hijos, nietos, bisnietos, tataranietos del 98 (...) vertiendo raudales su simpático don de gentes: si me citas te cito, si me alabas te alabo, si me lees te leo: original y castizo sistema crítico...
J.Goytisolo. Reivindicación del conde don Julián
Probablemente debiéramos partir poniendo de manifiesto que esa singular trayectoria histórica dentro del acontecer político-cultural hispánico representada por José Martínez/Ruedo Ibérico, no es hoy sino un espacio en blanco en las páginas de los libros de historia o un silencio inaudito apenas registrado en los ecos de debates y congresos universitarios, que esclarecen más cuanto más obvian. Porque en la indagación por las fuentes documentales y la memoria histórica que tan difícil rastro dejan en nuestro país, los silencios nos conducen siempre a las fronteras de un abismo presentido que acaso las palabras cubran con su manto retórico. Quede el lector advertido que la pistas de estas huellas que ahora rastreamos van encaminadas a vislumbrar otro destino extraviado, inevitablemente trágico.
Un somero recorrido -no podría ser de otro modo- por las reflexiones teóricas en torno al proceso cultural desarrollado en la España del siglo XX pudiera avalar este panorama de ausencias y silencios. Dejando a un lado los habituales cortes cronológicos en torno a los años 1936-39 que pueden sorprendernos en este tipo de estudios y partiendo de la escasez de análisis globales en torno a la singladura de las diferentes corrientes ideológico-culturales (porque habría que advertir que tal vez hubiera más de una), el panorama español en su evolución por este siglo podría quedar como sigue, de acuerdo a una línea de interpretación harto frecuente y casi obsesiva (1): orígenes de un pensamiento liberal en el último tercio del siglo XIX de acuerdo con la puesta en marcha de la atrasada revolución burguesa; matización, con la crisis finisecular, de una identidad existencial (esencial?) para siempre ganada; enriquecimiento de ese pensamiento a través de la línea continua seguida por el Krausismo-Regeneracionismo-Institución Libre de Enseñanza, importada de los regímenes liberales en boga; florecimiento de una vanguardia artística (fundamentalmente literaria y pictórica) y de un pensamiento filosófico propio (ya esbozado por los hombres del 98) a partir de la figura de Ortega; ruptura dramática e involuntaria del proceso a consecuencia de la Guerra Civil y la postguerra (con sus muertes, ejecuciones y diásporas) y definitivo, aunque paulatino, restablecimiento de la "normalidad cultural" durante la modernización de la sociedad española, puesto de manifiesto definitivamente con la llegada en la mítica fecha de 1968 de los valores propios de toda sociedad moderna: la privatización, el hedonismo, el narcisismo, la promiscuidad y el consumo. (2)
No es este el espacio destinado para dirimir acerca del valor que representan o esconden expresiones del tipo Modernización, Modernidad o Normalidad Cultural; el escueto recorrido por las particularidades de nuestra cultura arriba sugerido debiera, por encima de otras cuestiones, alertarnos sobre dos grandes velos -o tal vez uno desplegado en fases históricas diferentes- que han pretendido cegar la visión de una realidad histórico-social determinada, ocultando los efectos devastadores de una ideología reacia y reaccionaria a cualquier conato de discurso critico autónomamente elaborado: el primero de esos velos acabaría por destrozar la percepción popular de una cultura propia (3), acaso algo ramplona, pero de profundo calado ideológico (fundamentalmente anarco-sindicalista y libertario) entre las capas bajas de la sociedad; instalada activamente en los pueblos y ciudades del país (tradición oral, casas de cultura, sindicatos, teatros ambulantes, etc.), demostraría un alto nivel de convivencia con la tradición liberal heredada. Esta destrucción (1936-1939) sigue un proceso histórico ya iniciado contra este tipo de cultura -que bien pudiéramos llamar "popular"- en Italia (1922) y Alemania (1933) (4) , si bien en estos casos con una raigambre en las ideologías socialista y comunista. Es más, se puede afirmar que una de las motivaciones sustanciales en el ascenso de los fascismos (que, frente a la interpretación histórica de los totalitarismos, los distanciará de los regímenes comunistas) consistirá en destruir los cimientos de unos valores socialmente arraigados en los principios de la cooperación y la solidaridad.
El segundo de los velos -o el envés del antes aludido- no tiene parangón en el entorno geográfico-histórico europeo de los años sesenta, setenta y ochenta (5) y sería aquel que excluye cualquier posibilidad de expresión radical (en el sentido liberal/anglosajón del término) a través de la acción o el pensamiento, si no es en aras de los dictados de una modernidad supuestamente "recuperada", pero realmente impuesta a través de la violencia de una dictadura militar. Esta modernidad que conocemos no sólo es incompatible con el autoritarismo, sino que algunas veces (...) fue diseñada con él y a partir de él. (6) Así es como las declaraciones con un cierto matiz critico fueron pasando, a partir de entonces, por el cedazo de una censura en expansión progresiva, ejercida expresamente desde los aparatos de poder, entendiendo por estos no sólo los localizados en las instituciones gubernativas, sino también -aquí está lo grave- en las cúpulas de ciertos partidos de izquierda cada vez menos ingenuos . Así lo entendía Martínez en 1980:
En tiempos -¿tan lejanos ya?- de la dictadura de Franco el sistema venoso de la memoria colectiva regaba con mayor fecundidad los tejidos de la sociedad sometida al Estado español. Seguro que porque el pasado constituía entonces la base del futuro, de un futuro deseado, de un futuro posible, y hoy ya no es asi. (...) Estimo que quienes han contribuido con mayor eficacia a desconectar los explotados, los oprimidos, los alienados de su pasado han sido las "fuerzas" políticas de la izquierda, y esto no sólo se limita al PSOE y al PCE y a sus aliados y sucursales regionales o nacionales, sino también a la que aspira -a falta de poder ser otra cosa- a que la califiquen de izquierda extraparlamentaria. Con alguna excepción, estrictamente limitada en el espacio y es de temer que también en el tiempo. (7)
La asunción de estos condicionantes aplastantes pondría al descubierto lugares comunes dentro del discurso ideológico tan cargado de historia en el que nos encontramos atrapados hoy: temor todavía rememorado de las dos Españas; desapego por el pensamiento crítico (imposibilidad de pensar la alteridad), suplantación de la indagación histórica por la construcción sociológica; acatamiento y respeto mal entendido a la jerarquía burocrático-cultural institucionalizada en las universidades, academias y administraciones varias, etc. Producto todo, en definitiva, de una concepción ideológica triunfante en la batalla histórica que en su materialización ha esparcido el abono necesario para los silencios antes aludidos.
No se hace difícil comprender, en esta línea, el prolongado borrón y cuenta nueva en torno a la Editorial Ruedo Ibérico y su director/fundador José Martínez. Ambos -si es que se pueden disociar en algún momento empresa y personaje-contendrían los elementos que les hicieron hostiles al pensamiento escolástico de nuestros rectores intelectuales: raigambre libertaria, vocación histórica, afán didáctico, debate intelectual y combate ideológico. Cualquier referencia al debate político-cultural durante la dictadura debiera repasar obligatoriamente el catálogo de publicaciones de la editorial como simple ejercicio de higiene mental y deuda intelectual hacia un proyecto esforzado en
facilitar tanto a los españoles del interior como a los de la diáspora aquello que más desesperadamente buscaban: por un lado, los materiales y documentos que les negaba el franquismo, a fin de poder juzgar la historia contemporánea del país, los orígenes y responsabilidades de la guerra civil, las razones del triunfo de Franco...; por otro, la elaboración de un análisis político no condicionado por el sometimiento a las conveniencias y consideraciones tácticas de ningún grupo o partido. (8)
Sin embargo, el panorama bibliográfico español no sólo no reconoce deuda alguna con la editorial parisina, sino que se obstina en silenciar la empresa como perteneciente al reino del Nunca Jamás. Bastaría un rápido repaso por algún sesudo análisis acerca del panorama cultural español durante el franquismo para ilustrar esta afirmación, que bien pudiera entenderse exagerada por alguien. Así ocurre, por ejemplo, con la, para algunos, síntesis obligada de memoria histórica sobre el pensamiento y la cultura españolas durante los años del fascismo (9), en donde apenas se nombra a Ruedo Ibérico más que para señalar la aparición en 1965 de sus Cuadernos, sin ningún otro tipo de consideración al respecto; o en un apartado escuetamente titulado "Cultura" dentro de una monografía sobre la España postfranquista (10), cuando su autor cierra el balance de esos años sin hacer referencia expresa a la desaparición de la revista y/o editorial, mientras no deja sin citar prácticamente ninguna de las publicadas dentro de la piel de toro; o cuando ese mismo autor obvia reflexiones de diferentes intelectuales acerca del proceso cultural durante la dictadura, tan sugerentes para entender la problemática de la falta de libertad creadora e, incluso, de parte de la oposición política real, como puedan ser la "pérdida de la tradición contemporánea", el "bloqueo de la memoria colectiva" o la "regresión estética de la lengua" (11), despachándolas con esa sentencia (pues no existe argumentación alguna) que declara la continuidad de una tradición liberal nunca perdida...
Silencios todos, en fin, que constatan la profunda derrota -otra más- de aquellos que se han opuesto a la asimilación cultural de esta gran estafa histórica llamada presente.
La atalaya de Ruedo Ibérico
Toute sa vie en prison/en exil. A son retour Alberto a resisté et s'est battu. Mais y a-t-il encore aujourd'hui une place pour les gens qui, comme lui, ont sauvé la mémoire et revé l 'avenir? Qui, comme lui "ne peuvent s'empêcher d'être toujours un peu ailleurs"?
F. Maspero: La Plage noire
Quizás no sea éste el lugar más adecuado para seguir una trayectoria biográfica fundamentada en la lucha, la derrota y el exilio...; pero bastaría con asomarnos por alguno de esos resquicios que a veces deja abiertos la memoria para tener constancia de la determinación perenne de algunos hechos históricos en la actitud vital y aun la salud física y mental de José Martínez. Apenas unos destellos fugaces serían suficientes para iluminar la incuria que ha hecho de aquellos polvos pasados estos lodos presentes: la pistola en la mano de un adolescente valenciano, allá por el año 39, liberando a su ciudad del presente ominoso en nombre de un futuro igualitario; el enclaustramiento lento de dos años y medio de reformatorio; una "liberación" peregrina devenida en disciplina castrense durante cuatro años perpetuos; el exilio solitario del 48 y del 49 y del cincuentaitantos... hasta la experiencia Ruedo Ibérico en 1961. Y después, la penuria económica; la lucha política; la persecución ideológica; el abandono de supuestos amigos, supuestos compañeros de ideales, y el desexilio, tan solitario como la propia muerte.
Es el transcurrir del tiempo histórico sin modificaciones políticas sustanciales el que transformará a Martínez en un hombre progresivamente abatido con un estado físico siempre enfermizo, rayano en lo aprensivo. Habrá que ver su escepticismo hacia los acontecimientos políticos españoles en términos similares a la indiferencia que le produce pasear diariamente hacia la Rue de Latran -sede de la editorial muy cercana a la Sorbona- por las calles de París en 1968, sin apenas detenerse en las barricadas, conocedor como nadie no sólo de la represión gubernamental, sino de la inevitable traición "gauchiste". Y en íntima relación con ese pesimismo asfixiante, la cadena de enfermedades, accidentes y afecciones de diversa índole que le acompañarán a lo largo de su vida y que harán de la estancia en Prades -localidad de descanso- un lugar cada vez más frecuentado.
En esta tesitura, la aventura de Ruedo Ibérico no será tanto tabla de salvación, como atalaya desde la que vislumbrar un país -el suyo- ya para siempre desmemoriado y sin porvenir, allí donde él y su empresa habían pretendido la salvaguardia de la memoria desde la que abrir caminos hacia nuevos horizontes. El paso de los años sólo deja desgaste y clarividencia:
Tampoco me gusta España. La tierra sí. Los hombres, en general, no. Cuarenta años de franquismo pesan más que veinte de fascismo. Significan la desaparición casi total de las generaciones que conocí, el aplastamiento vital de otras dos -una de ellas la mía-, el nacimiento de otras dos que no conocieron a aquellas entre las que me formé. Todo ello con la potenciación de los estragos culturales que conlleva el establecimiento de la sociedad de consumo, que en España ha sido el establecimiento de la "seudosociedad de consumo" (12)
Tampoco debería ser éste el sitio más adecuado para hacer un recorrido por la trayectoria de la editorial Ruedo Ibérico (precisamente porque somos conscientes de que todavía queda por elaborarse un estudio general sobre su significación en diferentes ámbitos); nos conformaremos con rememorar sus principales objetivos y alguno de los títulos de su nutrido catálogo para poner en evidencia la trascendencia política e intelectual de la empresa, tanto más importante cuanto más oprobiosos son los olvidos que siguen aullando aún hoy en torno a este tema.
Ruedo Ibérico nacía en París en 1961 con tres objetivos claros, según manifestará después su director en repetidas ocasiones: ejercer una oposición al régimen de Franco; combatir contra la visión franquista de la guerra civil e iniciar una biblioteca política española.(13) Los dos últimos puntos podrían avalarse con la relación, a modo de ejemplo, de los siguientes títulos publicados: El laberinto español, de Gerald Brenan; La guerra civil española, de Hugh Thomas; Falange de Stanley Payne; Historia de la España franquista de Max Gallo; El mito de la cruzada de Franco de Herbert Southworth o La muerte de García Lorca de Ian Gibson. No habría que recordar que todos esos títulos aparecían por vez primera en el mercado del libro y se filtraban por la frontera pirenáica hacia alguna de las trastiendas de las librerías españolas, con un fuerte riesgo de registro y confiscación policiales y con un margen escaso de ganancia para la editorial.
De la declarada oposición antifranquista da cuenta la trayectoria de los Cuadernos de Ruedo Ibérico a partir de 1965. Para muchos de los que vivieron el franquismo, la aventura Ruedo Ibérico estuvo en gran medida identificada con los Cuadernos. Si la propia editorial había nacido con una clara vocación político-ideológica, la aparición de Cuadernos, a raíz de la expulsión de Semprún y Claudin del Partido Comunista, iba a reafirmar ese propósito cuando declaraba como principio una consigna tan concisa como rotunda: el "frente-populismo cultural". Se trataba con ello de combatir la producción ideológica que el franquismo emitía fundamentalmente desde sus órganos de opinión y difusión públicas (Prensa del Movimiento) y contrarrestarla a partir de una "contra-información" certera en todo lo concerniente a la realidad socio-política española:
Frentepopulismo cultural"; sus objetivos eran, por una parte todo el régimen franquista y, por la otra, llevar a cabo una política de contrainformación. (...) Por ello, aunque impresa en Francia y aunque en ella escribiesen muchos nombres del exilio, CRI nunca fue una revista del exilio; fue una publicación del interior obligada a editarse en París por la censura franquista (14)
La empresa Ruedo Ibérico/Cuadernos de Ruedo Ibérico (15) resulta más meritoria cuanto mejor conocemos el ambiente editorial-cultural de los años sesenta en España: apuntaremos a modo de rápida contextualización y como referencia comparable, la existencia por aquella época de una revista (también posterior editorial) con similares propósitos -servir como plataforma de oposición al régimen- y de contenido marcadamente político: Cuadernos para el Diálogo. (16) El mismo año en que aparecieron los CRI (1965), Cuadernos para el Diálogo publicaba una gran variedad de artículos de los que sobresalían (por su mayor profundización teórica y por su reiteración en sucesivos números) aquellos que incidían en el análisis post-conciliar del Concilio Vaticano II, en el redescubrimiento de la talla intelectual de Teilhard de Chardin o en los albores del debate entre marxistas y cristianos -aquel que unos años más tarde tacharía Manolo Sacristán de estéril.
Sin la más mínima intención de restar mérito a la revista dirigida entonces por Ruiz Jiménez, uno de los escasos lugares en donde se podían abordar temas tabúes y semi-clandestinos para el régimen, aún cuando fuera de soslayo y desde una óptica deliberadamente jurídico-legal universitaria, lo cierto es que Cuadernos para el Diálogo afrontaba desde su sede en Madrid (17) un pulso muy particular al régimen franquista, a partir de una estrategia de asimilación y asunción del pasado histórico diseñado por el aparato ideológico fascista, especialmente en todo lo referente a la historia del siglo XX y finales del XIX. Asusta, en ese sentido, comparar el número de artículos dedicados a temas de actualidad sociológica o prospección política (futuribles), con aquellos en los que se aborda cualquier problema histórico/historiográfico. Cuando esto último se produzca será a través de las coordenadas ya sabidas (y apuntadas más arriba): recuerdo de la guerra civil como confrontación entre hermanos de la misma sangre y, en tanto tal, como acontecimiento moralmente reprobable e interés por recuperar un exilio liberal (exclusivamente) tan tristemente distante. La historia de España a partir de 1931 que hoy conocemos -la que hemos heredado- se gesta ya en los años sesenta en referencias al pasado y -lo que resulta más grave- un diseño de un futuro.
En esta breve incursión por Cuadernos para el Diálogo contaremos a modo de anécdota, pero como dato revelador, que tras la muerte de Franco también esta revista quiso hacerse eco de la figura de José Martínez como referente político-cultural de la oposición en el exilio. (18) No deja de ser paradójico en ese sentido, que el tratamiento de Cuadernos para el Diálogo con José Martínez en sus números de 30 de abril y 11 de junio de 1977 acabaran por romper una relación epistolar de largo mantenida entre Pedro Altares, a la sazón director de la revista, y José Martínez. Más allá de la anécdota, permanece el gesto de la llamada "izquierda democrática", aquí representada por los Cuadernos:
Querido Perico: mis últimas cartas quedaron sin respuesta tuya. Mi interés por explicarme en las páginas de C.P.D. -despertado por tí mismo en Frankfort- era debido a las muchas inexactitudes que otros órganos de prensa publicaban sobre R.I. Hoy veo que tu semanario peca de inexacto en este sentido. En realidad, desde la muerte de Franco ningún periodista ha sido tan insidioso con R.I. como lo ha sido Fernando García en tu número del 30 de abril. (19)
Aunque los CRI sobrevivieron a 1975, habría que convenir con Martínez que la muerte de Franco supone en cierto modo la muerte de CRI, por cuanto su prurito contrainformativo dejaba de tener sentido en un país que alejaba de sus hábitos comunes la censura periodística declarada; sin embargo, habría que recordar que el recorrido de los Cuadernos fue muy desigual y problemático a lo largo de su existencia debido a una serie de causas determinantes y, podríamos también decir connaturales a una revista minoritaria de izquierda: desorientación ideológica de la plantilla (entre ellos Claudín y especialmente, Semprún); dejadez para las actividades habituales y rutinarias de la revista (editoriales, reuniones periódicas, seguimiento financiero, problemas de distribución, etc.); reubicación oportuna (¿oportunista?) de parte de la plantilla en revistas, periódicos y/o universidades españolas con halo proto-democrático. A raíz del atentado de Carrero Blanco (relatado con las voces de los propios terroristas en Operación Ogro, uno de los libros más impactantes y sobrecogedores de la editorial) y de las sucesivas enfermedades del Dictador, se produce en París una "espantada" casi general de de la editorial que acabará por dejar al descubierto al grupo ideológico más homogénico: el libertario. No ha de ser casualidad que éste fuera el heredero directo de la España vencida:
La revista estuvo siempre disponible a lo largo de la primera época. No seria posible afirmar lo mismo en lo que respecta a la segunda. Ahora, la línea seguida hacía rechazar colaboraciones aceptables en la primera época, pero las defecciones no son imputables a depuraciones o a cismas. Fueron siempre provocadas por causas ajenas a la disconformidad ideológica. En primer término, hay que señalar las razones geográficas. Los desplazamientos impuestos por las carreras. También algunas defecciones se pueden achacar al "carrerismo" de ciertos colaboradores, pienso que muchos "desertores" abandonaron por inercia por ser atraídos por otros polos de interés, no necesariamente político o literario. Después, a la apertura, muchos fueron a colaborar a otras publicaciones. Muchos de los más asiduos colaboradores de CRI durante la primera época militan hoy en el P.S.O.E., en el P.S.C., en el P.C.E., en grupos de extrema izquierda. Se puede afirmar que han fundado entre los animadores de la revista aquellos que no han ingresado -por repugnancia a hacerlo- en partidos determinados (...), estos en la coyuntura actual no pueden ser sino los de ideología "radical", "libertaria", incluso los "marxistas abiertos" se integran en partidos. (20)
El don de Prometeo.
Aquel, como tú, cuya alma ha sido dañada, ya no puede encontrar reposo en la alegría particular, el que como tú, ha sentido la insipidez de la nada, sólo se templa en el espíritu más alto; el que ha tenido la experiencia de la muerte, como tú, sólo se repone entre los dioses.
Hölderlin: Hiperión
Prometeo no sólo recibió el fuego sagrado de los dioses; con su luz pudo adivinar aquello que se escondía en ciernes confusos, oculto, para así despejar el porvenir de errores y de sombras. Ese fue su don y ese su castigo: los mismos dioses le quisieron negar.
Durante su vida al frente de R.I., José Martínez habría de pagar el precio de un pasado personal incómodo y de un terco sentido de su labor ideológica. Y se quedó solo: lo que empezó siendo lucha abierta y declarada contra el régimen fascista, acabaría convirtiéndose en lucha cotidiana contra los diferentes demócratas "integrados", contra la izquierda "democrática", contra la izquierda "pseudo-marxista" y contra algunos de sus colaboradores más allegados. En juego una concepción de la historia, una definición del futuro. Se quedó solo.
La tenacidad de Martínez en la defensa de valores defendidos por una izquierda espontánea y democrática, mutilada por el régimen, como recuerdo y memoria de lo que un día pudo llegar a ser, chocaba contra un discurso obstinado en hacer del pasado borrón y cuenta nueva. Discurso además, que alcanzaba hegemonía a medida que se acercaba la posibilidad de muerte de Franco.
Cuarenta años de dictadura: desmemoria vinculada al maquillaje de la nueva democracia servida como plato único. Cuando José Martínez vuelva a España allá por el año 78 encontrará ante sí la peor de las dictaduras: su propio anonimato como tributo a pagar por la recogida de un testigo por aquellas fechas ya falso. Hegemonía discursiva u ortodoxia. El moriría sólo y en penuria económica: su propio archivo-almacenado personalmente durante cuarenta años- debió venderlo al Instituto de Historia Social en Amsterdam (21) como medio de supervivencia. Solo, y ya muerto a su regreso. Devorado -como Prometeo- y sin memoria ya. A los que no andan cegados por las luces de la sabiduría académica o por el bombardeo mediático cotidiano, a aquéllos que viven la inercia del presente como consecuencia de un falseamiento histórico aún pueden acudir al archivo de José Martínez, no como ejercicio de nostalgia u homenaje, sino como corroboración de pistas intuidas (aún quedan las huellas), si bien supuestamente borradas por políticos, burócratas, pensadores y profesores universitarios, quintaesencia de la asepsia informativa.
Los testimonios de Martínez en su correspondencia son muchos. Sacar algunos de ellos a la luz es algo más que un comprobante de su perspicacia personal y su escepticismo político: supone salir a la atalaya donde sólo unos pocos elegidos -¿condenados?- puedan divisar el nudo férreo que ata a pasado y futuro al antojo de un ejercicio sistemático de desmemoria, tragado por "obtusos" personajes del entonces porvenir-hoy presente-; los restos que nos han quedado y en los que nos movemos. En todo caso ¿a quién importa que la historia sea o haya sido otra?
Nosotros hemos sido en el campo de la edición, una especie de guerrilleros prematuros, porque la verdadera guerra civil histórica -va a ser una verdadera guerra civil- todavía no ha comenzado. Carrillo y sus intelectuales "convergen" con La Cierva en eso de adaptar la historia de la guerra civil y el franquismo a sus necesidades políticas cambiantes, al menos al nivel táctico y a su estrategia para el futuro: desmemoriar a la clase obrera, psicoanalizar a las clases dominantes (...) pronto se podrá decir en España que no hubo guerra civil. (22)
Cierto: sólo guerra fratricida y, tras ella cuarenta años de preparación para nuestra democracia. Así lo han decretado aquellos a los que les es dado el fuego sagrado: nuestros historiadores, también sacrosantos (por intocables ?). Su manto epistemológico es la coraza -la coartada- de un ejercicio de eclecticismo recurrente. Esa cobardía intelectual es la que ha permitido una manipulación de la historia como la que hemos sufrido. Está basada en el principio de que aquello que algunos sabemos es un bien patrimonial que no debe transmitirse porque afectaría a todos, empezando por el propio narrador, o historiador, o periodista, o simplemente ciudadano. (23)
Ayer salí pensando en lo mísero y miserable que son los análisis de los historiadores sobre los "agentes de la historia", en lo difícil que es delimitar esos agentes y en lo más arduo que es todavía establecer su jerarquía en cada "proceso histórico", ya previamente cortado caprichosamente -de acuerdo con las necesidades políticas más inmediatas e "inconfesables" de carnicero que opera el "corte"- y ello hasta en los casos más indiscutibles por "evidente" apariencia a posteriori: la revolución francesa o la revolución rusa. Las historias de los historiadores son instrumentos para la toma o conservación del poder, las peores y las mejores. No son instrumentos para contribuir a la construcción del poder, que no hay que confundir con la destrucción de este o aquel "poder". (24)
El maquiavelismo de la más reciente historia de España (la de la Transición a nuestros días) se encuentra precisamente en la lectura que de la historia han hecho los historiadores "demócratas": Bastaba con presentar a la oposición política del régimen -la legal, la legalista- como el negativo del entramado franquista en un ejercicio de análisis pueril ocupado en situar a los partidos de izquierda moderada, al Rey y a Suárez como artífices de un cambio sin sangre ni desgarros entre los españoles. De nuevo la guerra civil como algo prioritario a evitar. De ahí que Martínez mantenga su atención y enriquezca su análisis a partir de la observación directa a la oposición política -y a sus círculos de influencia- como heredera directa de los despojos del anterior régimen. Perderse en anécdotas de táctica electoral, en confrontaciones más de matiz que de contenido o en discursos supuestamente ideológicos -cuando todos bailaban al mismo "son"- ha sido el gran juego de los voceros de turno. Un ejemplo:
He leído estos días La era de Franco de Tamames. Hoy se puede escribir la historia de España salpicándola con algunas insidiosas alusiones al movimiento libertario (la violencia, los asesinatos, la indisciplina, la falta de coherencia ideológica, la incapacidad política...) El lector no tiene más que eso o las elegías históricas de los residuos libertarios de mejores épocas. Y concluye de manera lógica, aunque sea sobre bases falsas. Tamames tuerce la historia para servir sus intereses políticos presentes. (25)
Digámoslo, con Martinez, de otro modo: la derecha sólo tuvo que cruzarse de brazos y asistir impasible al juego que los dos grandes partidos de oposición (P.S.O.E-, P.C.E.) practicaban; desideologización de las bases ("Pactos de la Moncloa"), construcción de burocracias sindicales (herederas del sindicato vertical) y ejercicio de desmemoria colectiva:
Estoy la mar de optimista. Esto se hunde... Esto es la oposición clásica. La oposición, en una palabra. El franquismo eliminó -con serias ayudas- la oposición que le estorbaba y como se vive mal sin oposición ahora se está fabricando la oposición que necesita. Una oposición "Oui, mais...?" Qué va a ser en España el equivalente de la larga marcha a que redujo De Gaulle a la oposición con proyecto gubernamental (....), larga marcha hacia un punto que no existe, pues no es más que un espejismo de punto que la clase dominante va desplazando con arreglo a sus necesidades. (26)
En ese juego hay nombres propios de todos conocidos. Martínez no escatimará esfuerzos en mostrarlos como máximos responsables del futuro político. Sólo sobre ellos debiera recaer el peso de una supuesta justicia histórica, si es que la hubiera (ha existido nunca ?); sobre ellos, y en convivencia con las jerarquías franquistas, el actual juego de compadreo, asesinato de Estado, oligarquización de las esferas politíco-económicas, desvertebración social, sumisión sindical y cultura de la subvención y el "peloteo". Detrás de Felipe González, el PSOE, detrás de Santiago Carrillo, el PCE. (27)
La "izquierda" (PSOE+PCE+partidos nacionales y regionales+grupúsculos) no va a cambiar su relación con las masas "desencantadas" (...). La única lección que podría extraer la "izquierda" del "irrepetible milagro" la llevaría a cambiar de ser. Y ese ser se quiere reflejo. Narciso. (...) porque hay posibilidades políticas de hacer otra política de "derechas" y otra política de "izquierdas" en España, no menos capitalista, no menos reformista, no menos alienante, no menos divisoria entre dirigentes y dirigidos, entre dominantes y dominados, pero algo menos esfuerzo, y un tanto más eficaz (28)
Y tras el telón, esa gran representación de pretendidos descontentos ultranacionalistas jugando a insatisfechos con la composición de fuerzas protodemocráticas: rescoldos útiles para la gran mascarada: el peligro involucionista (étimológicamente hay involución cuando existe la posibilidad de marchar hacía atrás). Otro pretexto más en la elaboración de ese discurso que presenta a los actores de la historia como buenos y malos (según quieran o no la democracia constitucional como régimen garante de las libertades...). La comedia bufa del 23 de febrero de 1981 como epílogo en la constitución del discurso político de la "ruptura pactada" y no como inicio de una nueva singladura. Ultimo escalón en la recomposición definitiva y necesaria de fuerzas.
El verdadero "golpe de estado" tuvo lugar la semana siguiente al fracaso del conato militar. Ha sido un golpe "poético", una serie de golpes políticos. Y el proceso demuestra (...) que España no está enferma de su "derecha" política, sino enferma, y muy enferma, de su "izquierda política". El objetivo prioritario ha sido, para cada uno y para todos instalarse. Ahora defender esa instalación. Viva el rey. (29)
1981 fue la antesala de la victoria socialista en 1982. Convendría verlo de este modo, a la manera de José Martínez, y lanzarnos al vértigo que producen los acontecimientos conocidos vueltos del revés. A la manera de Ruedo Ibérico : el presente como un cataclismo inevitable de un pasado oculto, todavía hoy. Visión privilegiada de aquel que ha presenciado la historia desde una distancia medida en Kilómetros de escepticismo. Por eso su no academicismo (en la Academia no entran los excluidos de la historia) y su profunda ideologización desenmascarada. En José Martínez confluirán la pasión y la fe en un ideal socio-político, el anarquismo (consumió su vida; consumió sus relaciones), y el conocimiento aportado por su papel de espectador activo dentro de un combate desigual y a contratiempo. Pasión y conocimiento. Combate y frustración. Grandeza y miseria. Como siempre.
En la España de los años 70 había fomentado definitivamente, tras un largo proceso de cuatro decenios, el discurso reaccionario entre todas las fuerzas que se presentaron a concurso público. Aquellos que como Martínez pretendieron la ingenua mirada crítica de lo evidente, el combate al régimen levantado sobre la Gran Mentira -el de hoy día- iban a ser diariamente devorados -como Prometeo- por el absoluto silencio sobre ellos y en torno a ellos. Quien quiera corroborarlo, sólo tiene que buscar las señas de un tal José Martínez o de una editorial Ruedo Ibérico en los libros de texto, manuales o monográficos sobre el periodo de la dictadura y la llamada "transición". Historiografía española. En la España de los años 70, como en la de los 80, los 90... no había -no hay, no habrá- sitio para el pensamiento libre. Aquellos pocos que lo conservan, deberán aspirar a la soledad del combate cotidiano, aquel que renuncia al último silencio. Como en José Martínez:
para mí es difiícil luchar en este tiempo. Pero haré lo que pueda. Porque pienso que un vencido lo que no puede perder nunca, lo que debe conservar a todo precio es su historia. Si conserva su historia puede vencer un día. Esto es viejo como la humanidad. Y cuando contribuye con sus conocimientos y con su nombre -su canción- a que la historia la hagan sus enemigos ha dejado de existir. Entonces ya no está vencido, sino muerto (30)
Artículo publicado en dos partes por Riff Raff, primavera y otoño 1995
NOTAS
*Toda la investigación sobre la correspondencia de José Martínez la he obtenido del Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis de Amsterdam gracias a una beca concedida por la Dirección de Relaciones Culturales y Científicas del Ministerio de Asuntos Exteriores. Desde aquí quiero agradecer a los funcionarios del Instituto en Amsterdam y del Ministerio en Madrid su atención y amabilidad en todo momento con mi compañera Aránzazu y conmigo.
1. Resulta realmente complicado para cualquier investigador de la materia encontrar interpretaciones globales que hilen el decurso cultural en España a lo largo del siglo XX (y aun del XIX o el XVIII), bien sea para ratificar continuidades o para denunciar rupturas en la peculiar construcción de la Modernidad. Una buena introducción a este tema puede seguirse en E. Subirats: Después de la lluvia. Sobre la ambigua modernidad española. Temas de Hoy, Madrid, 1993. Quien quiera indagar en la genealogía del problema encontrará sabrosas pistas en la obra del mismo autor La ilustración insuficiente. Taurus, Madrid, 1981
2. Tomo estas cinco características por el mismo orden que las cita J.C.Mainer en "Cultura" dentro de la monografía Transición y Democracia (1973-1985) en Historia de España dirigida por M. Tuñón de Lara. Labor, Barcelona, 1981
3. Entiendo aquí por cultura un proceso social constitutivo creador de "estilos de vida" específicos y diferentes y que [puede ser] profundizada por el énfasis puesto en un proceso social material. La definición la he tomado de R. Williams: Marxismo y literatura. Península, Barcelona, 1980 (p. 31)
4. A efectos políticos, la ausencia de una alianza liberal-obrera (lib-lab) en algunos de los regímenes de la Europa de Entreguerras (Alemania, Italia y España) acarreó unas consecuencias nefastas para la clase obrera por todos conocidas. A este respecto, y aun cuando obvia el análisis cultural, es muy sugerente la obra de G.M.Luebbert: Liberalism, Fascism, or Social Democracy. Social classes and the political origins of regimes in Interwar Europe. Oxford University Press. New York, 1991. Algunas de las características del velo ideológico reaccionario están retratadas por P.Preston: Las derechas españolas en el siglo XX: autoritarismo, fascismo y golpismo. Sistema. Madrid, 1986. Para el caso italiano existe, además de las reflexiones de A. Gramsci, una obra de síntesis que toca aspectos culturales: E.R.Tannenbaum: La experiencia fascista. Sociedad y cultura en Italia (1922-1945). Alianza, Madrid, 1975; por último, la pista de la modernidad alemana la sigue de forma discutible, pero atractiva, J.Herf: El modernismo reaccionario. Tecnología, cultura y política en Weimar y el Tercer Reich. FCE, México, 1990
5. Entendemos por ese entorno la Europa Occidental, excluida la Península Ibérica.
6. Subirats, E.: Después... Op.cit. p. 28
7. Correspondencia privada de J. Martínez. Carta a Isaac Díaz Pardo fechada el 13 de enero de 1980 (A partir de aquí me referiré a la correspondencia de Martínez como "carta")
8. Goytisolo, J: "Ruedo Ibérico en España" en Solidaridad Obrera. Mayo, 1978
9. Díaz, E: Pensamiento español en la era de Franco (1939-1975). Madrid, Tecnos, 1983
10. Mainer, J.C.: Op. cit., pp. 313-457
11. Esas reflexiones junto a otras como "espontaneismo de la recuperación cultural"; "osmosis, complicidad involuntaria o generación cultural a partir de los supuestos de la sociedad franquista" o "patología de la expresión" son obra de varios autores compilados en la obra La cultura bajo el franquismo. Ed. de Bolsillo. Barcelona, 1977. Mainer sólo da por buena la última reflexión aquí recogida.
12. Carta a Magali Sarfatti fechada el 29/12/1979
13. Se puede hacer un buen seguimiento de Ruedo Ibérico y de su director a través de las entrevistas y artículos aparecidos en diferentes publicaciones de prensa. Cito algunos de ellos: "El ruedo no gira", en Cambio 16 nº 246 (agosto, 1976); "Un pie dentro y otro fuera", en Cuadernos para el Diálogo nº 215 (junio, 1977); "Ruedo Ibérico. La contrahistoria del franquismo" en Triunfo nº 792 (abril, 1978); "José Martínez: L'aventura de Ruedo Ibérico", en L'avenç nº 38 (maig, 1981); Entrevista de Eduardo G. Rico a J.Martinez en Pueblo, 21 de noviembre 1981; "Ruedo Ibérico, treinta años de antifranquismo" en El País, 11 de noviembre, 1992
14. Entrevista de Roberto Mesa a J.Martinez en La Calle: "Ruedo Ibérico. Una aventura afortunada"
15. a partir de ahora R.I./CRI
16. Cuadernos para el Diálogo nace en 1963 y perdurará hasta 1978. A lo largo de su periplo tuvo diversas etapas, formatos y orientaciones, aunque siempre marcadas por una línea ideológica a caballo entre la democristiana y la socialdemócrata. Sus directores fueron J. Ruiz Jiménez y Pedro Altares. No se ha hecho todavía un estudio a fondo de la revista y su repercusión en el medio político-social español: desde hace dos años estoy metido personalmente en esa investigación.
17. Cuadernos para el Diálogo fue en ocasiones secuestrada, multada y/o sancionada (parcial o totalmente), pero nunca ninguno de sus directores se vio obligado a emigrar por peligro de detención o amenaza.
18. Sobre el seguimiento de José Martínez en la prensa, véase nota 13
19. Carta a Pedro Altares fechada el 3/5/1977.
20. Carta a Roberto Mesa Garrido fechada el 5/5/1978.
21. Martínez era consciente de que un archivo de esas características no podía permanecer en España. Pese a ello intentó la venta a alguna institución madrileña y catalana, que al final, optaron por rechazar la oferta.
22. Carta a Alfonso Colodrón fechada el 2/5/1975.
23. MORAN, G.: El precio de la Transición. Planeta. Barcelona, 1992, pág. 135.
24. Carta a Alberto Hernando, Madrid 8/3/1983.
25. Carta a Juan Garcia Oliver, Prades 14/9/1974.
26. Carta a Fernando Claudin, Prades 23/9/1974
27. Todas las generalizaciones acaban por ser banales y con frecuencia conducen a error. Con esta afirmación no quiero sostener que todas las personas que militaban o simpatizaban con esos partidos de izquierda estuvieran detrás de la línea oficial; pero para su desgracia y para la de muchas otras gentes, no se constituyeron nunca en mayoría dentro de sus respectivos partidos y acabaron por plegarse (por razones de táctica o disciplina de partido) a las directrices que marcaron las cúpulas. La bondad o maldad de este "plegarse" entra dentro de la consideración moral de cada uno.
28. Carta a Javier Pradera, París 8/3/1981
29. Carta a Isaac Díaz Pardo, Madrid 9/4/1981
30. Carta a Diego Abad de Santillán. París, 22/1/1974