Rafael Lozano [Luciano Rincón]
I. La aparición, en 1970, del libro de Jesús Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei. Génesis y desarrollo de la Santa Mafia ha sido el pretexto, o la provocación necesaria, para la aparición de muy variadas posturas públicas, políticas, de oportunismo personal o de oportunidad de grupo, en torno a temas y situaciones bien candentes. Con el pretexto de una crítica, o de un comentario ocasional y al paso, han tenido lugar las desvergonzadas maniobras de quienes o atacándola o defendiéndola pretendían la utilización de la obra de Ynfante como arma, pedestal, elemento de juego, campo de maniobra o simple ejercicio de desnudamiento despacioso y rítmico ante un público entre desdeñoso y ávido. Es difícil encontrar una crítica que tenga en cuenta, en primer lugar, las características esenciales de la cosa juzgada, en este caso un ensayo político-sociológico-económico-cultural, y algo pintoresco, sobre un fenómeno de cuya importancia en España no puede dudarse. La generalidad de los comentarios ha procedido de la manera dicha, utilizándole como pretexto. Y ello por una primera razón a avanzar: La Santa Mafia ha sido un libro « de izquierdas » con lectores «de derechas ».
II. Un libro de esas características originales tiene que ser situado por lo menos en un triple contexto: en el de la vida cultural y política del país al que se refiere y del que procede ; en el del mundo personal y político del autor, en la medida en que ambos quedan reflejados en la obra analizada, y en el segundo caso a través de obras anteriores o posturas políticas públicas ; en el contexto también del sujeto tratado tal y como el crítico lo conoce previamente, por otras fuentes, etc. Esto le situará ante la realidad o irrealidad del tema; ante el acierto o el error en el enfoque, el desarrollo, las conclusiones si las hubiera, y todo ello en el marco de la metodología empleada, aportación de datos, corrección e incorrección de los análisis operados sobre ellos y presentación formal de esa unidad que es la obra definitiva. Esto supone una primera afirmación necesaria; ninguna crítica escrita en el interior podía, o puede, pretender la dimensión y la profundidad requerida para criticar a un libro que aporta la indudable actualidad del tema. La reacción del público le ha añadido la precisión del sector y clases aludidas. Su impacto como tal libro ha sido grande en ciertos círculos, muy determinados eso sí, pero de una manera o de otra importantes, aunque sea negativamente importantes. Y finalmente, tiene una notable característica a analizar; por qué se ha dado ese hecho de que sea un libro «de izquierdas» para, o acogido por, « lectores de derechas ». Y que la ambigüedad de ambos conceptos quede superada por la precisión que a pesar de todo les concede el lenguaje de diario.
III. Las críticas al libro de Ynfante han sido comentarios generales, referencias superficiales sobre la anécdota, exclamaciones asombradas o apresuradas declaraciones de lealtad, indignación, rechazo, duda o alegría disimulada ; salvo alguna de ellas de distinta factura e importancia limitada por la exigencia, antes citada, de estar realizada en el interior. Las críticas así han sido siempre parciales ; parciales cuantitativa o cualitativamente. O reseñas superficiales o análisis incompletos. La mayoría, la inmensa mayoría además, han sido simples defensas del sujeto tratado sin análisis críticos de su crítica, eludiendo aproximarse a los errores al no poder situarlos en el contexto real y total del tema abordado, y contando con el misterio que le rodea y que él mismo parece segregar. Ninguna de las críticas que conozco -y conozco una parte importante aunque no el total- ha intentado situar el libro en el mundo del ensayo político español; el libro en el mundo político español, el libro en las referencias conocidas, las ignoradas pero deducidas, las supuestas o las imaginadas, del Opus Dei como sujeto real; el libro como intento de clarificación de algunos, o todos, de esos mundos; el libro en la bibliografía de la crítica al sistema ; el libro dentro de la bibliografía revolucionaria utilizable en el enfrentamiento con el sistema ; el libro situado en la óptica política del autor. Las referencias son vagas, moviéndose entre las coordenadas de la censura oficial, la censura personal, el poder real del Opus Dei y las relaciones personales del crítico, o sus necesidades, o sus oportunidades, o sus proyectos, o sus ambiciones. El libro ha quedado así como un meteorito de procedencia insospechada cruzando un espacio desconocido, cuya finalidad se ignora así como su punto exacto de caída. La crítica española, la que lo ha abordado, necesariamente llamados « críticos de derechas » como correlato a los « lectores de derechas» que La Santa Mafia ha tenido, evidencia así su método de trabajo, o más bien su ausencia de método ; su vocación de detectadora de riesgos y denunciante de peligros ; su función exacta como un elemento más de la sociedad a la que esos críticos pertenecen, les alimenta intelectual y materialmente, para la que trabajan y en razón de la cual existen. Su falta de rigor, su escasez de conocimientos técnico-críticos o bibliográficos, su necesaria ausencia de coordenadas históricas, su trivialidad crítica en definitiva, su uso del ejercicio crítico como un elemento más de clase -político siempre, policiaco en situaciones agudas, una de las líneas de defensa del sistema- es reveladora también, y por ello mismo, de sus propias contradicciones. Por esto, precisamente por esto, ha habido en este caso crítica. Porque por el Opus Dei entra la contradicción. Los ataques a parcelas (por importantes que las parcelas sean y aunque fueran las más importantes), de las proporciones integradoras del total, son criticadas porque en ello operan los enfrentamientos de las demás proporciones de ese total entradas en contradicción.
Pero aún así la crítica real era imposible. Y la abertura en cuanto a la variabilidad de los comentarios posibles, muy corta.
La obra de Ynfante no les ha servido más que como pretexto. Ante la ciencia tienen, por necesidad, que detenerse. Pero pueden afrontar la información, cuando incide en sus contradicciones. Con sus críticas lo que han querido es adoptar postura ante ese constitutivo de proporcionalidad discutible de la oligarquía española, y por tanto del poder de clase en España. Las críticas pasan así a ser elementos juzgables en cuanto que se insertan en el contexto de las tensiones de clase como un elemento operativo por sí mismo, en relación con el sujeto tratado.
Entre esas críticas, la más característica, la más completa también a partir de las condiciones en que se ejerce y para las que se ejerce, es la de José María Ruiz Gallardón en ABC (29-10-1970). «Se puede -dice RG- juzgar un libro y valorarlo, y se estará de acuerdo o no con este juicio. Pero no se puede juzgar, críticamente, un insulto. » En el principio es el verbo. A las críticas no hechas, al silencio deliberado, y que se quiere mortal, con que durante más de treinta años la crítica de clase ha condenado todo aquello que incluso muy remotamente podía suponer no ya un ataque sino incluso una diferencia respecto al sistema, se une ahora esta opción crítica novísima: no se puede enjuiciar un insulto. ¿ Y qué es un insulto ? Según Casares, ofender a alguien con palabras y acciones. Definición que permite cerrar el paso a todo aquello con lo que el crítico no esté conforme, porque se ofende ética y estéticamente, porque ofende la falta de formación de un crítico y la falta de inteligencia de un creador, o pueden ofender; porque puede ofender, y ofende, la adulteración de la verdad en un periódico y la utilización del espacio dedicado a la crítica en un periódico para maniobrar personalmente quien ejerce esa supuesta función de crítico. Desde la inefable majadería del exministro Arias Salgado, uno de los hombres más ineptos que haya llegado jamás a cargo alguno incluso en este régimen, «toda la libertad para la verdad, ninguna libertad para el error», que viene a tener la enjundia filosófica de aquello de «de qué color es el caballo blanco de Santiago», no se había vuelto a escribir posiblemente en ese campo, y aunque la competencia es mucha, otra engolada banalidad tan grotesca. « No es un ataque -se refiere el crítico de ABC a La Santa Mafia-, no es una discrepancia, es, pura y simplemente una injuria. » Curiosamente, no es una injuria generalizada la carrera de José María Escrivá, no es una injuria -aunque sólo sea al sentido común- la adopción de títulos nobiliarios como medio de santificación y en un alarde de impudicia que únicamente parece poder explicar una declinación de facultades, como ese aire de marquesonas frustradas que terminaban adquiriendo ciertos monseñores preconciliares fondones y algo dengosos ; no es una injuria la utilización del cristianismo para manejos que abarcan desde el gansterismo puro y simple a la explotación de clase, empleando razones aparentemente marginales de los iniciales propósitos religiosos para procurarse imperios y subimperios económicos, políticos y paraculturales ; no es una injuria el tráfago de negocios, divisas, títulos y otras armas pícaras, nacido y permitido al amparo de una manipulación religiosa. Nada de eso es injurioso, lo que sí es injurioso es decirlo públicamente. Como el vicio en las sociedades burguesas, como los prostíbulos en las ciudades honorables de esas sociedades burguesas, que existe, deben existir, es practicado y son frecuentados por los prototipos de esa sociedad rectora, pero no deben verse ; tienen sus barrios propios, apartados. Son temas, se dice en estos casos, de «buen gusto» o de «mal gusto». La corrupción puede ser un hecho, pero no debe hablarse de ella. Esto es lo injurioso, hablar de lo que si bien puede ser un elemento cada día operante, presente detrás de cada apariencia virtuosa, no debe perder esa característica de convención aceptada, cuya denuncia pública no es correcta. En este terreno la demagogia es fácil, pero el terreno no lo he escogido yo, sino Ruiz Gallardón y él sabrá por qué. En lo que el libro falsee la realidad, en cuanto que emita acusaciones que no pueden probarse, en cuanto que proporcione informaciones que no se ajusten a los hechos, su misión como crítico hubiera sido la de mostrarlo. Pero eso le llevaría a tener que meter las manos en el fangal que el mismo crítico sabe que existe. Para hacerlo tiene que volver al citado reinsertar la obra criticada en el contexto general de la vida política y económica del país. Y eso... Pero si los datos son ciertos -fundamentalmente ciertos aun cuando un nombre no figure y alguno que figurando no debiera hacerlo- no puede ser una injuria publicarlo. Tratar de desautorizarlo con el empleo de esos calificativos sin razonamiento, al que califica es al crítico precisamente, que no sólo no ha sido capaz de negar uno solo de los cargos concretos con los que se enfrenta el Opus Dei, sino que se ha limitado a un rasgamiento literario de vestiduras y a ciertas insinuaciones amistosas para que también a él le cuente el Opus sus secretos. Ruiz Gallardón pide una obra seria sobre el tema. Pero no cita, ni comenta, ni critica la de Artigues (1), que tiene un planteamiento bien diferente de la de Ynfante. Es porque la de Artigues tiene que tomarla como un estudio histórico, mejor o peor logrado, de un tema en el que no quiere incidir Ruiz Gallardón en profundidad. Porque eso es crítica. Y crítica es lo que en torno al Opus Dei no puede hacer Ruiz Gallardón.
El libro de Ynfante no ha dado un armamento doctrinal a la oposición al régimen, pero ha tocado uno de los temas que más irritan la piel de sus mantenedores: los escándalos, las infidelidades teóricas, las técnicas de explotación, la usurpación de los bienes nacionales por una minoría. Insisto en que, en mi opinión, ése era el modelo a emplear, y en que pretender dar cientifismo a un libro cuya principal aportación era la de la información y denuncia no hacía más que debilitarlo en vez de darle una fuerza suplementaria.
Pero hasta aquí todo está dentro de la normalidad de la cultura oficial habitualmente manejada, si es que cultura oficial es expresión de algún significado. Lo que la sobrepasa son dos afirmaciones que, en un cierto sentido, se corresponden. Una de ellas es : « Un espécimen perfecto de un género que alcanza en él su más exacta definición : la pornocultura ». La otra : « Ynfante, en política española no sabe de qué va. Un ejemplo para todos: un hombre que mete en el mismo saco, que incluye bajo la misma rúbrica de « clerical-autoritario » a personas como Joaquín Ruiz Jiménez, José María Areilza, Ismael Herraiz, Antonio Tovar, Maravall y hasta los que llama « oficialmente » ignorados como Aranguren, Truyol, Tierno Galván, etcétera... es que no tiene idea de que es no ya el gobierno, sino el sistema mismo. »
Bien, empecemos por la pornocultura. Es importante que sea en las páginas de ABC en las que se diga que el libro de Infante es un espécimen perfecto de la pornocultura. Es importante porque yo no me atreveré a asegurar que la pornocultura en España la haya creado ABC, pero sí que la ha utilizado de manera continua, deliberada y sistemática durante muchos años. Durante todos los años de su vida. Es posible que no la haya creado, entonces es su silencio vergonzante, cuando la han manejado otros, lo que puede reprochársele, además de su utilización desaforada del género. Una antología -que haremos- de textos de Radio Nacional, editoriales de Arriba, «fondos » de ABC, etc., en los años inmediatos al fin de la guerra, con textos escritos incluso por ese pariente próximo del Opus que dicen que es Carrero Blanco, en los que se insultaba no a las ideas sino a las personas con nombres y apellidos -en sus vidas privadas muchas veces inventadas por pornógrafos como Joaquín Arrarás, Comín Colomer, Mauricio Carlavilla y otros sórdidos-, aclara perfectamente esta cuestión. La prensa y la radio victoriosas crearon un repertorio que dejaría absorto al más audaz libelista actual de cualquier tendencia ideológica. ABC no ha sido menos que Radio Nacional en la antología de pornopolítica y pornocultura, de pornodenuncia y pornocrítica ; actualmente publicaciones misteriosamente financiadas como Fuerza Nueva y Qué Pasa emplean un lenguaje que Ruiz Gallardón jamás ha denunciado, cosa curiosa en hombre tan sensible a estos temas, tan honesto y remilgado como dice ser. ¿ Quién ha inventado en España la pornocultura ? Por lo visto Ynfante, no los que hacían aquellos retratos de personajes enemigos, en el amplio abanico que iba desde Manuel Azaña a Dolores Ibarruri, retratos en los que toda la suciedad del mundo estaba acumulada. En los años sesenta, ahí al lado, pasada toda pasión de postguerra inmediata, un obispo, monseñor Gúrpide, escribía en una carta pastoral sobre el verano, después de hablar de la honestidad de las mujeres españolas : «Pues digan lo que digan, sepa bueno o malo, hay que pensar en que las mujeres sean como las quería Aparisi, como las quería Mella, como han sido las que más hijos han dado a la patria, como aquellas de la Cruzada que cuando recibían la mala racha se sorbían las lágrimas y bendecían a Dios... que para ser de las «otras » ya tenemos bastante en el campo enemigo. » ¿ Quién ha inventado la pornocultura, y la injuria, y la zafiedad añadida y la suciedad en el enjuiciamiento al que disiente ? Durante años ésa ha sido la tónica. Los textos están escritos y parece necesario que a un país físicamente renovado se le refresque la memoria cuando los honestos críticos de la profesionalidad herida se escandalizan.
Pero además Ruiz Gallardón sí que no tiene idea de qué es no ya el gobierno sino el sistema mismo. Porque en cuanto al sistema mismo y por poco concreta que sea esa definición de lo « clerical-autoritario », de lo que sí estamos seguros tanto Ynfante como muchos otros es que si esos nombres citados representan disparidad respecto al gobierno contingente, también representan identificación respecto al sistema perdurable. Y ahí entra la razón del comentario en ABC de Ruiz Gallardón, y la denuncia sobre la pornocultura. ¿ Por qué si es únicamente una injuria, si no es criticable, si se han silenciado tantos textos, igual, más o menos importantes que el de Ynfante, éste no ha sido silenciado ? Porque ha tocado un punto muy sensible, ha dado en el nervio de unas de las contradicciones internas del sistema y ha enfrentado -dentro del sistema y en el sistema, es decir, en la clase- a grupos de presión económica que se disputan parcelas importantes de poder, grupos con distinta visión del desarrollo de sus intereses de clase, que se inclinan por una gestión frente a otras propuestas enfrentadas a la suya. Y preocupado, Ruiz Gallardón advierte que el libro no apunta sólo contra el Opus, que sus contradictores -los del Opus- no lo acojan con alegría, que va contra todos, con más o menos capacidad ofensiva, más o menos razonadamente, con mayor o menor utilidad para el enemigo global de sus intereses de clase, pero apunta a todos y se dirige a todos, y que por lo tanto todos deben hacer frente común como lo han formado en otras ocasiones y como lo formarán cuando haga nuevamente falta. Deben seguir silenciando las acometidas, deben instalar como siempre, y mientras sean útiles, las barreras defensivas de las grandes palabras cada día más deterioradas -por eso el Opus busca otras, además de todo lo demás-, las grandes palabras mentirosas con las que todos los ruices gallardones de plantilla van viviendo.
Ruiz Gallardón ha hecho comentarios al libro de Ynfante, usando de la tan acreditada pornocrítica del régimen, porque este libro de izquierdas ha tenido, por su construcción y por incidir entre dos coyunturas del ensamblaje del sistema, lectores de derechas. El lector de izquierdas, el serio lector de izquierdas, no el antes anecdóticamente citado, cuando existe, pretende globalizaciones de clase y no disquisiciones sobre peculiaridades de los integrantes parciales de esa clase. En este segundo caso lo que necesita, y le basta, es la información, pero no la elevación de la información, y en su detrimento, a niveles no alcanzados de crítica histórica o de instrumentalización doctrinal.
Cierto, puede acusarse -pero desde publicaciones revolucionarias- de confusión a ciertas mezclas de nombres y de tendencias, tanto de la clase en el poder como de las clases enfrentadas a ese poder. Pero no se puede afirmar que los citados no pertenezcan unánimemente al sistema. En la medida en que la denuncia sea total, profunda y definitiva, lo mismo alcanza al Opus que a Areilza, a Aranguren que a Tierno Galván. En un análisis revolucionario de las fuerzas de clase enfrentadas -al menos teóricamente enfrentadas- son matices de tiempo, grado, oportunidad, metodología, etc., lo que separan a unos de esos nombres de otros. En tanto el análisis lo sea de matiz, las diferencias deben ser tenidas en cuenta. En tanto la denuncia esté inserta en el rechazo de unas estructuras de clase, el análisis debe ser globalizador. Y el pornocrítico, si no lo sabe, debiera saberlo.
Al fin y al cabo, ya escribía Pío X en Notre charge apostolique, carta al episcopado francés del 25-8-1910, que « [nuestro predecesor] ha enseñado expresamente que la democracia cristiana debe mantener la diversidad de las clases, que es propia ciertamente de todo Estado bien constituido, y querer para la sociedad humana la forma y carácter que Dios, su autor, ha impreso en ella. Ha condenado una democracia que llega al grado de perversidad que consiste en atribuir en la sociedad la soberanía al pueblo y en procurar la supresión y nivelación de las clases » ; perversidad en la que ninguno de los citados, cristianos o no pero demócratas, está dispuesto a caer.
In Cuadernos de Ruedo ibérico nº 31/32, junio-septiembre 1971
1. Daniel Artigues, El Opus Dei en España, París, Ruedo ibérico 1967. De hecho, ni esta obra, ni la de Ynfante, le ha merecido una reseña al Boletín de Orientación Bibliográfica, cuando sí la de A. Sáez Alba La "otra cosa nostra": la ACNP y el caso de El Correo de Andalucía. Par.is, Ruedo ibérico 1974. Vete a saber por qué... (NDE).