Éditions Ruedo ibérico

Las "guerras civiles" de Ruedo ibérico

Mercedes Yusta. Université de Cergy-Pontoise


Quisiera comenzar esta comunicación diciendo que no pretendo descubrir elementos nuevos con respecto a Ruedo ibérico o a su editor, José Martínez Guerricabeitia. Ni siquiera presento aquí los resultados de una larga investigación, ni esta comunicación pretende ser algo más que unas pistas para la reflexión. Simplemente voy a tratar de hacer una lectura del trabajo editorial de Ruedo Ibérico basándome en su aportación en un ámbito muy concreto: el de la historia de la guerra civil española. Porque creo que el trabajo de editor de José Martínez jugó un papel fundamental en la renovación de la historiografía de la guerra civil en los años sesenta y setenta, como han reconocido historiadores como Julio Aróstegui o el propio Tuñón de Lara, cuya relación con José Martínez fue, por decirlo suavemente, compleja.

El objeto de esta comunicación será, pues, dejar constancia de esta aportación de Ruedo Ibérico y su editor, poniendo de relieve que se trataba de una estrategia editorial consciente y asumida que correspondía a una estrategia política, la misma que había llevado a la creación de la editorial. En otras palabras, Ruedo Ibérico se proponía luchar contra el secuestro y la falsificación de la historia de la guerra civil por parte de la dictadura franquista, como una tarea más (y no la menos importante) de la militancia antifranquista que caracterizaba la actividad de la editorial.

¿Por qué esta importancia de la guerra civil? Por varios motivos: en primer lugar, la guerra civil constituía la "legitimidad de origen" de la dictadura. Como escribía, en 1966, Luciano Rincón (más conocido como Luis Ramírez), en las páginas del suplemento Horizonte español 1966, "la guerra es su guerra y la victoria es su victoria. Están ahí por ella y sin ella no estarían quizá". Pero además, sigue Luciano Rincón, "la guerra civil es el origen de la formación de los españoles actuales, es preciso aceptarlo". Una guerra deformada por lo que el periodista llama "el trauma propagandístico", que hacía de ella la legitimación incontestable del statu quo, hasta que el mito, de puro apolillado, hubo de ser renovado por sus propios creadores. Además, no sólo la supervivencia del régimen se apoyaba en ese falseamiento de la historia, sino también la configuración del régimen que lo habría de suceder. A este respecto, el propio Luciano Rincón trae a colación unas frases publicadas en ABC en junio de 1957, y recuperada en abril de 1964, durante las celebraciones de los "25 años de paz", puesto que no había perdido un ápice de su actualidad: "Se quiera o no se quiera, la nueva Monarquía española tendrá su origen en esa historia nacional concentrada en aquel 18 de julio. No admitimos el repudio, ni siquiera el olvido de lo que significó el Alzamiento del 18 de julio, la Cruzada y la Victoria".

Alzamiento, Cruzada y Victoria: esta es la guerra civil vista desde España a principios de los años sesenta. La historia que escribían los historiadores oficiales del régimen, como Manuel Aznar, Joaquín de Arrarás, Luis Bolín o Rafael Calvo Serer. Esta historia de una guerra a la que no llamaban "civil", sino "cruzada" o "guerra de Liberación" estaba basada en un mito positivo y varios negativos. El positivo era la legitimación del golpe militar de 1936: el levantamiento militar respondió a la inminencia de una revolución de carácter bolchevique, propiciada por el falseamiento electoral de febrero del 36 (que había dado la victoria al Frente Popular). Por ello, en palabras de otro autor de Ruedo Ibérico del que hablaremos luego, Herbert Southworth, para estos autores "la guerra civil fue una cruzada contra el comunismo, una guerra en la que se luchaba no sólo por España y su civilización cristiana sino también por todo el occidente". En cuanto a los mitos negativos, o negacionistas, eran variados: España nunca fue aliada de las potencias fascistas, Guernica nunca fue bombardeada, la matanza de Badajoz nunca tuvo lugar, así como tampoco se puede hablar de una represión "nacional", y un largo etcétera.

Esta era pues la historia de la guerra civil que se aprendía y se transmitía en la España franquista, la única oficial y autorizada. Pero frente a esta "versión franquista" existía también una "versión estalinista" de la guerra civil, la que ocultaba el alcance de la revolución social llevada a cabo en la zona republicana o negaba la represión que el SIM (Servicio de Información Militar) y los dirigentes comunistas del PSUC, con la colaboración de las fuerzas del orden republicanas, habían dirigido contra anarquistas y los comunistas del POUM en mayo del 37. Es decir, la versión oficial del PCE en el exilio. La tarea de José Martínez como editor será poner al alcance del lector los elementos necesarios para poder tener una visión compleja y crítica del conflicto, más allá de versiones oficiales y leyendas blancas o negras, vinieran éstas de donde vinieran.

Por lo tanto, no es casual que Ruedo Ibérico iniciara su andadura editorial editando, a finales de 1961, un libro sobre la guerra civil española, el del historiador británico Hugh Thomas. No es casual, en primer lugar, que se trate de un autor extranjero: como se ha dicho a menudo, y como también decía Manuel Vázquez Montalbán en La palabra libre en la ciudad libre, en los cajones de los españoles no había muchos manuscritos sobre la guerra civil. Por otro lado, se trataba de la primera obra de un autor extranjero sobre la guerra civil editada en español, exceptuando la del americano Burnett Bolloten The Great Camouflage, que había sido publicada en 1961 en España con el título El gran engaño y prologada por el propio Manuel Fraga, futuro ministro de información y turismo. Y por otro lado, en 1962 aparecía traducida al español en el Fondo de Cultura Económica (México) la obra de Pierre Broué y Émile Témime: La revolución y la guerra de España.

Lo que el libro de Bolloten y el de Broué y Témime tenían en común es que ambos trataban un aspecto particular del conflicto, la revolución social y la lucha por el poder en el campo republicano. Pero lo que caracterizaba el libro de Bolloten era el marcado carácter anticomunista, así como el hecho de que el libro finalizaba en 1937, razones que debieron motivar su publicación en España, donde fue presentado como la ratificación, por parte de un prestigioso autor extranjero, de las tesis franquistas, cosa que el libro no es en absoluto. Así lo prueba que el libro fuese publicado mucho más tarde, en 1977, por la propia editorial Ruedo Ibérico, en francés y en una versión corregida y aumentada.

Añadamos que ese año, 1961, también se había celebrado un multitudinario ciclo de conferencias en la Universidad de Zaragoza, organizado por el catedrático de historia militar Luis García Arias, y cuyas actas serían publicadas con el título de La guerra de liberación nacional. Lo cual muestra lo poco que había avanzado la reflexión universitaria sobre la guerra.

Este es pues el contexto en el que aparece la obra de Hugh Thomas, que inaugura la colección de Ruedo ibérico "España contemporánea". A diferencia de los libros anteriores, el de Thomas pretende ser una historia de la guerra civil en ambos bandos, un estudio lo más completo posible del conflicto utilizando una multiplicidad de fuentes. Para ello había recibido el permiso de las autoridades franquistas para investigar en España, y el resultado era un libro muy voluminoso y bastante completo, con una aportación fundamental e inédita: la responsabilidad de la política de no intervención en el desarrollo y desenlace de la guerra civil. Sin embargo, Thomas, historiador de tradición liberal, sostenía dos tesis en el libro: el fracaso de la segunda República como causa de la guerra civil, y la responsabilidad a partes iguales de ambos bandos en las atrocidades cometidas en el conflicto. Probablemente por ello, José Martínez sintió la necesidad de acompañar el libro de un texto preliminar que explicase las razones de su publicación.

En la presentación del libro, firmada por "Ruedo ibérico", leemos una justificación de la oportunidad de esta publicación, que es al mismo tiempo una declaración de principios con respecto a la importancia de la historia de la guerra civil en la formación de la conciencia crítica de los españoles: "Ha transcurrido un cuarto de siglo desde que se inició la guerra civil española pero sangran todavía las heridas abiertas por ella. Más de la mitad de los españoles tienen sólo una idea somera de este capítulo de la historia de España que condicionó tan profundamente su vida presente. Y estos hombres ya alcanzaron la edad en que se asumen plenamente las responsabilidades históricas. La ignorancia es, pues, grave"... A continuación, el editor declara no "rechazar ni suscribir" la aportación de Thomas, a la vez que invita a los lectores a enviar a la editorial sus críticas, aportaciones, sugerencias o mentís al libro, para incluirlos en posteriores ediciones. El editor, pues, toma sus distancias con respecto a la obra de Thomas e inaugura una forma peculiar de posicionarse frente a los libros y frente a los lectores: invitando a éstos a debatir críticamente a partir de los textos propuestos por la editorial, y no rechazando aquéllos por motivaciones partidistas.

A pesar de la censura franquista, que no permitió su venta hasta la muerte de Franco, el libro se convirtió en un enorme éxito de ventas, sobre todo en el interior de España, donde se vendió mucho más que el libro de Bolloten (lo que mostraba la desconfianza de los españoles hacia todo lo que tenía etiqueta de "oficial"). Otro historiador inglés, Paul Preston, lo calificaría de "la Biblia de la izquierda española". Pero el libro, por supuesto, también recibió críticas desde la izquierda e incluso desde las propias páginas de CRI, donde Roberto Mesa escribía en 1967: "H. Thomas adoptaba una postura normal, hasta cierto punto, en los estudiosos extranjeros : la de un frío analizador ante un espectáculo sanguinario, un festival lejano y exótico, en el que cualquier disgresión ideológica quedaría descartada y resultaría inadecuada. Thomas confundió el juego limpio con el no compromiso, que en la pura actividad intelectual son quehaceres opuestos".

En todo caso, la gran difusión de este libro demuestra la necesidad que tenían los españoles de leer "otra" historia de la guerra civil, la profunda insatisfacción que creaba la fosilizada versión oficial de la historia, que seguía hablando un lenguaje de guerra de liberación y de cruzada. Pero esto no iba a durar mucho, puesto que el monopolio franquista en la explicación de la historia reciente se estaba rompiendo a toda velocidad.

La publicación del libro de Thomas fue seguida por otros dos libros sobre la guerra civil y una historia de la Falange del historiador Stanley Payne, ideológicamente todavía más complaciente que Thomas con el bando vencedor. De estos libros, merece una mención especial el segundo de la colección, El laberinto español de Gerald Brenan, cuya versión inglesa data de 1943. Se trata de un análisis desde el largo plazo de las causas que condujeron a la guerra civil en 1936, que acentuaba por un lado su carácter de salida a una crisis que databa de la época de la Restauración y por otro su carácter de lucha de clases. Además, por primera vez se daba la debida importancia al desequilibrio de la estructura de la propiedad agraria en España, causa de los más graves problemas sociales del país. Por lo tanto, se rompía el mito franquista del fracaso de la república como causa principal de la guerra civil, mito que Thomas había dejado intacto.

Pero el libro que va a despertar al dragón franquista es publicado por Ruedo Ibérico un año más tarde, en 1963, en la Serie menor de la colección España contemporánea. Se trata del libro de Herbert Southworth, El mito de la cruzada de Franco. Crítica bibliográfica. Es un libro demoledor y también tremendamente divertido, que ataca algunos de los mitos más queridos de los historiadores franquistas y sobre todo a los propios historiadores, poniendo en entredicho la seriedad de su práctica profesional. El blanco al que van dirigidos los dardos envenenados de Southworth es sobre todo Rafael Calvo Serer, que había publicado una obra titulada La literatura universal sobre la guerra de España, que Southworth desmonta capítulo tras capítulo. Pero es todo el sistema de la propaganda franquista el que queda en entredicho.

Es especialmente divertido el capítulo "Spanica Zwischen Todnu Gabriet", título de una obra citada por varios historiadores franquistas, de la que el autor dice: "Esta es, sin duda, la más rara de todas las obras sobre la guerra civil. Ha formado parte desde hace 23 años de la mitología creada por los eruditos franquistas sin haber sido nunca impresa. Su título no pertenece a ningún idioma conocido: hay una conjunción alemana, "zwischen"; "todnu" parece rumano; "spanica" pudiera tener una raíz latina..." En realidad, nos descubre Southworth, se trata de una obra de 1937 del alemán Peter Merin, cuyo verdadero título es "Spanien zwischen Tod und Geburt", "España entre la muerte y el nacimiento", y que ha sido sistemáticamente mal citada por los eruditos franquistas que se copiaban unos de otros. El objetivo de la ridiculización ha sido plenamente conseguido.

Cuando Albert Forment, autor de una biografía de José Martínez, habla de este libro considerándolo perteneciente a "por decirlo suavemente, un género menor", no ha comprendido el alcance de la demoledora crítica a la historiografía franquista que contienen sus 314 páginas. Quienes sí lo comprendieron fueron los aludidos, es decir, los historiadores oficiales y las autoridades franquistas. De hecho, si creemos al historiador Paul Preston, fue la publicación de este libro la que motivó la creación en 1965 de todo un departamento especial del Ministerio de Información y Turismo, la Sección de Estudios de la Guerra Civil, que existió hasta el año 1980. Al frente de esta Sección se colocó a Ricardo de la Cierva, cuya formación universitaria no tenía nada que ver con la historia pero que acabó convirtiéndose en el historiador oficial del régimen (y que, por cierto, sigue escribiendo obras en defensa de la dictadura). Según Paloma Aguilar, fue la lectura de un libro de Gabriel Jackson sobre la guerra civil por parte del ministro Castiella la que abrió la caja de los truenos (libro, por cierto, que también sería publicado por RI). Pero por supuesto, la creación de la Sección respondía a la necesidad del régimen de reescribir la historia de la guerra civil de manera coherente con la nueva política inaugurada por los "Veinticinco años de paz": de la legitimidad de origen (la guerra civil) se pasaba a una legitimidad de ejercicio (los 25 años de paz), y la guerra civil podía ser presentada bajo otra luz, más realista y acorde con los tiempos, capaz de hacer contrapeso a las obras que llegaban desde el exterior.

La función de esta Sección sería, pues, la de contrarrestar el efecto de las obras, cada vez más numerosas, que se publicaban en el extranjero sobre la guerra civil, en particular las que se editaban en español gracias a Ruedo Ibérico, y ofrecer una versión "modernizada" del conflicto, que desechase algunos de los mitos más burdos e incluyese las aportaciones de la bibliografía prorrepublicana. A partir de ese momento, a la lucha que mantenían el Ministerio y Ruedo Ibérico y que tenía por caballo de batalla la censura se va a sumar este nuevo frente, en el que el Ministerio tratará de contrarrestar la labor de edición de Ruedo Ibérico por la producción de una historia aparentemente más objetiva que antes y producida desde el interior. El propio Ricardo de la Cierva aludía expresamente a esta rivalidad en los siguientes términos: "Tengo la idea de que toda cosa interesante que se escriba sobre España se publique siempre aquí. Claro, si esto se consigue, el Ruedo ibérico habría quedado reducido a las publicaciones semipornográficas a las que ya estaba dedicado". Pero, evidentemente, esto no se consiguió y Ruedo Ibérico siguió publicando libros sobre la guerra civil, y entre ellos otros libros de Southworth.

A este respecto merecen ser citados dos libros que en principio iban a ser uno sólo, pero que acabaron por tener que publicarse por separado en 1967. Se trata de La Falange en la guerra de España : la Unificación y Hedilla, de Maximiano García Venero, un escritor falangista, y Antifalange. Estudio crítico de Falange en la guerra de España de M. García Venero, de Herbert Southworth, que es una respuesta crítica a lo expuesto por García Venero en su libro, lo que lo hacía publicable en una editorial como Ruedo Ibérico. Pero lo interesante de estos dos libros no es tanto las peripecias editoriales que sufrieron como la reflexión a la que dieron lugar por parte de José Martínez en las páginas de CRI, en un artículo titulado "Dos libros contradictorios". En el artículo, José Martínez explica las razones que le llevan a publicar a García Venero (el hecho de que su libro jamás podría publicarse en España, pues contradice algunas tesis oficiales del régimen). Pero además, hace un análisis del estado de la historiografía de la guerra civil, teniendo en cuenta sobre todo la nueva situación desde que el ministerio de información ha decidido patrocinar la renovación de la historiografía española:

"La bibliografía publicitaria, justificativa, del régimen franquista -que con pretensiones ahora de amplitud de miras, de ecuanimidad, prolifera bajo el mecenazgo del Ministerio de Información y Turismo- está consagrada casi exclusivamente a tres temas predilectos : las hazañas de sus héroes y mártires ; la calumnia contra sus enemigos ; el comentario escolástico hasta la saciedad de los diversos y aún contradictorios principios ideológicos atribuidos al régimen, en un esfuerzo de entroncarlo con antepasados más o menos honorables. En la etapa de Fraga se ha añadido a estas líneas maestras ciertas variantes estilísticas : se cita a autores « rojos » ; se abusa de textos « rojos » empleados parcialmente ; se atribuyen peyorativamente a los republicanos rasgos que fueron calificados un día de virtudes en los vencedores.(...) La práctica cotidiana de los rebeldes, la actuación que iba a conducirlos a la victoria, sigue siendo escamoteada para poder continuar grabando en el espíritu de los españoles un visión de la "zona nacional" extendida al propio régimen, mitad imagen de Epinal, mitad estampita sulpiciana".

Por tanto, concluye José Martínez, esta renovación es falaz, y la deformación histórica por parte del franquismo sigue siendo moneda corriente, aunque ya no revista la zafiedad de las obras de Aznar o Arrarás. Pero lo más interesante es que en este artículo José Martínez incluye una crítica a ciertas posiciones de la izquierta, que denota un fino análisis de las consecuencias de una determinada reescritura de la historia con fines políticos, así como un desenmascaramiento de las tácticas y posicionamientos de algunos grupos de la que empezaba a autodenominarse "oposición democrática", tratando de arrimar su sardina al ascua de futuros repartos de poder:

"Las intenciones políticas vergonzantes que traducen los términos en boga de « enterrar la guerra civil », « situarse por encima de los bandos », « reconciliar a los españoles », o esforzarse en evitar otra guerra civil -que nadie ve como posible- no hacen sino acusar claramente la influencia política de un hecho, histórico, es verdad, pero estrechamente vinculado con nuestro presente. Que el franquismo manipule la historia de la guerra civil con arreglo a sus necesidades del momento, me parece explicable. Que los « vencidos » intenten borrar de la memoria de los españoles algunas de las causas de su derrota, y sigan practicando la política del avestruz, nos augura los peores desfallecimientos en el planteamiento de los problemas políticos actuales y futuros."

Son palabras que podríamos aplicar, casi sin cambiar una coma, al contexto actual de ciertos debates historiográficos referentes al "pacto de silencio" o a las diferentes memorias históricas reivindicadas desde el bando de los vencidos, y que por supuesto también son aplicables a la utilización que se hizo de la historia de la guerra civil en el momento de la Transición y que tan acertadamente ha señalado Paloma Aguilar. José Martínez presintió desde un momento muy temprano los peligros de esta manipulación o esta ocultación de la propia historia, aunque fuese para fines en principio percibidos como positivos, como la tan traída y llevada "reconciliación nacional", de la que tanto se desconfiaba en la redacción de los Cuadernos de Ruedo Ibérico.

No tenemos tiempo ni espacio para el análisis de otras obras sobre la guerra civil publicadas por Ruedo Ibérico, a pesar de que son de gran importancia, como las de Franz Borkenau, José Peirats, Gabriel Jackson o Ian Gibson. Señalemos simplemente, para terminar, que José Martínez comprendió que, después de la guerra civil, y con ésta como pretexto, se estaba librando en España una "guerra de historiadores", y que esa guerra era importante ganarla. Como decía en una carta fechada en 1975, citada por Emilio Blasco, "Nosotros hemos sido en el campo de la edición una especie de guerrilleros prematuros, porque la verdadera guerra civil histórica -porque va a ser una verdadera guerra civil- todavía no ha comenzado". Si bien la investigación ha avanzado espectacularmente en los últimos años sería arriesgado decir que esta "guerra de historiadores" ya ha terminado, como lo muestra el inesperado renacimiento de ciertos mitos franquistas que creíamos muertos y enterrados en la pluma de autores como Pío Moa, José Jiménez Losantos o el propio Ricardo de la Cierva. En todo caso, en el camino recorrido los primeros jalones puestos por José Martínez y Ruedo Ibérico han sido fundamentales, puesto que educaron a toda una generación de historiadores, los mismos que son hoy nuestros maestros y que nos impulsan a seguir reflexionando sobre la guerra civil.

Comunicación en el Coloquio Ruedo ibérico, Maison d'édition en exil celebrado el 3 de diciembre de 2003 en la Universidad de Paris 8