Éditions Ruedo ibérico

Xavier Domingo

De « Cuadernos de Ruedo ibérico» a «Nada »


Los Cuadernos de Ruedo ibérico han llegado a un momento de su historial en el que lo único que les falta es cojones para auto-boicotearse, autosabotearse y desaparecer.

Y ello porque las circunstancias españolas han hecho que la función para la cual esos Cuadernos fueran creados, periclitó y perdió razón de ser. Y poco a poco, rutinariamente, a cada número un poco más, se incrustaron en el sistema de las revistas y publicaciones sesudas, pesadas, ilegibles, dogmáticas, doctrinarias, universitarias y en suma CULTURALES, hechas por gentes de un mismo círculo para el mismo círculo, tribuna de doctos, guarida de preciosistas de la cifra y de malabaristas de la estadística, escabeche de glosistas y mentidero de exégetas ; no ya revista, sino ÓRGANO, revista OFICIAL DE INTELECTUALES DE OPOSICIÓN OFICIALES. Con sus relentes a engendro de cualquier Consejo Cultural Superior de Cosas Superiormente Culturales. Una revista que hiede a dialoguismo, que apesta a contubernio y que como cualquier vulgar y ramplona revista de occidente, se ha convertido en una INSTITUCIÓN. Es hora pues de que la entierren puesto que está muerta. De vez en cuando, el aristocrático consejo de redacción o lo que sea, de los Cuadernos de Ruedo ibérico se permite algún pinito más radical. Pero aparte eso, los Cuadernos podrían ya casi salir en España y si no, podrán hacerlo dentro de muy poco.

Por su « peso », por su carácter « oficial » y, sobre todo, por estar perfectamente integrados en el sistema de la intelligentsia «revolucionaria » española, por ser el exponente más típico y más perfecto -desde el formato hasta el contenido, modernidad y neomarxismo- de la CULTURA POLÍTICA española de nuestros días, los Cuadernos son en realidad, políticamente hablando, el órgano de ese estamento que se droga con la cultura política, o sea, un órgano de centro izquierda. Profesoral, engreído, hermético, ensayista, productor reverente y pacato de mierda cultural para uso de coprófagos delicados.

De las publicaciones españolas de centro-izquierda (Triunfo, Cuadernos para el Diálogo o las publicaciones del Partido Comunista) los Cuadernos de Ruedo ibérico son, quizás, por la fuerza de las circunstancias, la que se sitúa más a la izquierda, lo que en ese caso quiere simplemente decir la más liberal. Pero el avanzado proceso de institucionalización de esa revista, la mayor parte de cuyas páginas se abren exclusivamente al análisis de la situación de la derecha española, hecho por la oposición casta, pacata, timorata y, mañana mismo ya, oposición oficial de su majestad, su incapacidad para salir de la tenaza marxista o neomarxista y deleitándose insulsamente en los vómitos economicistas, hacen que no quede ya ninguna esperanza de verla salir de su actual atolladero.

Muchos de los antiguos e importantes colaboradores de los Cuadernos, miembros eminentes de esa mafia políticocultural, lo son hoy al mismo tiempo del régimen y de López Rodó. No se trata de una perversión repentina de individuos que se han vendido. Se trata de la evolución natural de intelectuales de izquierdas para los cuales los Cuadernos de Ruedo ibérico fueron simplemente la mejor plataforma para oficializarse como tecnócratas abiertos y al día, en las cuestiones marxistas y neomarxistas a la moda.

La cuestión de la putrefacción lenta de los Cuadernos, de su evolución segura hacia su actual carácter de vocero del centroizquierda vagamente heterodoxo, su incapacidad de ruptura y de verdadera transgresión de las reglas de un juego cultural establecidas por « los otros » y no por el propio Ruedo ibérico, sólo tenía una solución, a base de cojones, que consistía en poner fin a la vida de ese ladrillo seudorrevolucionario, de pathos neo-marxista, de sopa reformista o de izquierdismo autoritario y ramplonamente planificacionista.

Sin embargo, los Cuadernos van a seguir agonizando. Es una cuestión de lenguaje. La redacción de los Cuadernos sólo sabe hablar la lengua cultural de la oposición oficial española: una jerga que se encuentra en centenares de publicaciones del mismo tipo, sobre todo en Francia y en Italia. Aparte eso, es afásica a todo un montón de posibilidades de la lengua y hasta de la propia lengua española.

Habrá pues que dejarles el uso y el abuso de su jerga y las páginas cuadraditas y rollíferas en las que alargan sus plúmbeos sermonarios. Y vamos a hacer otra revista, en vista de que no hemos logrado liquidar los Cuadernos de Ruedo ibérico y emplear el dinero que cuesta su fabricación en una empresa menos indigesta. Es pronto aún para avanzar cosas muy precisas sobre esa nueva publicación que estamos planeando Carlos Semprún, Antonio López Campillo (el propio Pepe Martínez) y yo mismo. Pero la crítica que estoy haciendo de los decrépitos Cuadernos indica que la nueva revista será todo lo contrario.

En el próximo número de Cuadernos de Ruedo ibérico, daremos a conocer el primer sumario de la nueva revista cuyo título será NADA. *


Y la respuesta de José Martínez:


* [Nota larga a un texto corto. La publicación en Cuadernos de Ruedo ibérico del texto que precede puede parecer insólita a ciertos lectores, independientemente de cualquier otra reacción que en ellos provoquen las afirmaciones de nuestro amigo Xavier Domingo. Expongo pues a continuación las razones que me han aconsejado su publicación.

1. La primera y principal es que considero ese texto de interés general. Es decir que no sólo concierne a Cuadernos de Ruedo ibérico. Me atrevo a decir que en poco nos concierne especialmente. El violento ataque de X.D. a Cuadernos de Ruedo ibérico me parece que pierde mucho de su eficacia, puesto que no aísla a la revista de una realidad más amplia : « la intelligentzia « revolucionaria » española». Por ello renuncio a ejercer el derecho de respuesta, excepto a los ataques que conciernen estrictamente a la revista.

2. Razón menor al lado de la anterior es que, como afirma X.D., Cuadernos de Ruedo ibérico son «quizá, por la fuerza de las circunstancias, la [publicación] que se sitúa más a la izquierda [entre las de centro izquierda], lo que en este caso quiere decir simplemente la más liberal ». Admitimos y publicamos las críticas que se nos hacen. Si son escritas.

3. Otra razón es la satisfacción personal que me produce ese « irreverente» ataque, y la seguridad que su contenido y su forma van a alegrar a los «aristocráticos» (y dispersos) miembros del consejo de redacción de la revista. Desde el primer número de Cuadernos de Ruedo ibérico estábamos esperando un ataque semejante. En ese número invitábamos a «un libre y riguroso contraste de opiniones». En ese número expresábamos la esperanza de que « nuestro trabajo dé lugar a reacciones polémicas ». Nada mejor para una revista del tipo de la nuestra que suscitar polémicas. Asumíamos la tradición que quiere que el celtíbero aguce mejor sus armas para destruir lo que fuera de él existe, o sin él se hace. Basta recorrer las 3 000 páginas de la ya larga serie de CRI, para constatar el total fracaso nuestro en este sentido, y es lástima que X.D. no haya subrayado este hecho cuando nos critica las consecuencias del mismo. Si en CRI nos hemos bañado en la poco procelosa piscina de nuestro ombligo, no fue por narcisismo ni por miedo a la alta mar. Más de un esfuerzo hicimos para que las arrolladoras aguas de la crítica exterior irrumpieran en nuestra « guarida de preciosistas », en nuestra revista de «un mismo círculo para el mismo círculo ». Quizá esas arrolladoras aguas no existieran entonces y sí existan ahora. Asi pues, gracias sean dadas a X.D.

4. La crítica de X.D. me parece lo suficientemente sazonada para el consumo si no de masas, supuesto que somos una « revista hermética », sí para « los coprófagos delicados » que nos leen. Hasta ahora nadie había dicho que CRI son una « revista sesuda, pesada, ilegible, dogmática, doctrinaria, universitaria, y en suma cultural ». Quizá tan envolvente ataque despierte defensores que se crean obligados a defenderse ellos mismos defendiéndonos, o suscite nuevos atacantes que pongan punto final al hedor a dialoguismo y contubernio que despiden las páginas de CRI, al convencernos de que ellos son capaces de harcelo mejor. Si así sucede -la experiencia nos hace ser muy prudentes en este terreno- la producción de unos y de otros engrosará, para empezar, el número 33 de la revista, concebido exclusivamente a base de Tribunas libres.

5. El texto de X.D. me parece contener un discurso constructivo y desemboca en un fin constructivo: Nada (1).

No me corresponde refutar, limitar, asentir o ampliar el alcance general de la critica de X.D. en esta nota. A algunos de los problemas que plantea esa crítica se ha tratado de dar respuesta en los trabajos publicados en este mismo número. Véase el sumario. Como he dicho, me limitaré a responder a lo que exclusivamente concierne a CRI. El resto vendrá a su tiempo.

Dice X.D. que CRI son una revista muerta y que debiéramos enterrarla. Por ahora no la enterramos. Esto debe quedar claro.

Afirma que yo estoy de acuerdo con el proyecto Nada. Es verdad. Lo que implica automáticamente que estoy de acuerdo también con parte al menos de su crítica. Pero desde mi posición de redactor de CRI.

Disiento de la afirmación de que los CRI puedan ser, ya o pronto, publicados dentro de las fronteras franquistas (sigo llamándolas así). Ni CRI ni cualquier revista de centro izquierda, de modelo italiano, por ejemplo. Pruebas de esto las doy, por otras razones, en los recuadros que cortan esta nota. Tampoco me ha logrado convencer de que el hoy sancionado Triunfo o los ayer sancionados Cuadernos para el Diálogo, o las inexpugnables publicaciones del Partido Comunista, merezcan ser consideradas de centro izquierda, sin que esto quiera decir que el centro izquierda a que alude X.D. me merezca más respeto que a él. Y resistiré con toda energía al intento de que metan a CRI en el mismo saco con una o con otra, o con varias, o con todas a la vez, de las revistas aludidas. A ellas también les debe molestar el parangón que establece X.D.

Muchas de las páginas de CRI puede que sirvan para fundamentar la tesis de X.D. Es posible que hayamos caído hartas veces en la trampa que el enemigo nos tiende con el lenguaje. Pero hemos querido evitarlo siempre y a veces lo hemos conseguido, seguro que porque sabíamos que cuando el vencido, el explotado, el débil, adopta el estilo, el lenguaje, del vencedor, del explotador, del fuerte se condena a sí mismo irremisiblemente a seguir siendo vencido, explotado y débil. Sin que ello implique que aun sintiéndose vencido, explotado y débil se sea necesariamente capaz de crear otro estilo. En su critica X.D. simplifica, pues, en exceso. No sólo hay que tener en cuenta la personal incapacidad de cada uno de nosotros para usar un lenguaje menos o nada integrado ; no sólo hay que tener en cuenta que nuestro original liberalismo imponía la acogida de colaboradores destinados, como dice X.D., a ser « miembros eminentes de la mafia políticocultura] ». Hay que tener también presente el hecho de que si hubiéramos sido capaces de otra cosa (de lo contrario, diría X.D.) que del uso y del abuso de la jerga cultural de la oposición oficial española, quizá pocos nos hubieran entendido y por ende poco tiempo nos hubieran leído y mucho menos « los pinitos» que avaramente nos acredita X.D. Hecho aplastante éste, al que no escapará Nada. Ya veremos.

Sobre la ambigüedad de tal jerga, sobre la desvalorización progresiva del vocabulario político español, sobre la necesidad de emplear una lengua adecuada para luchar eficazmente contra el franquismo en todas sus manifestaciones (y « la intelligentzia « revolucionaria » española » o la oposición oficial, que tan gordas le caen a X.D., nunca dejaron de ser consideradas por muchos de nosotros como manifestaciones derivadas del franquismo), se pueden encontrar alusiones -más que alusiones- en los trabajos de Ángel Arenal, de Hilario Eslava, de Luis Ramírez, de Horacio Nuño, de Rafael Lozano. (De éstos deben ser los pinitos acreditados.) Pero una lengua es instrumento de un grupo o no es lengua, e instrumento tanto más eficaz cuanto más amplio es el grupo que la emplea, que la comprende. Instrumento que no se inventa ni se construye de golpe. Pero se puede contribuir a ello. Y estoy convencido de que nuestro fracaso en el dominio del lenguaje político no ha sido tan rotundo como afirma Domingo. En algo hemos contribuido a romper el cerco del lenguaje oficial común a la derecha y a la izquierda.

Yo quiero sinceramente que la lengua, el estilo, de Nada la abra a un gran público, o mejor, a un público eficaz, más eficaz de lo que parece ser el de CR1, que no haga de ella un órgano de un Consejo Anticultural Inferior de Cosas Interiormente Anticulturales. A lo que se puede llegar por quererse Nada, desde el origen, lo contrario de CR1.

X.D. afirma que Nada será todo lo contrario de CR1. Es decir que habremos alcanzado fuera de nosotros uno de los fines que nos proponíamos lograr en nuestras páginas. En sus actuales líneas todavía teóricas, Nada me parece necesaria. Mucho más necesaria que como simple cauterio aplicado sobre la epidermis evidentemente poco sensible de los CR1, como a muchos hará pensar el leer la crítica de X.D. Mucho más necesaria que como una mera experiencia. Pero hacer una revista es difícil. La resistencia de la materia modifica casi siempre sobre la marcha el primitivo plan (lo que llama X.D., «la putrefacción lenta», cuando de CR1 se trata).

Espero que en el número 33 de CR1 sea publicado el manifiesto fundacional de Nada y el sumario de su primer número. Espero que tal manifiesto y tal sumario levanten una oleada de indignación y de entusiasmo. Espero que el cerco del silencio hipócritamente respetuoso o hipócritamente indignado no la ahogue. Y después que tenga larga vida. O por la menos que el engendro no se quede sin ver la luz o que vaya a engrosar rápidamente el índice de mortalidad infantil de las revistas. J.M.]


1. Sin intención de juego de palabras por mi parte.


In Cuadernos de Ruedo ibérico nº 31/32, junio-septiembre 1971