Éditions Ruedo ibérico

José Martínez

Del atentado contra Ruedo ibérico y de otros atentados


En la madrugada del 14 de octubre pasado, la librería de Ediciones Ruedo ibérico fue objeto de un atentado. La explosión de una bomba produjo graves destrozos en sus locales. Los vidrios de las casas del vecindario quedaron hechos añicos y los coches estacionados en la calle sufrieron daños, en algún caso irreparables. Si se tratara de un acto insólito, aquí terminaríamos la noticia, para pasar a enumerar las consecuencias del atentado sobre nuestra actividad y las muestras de solidaridad recibidas.

Pero se trata de un atentado más -no el último- de los muchos perpetrados contra personas físicas y morales españolas en diversos lugares de Francia, a lo largo de 1975 (1). Como en otros casos -los más- el atentado fue reivindicado horas más tarde por "ATE-Antiterrorismo ETA". Forma parte, pues, de una larga serie que revela la voluntad sistemática de sus inspiradores y permite valorar políticamente la reacción -o la ausencia de reacción- que ha provocado en los medios exilados españoles y en los ambientes demócratas franceses y permite formular hipótesis sobre las preocupaciones de unos y otros en vísperas y en el curso de la agonía de Franco.

Esa serie de atentados ha provocado un eco débil en la gran prensa francesa, en un año en que sus columnas concedieron la mayor importancia a otros aspectos de la política española. En el caso del atentado contra Ruedo ibérico el silencio ha sido casi absoluto. Lo que me parece casi normal. Ha merecido en cambio alguna mayor atención en la prensa anglosajona, lo que siempre es de agradecer (2). Aunque en algún caso hubiera valido más el silencio que la noticia tendenciosa o claramente falsa y desorientadora. The New York Times presentaba así los hechos, el 15 de octubre de 1975: "[...] Ruedo ibérico, de izquierdas y antifranquista, ha publicado obras relativas a España y a Portugal. Uno de sus textos clásicos es La España del siglo XX de Tuñón de Lara. La policía ha abierto una información, presumiendo un motivo político [...] Se ha especulado esta noche con la posibilidad de que Ruedo ibérico haya podido ser atacada, creyendo por error que se trataba de una editorial profranquista." La carta que nuestro asociado Nicolás Sánchez-Albornoz dirigió al New York Times, rectificando las falsedades, no fue publicada (3).

Las denuncias de periódicos como Le Canard Enchaîné o Libération y Times Literary Supplement y The Village Voyce o las de las propias víctimas se han manifestado ineficaces para poner a la policía francesa sobre la pista de los "antiterroristas", si se juzga por los resultados obtenidos. Sin embargo, muchos han sido los indicios para salir de una situación a todas luces poco laberíntica. El propio Poniatowski, ministro francés del Interior, se creyó obligado en junio a acusar a "organizaciones que trabajan paralelamente con la policía española" y a declarar: "Si el gobierno español tolera las acciones de sus policías sobre nuestro territorio, se comporta de manera inamistosa susceptible de poner en juicio las relaciones normales de Estado a Estado." La demanda de protección formulada por Ruedo ibérico ante la policía competente, meses antes del atentado -tras aquellos que hicieron víctimas a Mugalde, al CISE y a la editorial Ebro- tuvo una acogida involuntariamente humorística: "-¿Son ustedes comunistas? No. Pues nada tienen que temer."

A juzgar por el interrogatorio a que fui sometido en la Brigada criminal, a lo largo de tres horas, dos días después del atentado, me percaté de que el hilo conductor de la investigación tiene poco que ver con el de Ariadna. El interrogatorio puso de manifiesto los términos en que aparentemente planteaba el problema la Brigada criminal. En más de un momento, me sentí acusado más que víctima. O quizá víctima, pero merecedor de serlo. Allí no se descartaba la hipótesis de que el atentado no estaba dirigido contra la librería -persona moral ejerciendo una actividad amparada por la ley- sino contra mí mismo, a causa de mis antecedentes políticos. Para explicar el atentado, era de la mayor importancia determinar mi posición personal ante la violencia, y el test para ello quedaba reducido a inquirir mis sentimientos respecto al atentado contra el agregado militar adjunto de la embajada de España en París, reivindicado unos días antes por el comando francés "Brigade Internationale Juan Paredes Manot". Obtener de mí una declaración genérica, indiscriminada, contra la violencia, quizá diera razones a la Brigada criminal para retener la hipótesis -formulada ante mí por sus miembros varias veces- de que el atentado contra Ruedo ibérico pudiera ser obra de un grupúsculo izquierdista descontento con una apreciación contra la violencia (no formulada por mí, ni en público ni en privado). Si se acepta esta lógica, pocos días después, los "antiterroristas" daban respuesta a la Brigada criminal: otra bomba hacía víctima al gobierno de Euskadi en el exilio, animado por el PNV, partido emparentado con el del actual ministro francés de la Justicia, y partido cuya posición pacifista es harto conocida.

Dos hipótesis se enfrentan pues, en ese momento, en el ánimo de la policía: la de la ley del talión, la del golpe por el golpe, justificable, si no justificada, en sentido único; o atentado contra enemigo de la violencia, dicho de otra manera, arreglo de cuentas entre izquierdistas. Y a manera de puente entre ambas, en nuestro caso, error de objetivo de los terroristas de izquierda, según insinuaba The New York Times. No estamos en presencia de meras aberraciones intelectuales, sino de reflejos de la dialéctica propia a todas las policías.

Como en otros casos, quizá no sepamos nunca quiénes fueron los autores materiales de los atentados, más que cuando aquéllos hayan perdido la vida al cometerlos (4). Tampoco importa sobremanera el saberlo, con nombres y apellidos: funcionarios españoles enviados al país vecino a perpetrar actos condenados por las leyes de éste o mercenarios reclutados -¿por quién?- sobre el terreno. En todo atentado político lo importante es la voluntad instigadora. Importa, pues, hallar el denominador común de la serie de atentados y este denominador acusa irrefutablemente a los ultras españoles y, en consecuencia, a la complicidad inmediata de los órganos represivos franquistas. Sin la protección de éstos, tales ultras, si es que los hay fuera de la policía, son incapaces de llevar a cabo acciones más allá de las fronteras del Estado español. La identidad de los "Guerrilleros de Cristo rey", antes y ahora, y de "ATE (Antiterrorismo ETA)" o "GIN (Grupo de Intervención Nacionalista)", ahora, con las fuerzas represivas oficiales franquistas es de fácil prueba, incluso ante el más puntilloso de los jueces (5). A pesar de las afirmaciones de Cortina Mauri, respondiendo a las acusaciones de Poniatowski, de que tal identidad no es sino un "rumor público".

Importa aquí valorar la respuesta, o el silencio, de los agredidos, única manera de trazar los límites de quienes se sienten agredidos. Porque tal sentir cuenta. La tentación de diferenciar en dos grupos sin conexión el conjunto de los atentados cometidos en Francia por el franquismo comporta peligros evidentes. Pero, a buen seguro, tiene también atractivos eficaces. Y más de uno cayó en la tentación. Los atentados contra personas físicas -limitados hasta ahora a militantes de organizaciones vascas- pueden quedar justificados (?) ante muchos españoles y franceses, aun entre los que se consideran liberales, socialistas, comunistas...: Terrorismo contra terrorismo; la violencia llama a la violencia. Por ser difícilmente implicables en actos de terrorismo las personas morales que han sido víctimas de atentados, éstos serían condenables -éstos sí- por el conjunto de españoles y franceses que se consideran liberales, socialistas, comunistas (6)... Lo cierto es que tal división escamotea la unidad profunda que une entre sí ambos "tipos" de "antiterrorismo". Es el equivalente, en otro plano, menos general, al establecimiento a la hora de condenar el terror franquista de una distinción entre etarras y miembros del FRAP.

El denominador común de las personas jurídicas víctimas de atentados franquistas no es precisamente su talante violento. Nos parece ineludible citarlas: Librería Mugalde (Hendaya); Comité de Información y Solidaridad con España, CISE (París); Librería Nafarroa (Biarritz); Anai-Artea (San Juan de Luz); Editorial Ebro (París); Sala de fiestas Le Bataclan (París); Librería de Ruedo ibérico (París); Gobierno de Euskadi en el exilio (París). Se trata de centros frecuentados, en mayor o menor medida, por toda suerte de españoles, e incluso franceses, y todos ellos, en un grado u otro, desarrollan funciones informativas que no pueden ser asumidas por nadie de fronteras a dentro en el Estado español. Por ser públicos y frecuentados sin discriminación, sus locales no son lugares propicios para cobijar la preparación de actos terroristas. Su vulnerabilidad es un dato que debe ser tenido en cuenta, pero que no puede explicar enteramente la preferencia de los "antiterroristas" por ese tipo de establecimientos o instituciones.

La cronología da indicios sobre los fines objetivos perseguidos por el terrorismo parapolicial franquista. Es de señalar que entre el 29 de junio en que estalla la bomba en Le Bataclan y el 14 de octubre en que es destruida la librería de Ruedo ibérico, no tiene lugar ningún atentado de este tipo. No se trata de meras vacaciones veraniegas, pues el terrorismo de ese tipo alcanza su climax durante ese periodo dentro de las fronteras españolas. Ese periodo coincide con la movilización de la opinión pública mundial a favor de Otaegui, Garmendia, Baena, García Sanz, Sánchez Bravo y Txiki, y esa movilización -rica, sin embargo en violencias contra símbolos del franquismo fuera de sus fronteras, lo que en lógica formal hubiera debido provocar la respuesta- aconseja poner freno a las acciones "antiterroristas" perpetradas fuera del Estado español. Hay que esperar la calma, la desmovilización de los antifranquistas europeos y especialmente franceses.

Si nos remontamos más allá del último estado de excepción en Vizcaya y Guipúzcoa, quedamos convencidos de que la violencia parapolicial franquista es de carácter ofensivo y no defensivo; no tiene un objetivo "antiterrorista", sino pura y simplemente terrorista. No nace en el País vasco. Mucho antes de adoptar la forma mimética antiETA, tal violencia se había manifestado preferentemente en Madrid y en el este de España (Cataluña y Levante), contra intelectuales y sacerdotes tildados de progresistas y contra librerías, salas de arte o simples lugares de reunión "cosmopolita" (7). Y, durante ese periodo, la lucha contra ETA seguía siendo asumida, a cara descubierta, por las fuerzas represivas del Estado español. Cuenta pues, igualmente, la significación objetiva de los actos perpetrados. Y éstos demuestran que, aun sin haber sido alcanzado, el objetivo de acabar con ETA ha sido plenamente desbordado. En Euskadi (como en el resto del Estado español) para amedrentar al conjunto de la población. ¿Y en Francia?

Es inimaginable que los agentes represivos franquistas hayan abrigado la esperanza de destruir las presuntas bases terroristas ubicadas en Francia y debilitar seriamente, por sí solos, los dispositivos políticos exilados. Pero trasladar una lucha interna al país vecino constituye una ingerencia caracterizada en la política de su Estado y tiene, necesariamente, que provocar una reacción por parte de éste; el sentido de esa reacción es previsible cuando se tiene un conocimiento correcto de las líneas de fuerza de tal política. Los sucesivos gobiernos franquistas demostraron desde 1939 gran interés por el exilio español radicado en Francia, incluso en periodos de pasividad política casi absoluta de aquél. Añoraron siempre la época de la ocupación alemana de Francia y el régimen de Pétain, sus campos de concentración, las extradiciones y la rigurosa clandestinidad a que obligaban a los refugiados antifranquistas. Veintisiete años de exilio me han permitido asistir a la decadencia de la potencia del exilio. Sin embargo, siempre -ayer como hoy- ha sido más fácil para el Estado franquista suprimir las acciones que él califica de terroristas, que destruir las potencialidades del exilio español en lo que respecta a su capacidad de acogida de perseguidos políticos, de vehículo informativo, de plataforma de movilización internacional contra el franquismo. Cabe que sólo los gobiernos franquistas hayan valorado con realismo aquellas potencialidades. Mientras las organizaciones clandestinas intra muros desdeñaban, se enfrentaban o negaban valor al exilio -con razones, cierto es, de peso (8)- los gobiernos franquistas acentuaban su presión ante los gobiernos franceses, exigiendo medidas contra el exilio, y extremaban la vigilancia del mismo con empresas masivas de infiltración. Es verdad de perogrullo que la lucha contra un Estado altamente represivo exige la existencia de bases fuera del alcance de aquél, ya sea en el extranjero, ya sea en tierra liberada. En nuestro caso, la destrucción del exilio sólo es posible mediante la intervención directa del Estado francés y en un grado de violencia represiva por su parte incompatible con las normas que él mismo aplica a sus propios ciudadanos. El Estado francés ha efectuado en los últimos decenios una escalada represiva general que ha afectado a ciertas minorías extranjeras más que a los ciudadanos franceses; pero con excepción de la suerte corrida por la minoría argelina en Francia, durante la guerra de liberación de Argelia, nunca alcanzó grados susceptibles de dar entera satisfacción a los gobiernos franquistas en lo que a la minoría exilada española se refiere. Ni siquiera en el caso vasco -al que por motivaciones de política interior tiene que ser sensible el jacobinismo de los gobiernos franceses- sus reacciones han superado la adopción de medidas -duras según el criterio de quienes eran objeto de las mismas y de carácter ciertamente represivo- pero que los gobiernos franquistas han considerado siempre de carácter tolerante o benigno. Cierto que el metro franquista tiene más centímetros que cualquier otro metro. Ni siquiera durante la guerra fría lograron satisfacerle las medidas adoptadas en Francia contra el PCE. Fuera de este caso, la escalada represiva del Estado francés ha afectado escasamente a los grupos e instituciones tradicionales más importantes del exilio español.

Quizá ciertos sectores del aparato estatal franquista hayan considerado llegado el momento en que el Estado francés esté maduro para salir de su pasividad. Por cierta comunidad de interés en lo que al problema vasco se refiere. O por considerarlo más represivo de lo que es. En esas circunstancias trasladar a Francia la lucha violenta que opone ciertos grupos a las autoridades franquistas dentro del Estado español, puede suscitar, con la ayuda de ciertas complicidades, que la pasividad se convierta declaradamente en pasividad en sentido único, provocando en muchos exilados un reflejo masivo de autodefensa violenta, ofreciendo así al Estado francés el pretexto que al parecer le falta para abandonar -en nombre del orden patrio- las medidas individuales, parciales o sectoriales y adoptar medidas represivas generales contra el exilio español, susceptibles de destruir casi completamente las potencialidades que antes señalaba. Y no faltarían voces francesas que las reclamasen. En este aspecto, es significativa la carta recibida por Ruedo ibérico días después del atentado, y que es exponente de una mentalidad bastante difundida (9).

Es justo afirmar que tal objetivo no ha sido alcanzado esta vez. La circunstancia puede ser atribuida a que la respuesta violenta a la violencia ha quedado estrictamente circunscrita. Puede ser atribuida a consideraciones de política interna o internacional francesa. Puede ser atribuida a la expectativa despertada por la agonía de Franco, simplemente confundida con el ocaso de su régimen, lo que haría innecesaria a corto plazo la adopción de medidas fácilmente explotables en el combate político por la propia oposición francesa.

Pero no se puede afirmar que sea debido a una acción del conjunto del exilio. Yo entiendo que nuestro problema está ahí. El problema lo plantea ante el conjunto de exilados la ausencia de respuesta política global de sus organizaciones ante la serie de actos "antiterroristas" de que han sido víctimas individuos y organizaciones suyas. Los atentados han provocado -¿cómo evitarlo?- protestas, denuncias, actos de solidaridad valiosos. Pero salta a la vista el carácter desperdigado de esas reacciones, siempre de menor vuelo que las movilizaciones motivadas aquende sus fronteras por otros crímenes del franquismo. Sólo un acto unitario de carácter francés ha provocado la serie de atentados, y ello al comienzo del fenómeno: el 31 de mayo, manifiestan conjuntamente en Bayona el PCF, el PSU, la CFDT y la Liga de los Derechos del Hombre. Lejos de mí la intención de comparar en número y en rigurosidad ambas series de agresiones y crímenes, o la sobrevalorización de la participación no española en las movilizaciones, o la acusación de explotación demagógica de hechos por ciertos grupos políticos (10). Una intención de eficacia política, no al servicio del estricto exilio, sino de la liberación del pueblo español, es lo que guía mi razonamiento. Al exilio se le defiende desde el exilio y desde éste luchan los exilados contra el franquismo, o al menos debieran hacerlo. Una respuesta política conjunta contra los atentados "antiterroristas" hubiera sido capaz de suscitar en la izquierda francesa un reflejo antifranquista agresivo, situando tales atentados en el contexto político francés, subrayando la ingerencia de un país, de un régimen político extranjero en los asuntos franceses, el chantaje político que ello supone, el carácter de atentado contra las propias libertades del pueblo francés, y todo ello en un contexto político-diplomático que nunca fue más desfavorable al franquismo, desde 1945-1947, que durante esas semanas.

La decadencia del exilio a que aludí antes no niega la existencia -todavía- de reservas de energías que alberga en sí, ni el capital de simpatías que -todavía-despierta en numerosos ambientes franceses (11).

La iniciativa de una movilización del conjunto del exilio y de los demócratas franceses en esta circunstancia, no sólo a nivel de los órganos de información de masa, sino en el propio nivel parlamentario, no podía ser asumida por una de las víctimas de los atentados, ni siquiera por su conjunto. Conscientes de ese hecho y de los sentimientos ambiguos que Ruedo ibérico suscita entre los españoles (empresa comercial para unos, grupo político-cultural para otros), nos lanzamos, sin muchas esperanzas, a suscitar una campaña de protesta, que no limitamos al atentado de que había sido víctima Ruedo ibérico, sino que hicimos extensiva a los atentados que lo habían precedido. Los resultados obtenidos no han sido óptimos, sobre todo si se los compara con los que en teoría hubiera podido alcanzar una iniciativa encabezada por las instituciones republicanas en el exilio -a ellas correspondía la iniciativa en esta ocasión-, secundadas por los partidos políticos y las organizaciones sociales exiladas. Los modestos resultados obtenidos por Ruedo ibérico -más allá de lo que a él concierne individualmente- prueban (teóricamente) la amplitud y profundidad que hubieran podido alcanzar las formas de protesta del conjunto del exilio español.

Al responder en orden disperso y con escasa energía, el exilio español en Francia ha demostrado no sentirse concernido en su conjunto por el brutal ataque del franquismo, el más brutal dirigido desde 1944 hasta ahora contra él. Ni siquiera parece haberse percatado de que, por encima de sus propias divisiones políticas, existe una unidad jurídica que le impone -o le otorga- el Estado francés y que es condición básica de su propia existencia colectiva legal, es decir, de la existencia de cada uno de sus fragmentos, y que los atentados apuntaban, por su carácter de provocación, a poner esa existencia legal en peligro. Una vez más ha puesto de manifiesto su carencia de unidad. Cierto que entre ambos hechos existe una relación estrecha. Sin embargo, hay que señalar que todas las miniburocracias que pretenden representar a los exilados han afirmado siempre, y afirman todavía, que la causa de su debilidad radica en su falta de unidad. Mera cláusula de estilo, por supuesto. E imposible unidad política.

Pero el atentado contra el gobierno de Euskadi en el exilio lo consideré como la gota de agua que iba a desbordar el vaso de la "paciencia" (el de la imposible unidad política) de aquellas miniburocracias y ser aprovechado por ellas para suscitar un reflejo unitario, tan deseado según confesión propia y que tan buen provecho -creo yo- les hubiera hecho en la ocasión. Por eso me atreví entonces -y no antes- a sugerir al gobierno de la República en el exilio (en la persona de Alonso Baño) y al gobierno de Euskadi (en la persona de Manuel de Irujo), la urgencia de patrocinar una iniciativa, a la vez de carácter tan limitado y tan general. En ambos casos obtuve una acogida cordial. Días más tarde me dirigí por escrito a José Maldonado, presidente de las Cortes republicanas en ejercicio del poder ejecutivo, exponiéndole esa necesidad y subrayando la disparidad política de las víctimas, la unidad legal del exilio y la inanidad, en nuestro caso, del silencio como arma política. Meses después, la no manifestación de resultados prácticos indica que mi sugerencia era inoportuna. Inmotivada, incluso (12).

El antifranquismo no fue nunca el cemento político unitario de los antifranquistas, porque más de lo que éste podía unir, los dividían razones políticas más profundas. El reflejo defensivo tampoco ha sido esta vez cemento unitario para una acción concreta, limitada, pero necesaria y henchida de posibilidades ulteriores. Quizá se haya considerado que, a las puertas de la "instauración" de la democracia en España, defender el exilio -o atacar al franquismo desde el exilio- era un combate de retaguardia y que no valía la pena gastar energías en defensa o en ataque de realidades condenadas a desaparecer por aquella razón, y no por otras, en breve plazo. Así sea.

Así sea. Porque en mí se trata únicamente de un deseo en condicional, desesperanzado. Nada hoy en el acontecer político español dice que el exilio vaya a dejar de ser una necesidad ineluctable, única tierra un tanto libre de que pueden gozar muchos españoles obligados -hoy, ayer y mañana- a abandonar España por su acción en pro de las libertades, ni que las funciones del exilio -las asumidas, las desdeñadas o las castradas- no vayan a seguir siendo necesarias.

Pero, ¿qué será de Ruedo ibérico después del atentado? Y sobre todo, ¿qué será en los próximos meses? Su existencia ha sido puesta en peligro gravemente. Los daños materiales producidos por la bomba son reparables y parcialmente cubiertos por las pólizas de seguros. Pero la casi completa inactividad comercial y administrativa a que el atentado nos ha condenado a lo largo de dos meses, ha tenido consecuencias financieras que Ruedo ibérico, solo, no puede afrontar. Al millón de pesetas en que se han evaluado los destrozos, se añade una pérdida de ventas de dos millones de pesetas. Esta circunstancia se une al descenso anterior de nuestras ventas, provocado por el estado de excepción en el País vasco y por el recrudecimiento de la represión dentro de las fronteras del Estado español. Ello había obligado ya a retrasar considerablemente nuestro programa de ediciones. El retraso ahora tendrá que ser mayor. Y, en tales condiciones, la incidencia de los gastos generales fijos puede provocar la desaparición de Ruedo ibérico. Así lo hemos hecho saber a todos nuestros amigos. No sólo por reflejo defensivo, sino por ánimo ofensivo. Pues nuestra voluntad es proseguir nuestra actividad en Francia en tanto que ella sea necesaria, es decir, hasta que podamos ejercerla en nuestro país. A la violencia franquista, a la censura franquista -ambas moneda corriente todavía- no podemos responder más que denunciándolas, combatiéndolas; es decir, en nuestro caso, publicando libros. Tanto más cuanto que algunos de los títulos en preparación en el momento del atentado imponían por su temática la urgencia de su publicación (13). Así lo han comprendido muchos amigos y las muestras de solidaridad que nos han manifestado nos permitieron evitar el colapso en noviembre de 1975 y hacen posible empezar el año 1976 con algunas novedades publicadas.

No sería posible mencionar individualmente en todos los casos, por la discreción impuesta por los donantes, muchas de las ayudas recibidas. Pero esperamos poder hacerlo en un día no muy lejano. Entre tanto, a todos reiteramos aquí las gracias. Una mención especial merece el esfuerzo de nuestros amigos catalanes. Pero por valiosas que sean y por considerables que hayan sido los efectos positivos que ya han tenido tales ayudas, son insuficientes para colmar el déficit producido por el atentado, sin abandonar ediciones urgentes, sin sacrificar una vez más la publicación de Cuadernos de Ruedo ibérico, sin renunciar a la tarea informativa que nos impusimos, porque nadie la había asumido. Sigue siendo, pues, imperativo para el grupo promotor de Ruedo ibérico proseguir en la búsqueda de ayudas y soluciones que permitan reforzarlo y continuar en la labor que emprendimos hoy hace justamente catorce años.

París, 1 de enero de 1976


In Cuadernos de Ruedo ibérico nº 46/48. julio-diciembre 1975

(NDE: las fechas son correctas, CRI se publicó con retraso)


1. Se puede consultar una lista bastante completa de estos atentados en Euskadi: el último estado de excepción de Franco, Ruedo ibérico, París, 1975.

2. "La explosión de una bomba, la noche del 13 al 14 de octubre, en la conocida editorial española exilada Ruedo ibérico ha sido la culminación de una serie de ataques contra los enemigos culturales del actual gobierno español [...] Ruedo ibérico ha publicado obras de Gerald Brenan, Herbert Southworth, Stanley Payne, Ian Gibson y Hugh Thomas en español -y en algunos casos en francés-, así como otras muchas obras de significado ampliamente antifranquista. Ha conseguido acreditarse superando muchas dificultades [...] el gobierno francés debe ciertamente hacer algo para evitar más actos de destrucción de este tipo, que sólo pueden ser obra de malhechores españoles derechistas, o incluso (como se ha dado a entender a menudo) de miembros de los servicios secretos o de policías españoles "fuera de servicio"." (Times Literarv Supplement, Londres, 31 de octubre de 1975.) "[...] La extrema derecha está decidida a llevar su combate contra los intelectuales españoles al territorio francés. En la madrugada del 14 de octubre, una editorial española, Ruedo ibérico, domiciliada en la Orilla izquierda, fue víctima de una bomba. El grupo que se considera responsable del ataque se denomina ATE, Antiterrorismo ETA [...] grupo vinculado a los restos de la OAS establecidos en España después de la guerra de Argelia [...] Ruedo ibérico es una editorial única. Fue fundada en 1962 por intelectuales españoles residentes en Francia [...] [ha hecho] accesible la historia política y cultural de España a otra generación educada enteramente a base de propaganda [...] Las nuevas leyes antiterroristas dictadas a finales del verano en España hacen imposible editar libremente [...] Sería desastroso que, en breve plazo, y por causas económicas, Ruedo ibérico dejase de publicar su revista y sus libros [...]." (The Village Voice, Nueva York, 17 de noviembre de 1975.)

3. "Como uno de los cofundadores de Ruedo ibérico [...] me he visto sorprendido al leer en TNYT la reseña de lo sucedido. En primer lugar, Ruedo ibérico no ha publicado el libro de Tuñón de Lara La España del siglo XX, como se afirmaba [...] Ruedo ibérico es un conocido centro de españoles disidentes. Desde 1962, es como un hito en la Orilla izquierda parisina [...] En los últimos meses, más de treinta librerías que exhibían obras tachadas de izquierda, como por ejemplo grabados de Picasso, han sido atacadas en España por terroristas de derechas. La campaña contra librerías y editores ha cruzado ahora la frontera. Mugalde, una editorial vasca de Hendaya, fue también atacada hace unos meses. En junio, Ruedo ibérico solicitó protección contra los terroristas a la policía francesa. Las motivaciones de la destrucción de esta editorial sin censura provienen de la misma mentalidad que en 1936 inspiraba el grito "Abajo la inteligencia",".

4. Marcel Cardona Amorós, francés nacido en Rabat. Condenado dos veces por robo en España. Muerto por la explosión de la bomba que intentaba colocar en el coche del refugiado vasco Urruticoechea, el 5 de junio de 1975.

5. Puede consultarse en este sentido Euskadi: el último estado de excepción de Franco.

6. Dejo de lado el problema, sin embargo esencial en este plano, de saber quién recurrió primero a la violencia, quién empujó ineluctablemente hacia la violencia a las víctimas de la violencia. Entre muchos de los aludidos antes, el monopolio del recurso a la violencia que el derecho concede al Estado, da carácter de restablecimiento del orden -reacción contra la violencia del oprimido- a la violencia de los órganos del Estado, es decir, del opresor. La convergencia en la necesidad prioritaria del mantenimiento del "orden" -aunque se trate del orden franquista- de ciertos sectores "antifranquistas" con otros sectores caracterizadamente franquistas, ya ha sido denunciada hasta la saciedad.

7. La economía de medios impone que las víctimas designadas tengan cierta notoriedad, pero sin que alcancen el nivel de "estrella".

8. Las miniburocracias del exilio tuvieron siempre tendencia a considerarse líderes de la oposición antifranquista, del conjunto de ésta, o del sector propio, sin aceptar el papel que las exigencias de la lucha política les imponía: ser la base logística de aquella oposición o de aquellas oposiciones.

9. "Paul Meyer, aunque reprobando el método, se entera con gusto del atentado que ha causado daños en Ediciones Ruedo ibérico especializadas en libros antiespañoles. Desea que su país en una brusca reacción nacionalista, expulse a los extranjeros indeseables y castigue a sus compatriotas que permiten la difusión de ideas subversivas como las que se encuentran en los libros de ustedes. (26, rue de 1'Egalité 59650 Villeneuve-d'Ascq.)"

10. Hay que señalar que la unanimidad de fuerzas, tanto exiladas como francesas, no ha sido alcanzada nunca. Ni siquiera en las grandes movilizaciones (Conill, Grimau, Granado y Delgado, Proceso de Burgos, Puig Antich, Garmendia, Otaegui, Baena, García Sanz, Sánchez Bravo y Txiki).

11. Mañana, tras la descarga emotiva provocada en muchos amigos del pueblo español por la desaparición de Franco, cuando la mala conciencia europea se trueque en buena conciencia al socaire de medidas seudodemocráticas posfranquistas, tan esperadas por las burocracias socialcristianas y socialdemócratas europeas para liquidar, sin gran algarada de la opinión pública, los contenciosos que todavía marginan a España de Europa, la eficacia del exilio español, no quedará reducida a cero, pero se verá considerablemente mermada, sin que hayan desaparecido las razones que exigen esa eficacia e incluso su reforzamiento.

12. Sin embargo, y como siempre he temido, el atentado contra el gobierno vasco no iba a ser el último. La noche del 17 al 18 de diciembre, a las 2 h 30 hizo explosión una bomba en una librería dependiente de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), en el n° 39 de la rue La Tour-d'Auvergne, París 9. La explosión, que causó importantes daños materiales, fue reivindicada, en una llamada telefónica a la agencia France-Presse por "los Guerrilleros de Cristo Rey". El 21 de diciembre, otra bomba explota en el coche del propietario de la librería Nafarroa, en Biarritz. Tienen lugar en los mismos días varios otros atentados en el País vasco francés.

13. Enumeramos únicamente los más significativos: Euskadi: el último estado de excepción de Franco; Consejos de guerra franquistas; Libro blanco sobre las cárceles franquistas: 1936-1975. El primero ya ha sido publicado, los otros son de publicación inminente.