Éditions Ruedo ibérico

Alfonso González-Calero

Ruedo Ibérico La contrahistoria del franquismo


"Mientras tanto, teníamos nuestras propias cosas en que pensar. Otro muchacho, de unos veinte años, había pasado la frontera recientemente. Se llamaba Pepe Martínez, era tímido, usaba gafas y no tenía la menor pinta de héroe. Se trataba de un joven anarquista valenciano, que tras cumplir condena en la cárcel de Valencia, había llegado caminando a París... Aunque al principio hablaba muy poco, resultó ser el más fuerte de todo el grupo y, a la postre, el más revolucionario." (Barbara Probst Solomon, Los felices cuarenta)

Este "joven anarquista", José Martínez, es -desde 1961-el cofundador y director de una editorial muy particular: Ruedo Ibérico. Ruedo ha sido durante más de quince años una de las obsesiones del franquismo, al propiciar la fuente más constante de contrainformación sobre el régimen español y sobre la visión que éste daba sobre la realidad española y sobre la Historia más reciente. Sus publicaciones aparecían -sin saberse muy bien cómo- en las bibliotecas de miles y miles de estudiantes y estudiosos de ese "laberinto español" que es nuestra realidad próxima o remota.

Pero esa empresa que, como el mismo José Martínez dice conviene desmitificar porque ni era tan fuerte como un ogro ni tan oscura como un contubernio, tiene detrás su propia historia: una historia de convergencias y disidencias, de éxitos políticos y dificultades financieras, algo así como un cierto reflejo de la historia del exilio español y de su evolución a lo largo de muchos años.

Ruedo Ibérico acaba de instalarse, por fin, en España. Va a perder, si acaso, ese halo de editorial maldita y perseguida, para pasar a cumplir más eficazmente su misión: la crítica histórica y política de los elementos constitutivos de nuestra conflictiva realidad.


-¿Cómo fueron tus primeros pasos en la vida política?

-Mi vida política es similar a la de cualquier muchacho de mis características. Nazco en el seno de una familia de izquierdas, concretamente anarco-sindicalista. Milito en las Juventudes Libertarias. Me pongo a trabajar muy joven y entro en la sede de la Federación Regional de Campesinos de Valencia de la CNT. Allí me canso pronto del trabajo burocrático que se realizaba y me voy al frente. Entro en una columna anarquista, naturalmente, y pasado otro año, lo abandono, ya que no estaba aún en edad militar y había ido como voluntario. Marcho a las Milicias de la Cultura, dependientes del Ministerio de Instrucción Pública, y en ese puesto acaba para mí la guerra. Soy detenido y enviado a una cárcel, de donde paso -por menor de edad- a un reformatorio, en el que estoy dos años y medio. Me sacan de allí para hacer el servicio militar, con mi quinta, la del cuarenta y dos, que nos tocó hacer cuarenta y cuatro meses de "mili". Acabo el servicio en mil novecientos cuarenta y cinco, me pongo a trabajar y en mil novecientos cuarenta y siete soy detenido de nuevo y acusado de organización clandestina y propaganda ilegal. En el verano de mil novecientos cuarenta y ocho, mi organización decide que me exilie. Paso clandestinamente a Francia para formar parte de la delegación exterior de las Juventudes Libertarias. En aquella época, los anarquistas atravesaban un período de bastantes querellas internas que paralizaban la actividad política, así que al poco tiempo dejo mi puesto de representación y comienzo mis estudios.

-Por esta época se sitúa la creación de "Península", el trabajo en la FUE, y otros episodios que Barbara P. Solomon cuenta en sus Memorias recientemente publicadas...

-Sí, en efecto. Inmediatamente después de dejar los cuadros orgánicos del movimiento libertario, emprendo estas tareas: trabajo en la Federación Universitaria Española (FUE), edición de la revista "Península", etcétera. Fui el último secretario de la FUE en el exilio. Como es sabido, la FUE había estado hegemonizada por los comunistas durante la guerra -concretamente Ricardo Muñoz Suay había sido el presidente de la Confederación Nacional de FUE- bajo la influencia directa de Santiago Carrillo, secretario general de la JSU. La FUE cae en manos de liberales, republicanos de izquierda, como Carmelo Soria (el hijo de don Arturo), Nicolás Sánchez Albornoz, Manuel Lamana, etcétera, y cuenta con la presencia también de anarco-sindicalistas.

-¿Y es en el seno de la FUE donde surge la idea de "Península"?

-No. "Península" es una idea personal de otro de los miembros de FUE, Paco Benet -hermano de Juan, el ingeniero y novelista-. Yo no hice más que ayudarle, igual que otros, como Josep Pallach, también muerto hoy día, etcétera. Era una tribuna juvenil, bastante personal, a base de las ideas de Paco y otros colaboradores, donde se trataba de plasmar la voz de diversas tendencias, pero sin una finalidad política demasiado perfilada. En ese sentido sí se puede comparar con Ruedo Ibérico, que surgiría muchos años después, en mil novecientos sesenta y uno.

-¿Qué pasó luego, tras la desaparición de la revista? ¿Qué sucede en esos diez o doce años hasta que aparece Ruedo...?

-Por aquella época se produce la huida de Cuelgamuros de Lamana y Nicolás Sánchez Albornoz, que había sido preparada por Paco, que contó con la participación de Barbara P. Solomon y de una hija de Norman Mailer. A raíz de esto, Paco Benet tiene que exiliarse. Nuestra actividad política se centraba por entonces en organizar congresos de estudiantes y conferencias en las que se denunciaba al régimen de Franco. Cuando esto acaba, viene el descorazonamiento del grupo y cada uno de sus miembros afronta su vida según su particular situación: Nicolás se va con su padre -don Claudio- a Argentina. Lamana se casa con una hija de los Luzuriaga, que estaban en Argentina y también se marchan para allá. Paco Benet había muerto.

Se produce, podríamos decir, una diáspora en la diáspora. Me quedé yo solo, del grupo, en París. Seguí viendo venir a muchos exiliados y regresar a otros. Por los años cincuenta y cinco y cincuenta y seis vi llegar las primeras oleadas de hijos del régimen exiliados: a Víctor Pradera, Rafael Sánchez Mazas, Bustelo, Kindelán, a Antonio García López..., con muchos de los cuales participo tratando de hacer algo, un centro de estudios sociales o algo semejante. Después vi venir, en el sesenta y dos, a los exilados del contubernio de Munich, a Ridruejo, a Ignacio Fernández de Castro, etcétera.

-Concretando un poco: ¿Cómo se gesta, cómo surge la idea concreta de hacer Ruedo Ibérico?

-Yo creo que la idea de hacer algo semejante estaba ya por entonces en el ambiente, y lo extraño es que nadie antes la hubiera intentado realizar. La necesidad de información existente coincidía en ese momento por unas posibilidades técnicas de realización. Si Ruedo hubiera nacido en el cuarenta y cinco, probablemente habría tenido más incidencia en el exilio que la que ha tenido luego, pero lo que es seguro es que no habría podido pasar al interior porque en esos años la frontera era absolutamente impermeable. Pero al final de los años cincuenta empieza a detectarse un cambio: el auge del turismo flexibiliza mucho los controles aduaneros, los estudiantes empiezan a viajar en uno y otro sentido, el plan de estabilización del cincuenta y nueve provoca una salida en masa de emigrantes, muchos de los cuales vuelven periódicamente a España por vacaciones, etcétera. A otro nivel, hay un afán de la generación joven de la inmediata posguerra por responder a una serie de porqués, por recuperar sus propias "señas de identidad" (no es por azar por lo que Juan Goytisolo ha titulado así una de sus novelas), por querer saber las causas de la guerra, las consecuencias del trauma, la configuración del franquismo, etcétera, y a esa generación empieza a serle insuficiente la información oficial que proporciona el régimen... Todo esto, unido a las posibilidades efectivas de que pudiera realizarse, hacen que la idea tenga viabilidad. No sé si fui yo el que me di cuenta. El caso es que un día, en una reunión de amigos, alguien planteó la necesidad de hacer algo contra el régimen, al margen de los partidos tradicionales, y decidimos crear una editorial. Por supuesto, no era -ni es- la única editorial española del exilio. Ha habido muchas otras, con una magnitud tan importante como Ruedo, por ejemplo Ebro, o las Ediciones Catalanas de París, o Mugalde. La única diferencia tal vez está en que hemos tenido más suerte, hemos sabido durar más, hemos acertado con algunos títulos..., qué sé yo.

-¿Otra de las claves del éxito podría tal vez ser la penetración relativamente importante en el mercado español, pese a las condiciones de clandestinidad que pesaban sobre vuestros libros?

-Nosotros no hemos sido nunca una editorial clandestina. Nunca ha caído sobre nosotros una represión directa de las autoridades españolas. Las operaciones comerciales con España, desde el punto de vista francés, eran absolutamente legales. Siempre enviamos los paquetes por correo, con una dirección determinada. La clandestinidad empezaba cuando llegaban aquí. En España ha habido, por supuesto, sanciones, multas, incluso cierres de librerías por vender nuestros libros. Posteriormente nos pusieron una bomba en nuestra librería de París, lo cual evidentemente no hizo el Gobierno francés, sino servicios paraestatales españoles.

-¿A qué se debían, pues, los precios astronómicos de vuestros libros?

-Los precios eran caros porque los circuitos por los que tenían que pasar los libros eran caros y porque se trataba de circuitos exclusivamente comerciales. Nunca hemos seguido vías de distribución militantes.

-Es decir, que la clave del misterio no estaba más que en el nombre del destinatario de los libros en España.

-Exactamente. Lo más normal era que no llegaran los envíos sueltos a particulares o a librerías aisladas de ciudades pequeñas, pero en los demás casos no había ningún problema, salvo durante un período de dos años, en el cual no pudimos enviar ningún libro a España porque tuvimos un individuo infiltrado en la editorial.

-¿En qué momento surge la idea de hacer, dentro de la editorial, una revista, "Cuadernos de Ruedo Ibérico"?

-La cosa surgió a raíz de la expulsión del Partido Comunista de España de Claudín y Semprún, en el sesenta y cuatro. Yo me encuentro con ellos no para hacer una revista, sino porque ellos me habían pedido que yo les editara el texto de las discusiones en el Partido, que ahora acaba de publicar Claudín (Documentos de una divergencia comunista. Editorial Libros del Viejo Topo, Barcelona) y que circulaba de mano en mano por los medios del exilio. Yo me negué en base a razones puramente comerciales, porque el precio del libro -pensaba yo- lo iba a hacer prohibitivo para una amplia mayoría de interesados en él. Nos despedimos un poco contrariados por no haber podido llegar a ningún acuerdo y entonces uno de los tres -no recuerdo si Fernando, Jorge o yo- dijo. "Qué lástima que no podamos colaborar en algo". Y a continuación creo que fui yo quien respondió: "¿Por qué no hacemos una revista juntos?". Ellos aceptaron y al día siguiente yo les llevé una maqueta y un presupuesto que tenía hechos hacía tiempo. Y a los dos meses aproximadamente salió el primer número.

En los siguientes números, hechos a trancas y barrancas, nos repartimos la redacción a la mitad: por un lado, la gente que provenía del grupo primitivo de Ruedo y, por otro, el núcleo de expulsados del Partido Comunista de España (los citados más Francesc Vicens y otros), y una persona que cumplía los dos requisitos, Eduardo García Rico.

-¿Cómo ves tú hoy aquella primera y lejana etapa de los "Cuadernos de Ruedo Ibérico"?

-"Cuadernos..." fue una revista política a causa de la presencia del grupo de expulsados del Partido Comunista de España, pero también a pesar de ella. Fue algo más que una voz en el desierto, como alguien la ha calificado. La línea política la dieron sus colaboradores, y éstos venían de horizontes muy distintos. Es decir, practicamos lo que yo he llamado después "frentepopulismo cultural", una política de contrainformación basada en presupuestos meramente antifranquistas, sin preocuparnos, más allá de eso, por la adscripción política concreta de cada uno.

-Hablamos de dos etapas en la vida de la revista: ¿cómo se va pasando de ese primer momento de "frentepopulismo cultural", como tú le llamabas antes, a las posturas ideológicas y políticas más definidas que hoy mantenéis, y cómo se va fraguando el grupo que anima esta segunda etapa de la revista?

-"Cuadernos de Ruedo Ibérico" surge de una conjunción accidental del grupo de expulsados del Partido Comunista de España y algunos de los colaboradores más estrechamente ligados al grupo editorial de Ruedo. Esta conjunción no cuajó en una línea política determinada creo que porque ni Claudín, ni Semprún, ni sus amigos tenían un proyecto político concreto o no querían tenerlo, o este proyecto no podía tener realidad si no era dentro de los cuadros del Partido que les había expulsado, y por tanto no hicieron de los "Cuadernos de Ruedo Ibérico" la bandera de este proyecto. Yo creo que objetivamente era posible, a condición de que esa voluntad hubiera existido en Claudín y Semprún; creo que si ellos hubieran lanzado una bandera con una plataforma política en "Cuadernos de Ruedo Ibérico", muchos jóvenes intelectuales españoles se hubieran adscrito a esta línea: algunos procedentes del Partido Comunista de España, otros expulsados junto con ellos mismos, pero también gente periférica, procedente de los grupos y grupúsculos de la nueva oposición que se estaba formando en España desde el final de los años cincuenta, tales como la Agrupación Socialista Universitaria, el Frente de Liberación Popular, etcétera. Creo que esto está demostrado por los hechos, primero porque los "Cuadernos..." no tienen una línea política concreta en esa primera época y, segundo, por la cantidad de colaboraciones espontáneas de jóvenes intelectuales, entonces en formación, que escriben con ocasión de estancias en Francia, por viajes de estudio, o por persecución policial.

-¿La revista se hacía pensando más en el mundo del exilio o en el interior del país?

-"Cuadernos de Ruedo Ibérico" no es una revista exilada, lo que no quiere decir que los exilados no hayan colaborado en ella, sino que la voluntad esencial de la revista era de cara al interior de España, incluso aunque circulara poco. Es evidente que a nivel de ventas, de beneficios, la revista ha sido siempre un fracaso para la editorial, pero a nivel de influencia ha sido mucho más positiva: los "Cuadernos..." se han leído mucho más de lo que se vendían, es decir, que un mismo ejemplar circulaba de mano en mano y no se quedaba en la biblioteca del que lo había comprado.

-Volviendo a lo anterior, ¿cómo se va perfilando el grupo animador de la segunda etapa?

-En la segunda época influye seguramente una revolución ideológica del grupo central de redacción. Cada uno de sus miembros perfila sus posturas ante los problemas políticos. Hay también una influencia del entorno, es decir, de la evolución del mundo informativo español y del mundo político; es evidente que muchos colaboradores de Ruedo han evolucionado políticamente y, sobre todo, han tenido la oportunidad de expresarse en otros medios de comunicación con mayor eficacia inmediata. Esto se traduce en una reducción numérica del grupo y en una polarización política de los que quedan. También la evolución del mundo editorial ha hecho que el "frentepopulismo cultural" que veníamos haciendo nos pareciera en un momento determinado que había dejado de interesarnos y que por lo tanto, había que hacer más estricta la línea política de la revista en un sentido que quedaba reflejado en la editorial del número cuarenta y tres, primero de la segunda época (enero-junio de mil novecientos setenta y cinco):

"Nos vamos a esforzar en contribuir a la crítica de las bases teóricas o ideológicas que han inspirado el movimiento obrero y revolucionario, para ver en qué medida el mito sustituyó al análisis o los esquemas preconcebidos condicionaron los resultados y luchas, para hallar la explicación de los procesos degenerativos de las organizaciones revolucionarias, para distinguir en el arsenal teórico del movimiento revolucionario los elementos que siguen siendo útiles, de aquellos que no constituyen hoy, o no constituyeron nunca más que un lastre para el mismo".

Es decir, que si en la primera época el blanco preferente de "Cuadernos de Ruedo Ibérico" era el régimen franquista, en la segunda será la crítica de la izquierda, más que el propio régimen en el cual se desarrolla esa izquierda, el nuevo objetivo a cumplir.

-Pero en ese texto no puede deducirse a primera vista una proclamación de fe anarquista ni siquiera libertaria.

-Por supuesto. Yo creo que a "Cuadernos de Ruedo Ibérico" no se la puede calificar de revista anarquista, aunque sí -tal vez- de libertaria. Si se hace una crítica radical de los elementos constitutivos a nivel ideológico y orgánico de la izquierda, se llegan a unas conclusiones libertarias. Es evidente que el marxismo, en su esclerosis político-estatal, no ha liberado a los pueblos: ha hecho transformaciones fundamentales en las sociedades en las que ha alcanzado el poder. Estoy hablando del marxismo como un "corpus" dogmático y como organización que pretende servir a ese "corpus". Hablo del Partido Comunista y de las doctrinas oficiales de los partidos comunistas en sus diversos momentos. El marxismo creo que no ha liberado al hombre. Ha influido mucho allá donde ha conquistado el poder; también donde no lo ha conquistado; una influencia positiva y negativa a la vez... Una crítica de todos estos fenómenos nos conduce a una apertura libertaria; eso se está viendo en todas las transformaciones de lo que se viene llamando neomarxismo, en la potenciación de los elementos así mismo llamados libertarios dentro del pensamiento de Marx, en las veleidades de síntesis entre marxismo y anarquismo, etcétera. En cualquier caso debe quedar claro que mientras el marxismo es un sistema establecido, el anarquismo es una corriente de pensamiento. Ciertamente hay muchos elementos comunes entre el pensamiento de Bakunin, el de Kropotkin y el de Malatesta, por poner tres ejemplos significativos, pero existe también mucho de anarquismo, de libertarismo en pensadores que no pueden ser catalogados sin más como anarquistas, como son los americanos Herbert Read o Noam Chomsky, o como Rudolf Rocker, que podría considerársele como un radical de izquierdas imbuido por una cierta corriente libertaria.

Entonces puede comprenderse que una declaración de principios de un grupo que no es ni mucho menos un partido, sino un grupo de pensamiento, de análisis, de crítica tampoco puede ser muy concreto en su adscripción política.

-Claro, pero un grupo de pensamiento también tiene sus proyectos de intervención o transformación de la realidad. No se limita a opinar. Entonces, el grupo de Ruedo Ibérico, ¿cómo perfila ese proyecto político, cuáles son sus relaciones con el movimiento libertario organizado, con CNT en concreto?

-Evidentemente, "Ruedo Ibérico" no es de la CNT. No puede afirmar querer ser de la CNT. Tampoco la CNT ha afirmado que sea suyo. En primer lugar, yo creo que puedo considerarme el animador de la revista y, aunque soy de origen anarco-sindicalista, no pertenezco a la CNT, y no lo soy por un escrúpulo: yo en Francia, profesionalmente, tengo un "status" de patrón, y como considero que CNT es una sindical, no veo oportuno pedir mi ingreso en ella. "Cuadernos de Ruedo Ibérico" no aspira a tener un programa político. Eso no quiere decir que no adoptemos tomas de posesión específicamente políticas. El número cincuenta y cuatro, por ejemplo, constaba de un solo artículo: "Por una oposición que se oponga", y era clara, directamente político, aunque no traslucía ningún programa concreto.

-¿Qué incidente tiene o puede tener en tu opinión vuestro trabajo -de análisis, de difusión- sobre la transformación de la realidad?

-Yo creo que sí se pueden evaluar de algún modo ciertos resultados. Te decía antes que "Ruedo Ibérico" nace porque hay unas necesidades objetivas que lo hacen posible y porque hay una necesidad de que exista. La influencia que haya podido tener sobre la conservación -conservación más que creación- de la memoria colectiva de los vencidos y la contrainformación antifranquista es limitada. Primero, porque la capacidad de producción de Ruedo no ha sido muy grande; sus fuerzas eran mínimas, sobre todo comparadas con los medios de información -o desinformación- que tenía el régimen, por un lado, y la clase dominante, por otro.

Ruedo Ibérico -en especial la colección "España Contemporánea"- ha tenido una influencia que se puede percibir en un estudio de la prensa española. Ha influido en la historiografía de la guerra civil, no sólo porque ha despertado la apetencia y ha dado estímulos a ciertos españoles, siempre muy reducidos: hay que tener en cuenta que la cantidad de españoles que se conciencian a través de publicaciones exteriores -o incluso interiores- ha sido muy pequeña. Las condiciones de clandestinidad hacían que este mundo, que alguien ha calificado de "exilio interior", fuera muy reducido, de algunos miles de personas, pero pocos.

Una de las cosas que más me satisfacen, que más halagan mi vanidad, es cuando a veces me presentan a alguien que no me conoce y al decirles que soy el director de Ruedo Ibérico exclaman: "Hombre, Ruedo ha sido quien nos ha dado el pan informativo, quien nos ha formado en los años sesenta".

-¿Las represalias del régimen contra Ruedo pueden ser uno de los reflejos de esta influencia?

-Sí. Nuestra polémica con Ricardo de la Cierva, que ha sido grande, a veces directa, porque nos ha hecho agresiones en la prensa, aparte de los ataques administrativos que nos hacía aprovechándose de su condición de funcionario del régimen, ha sido también muy violenta y nos ha demostrado que teníamos una cierta eficacia, incidencia. Hay una anécdota en este sentido, que tiene cierto interés: a uno de mis autores más importantes, en una cena, le dijo Fraga -cuando era ministro de Información y Turismo- que no le preocupaban tanto los libros que Ruedo Ibérico había publicado como los que iba a editar a continuación.

Yo creo que sí, que hemos tenido una influencia real, palpable, aunque reducida.

-Reducida a unos pocos miles como tú dices, pero teniendo en cuenta que esos pocos miles forman -quiérase o no- una cierta élite política, una cierta vanguardia...

-Sí, es cierto; lo que yo quería era insistir en dos cosas. Primero, la debilidad material de Ruedo y, después, las condiciones que el régimen imponía al mundo informativo español: una losa que hacía que los únicos capaces de levantarla eran aquéllos con un compromiso serio, con una voluntad política, etcétera. Lo cual en condiciones de clandestinidad no es lo mismo que en condiciones de permisividad en materia de libertad de prensa, como ahora.

En Triunfo nº 792, 1 de abril 1978, pp. 26-28