

La posibilidad de acceder a través de un soporte informático a la totalidad de la producción de esta revista supone un verdadero acierto ya que como toda experiencia impregnada de exilio su consulta y estudio dentro de nuestras fronteras no resulta tarea fácil. Si por un lado su creación y mayor parte de su trayectoria se llevaron a cabo en París, lo que representa un factor de dispersión, por otro la extensión en el tiempo, reflejada en sesenta y seis números, así como las propias condiciones de su desaparición, han dificultado la conservación en la continuidad, lo que explica el estado actual con el que se encuentra el interesado en el tema: una consulta incompleta y fragmentada en bibliotecas municipales y universitarias, quedando como único recurso el de las colecciones privadas, evidentemente escasas.

Pero, sin duda, esta nueva edición supone valorar el papel histórico de Cuadernos de Ruedo ibérico, constatando su incidencia en el panorama cultural de la época, resultado de un engranaje creado por la propaganda y la censura, mecanismos ambos consustanciales al régimen franquista. Por ello resulta necesario recordar su presencia durante los años de descomposición de la dictadura en tanto que prueba de cómo una revista publicada en el exilio, pero concebida y destinada al interior, pretendió escapar a los parámetros del espacio para dar sentido a su existencia. Precisamente este sentido, inherente a su concepción, lo encontró en la resistencia y lucha contra la versión de una cultura hipotecada, puesta al servicio de un proceso de manipulación histórica destinado a buscar cualquier indicio de legitimidad del régimen en el pasado. Pero para comprender el impacto de esta revista en la realidad cultural del país quizá sea interesante detenernos someramente en la historia con objeto de comprender los orígenes de la publicación y de esbozar las diferentes etapas de su andadura.


Creación y trayectoria de Cuadernos de Ruedo ibérico


La reafirmación internacional del régimen franquista a partir de la década de los cincuenta coincide con el inicio de una nueva etapa en las relaciones intelectuales entre exilio e interior. Los primeros contactos con filosofías y corrientes de pensamiento gestadas en el extranjero sientan las bases de un intento de reconstruir la razón que va adquiriendo un dinamismo progresivo hasta cristalizar en las primeras protestas universitarias de 1956.

Sin embargo, son los años sesenta los verdaderos testigos de un intenso diálogo entre ambos sectores de la oposición, desplazando definitivamente la llama de la lucha al interior, lo que permite llevar a cabo un proceso de comunicación con la cultura perseguida, marginada y excluida desde el régimen. En el logro de dicho diálogo tiene una incidencia determinante la coexistencia de dos universos generacionales, debido a la entrada en escena de una nueva oleada de gente más joven que decide tomar el camino del exilio reduciendo así esa distancia geográfica e intelectual mantenida durante casi dos oscuras décadas.

Confusión y desapego por el presente, esperanza y confianza en el futuro son los dos rostros que la misma frontera ofrece a los que, forzados o impulsados por su coraje deciden atravesarla. En el caso de los que fueron protagonistas o testigos de la guerra civil, el paso del tiempo hará que progresiva y quizás inconscientemente den la espalda a ese país que había decidido prescindir de ellos para relegarles al olvido más humillante; para los que optaron por descubrir nuevos horizontes más alla de la férrea frontera en pos del enriquecimiento material o de espíritu, la existencia transcurrirá a caballo entre dos mundos, manteniendo una actitud a la escucha de la realidad presente a este lado los Pirineos. En cualquier caso, para unos y otros, la salida del país no impedirá que la mirada permanezca siempre dirigida a él, para recordarlo, modelarlo o sencillamente reinventarlo.

Es precisamente en ese contexto de restablecida comunicación entre la oposición del exilio y la del interior donde se alberga la creación en 1961 de las Editions Ruedo ibérico, en un París convertido en foco de atracción de sectores de la juventud española opuestos al régimen, receptor de propuestas ideológicas encaminadas a reforzar la lucha antifranquista, y marco al mismo tiempo de un dinámico mundo de la edición. La labor de publicación de libros realizada desde esta empresa independiente, producto de un proyecto político concebido por cinco amigos, constituye un caldo de cultivo del pensamiento de oposición al régimen, así como un paso decisivo en la tarea de recuperar la memoria histórica tan vapuleada por el franquismo.

José Martínez Guerricabeitia, Nicolás Sánchez-Albornoz, Ramón Viladas, Vicente Girbau y Elena Romo son los nombres que se encuentran detrás de ese Ruedo ibérico sito en el número 5 de la rue Aubriot pero con la mirada y el pensamiento puestos en el interior de España. Se trata de un grupo cuyos componentes eran de procedencia social y política muy diferente, pero que compartían un espíritu opositor a la dictadura de la que eran víctimas, y un entusiasmo activo que les impulsaba a diseñar una acción práctica coherente con las causas políticas que les habían unido en la capital francesa.

Desde el primer éxito de ventas con el que inaugura su trayectoria, La guerra civil del historiador británico Hugh Thomas que abre la colección España contemporánea, la editorial se convierte en referente del antifranquismo y de la libertad, sobre todo, para todos aquellos que permanecían en el interior a la espera de obras escritas desde parámetros que conseguían escapar a los impuestos por los mecanismos censores del régimen.

Pero además, el trabajo desarrollado por esta editorial permitió sentar las bases de la que será en adelante su mayor arma de combate, la publicación bimestral Cuadernos de Ruedo ibérico. Revista auspiciada por el incansable José Martínez, de marcado carácter político, rigurosa y extremadamente cuidada en su presentación, que se va a configurar en expresión del vínculo establecido entre la oposición exiliada y la del interior, aunque eso sí bajo la exigencia del pensamiento independiente.

Una exigencia que se debe sin duda a las condiciones de su propia concepción, fruto de la escasez de manuscritos inéditos y de importante extensión procedentes del interior, pero también del debate ideológico suscitado en torno a la expulsión del Partido Comunista Español de dos de sus dirigentes, Jorge Semprún y Fernando Claudín el 24 de enero de 1964. De esta manera, la interpretación de la realidad española del momento y la necesidad de reconsiderar la política de un partido monolítico, factores que habían constituido los motivos de la disidencia en el seno mismo del PCE, permitieron redefinir el exilio desde la tribuna de una revista que se adscribía a la disidencia del interior, apostando por la profundidad en los análisis de la izquierda y por un continuo cuestionamiento de las posibilidades y límites de la oposición.

Así pues Cuadernos de Ruedo ibérico nacía estableciendo una pluralidad política, reflejada en la diversidad ideológica de sus colaboradores, procedentes en un primer momento del Frente de Liberación Popular y de la disidencia comunista, y una apertura a todo lo que significaba conciencia crítica y avanzada. Desde sus primeros pasos fue la expresión de un pensamiento al que se pretendía reducir a la más pura heterodoxia bien desde las instancias de una cultura oficial censora y pacata, bien desde las esferas de poder de los partidos de una izquierda dogmática y obtusa.

De aparición en principio bimestral, fue concebida en sus inicios en series anuales de seis números, si bien a partir de la tercera serie iniciada en junio de 1967 los lectores se irán acostumbrando a la aparición de números dobles y en ocasiones triples. Además, a los sesenta y seis números que integran la colección es necesario añadir la publicación de lo que se denominó Suplementos anuales de Cuadernos de Ruedo Ibérico y que se iniciará con los dos tomos de Horizonte español 1966 (1966) para concluir con el volumen CNT Ser o no ser. La crisis de 1976-1979 (1979).

Cada portada aparecía con un color diferente, con una presentación sobria y original. La extensión solía oscilar entre 88 y 136 páginas por número simple, en función de las distintas épocas de la revista. El precio se mantuvo adecuado durante toda la publicación pasando de 7 a 9 francos en el número 36 (abril/mayo 1972) y a 10 francos a partir de los números 43-45 (enero/junio 1975). Los problemas de periodicidad le harán pasar por tres interrupciones: entre mayo de 1969 y junio de 1970, la primera; entre mayo de 1973 y enero de 1975 la segunda, y entre diciembre de 1977 y enero de 1979 la tercera. Interrupciones que tienen en la cuestión financiera su principal motivo, por lo que serán precedidas de continuas llamadas a la ayuda que pudiera procurar la suscripción, pero que encierran así mismo los problemas internos del equipo de redacción en torno a la línea editorial que la revista debía seguir.

Buena parte de estos momentos difíciles vividos a lo largo de su existencia son causados por la ambigüedad que comporta: grupo político constituido bajo forma de empresa comercial, empresa comercial que asume la tareas de grupo político. Esta peculiaridad hará que la empresa sea en diferentes momentos víctima de su marcado carácter político y los Cuadernos de Ruedo ibérico serán « enterrados » en varias ocasiones -de hecho, la segunda de estas interrupciones es vivida y presentada a los lectores como una auténtica despedida y cierre-, siempre con la crisis de la izquierda como telón de fondo.

Orientados por estas desapariciones en la publicación que marcan tanto el propio cuestionamiento de la revista como la percepción de sus propios conceptores, y principalmente por los contenidos de los diferentes números, podemos establecer cuatro momentos en la vida de la revista que evolucionan desde la prioridad de la noción de frentepopulismo cultural hacia un posicionamiento ideológico que se concretará en el estudio y análisis del movimiento libertario. El concepto de antifranquismo que marcara el punto de partida de este proyecto irá perdiendo sentido hasta convertirse en un término vacío a medida que se transformen las circunstancias políticas españolas y se readapten las ideas de ciertos sectores de la oposición en los que se encuadraban buena parte de los colaboradores habituales de la revista.

La primera etapa comprende los números 1 al 24 que se extienden en un periodo de cuatro años, de junio de 1965 a mayo de 1969. Se trata de una etapa caracterizada por la homogeneidad formal y temática: por un lado, presenta un sumario que mantiene una serie de secciones fijas dedicadas a la actualidad política española o internacional, a la reflexión y el análisis político, así como a la creación artística sea en su expresión literaria o gráfica; y por otro, participa de un pensamiento marxista que resulta onmipresente en cada uno de los trabajos publicados.

Los colaboradores de este primer periodo representan en sí mismo una de las riquezas de las páginas de la revista debido a la diferente procedencia geográfica y de afiliación política. Exiliados residentes en París y disidentes del Partido Comunista, y jóvenes próximos al FLP, unos recién llegados a la capital parisina en los primeros sesenta en calidad de becarios y otros desde el interior, constituyen el núcleo de la materia redaccional y expositiva de estos primeros CRI.

Entre los colaboradores podemos citar a Manuel Castells, Ignacio Quintana, Eduardo García Rico, Luciano Rincón, Fernando Claudín, Francisco Fernandez-Santos o Jorge Semprún, protegidos en su mayor parte por pseudónimos, que representan diferentes vías de acceso y penetración en el movimiento de oposición al régimen, pero que comparten el mismo objetivo de constituirse en tribuna plural y frente eficaz contra el franquismo. Esta finalidad común que da cuerpo a los trabajos publicados se concentra en la noción de frentepopulismo cultural que supone la práctica de una política de contrainformación destinada a debilitar la credibilidad de la dictadura y a fortalecer las acciones de la oposición antifranquista.

El contenido de estos primeros veinticuatro números testimonia de la urgencia por contrapesar la política informativa de un franquismo en proceso de descomposición, al mismo tiempo que alberga una pluralidad de enfoques gracias a la labor de coordinación realizada por José Martínez, nexo de ese crisol de encuentros en el que se constituye CRI. Representativas de los diferentes círculos de oposición, las páginas son puestas al servicio de una finalidad compartida, la de convertirse en motor del proceso de reconstrucción de una izquierda opositora disgregada y dividida durante más de dos décadas. Se trata de una ardua tarea encaminada a establecer los lazos indispensables para un reencuentro entre la actividad desarrollada en el exilio y el impulso que despliegan las fuerzas del interior, lo que constituye paradójicamente la riqueza de su proyecto y la fragilidad del mismo.

Sin embargo, y a pesar de responder a las expectativas del interior, el éxito cualitativo de CRI no está exento de obstáculos, pautados no sólo por la precariedad financiera de la empresa en la que se inscribe y las difíciles condiciones de distribución y comercialización de la revista en el interior, sino también por las deficiencias del funcionamiento interno del consejo de redacción, debido al regreso a España de buena parte de los colaboradores, lo que provoca una primera interrupción de las publicaciones bimestrales.

Tras una ausencia de doce meses en el mercado, entre junio de 1969 y mayo de 1970, CRI sale de nuevo a la calle para retomar su ritmo de apariciones, iniciando así una segunda etapa que se extiende entre el número 25 y el doble 41-42. El contenido de la revista durante este periodo de tres años, de junio de 1970 a mayo de 1973, responde a la evolución experimentada por los sectores de oposición de izquierda, inmersos en la crisis ideológica del marxismo, y que deciden ampliar el carácter antifranquista de su lucha a un frente más vasto dirigido contra el sistema capitalista en su globalidad.

Se trata de una reaparición posible gracias al impulso financiero que la editorial recibe procedente de individualidades integradas en la oposición del interior y que le permite inaugurar nuevos locales destinados a acoger la librería en el número 6 de la rue de Latran, en pleno Barrio Latino. Esta operación es el reflejo del interés que suscita la implantación de Ruedo Ibérico en París y está destinada a ampliar los vínculos entre la oposición de los dos lados de la frontera para configurar grupos unitarios de presión contra el régimen. En este marco, la revista prosigue su labor informativa aportando documentos y análisis sobre la actualidad española, dedicando una atención especial a sus manifestaciones política y económica, dado que la dimensión del franquismo es ampliada por la realidad del capitalismo, que se constituye en referente y principal objeto de crítica.

Los aspectos más significativos de las páginas publicadas a lo largo de esta etapa radican además de en el carácter anticapitalista del discurso político, reflejo de la presencia de nuevas firmas como las de Juan Martínez Alier y José Manuel Naredo, en la dimensión que adquiere la crítica contra el régimen y en la virulencia de los conflictos producidos en el interior de la oposición de izquierdas. En efecto, la detención en España del periodista Luciano Rincón, acusado de lanzar críticas e insultos contra el Jefe del Estado tras el pseudónimo de Luis Ramírez, abre un enfrentamiento directo que convierte a Ruedo Ibérico en objeto de la política represiva del ministerio de justicia franquista. La campaña en favor de su libertad y las notas de solidaridad y apoyo al detenido alcanzan su mayor expresión en los números publicados en este periodo, que hacen las veces de soporte y altavoz propio de la editorial.

En lo que concierne a la situación de la izquierda radical, la diversidad de estrategias que comparten espacio escrito en CRI pone de manifiesto la fragmentación patente en el seno de esta oposición y ofrece una imagen de la intensidad que adquiere la lucha opositora en el interior del país en este final de la década de los setenta, y que se concentra en los ámbitos obrero y universitario.

El ambiente de saturación de ideología que se respira en estos años repercute directamente en la evolución de CRI, víctima asimismo de una ofensiva nihilista formulada desde un sector radicalizado de sus colaboradores residentes en París. Puesta en entredicho la utilidad y definición política de la revista, José Martínez decide asumir en solitario el ataque, reivindicando la función con la que la revista había visto la luz, es decir, el deseo de convertirse en espacio de libertad, debate y tribuna de reflexión.

Reducida su capacidad de actuación debido al desgaste que producen estas críticas múltiples procedentes tanto de los mecanismos censores y represivos del régimen franquista como de los círculos de la oposición, mermada en sus posiblidades de producción a causa de la permanencia de dificultades de orden interno, y limitada por los imperativos financieros de la editorial, CRI experimenta una progresiva lentificación de su funcionamiento hasta eclipsarse de nuevo en la primavera de 1973.

Los cuarenta y dos números que testimonian la trayectoria de esta revista concebida en París pero dependiente de la actividad del interior, cierran una época marcada por el predominio de una lucha de carácter antifranquista y anticapitalista. Junto a las tensiones propias de un proyecto colectivo, a las preocupaciones financieras de una publicación vinculada a una empresa comercial y a las dificultades para sobrevivir en un contexto de control y represión, CRI transporta un bagaje repleto de rabiosos análisis sobre la actualidad española e internacional, de ensayos teóricos y de crítica política, así como de creaciones literarias y artísticas cargadas de denuncia y de talante reivindicativo, que tienen en el escritor Juan Goytisolo una inestimable fuente de aportaciones. En definitiva, una obra clave para comprender la evolución de un país desde la reflexión, la crítica y la polémica, que da por finalizada una Primera época en junio de 1973 para ocupar el territorio del silencio durante un espacio de año y medio.

Tras esta significativa ausencia, CRI anuncia su Segunda época en el número triple 43-45 correspondiente al primer semestre de 1975. Su presencia en el mercado supone ya un auténtico logro que testimonia de su capacidad para superar un periodo crítico, como lo es la situación social y política que precede y sucede a la muerte de Franco. Pero esta nueva etapa que comienza y se extiende hasta el número 54, en diciembre de 1976, quiere ir más allá en el deseo de superar las dificultades de orden interno que tradicionalmente habían acompañado a la publicación, por lo que despunta con unas exigencias de definición ideológica que se distancian de los principios y actitudes de la denominada oposición democrática y que se constituyen en condiciones sine que non para la propia supervivencia de la revista.

Una serie de continuidades y discontinuidades se perfilan a lo largo de los números creados en el transcurso de esos dos años decisivos que introducen CRI en el incierto posfranquismo (1975-1976). En cuanto a las primeras, podemos afirmar que esta segunda época guarda una fidelidad a la esencia, armas y objetivos de aquel primer número con el que la revista se presentaba en sociedad en 1965 configurándose en puente conector de la oposición interior con la del exilio. En efecto, se insiste en la búsqueda de un espacio de expresión libre de censuras y de dogmas, se mantiene la aguda percepción de la realidad circundante bañada de incertidumbre, se persiste en el espíritu riguroso y crítico, y se profundiza en el imperativo de independiencia, elementos todos ellos que habían modelado la personalidad de la publicación periódica dependiente de la editorial parisina.

El origen de las discontinuidades está marcado por una circunstancia determinante: el posicionamiento político que separa progresivamente a CRI de la oposición antifranquista a la que había servido de catapulta durante la década anterior. Esta actitud de desacuerdo fundamentada en la crítica radical a los supuestos de una izquierda que se considera ha dejado de ser representativa por contribuir a legitimar el sistema político en el que está inmersa, incide directamente en la configuración, funcionamiento y contenido de estos recién aparecidos CRI.

Los colaboradores de la revista, entre los que hay que incorporar el pseudónimo Felipe Orero que esconde la identidad del propio José Martínez o la firma de Francisco Carrasquer, comienzan a esculpir la brecha de la disidencia y deciden continuar el camino de la crítica caracterizado por conceder el protagonismo a las movilizaciones sociales no representadas en los encuentros de negociación y plataformas unitarias, defender los principios revolucionarios como premisas válidas de actuación política y manifestar su interés en abrir nuevos caminos de participación política ante una sociedad en vías de transformación.

Durante los primeros meses de postfranquismo, CRI trata de conformarse en instrumento útil de oposición, por lo que número a número va depositando los cimientos de una apuesta por la recuperación del pensamiento libertario y de su trayectoria histórica, lo que distancia la publicación de los postulados de la izquierda democrática, con la que rompe definitivamente, por considerarla atrapada en el torbellino provocado por la aceleración de los acontecimientos. Reivindicar la capacidad de oponerse al proceso de configuración del sistema político español se convierte así en el nuevo rumbo a seguir que se aleja a golpe de editorial del conjunto de la izquierda partícipe en el mismo, para introducirse en el camino de un progresivo aislamiento.

La percepción de la actualidad que se está fraguando en el interior del país y que configura su propia realidad política y social, lleva a Ruedo Ibérico a plantearse la posibilidad de instalarse definitivamente en España por lo que 1977 actúa de marco temporal en el que las decisiones en favor del regreso comienzan a materializarse. Mientras tanto CRI prosigue su labor a la zaga de un proyecto editorial que concentra sus miras en el interior, impulsado por una doble finalidad: reducir gastos de distribución y aproximarse físicamente al que siempre había representado el lector destinatario tanto de las obras publicadas como de la revista.

La cuarta y última etapa de CRI que comprende los números 55-57 al 63-66 es el reflejo de las repercusiones del proceso de transición en el recorrido vital de una revista creada durante el franquismo para hacerle frente al régimen desde los parámetros de la información, la crítica y la memoria histórica. El año 1978, testigo de una nueva interrupción en la trayectoria de CRI constituye la frontera temporal que separa los últimos números editados desde el obligado exilio de París (55-57, 58-60) de los editados en España (61-62, 63-66). Unos y otros cumplen la función de puente entre pasado, presente y futuro por lo que su escasa incidencia en la España de finales de los setenta pone en evidencia el valor de unos contenidos que caminan a contracorriente, pero que se configuran en elementos definidores de la publicación.

En efecto, los preparativos para la instalación en España expresan las dificultades del viaje de regreso de CRI a un país en plena transformación que oscila entre los límites impuestos por una autocensura alimentada durante casi cuatro décadas de opresión informativa y la euforia de una reciente libertad de expresión, al mismo tiempo que combina las esperanzas en una reinstauración democrática con un decidido recurso a la amnesia histórica. Instalada en los rincones de la marginalidad política y devorada por la aceleración del tiempo histórico, la revista tantas veces clandestina se presta a una última representación de apenas un año. Brevedad existencial que resulta de las exigencias de un José Martínez desprovisto de referencias, de la eterna búsqueda de definición política y de la radicalidad de un contexto con capacidad de arrastrar hasta el abandono toda publicación tachada de inútil por no participar en el valor de lo efímero e inmediato, imperante en ese tránsito hacia los ochenta.

Estos últimos años de CRI, pautados por las firmas de José Manuel Naredo, Juan Martínez Alier, Carlos Peregrín Otero, Agustín García Calvo o Noam Chomsky, están protagonizados por el análisis del período electoral, la reflexión en torno a los medios de participación ciudadana, la preocupación por el medio ambiente, la valoración de las energías disponibles y el interés por las posibilidades de los nuevos movimientos sociales, lo que dota a las páginas de un carácter pionero que abre nuevas expectativas en el panorama del pensamiento político del momento. Sin embargo, la anticipación de estos temas no consigue garantizar la lectura de los números y mucho menos sufragar las deficiencias financieras que se agravan conforme la actividad de la editorial se dispersa entre París, Barcelona, Valencia y Madrid. La regularidad con la que se presenta al mercado durante estos últimos años se consigue gracias a la aparición de volúmenes que incluyen dos, tres e incluso cuatro números, expresión de un esfuerzo encaminado a mantener rigor y crítica en un marco calificado por sus propios colaboradores de polución informativa.

En consecuencia, ni la regularidad ni la calidad logran paliar la progresiva deserción del público que condena CRI al silencio. Se inicia así el estrecho camino de un adiós sin despedida: arrastrada por nuevos parámetros, esta vez temporales e históricos, la revista no puede escapar a una experiencia que le devuelve al exilio. El trabajoso y necesario paso de la frontera le introduce en una nueva noción del mismo, en esta ocasión, expoliado de todo valor colectivo y definido por las connotaciones de una vivencia del pasado que le distancian de toda posibilidad de proyectarse hacia adelante.

El proceso de normalización cultural que define la transición está llamado a provocar una situación contradictoria como lo es la exclusión de determinados sectores opositores, determinantes desde mediados de los sesenta en el proceso de construcción de una cultura de pensamiento crítico. Acabado el franquismo la permanencia de su correlato, la oposición, no despierta ningún interés, por lo que proyectos de antaño de marcado talante político se pierden en la vorágine de una sociedad en plena mutación cultural y tendente al pensamiento único. Preocupada en dotar de un carácter festivo a la desmemoria reinante se prové de nuevos mecanismos de autorregulación que entran en juego para acallar el coro de voces llamadas a recordar la existencia de una historia pasada.

El espacio político tan ansiadamente buscado por la publicación y materializado a lo largo de la Segunda época en la recuperación de la vía libertaria y en la apuesta por las nuevas formas de movimientos sociales, deja paso a un vacío difícilmente reemplazable. La ausencia definitiva de CRI a partir de 1980 arrastra consigo el progresivo declive de las ediciones de la que es deudora y que desaparecen asimismo en pleno proceso de crisis del libro. Las esperanzas puestas en la singladura intramuros del que fuera vehículo de transmisión de una historia colectiva terminan siendo truncadas mientras toda posibilidad de continuidad se revela progresivamente infructuosa.

Conforme la energía de José Martínez se consume en las decepciones y derrotas propias de un regreso frustrado, Ruedo Ibérico toca a su fin sumido en adversidades financieras. Por su parte, la izquierda protagoniza una reubicación, necesaria tras los decisivos acontecimientos electorales, y vital ante el estado de desencanto político y social que atraviesa un sector de sus militantes. La falta de reconocimiento se convierte así en la última prueba a la que editorial y editor, obra y hombre deben hacer frente. La ya clásica reivindicación de la memoria histórica y el ingente papel opositor desempeñado a lo largo de dos décadas ceden paso ante el significado de un exilio que la sociedad de la transición impone desde el discurso del consenso como permanente y estático.

Libros editados y números publicados finalizan así su camino de regreso al país al que iban destinados para formar parte de un inmóvil y silencioso stock, huella fosilizada de una laboriosa empresa construida a golpe de ilusiones escépticas y consecuente ideología. La marginalidad se convierte en último receptáculo capaz de albergar las formas de pensamiento consideradas inviables o incómodas para la nueva etapa histórica que despunta. Quedaban así inaugurados otros tiempos, libres de herencias y llamados a adormecer el pasado más próximo para permitir mayores brillos con los que iluminar el espectáculo del seductor presente.

Con la perspectiva que concede el paso del tiempo, volvamos a escuchar las voces de los colaboradores de Cuadernos de Ruedo ibérico. Habiendo ellos realizado la labor de denuncia de la práctica política del régimen franquista y de reivindicación de libertades amputadas, corresponde ahora al lector aguzar el oído para apreciar la aportación y el valor histórico de esta obra. Si en un primer momento su consulta le remitirá a la actualidad de las décadas de los sesenta y setenta, una lectura más atenta le permitirá reconstruir una historia interrumpida, que dejó en el camino más de un proyecto y multitud de esperanzas.

Revisitar esta publicación de referencia supone franquear un puente encargado de recorrer distancias geográficas y temporales con el objeto de recuperar las huellas de un pasado todavía oculto. Al mismo tiempo, el conjunto de la obra rememora la vivencia personal de José Martínez convertida en expresión y símbolo del desatinado destino de una conciencia colectiva. La reflexión sobre los quiebros del exilio, el conocimiento de la evolución de la izquierda política, la búsqueda de los trazos de un intento de recuperación de la memoria histórica, el disfrute de las aportaciones literarias y artísticas son algunas de las diferentes facetas que ofrece esta colección, y que esperamos sirvan de alimento para mantener vigentes el espíritu crítico y la reflexión personal, tan necesarios en nuestros días como buscados durante toda su existencia por su infatigable director.

Una labor y una producción, dignas de ocupar un espacio en la vida cultural de los últimos decenios aunque a la espera de ser abiertamente reconocidas. En nuestras manos hoy todo un tesoro forjado a base de esfuerzos y dificultades, y pulido desde la exigencia del pensamiento plural y del goce de la estética, que deseamos no precise del tacto para que el lector pueda acariciar su valía.