Julio Cerón
Quien dice subalterno dice asesor, codirector, experto, especialista, etcétera. Plena indulgencia, en cambio, para los alteri egui. Sabido es que, durante años y años, antes de reconciliarse con él en virtud de la ruptura pactada, que fue perdón cristiano al recién muerto, los de izquierdas tuvieron gravísimos altercados con él, de pensamiento, palabra y obra. En todo ese tiempo, dos personas desempeñaron un papel capital. No hay vida de izquierdista de entonces en la cual no hayan pesado Nováis y Martínez. Y una de las cosas más dégueulasses de estos de ahora, junto con lo que tanto mentó de Amat, es no haber hecho nada para honrarlos. Desde hace unos días, Nováis está honrado con el premio Cerecedo: noble jurado, egregia gente. José Martínez sigue olvidado y a oscuras. Cualquier día se nos muere -me lleva fácilmente quince años, y yo estoy en puertas- y verán ustedes entonces a varios ministros en el portal del domicilio del pobre muerto, con cara de oveja y circunspectos. Vivo todavía él, ellos: «Por ahí se pudra.» Sensación de náusea, pues.
La parábola es que le envié una vez para Cuadernos de Ruedo Ibérico un artículo como éste de hoy, o sea, lamentable. Sus asesores se oponían, por estimar que «somos una revista seria, de altura y elevación, y esto de Cerón es una patochada». Martínez, empero, se impuso y publicó Después de Franco, Bau. Don Joaquín Bau no pudo ser, porque murió a poco. Pero esto de ahora, ¿qué es sino bauísmo? Luego no era mala, si patochesca en la forma, mi profecía.
Extracto de un artículo publicado en ABC del 16/1/86